La educación de Verbitsky

Revisión de un libro fundamental en la obra del director de El Cohete

 

La Educación Presidencial apareció antes de que la administración de Carlos Menem cumpliera su primer año y relata esos meses de frenesí con inicio en el declive de su antecesor, Raúl Alfonsín, cuyo fracaso económico y la decepción de sus votantes sólo tuvieron como beneficiarios a los grupos de capital cada vez más concentrado.

Para dar cuenta de ello a las nuevas generaciones podría arriesgarse que al libro le faltaría la educación ciudadana, carencia que lleva a repetir con cada gobierno el estado de decepción que no satisface las expectativas, ni siquiera las necesidades. La educación ciudadana bien podría dejar de ver a la organización social como una pirámide para entenderla como un reloj de arena. En la pirámide, todos entienden que los pobres están abajo, mientras que en el vértice ubican al Presidente. Cada lector se ubicará por encima o debajo del medio.

En cambio, Horacio Verbitsky describe y nombra a los actores de la economía cuyo escenario está por arriba de la cúspide presidencial, desde la cual imponen las condiciones que los mandatarios deben aprender.

 

¿La Casa Rosada está en la cúspide de una sociedad piramidal con movilidad ascendente? ¿O arbitra en medio de las corporaciones y la sociedad, a la que le succionan su capital?

 

La función de los gobiernos, entonces, no es mandar sino administrar el conflicto entre ricos y pobres. De allí que la más congruente con la palabra presidencial haya sido la del primer peronismo, recordada con la nitidez de las experiencias irrepetibles.

A aquel ejercicio robinhoodesco de héroe de la clase trabajadora que puso coto a los ricos para distribuir entre los pobres le siguieron las dictaduras que empezaron por bombardear la Casa de Gobierno y terminaron por desaparecer a miles que pedían igual o mayor distribución de la riqueza generada con el sudor de la gente.

En gran parte de estas cuatro décadas de democracia funcionó lo que Verbitsky llamó “bomba astringente”, que chupa recursos de los de abajo para concentrarlos entre los pocos de arriba que, encima, los fugan del país. A esa inversión de la ley de gravedad habitual en los relojes de arena, HV la denominó Estado Hood Robin, con lo que inauguró una de sus metáforas que más perdura.

Varió el modo en que esos pocos ricos saquearon/saquean a los siempre pobres (clase media incluida): hasta la dictadura, le vendían caro al Estado; luego pasaron a apoderarse de los activos de todos, como las empresas públicas, el capital acumulado por generaciones de argentinos. “Alfonsín comenzó ese proceso. Menem lo continuó”, resume HV.

 

El precio de la democracia

El autor consigna la mirada contemporánea a aquella primera transición democrática: para que los grandes grupos económicos no golpearan otra vez a las puertas de los cuarteles hubo que conceder, supeditar las decisiones económicas a las conveniencias de esos poderosos. O dicho en criollo: ni hablar de salariazos.

Cuando Alfonsín anunció la “economía de guerra” contra el salario (el agregado es de HV), venía de sentarse con los representantes de diez de esos grupos, el mismo día que comenzaba el juicio a las Juntas en 1985. La UCR esperaba que, dividiendo el eje militar-empresarial, los uniformados quedaran aislados y fuese más fácil castigarlos. Los resultados se conocen: sólo dos dictadores recibieron “perpetua”, mientras que los grupos que instigaron, financiaron y se beneficiaron los dejaron solos para correr detrás de mayores ganancias.

“Seis de esos diez grupos están entre los doce que incorporaron 180 nuevas empresas entre 1973 y 1983 y otras 92 entre esa última nueva fecha y 1987, con un promedio anual de 20,7 empresas nuevas en el primer periodo y 31 durante la presidencia de Alfonsín”, apunta Verbitsky.

Lo notable es que no analizó el partido con el diario del lunes, en un trabajo revisionista años después, sino en cada domingo mientras el campeonato se jugaba.

Para entender la transformación que se profundizaría con cada nueva administración gubernamental, HV contó con los estudios de otros pensadores del campo popular como Eduardo Basualdo (a quien ha comparado con Raúl Scalabrini Ortiz, por la función social que cumplieron sus estudios). Sobre la descripción que aquellos economistas han hecho de la entente de empresas líderes, bancos, agro, tecnología y servicios, HV resume que “ese es el poder permanente, mientras militares, radicales y peronistas se suceden al frente del Estado” como gerentes.

En comparación, es lógico que el sillón de Rivadavia sea visto como un “puesto menor”. En el triángulo de empresas, militares y políticos, el ojo omnisciente en el centro (como el dibujito del dólar) es el de los acreedores de la estafa externa. Los ricos de adentro y afuera se asociaron para repartirse las ganancias expoliadas a este suelo de trabajadores cada vez peor pagos, abandonaron a los militares y pasaron a una nueva relación de noviazgo con los políticos, aunque en términos más sádicos (no siempre masoquistas) fueron el prólogo a las relaciones carnales del menemismo con los Estados Unidos. Para dejar claro quién mandaba en la relación, los machos de los grupos económicos propinaron cachetadas a rebencazos de dólar y su consiguiente inflación.

No es casual que, a 40 años de democracia, ante otro recambio presidencial, el telón de fondo de la puesta repita guiones con el protagónico encarnado por la misma esfinge verde.

 

 

El libro adelanta desde su título que repasará el periodo que va De la derrota de los '70 al desguace del Estado. Y como escribiera Marta Vassallo en una reseña, “Verbitsky vuelca con sobriedad una profusa información, la articula con agilidad, la disemina de ironías características de su estilo”.

El autor no minimizó el rol de los ex compañeros montoneros; en lo que escribió sobre Roberto Perdía, Fernando Vaca Narvaja o Rodolfo Galimberti están los orígenes de la andanada de operaciones con que contestó el más histriónico de ellos una vez que hizo las paces con el líder del principal grupo económico y con el gobierno que lo contrató desde el Servicio de Inteligencia de Estado (SIDE) para que corriera por izquierda al autor de La Educación Presidencial y de su siguiente obra: Robo para la corona. De allá lejos provienen los epítetos de “agente de la Fuerza Aérea”, por ejemplo.

En el libro hay huellas de sus notas, en las que criticó a la conducción montonera no sólo por lo que no lograron o lo que hicieron (la bomba que mató a Paula Lambruschini, de 15 años, por caso), sino por la claudicación de las banderas de justicia social a cambio de un indulto. Más duro fue –como corresponde– con el 90% de los indultados, los militares a quienes les detalló “el horror sobre el que pasó el Presidente Menem, cuya ligereza espeluznante no tiene perdón”.

Todos esos tópicos se entrecruzan en este libro, editado en junio de 1990, cuando aquella inolvidable década recién comenzaba, a poco de los levantamientos carapintadas y la toma de un cuartel a manos del Movimiento Todos por la Patria (MTP).

Aunque el señalamiento temporal parezca una obviedad, no lo es menos que releer aquellas 300 páginas permite entender no sólo un proceso histórico inaugural de estos 40 años, sino algunos comportamientos que, por repetidos, no resultaron menos eficaces ni dañinos.

 

 

La charla de los jueves

Será interesante oír qué dice Carlos Corach (88 años), un actor fundamental del Presidente que mejor se educó con los criterios del poder (una salvedad sería la de Mauricio Macri, quien bajó desde el poder). La posibilidad de oírlo será el jueves 14 a las seis de la tarde, como parte del Proyecto Ballena, en el Centro Cultural Kirchner (CCK). Contarán con la moderación de Jorge Fontevecchia, el periodista y empresario que en la actualidad más estudia antes de cada entrevista. La charla introductoria estará a cargo del filósofo y politólogo Eduardo Rinesi, ex rector de la Universidad de General Sarmiento, quien ya había hecho una profunda lectura del libro Vida de Perro, de Diego Sztulwark, ideólogo junto a Daniel Tognetti –con producción de Camila Perochena– de esta serie de cuatro encuentros que ya tuvieron como invitados a Rosendo Fraga, Pablo Gerchunoff y Mónica Peralta Ramos.

 

 

Rinesi con Verbitsky y Diego Sztulwark (2018). Al minuto 20’25’’ se refiere a La Educación Presidencial y su imagen de tapa.

 

 

 

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