La emboscada

La creatividad popular es por naturaleza heterodoxa, novedosa y sorpresiva

 

Si el gobierno anterior se hubiera propuesto destruir todas las herramientas necesarias para direccionar la economía hacia un sendero de crecimiento, no lo podría haber hecho mejor.

Cambiemos puso a la economía real en un sendero de achicamiento perpetuo, a partir de construir un mecanismo de contracción constante de la demanda, que realimenta las quiebras y el desempleo. Para reforzar el mecanismo, colocó las tasas de interés en niveles completamente asfixiantes, llevando a que numerosas empresas estén muy comprometidas y que los costos financieros se hayan transformado en otra fuente que impulsa el alza de los precios finales. El mecanismo que obligaba a sostener tasas desmesuradas, fue justificado por el miedo a una escapada adicional del dólar, posible a su vez por el desequilibrio externo generado por esa administración.

Se colocó a la banca pública en situación de fragilidad extrema, obligándola a ruinosos negocios para apuntalar el maquillaje electoral del macrismo, y dejándola casi exhausta para protagonizar políticas expansivas.

Se agotaron las fuentes de financiamiento externo tradicionales. Se espantó a los prestamistas privados, exhibiéndoles un nivel de endeudamiento impagable en el corto plazo, mientras se construía en estrecha colaboración con el FMI un cronograma de vencimientos incumplibles en los próximos años, para que sea quien sea que gobierne, deba rogar por una prolongación de los pagos, que sería graciosamente concedida a cambio de las reformas laborales y previsionales, plato fuerte del capital concentrado mundial.

Sólo se frenó la fuga de capitales, aplicando controles cambiarios, cuando la magnitud del fenómeno amenazaba con llevarse puesto al gobierno macrista antes de tiempo, debido a la evaporación completa de las reservas. Sin embargo, el pesado expediente político de aplicar retenciones agrarias acordes a la gigantesca devaluación pos-PASO se le dejó a la futura administración.

Se endeudó gravemente a sectores sociales muy frágiles, sin capacidad de pago, lo que generará un eventual pasivo para la ANSES y la banca pública. La grave contracción del mercado interno llevó también a que miles de pymes no puedan afrontar sus compromisos impositivos. El alivio de esa situación debilitará a futuro los ingresos fiscales.

La propia contracción sistemática de la actividad privará al Estado de futuros ingresos, y restringe su horizonte de acción. El enloquecido endeudamiento provocado ya insume el equivalente al 19% del presupuesto nacional, valiosos recursos que se perderán en la canaleta de los fondos de inversión internacionales en vez de ser aplicados a la restauración del crecimiento y de las condiciones de vida dignas de la sociedad.

El déficit dejado por el macrismo se aproximaría al 1,5% del PBI, lo que resta margen de maniobra financiera al nuevo gobierno, que ya ha sido privado de otras fuentes de financiamiento. Prudentemente, el ministro Guzmán no quiere recurrir a la emisión, que inició en los últimos dos meses en forma desmesurada el macrismo en fuga. Se trata de no alentar expectativas inflacionarias en un contexto empresarial siempre listo para la remarcación con cualquier justificativo.

La inercia inflacionaria dejada por el macrismo poco tiene que ver con movimientos expansivos del consumo y de la demanda agregada, sino con las sistemáticas concesiones pecuniarias a las empresas de servicios públicos y a los descalabros cambiarios provocados por el aventurerismo y la improvisación financiera. El déficit financiero del Estado ya supera los 3 puntos del PBI, pero para la ortodoxia económica, como es dinero para los prestamistas, no hay ningún problema en incrementarlo. Las provincias, en tanto, experimentan crecientes dificultades para cubrir adecuadamente sus gastos.

Nada relevante se ha hecho en materia exportadora, con lo cual el gobierno de Alberto Fernández tiene que ponerse a implementar estímulos y promociones que no van a fructificar en el corto plazo, porque no son magia. Es decir, la única fuente genuina de dólares está inmóvil y requiere ideas, propuestas y recursos para ponerse en funcionamiento. Será en el mediano plazo cuando se verán los aciertos en esta materia. El macrismo, en su afán de tapar el desastre que provocó, aplicó retenciones generalizadas a exportaciones no tradicionales de tipo industrial y de servicios, lo que es un factor de desaliento a las posibilidades de salidas exportadoras que sean innovadoras para el país.

 

 

Todo el país reclama

Todos los sectores empresariales manifiestan quejas e incomodidades, reclamando del fisco medidas de estímulo o alivio. Los industriales muestran un cuadro muy difícil, cuyo salvataje masivo parece caer fuera de las actuales posibilidades financieras del Estado nacional. La realidad es que, justificadamente o no, nadie quiere poner y todos quieren sacar.

Algunos extremistas del “campo” se han empezado a pintar la cara en son de guerra frente al eventual aumento de las retenciones agropecuarias. Nada de lo humano les es propio. Están dispuestos a no dejarse enredar por los cantos de sirena de la solidaridad con otros argentinos.

Desde ya que el “campo” es un mundo complejo y diverso, que requiere de un tratamiento cuidadoso e informado. No todos son winners que ocultan súper-ganancias, y algunas de las políticas de “dolarización de todo lo que se pueda” que ha llevado adelante el macrismo han puesto en situación delicada las finanzas de muchos productores, que por la presión de los costos ascendentes tienen que generar cada vez más producción para mantenerse a flote.

A su vez, la situación social requiere premura en el alivio de un porcentaje significativo de la población. Pero no sólo son los sectores más sumergidos quienes esperan soluciones. También sectores vulnerables de escasos ingresos, y sectores asalariados formales e informales mal pagos. Hay expectativas de alivio, que el Frente de Todos ha promovido y con las cuales está comprometido. Es su base electoral y social la que espera que aparezcan respuestas en diferentes planos: alimentarios, sanitarios, laborales, etc.

El propio Estado nacional requiere recursos que hoy no posee para implementar políticas públicas generadoras de desarrollo. Pero no todas las políticas públicas son costosas y muchas soluciones pueden ser relativamente baratas a condición de ser administradas con inteligencia. Esa puede ser la gran diferencia entre el nuevo gobierno y la calamidad previa. Sensatez e inteligencia para detectar prioridades y aplicar políticas sin dispendios ni marketing chapucero.

No hay plata para todos. Los pobres no pueden ceder más y los sectores acomodados no quieren ceder más. En otra situación esto se resolvería transitoriamente recurriendo al crédito externo, cuyas fuentes convencionales están obturadas, a menos que se recurra a actores completamente novedosos (fondos soberanos, países BRICS, bancos de Oriente).

Está en manos de los acreedores externos disparar una situación de difícil salida para la actual gestión. El FMI, en vista de que la Argentina no acepta realizar “las reformas” que solicitan las corporaciones, podría –por razones tan políticas como fue el crédito otorgado a Macri— denegarle una prórroga, lo que pondría al país en sendero de colisión con estructuras financieras, institucionales y jurídicas internacionales, cuyo punto final de referencia es Washington. Los prestamistas privados estarían dispuestos a hablar de quitas y postergaciones de pagos, pero que no necesariamente coincidirían con las necesidades del país para lograr la recuperación plena de sus capacidades productivas.

El propio gobierno norteamericano, sin el cual no hubiera sido posible el absurdo mega-préstamo de 54.000 millones otorgado a nuestro país, evaluará con cuidado la actitud a tomar hacia el gobierno argentino. Está en capacidad de accionar los mil mecanismos de hostilidad hacia la administración de un país periférico con los que siempre cuenta para mostrar su poder y lograr los comportamientos que desea. Pero también arriesga a que esa hostilización derive en nuevos malestares y tensiones en una región a la cual no le ofrece nada, salvo sumisión acrítica. Región que ha entrado en período de convulsión frente al intolerable e interminable horizonte de privaciones que le proponen las élites locales, sostenidas desde Estados Unidos. El escenario global completamente incierto, sus choques con potencias competidoras, pero también con socios y aliados, la caída constante de su imagen internacional, no ponen a Estados Unidos en condiciones de seguir agrediendo y hostilizando a poblaciones en su patio trasero. Transitoriamente lo puede hacer, pero el costo estratégico puede ser demasiado alto. El impeachment al Presidente Trump hará al gigante concentrarse aún más en sus propios conflictos.

 

 

Fuegos y mangueras

Cualquier enemigo de la actual gestión diría que sería muy bueno que el gobierno defraude las expectativas populares, para que privado de su base de sustentación política pueda ser despeñado con facilidad. Y defraudar las expectativas, en la medida que se le bloqueen todos los caminos, no parece una situación imposible.

Es fácil advertir, en los sectores corporativos y medios enemigos del actual gobierno, la expectativa de que naufrague en el vendaval de los problemas que no se puedan resolver, de las trabas externas e internas que no pueda remover, en la decepción que se genere en su propia base política.

Argentina no carece de soluciones. Y el gobierno de Alberto Fernández no carece de personal capaz y preparado para encarar esas soluciones.

La gran pregunta es cómo sortear el laberinto de obstáculos reales, materiales, que ha dejado a sabiendas el régimen macrista, pero también el conjunto de comportamientos irracionales, egoístas o suicidas que existen en diversos actores de la sociedad.

Las pulsiones suicidas no sólo no son descartables como explicación, sino que son verificables en parte del empresariado industrial y en sectores medios y bajos, que no sólo apoyaron al macrismo, sino que lo acompañaron hasta muy avanzada la destrucción de la economía del país y de sus propios lugares en la sociedad por parte de Cambiemos.

En otros actores, el espíritu arraigadamente individualista, mezquino, de rechazo al resto del cuerpo social, ha sido un rasgo característico a lo largo de la historia argentina. Parte del agro pampeano ha sido enemiga de cualquier intento redistributivo o de modernización, y ve con esos mismos ojos el actual intento de relanzamiento productivo y social.

Finalmente, hay importantes franjas sociales despolitizadas, con débiles convicciones y visiones volátiles de la realidad, manipulables por los medios de comunicación que responden al establishment. El descalabro macrista fue suficientemente grande como para neutralizarlos o llevarlos a optar por el Frente de Todos, pero sin haber sacado conclusiones terminantes en relación al neoliberalismo y sus evidentes consecuencias destructivas.

Así como señalamos que este gobierno convocó a valiosos funcionarios en áreas relevantes para la conducción económica, también entendemos que cuenta con personalidades políticas de primer nivel, capaces de realizar lecturas muy agudas de la realidad y formular decisiones estratégicas autónomas de los poderes fácticos.

Este elemento nos parece central, dada la emboscada montada por el macrismo, en nombre de los poderes que lo sostuvieron estos cuatro años.

No hay soluciones mágicas, ni manuales para salir del laberinto económico y político actual.

Pero lo que el gobierno Fernández-Fernández sí puede hacer es utilizar todo su propio herramental político, ideológico y cultural para enfrentar los decisivos próximos meses.

Las probables confrontaciones con sectores que apuestan al fracaso del gobierno no se deberán hacer sólo en el terreno de las argumentaciones, que le sobran al campo popular en relación al camino neoliberal alternativo. Ocurre que los conflictos por venir no serán una “justa del saber democrático”, donde triunfa el más ilustrado. En nuestra historia, muchas veces ha triunfado el más bruto, o el más bárbaro. Por lo tanto, se requerirá el despliegue de la propia fuerza movilizadora, comunicacional y argumentativa para contraponer al consabido aparato político-corporativo que hemos sufrido en las últimas décadas.

Y junto con esto, el elemento más precioso con el que puede contar un gobierno en una época en la que las referencias político-históricas fundamentales –como, por ejemplo, el “modelo chileno”—, se están disolviendo: la creatividad política. Que no es sólo creatividad política en un sentido estricto, sino creatividad económica y social, capacidad de inventar soluciones específicas, o encarar de forma innovadora problemas que la lectura convencional no permite resolver.

Así como la máquina de impedir conservadora estaba preparada para bombardear la candidatura presidencial de Cristina Kirchner y quedó devastada por el sorpresivo cambio de propuesta del campo nacional y popular, algo similar podría ocurrir en el campo de las grandes decisiones gubernamentales.

Los enemigos del actual proyecto prepararon una emboscada en los carriles convencionales que ellos consideran centrales para que el gobierno pueda avanzar exitosamente. Pero no están en condiciones de detener a un gobierno capaz de desplegar la fuerza de la creatividad popular.

La situación es lo suficientemente delicada para no permitirse el lujo de ser conservadores.  Y la creatividad popular es por naturaleza heterodoxa, novedosa y sorpresiva.

 

 

 

 

 

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