La función global del neoliberalismo periférico

El macrismo no comprende la dinámica del capitalismo actual

 

El pragmatismo del que hacía gala el neoliberalismo argentino en los '90, en un momento expansivo del capitalismo global, se ha vuelto una antigualla ideológica en el contexto del mundo actual.

Pero el problema mayor es que no estamos hablando de un “foro” de ideas neoliberal típico del mundo periférico, donde opinólogos de derecha se repiten unos a otros “verdades” enlatadas en los países centrales, sin importar su conexión con la realidad.

Se trata del gobierno de Argentina, que sustenta sus posicionamientos de política internacional y de relaciones comerciales y financieras en interpretaciones del mundo carentes de actualidad. Esa falta de comprensión de la dinámica del capitalismo global tiene serios costos para el país porque determina apuestas que equivocan sistemáticamente el destino de los esfuerzos externos e internos.

Recientemente Estados Unidos ha dado una nueva demostración de unilateralismo económico que afectará a la producción argentina, cosa reiterada bajo la gestión Trump.

Pero lo más interesante del caso es la mirada norteamericana subyacente a las decisiones que se están tomando, que está en las antípodas de lo que son capaces de pensar sus socios (jamás imitadores) argentinos.

 

Cae el telón de acero

El 15 de febrero, Wilbur Ross (foto principal), Secretario del Departamento de Comercio de los Estados Unidos, recomendó al presidente Donald Trump que imponga fuertes restricciones a las importaciones de acero y aluminio. Entre las diversas opciones puestas a disposición del Presidente norteamericano, figura desde la imposición de aranceles globales o específicos por país hasta cupos de importación aplicados en forma universal sin ningún tipo de discriminación. Le sugieren a Trump como posibilidad imponer aranceles de un 24% (como mínimo) para todos los productos de acero de todos los países, y un 7,7% (como mínimo) para todos los productos de aluminio de todos los países. La idea de imponer trabas generalizadas a las importaciones apunta a evitar que Estados Unidos sea denunciado por parcialidad ante la Organización Mundial del Comercio.

El Secretario de Comercio planteó que el objetivo es incrementar la utilización de la capacidad instalada estadounidense a más del 80% en ambas ramas industriales.

Trump deberá decidir sobre las medidas finales en pocas semanas más. Si bien los productores norteamericanos señalan principalmente a China, otros numerosos países entrarán en las listas de los perjudicados.

En el caso de Argentina, la media pondrá en riesgo la exportación de productos de acero por 220 millones de dólares a ese país. Pero además provocará una exacerbación de la competencia en el resto de los mercados mundiales del acero, contribuyendo al hundimiento de los precios de las exportaciones argentinas y/o a la invasión por parte de diversos países con abundante sobreproducción de acero a los mercados donde hay presencia argentina.

Hasta aquí los hechos de la actual política económica norteamericana, que deberían obligar a una urgente actualización de un liberalismo local cuyo relato económico es digno de Disneylandia.

 

Soberanía, ¿esa cosa del pasado?

Pero más relevante aún que los eventuales daños económicos que puedan generarse, es la lección de política económica que ofrece el documento base en el que se exponen los fundamentos de las medidas propuestas.

En el documento oficial del Departamento de Comercio de Estados Unidos, Despacho de Industria y Seguridad, Oficina de Evaluación Tecnológica, emitido el 11 de enero de 2018 (su título: El efecto de las importaciones de acero en la seguridad nacional), se hacen una serie de consideraciones que exceden ampliamente un análisis económico “técnico”.

Dice el texto:

“El Secretario (de Comercio) examina el efecto de las importaciones en los requerimientos de seguridad nacional, incluyendo: la producción doméstica necesaria para los requerimientos de defensa nacional; la capacidad de las industrias domésticas de cumplir con tales requerimientos; las disponibilidades existentes y anticipadas de recursos humanos, productos, insumos y otros suministros y servicios esenciales para la defensa nacional; los requerimientos de crecimiento de tales industrias y tales suministros y servicios incluyendo la inversión, exploración y desarrollo necesarios para asegurar dicho crecimiento; y la importación de bienes en términos de sus cantidades, disponibilidades, características y uso que afecten a dichas industrias, y la capacidad de Estados Unidos de lograr los requerimientos de seguridad nacional”.

“El Secretario también reconoce la estrecha relación entre el bienestar económico de los Estados Unidos y su seguridad nacional; el impacto de la competencia extranjera en el bienestar económico de la industrias domésticas particulares; y cualquier desempleo circunstancial, decrecimiento en los ingresos del gobierno, pérdida de habilidades y conocimientos, o cualquier otro efecto serio resultante del desplazamiento de cualquier producto doméstico por importaciones excesivas, sin excluir otros factores, en determinar cuando un debilitamiento de la economía de los Estados Unidos por tales importaciones pueda dañar la seguridad nacional. En particular, este reporte evalúa cuando el acero está siendo importado 'en tales cantidades' y 'bajo ciertas circunstancias' como para 'amenazar con dañar la seguridad nacional'”.

A pesar de la elocuencia de los párrafos anteriores, queremos subrayar cuatro elementos:

* La seguridad nacional de los Estados Unidos está por encima y subordina a cualquier otro dogma o concepción económica.

* Para garantizar la seguridad nacional de los Estados Unidos es necesario garantizar la producción local de un conjunto de bienes y servicios estratégicos, que deben ser protegidos de la agresión implícita en las importaciones de producción foránea.

* Garantizar la producción nacional implica una larga cadena de capacidades, que van desde contar con los recursos humanos necesarios, hasta los insumos y requerimientos materiales para producir los bienes estratégicos.

* La seguridad nacional es inseparable del bienestar de las industrias domésticas, de preservar las habilidades y conocimientos disponibles en el país y de sostener los ingresos del gobierno.

Así piensa la conducción estratégica de un país soberano, aunque en sus universidades los cerebritos periféricos aprendan exactamente lo contrario para aplicar en sus naciones.

 

Naciones y semicolonias

Es bien sabido que la elevación de la seguridad nacional a causa indiscutible le ha permitido a los Estados Unidos justificar muchas decisiones que son rechazadas en el plano de las teorías económicas “oficiales”. Gracias al argumento de la seguridad nacional, el Estado norteamericano viene desempeñando históricamente un extraordinario papel como impulsor de la industria, del desarrollo científico y tecnológico de punta y de todos los elementos militares que le permiten gozar de un notable grado de autonomía nacional.

En ese sentido, no puede afirmarse que estos fundamentos sean una “novedad” o “distorsión” de la gestión Trump, sino que constituyen una política permanente de Estados Unidos, a través de todos sus gobiernos.

Pero estas concepciones no son solo patrimonio norteamericano.

La Unión Europea no desatiende sus políticas industriales, y tiene perfectamente claro la importancia de mantener las capacidades científicas y tecnológicas propias para sostener su lugar en el orden global. Ni hace falta mencionar que China tiene absolutamente clara la importancia del tándem industria-tecnología-capacidades militares si quiere aspirar a sostener un espacio propio en el mundo. A la lista se agregan los más diversos países, desde Japón, Rusia, Corea del Sur o la India, pasando por Israel o Irán.

Una extraordinaria lección sobre cómo se piensan las cuestiones en los países centrales, industriales, desarrollados o en desarrollo, o con vocación soberana. Hay Estado con un rol estratégico, hay lectura de escenarios y programación de producción e investigación en el largo plazo, hay comprensión de las relaciones entre los conceptos de soberanía, defensa nacional y fortaleza de la producción local. Y hay plena comprensión de la relación integral entre las capacidades productivas y los recursos humanos propios que permiten que las metas nacionales puedan concretarse.

 

Un cohete hacia el inframundo

Lo expuesto en el documento norteamericano del 11 de enero de 2018 es exactamente, milimétricamente, lo opuesto al accionar concreto de todos los gobiernos neoliberales argentinos, incluido el actual gobierno de Cambiemos:

* Vocación desindustrializadora profunda e indisimulable. La vieja ficción de la potencia basada en recursos naturales, que no existe en ninguna parte del planeta.

* Amplio desprecio por las capacidades científicas y tecnológicas conquistadas e intento evidente de removerlas o extranjerizarlas (INTI; CONICET; ARSAT; etc).

* Ataque al sistema educativo en nombre de la “excelencia”, no para fortalecerlo sino para habilitar negocios del sector privado.

* Visión de la “defensa nacional” reducida a la compra de armamento importado en función de las necesidades de los proveedores externos de armas.

* Inexistencia de cualquier visión estratégica nacional en el Estado, ni de planificación abarcativa que dé coherencia y potencia a la acción pública.

* Aceptación pasiva del lugar asignado por los centros de poder y de las demandas del capital financiero internacional y las multinacionales.

* Rechazo a cualquier idea de “sociedad” o comunidad con intereses compartidos, reemplazada por la visión de un amontonamiento de individuos en un territorio sin historia, tratando de lograr ventajas económicas personales.

Cabe preguntar por qué son exactamente opuestos las prácticas del Estado norteamericano y las de sus partidarios subdesarrollados.

La razón podría ser que ese neoliberalismo, en el caso argentino, aparece como la contrapartida ideal de las necesidades nacionales de los estados industriales y desarrollados. Donde ellos necesitan vender un tornillo, nosotros corremos presurosos a dejar de producir el nuestro. Por lo tanto los gobiernos neoliberales periféricos son promovidos y estimulados por los países centrales que ven a estos gobiernos como su aliados (o vasallos voluntarios) naturales.

Las orientaciones más profundas del neoliberalismo periférico son el complemento exacto de las necesidades de expansión del bienestar, la seguridad nacional y el potencial de los países con visión propia del escenario global.

En algún sentido, los gobiernos neoliberales en América Latina cumplen la función de administraciones semi-coloniales, que garantizan con sus políticas el estancamiento permanente y el atraso estructural de los países que gestionan, poniéndolos a disposición de un orden global donde existen protagonistas que comprenden perfectamente las características del juego.

Las prácticas políticas subdesarrollantes, y sus lamentables efectos económicos y sociales, perdurarán al menos hasta que las mayorías comprendan que el subdesarrollo no es una maldición bíblica ni un resultado inscripto en un “gen” argentino, sino el costo humano y material del neoliberalismo periférico.

 

 

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