La era de la crueldad

Nada bello puede surgir donde la vocación de verdad y de fraternidad han sido eliminadas

 

Los ojos de Milei no son los del replicante de Blade Runner a punto de morir bajo la oscuridad de una lluvia ácida que no cesa.

Milei es la representación de una escena brutal en la cual la humillación y el desprecio son festejados. Pero, ¿es redimido el humillado en la creencia de que éste es su tiempo? ¿O es la potencia de una humillación colectiva la que motoriza ese crédito de esperanza que nos arrojan las encuestas como datos envasados al vacío? Un rugido que pone en evidencia la fragilidad de un tiempo dominado por el desánimo; tal vez sólo sea un leve adormecimiento. Delicias del eterno presente neoliberal. Nada de legados simbólicos ni reflexiones o argumentaciones. Sólo pasiones tristes, pero sin potencias. Ni siquiera menemismo.

Este es el tiempo del odio y el rencor. El momento estridente de una sinfonía rota. La era de la boludez donde la mentira es la verdad. Sí, es Divididos en 1993 alertándonos sobre la ferocidad que se nos venía encima. No los escuchamos bien. Preferimos, quizás, las melodías de estribillos pegadizos.

Las promesas falsas de un futuro mejor, luego de sufrir y mucho el presente, han retornado y siguen funcionando muy bien. Habrá que pensar por qué. No son meras formas del artificio utilizadas para el embuste.

Milei es el rockstar anti-político de la política, como me dijo Marcelo Percia. Un loco que se cree un genio porque siente que es exitoso. El Luna Park y las encuestas parecen confirmarlo. Una cuerda floja en la que intentamos hacer equilibrio, los locos y los cuerdos, los atacados y los despreciados, los humillados actuales y los destrozados por el rencor. Una cuerda que no para de perder tensión para transformarse en la V invertida de una ecuación matemática aplicada a la economía. En esta perinola no todos pierden. Los conocemos tanto como a los perdedores eternos.

Milei no puede dejar de ser cosplayer. Es un ser absorbido por el personaje. Se lo comió el personaje, y aun así nos puede devorar con sus granadas semióticas. Sé que estoy usando un concepto pensado por otro, pero no recuerdo a ese otro. El plagio es un delito, pero el que avisa no traiciona. La idea es que la fase de la consigna entró en glaciación y necesitamos una comunicación distinta. No sé cuál es, pero la nota subió de tono y la violencia parece ser un valor económicamente redituable, sobre todo en esa autopista no neutral que es X (la fuerza del antiguo nombre no la detiene ni Elon Musk: la resonancia acústica mental es Twitter, sin dudas).

 

 

“El Radical” es el título que la revista Time eligió para el editorial del número en el que Milei es la foto de la portada. Y hay algo de verdad en ese título: su furia es radical. Su odio también. Su desprecio es radical, y radical es la crueldad por la cual cinco millones de kilos de alimentos sin entregar a los que hoy tienen hambre se pudren en los galpones del ex Ministerio de Desarrollo Social. Sandra Pettovello, Javier Milei, Manuel Adorni, Luis Caputo son crueles, y pueden ser asesinos, porque el hambre mata mientras en los comedores se revuelve la sopa vacía de la truculencia mileísta.

Y hace mucho frío en los barrios populares, y el Luna Park se llena de aturdidos, de individuos aislados en su galaxia de soledad, sumergidos en la ilusión libertaria de un mundo hecho a medida de sus deseos. Un mundo infeliz. Dice el sujeto roto de este tiempo: “No me han mirado, no me han escuchado y he sufrido; ahora sufrirán todos”. Ojo que en el Luna no todos son esa (casi) entelequia actual que llamamos clase media. Aristóteles lo supo mucho antes que el peronismo: o se vuelve irreal o alguien la completa y la perfecciona. Clase media somos todos, reza el argentino. Un legado es siempre problemático porque lo que se lega siempre son interrogantes. La cuestión pasa por hacernos las preguntas.

Pero existe una certeza: la derecha radicalizada desprecia la democracia. La alusión peyorativa al populismo encierra esa demanda totalizadora del “monstruo” socialista, que vaya a saber uno qué significa hoy para el libertario de a pie. All Together Now. Como venía traducido en la versión nacional del tema de los Beatles: Todo Junto Ahora. Un sonido y su furia.

Rousseau en su idea de modernidad no imaginó ni de cerca esta fatal ausencia de comunidad que languidece ante el retorno de viejos sistemas de gobierno basados en las lenguas sagradas y la ley divina. Un reino dinástico tan trucho como el PBI del año cero mileísta. Absurdo, sí, pero tiránico también.

Nada bello puede salir de este lugar donde la vocación por la verdad y la fraternidad han sido excluidas, eliminadas. Este es el reino del odio y la crueldad donde el replicante reclama para sí la belleza olvidada del alma humana, todos esos hermosos momentos que ha visto y que se “perderán en el tiempo, igual que lágrimas en la lluvia”.

En la comarca del Presidente no existe lugar para otra emoción que el odio. No hay en esta aldea colonial espacio para la felicidad ni posibilidad alguna de realización; sólo un horizonte de hambre, dolor y muerte asistida por el RIGI.

Milei también está roto, y su circo terrorífico es el escenario donde intenta sanar transformando nuestra realidad en un hongo atómico de impiedad.

Milei goza también al privarnos de la compañía de Virgilio en el descenso hacia este Hades en el que ha transformado a la Argentina.

 

 

 

* El autor es periodista y docente en UNDAV. El artículo se publicó en el portal La Tecl@ Eñe.

 

 

 

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