LA GÓNDOLA VS. LA URNA

 

En el último medio siglo ocho veces se votó con una inflación anual superior al 50%. En seis de ellas el oficialismo fue derrotado. Y en las dos en que se impuso, la elección ocurrió luego de una brusca caída de la inflación, consecuencia de los planes de estabilización aplicados por los respectivos gobiernos luego de las híper de 1985 y 1991. Esto explica por qué el actual gobierno ha identificado al aumento de los precios al consumidor (y el consiguiente deterioro de la capacidad adquisitiva del salario) como el principal problema que enfrenta, aunque difieran las soluciones propuestas por distintos sectores. Como predictor de lo que está por venir, la inflación núcleo de abril arrojó un inquietante 6,7%, bien por encima del índice general.

En el cuadro que sigue, los datos que correlacionan inflación anual con elecciones están ordenados no en forma cronológica sino en orden decreciente de inflación.

 

 

La cronología

Pero la cronología es necesaria para comprender los procesos. En 1973 y 1983 se votó a la salida de sendas dictaduras militares, con otros elementos determinantes además de la inflación. En el primer caso, los comicios se realizaron bajo la influencia del regreso de Perón luego de casi dos décadas de exilio, al calor de las sublevaciones populares como el Cordobazo y el surgimiento de las organizaciones político militares peronistas y marxistas.

Se votó con una inflación del 60% y los hasta entonces proscriptos se impusieron con la mitad de los votos, más del doble que la fórmula encabezada por el líder antiperonista Ricardo Balbín y el triple que la suma de los votos que obtuvieron dos militares ex ministros de la dictadura (el capitán de navío Francisco Manrique y el brigadier Exequiel Martínez).

En 1983 concluyó la última dictadura cívico militar con una inflación del 343%. Si bien ningún candidato la representó en las elecciones presidenciales del 10 de octubre, hubo tres fórmulas afines, encabezadas por oficiales retirados de las Fuerzas Armadas (el mismo Manrique de 1973 y el capitán del Ejército Álvaro Alsogaray, ambos de destacado desempeño en las dos dictaduras anteriores), y por un embajador de Jorge Videla (Rafael Martínez Raymonda). Entre los tres no llegaron al 1,5% de los votos. En cambio, las fórmulas opositoras más definidas (encabezadas por Raúl Alfonsín, Ítalo Luder y Oscar Alende) sumaron más del 94% de las voluntades. En este caso, hubo otros factores en el colapso del régimen, como las violaciones masivas a los derechos humanos, la destrucción de empleo industrial y la guerra perdida con Gran Bretaña, que desacreditaron a los gobiernos de facto y afirmaron la voluntad de probar con la democracia. Pero de todos modos no puede subestimarse el efecto de la inflación sobre la mayoría no politizada de la sociedad. Con un índice menor y sin las demandas de verdad y justicia por los crímenes de lesa humanidad, tal vez a Galtieri no se le hubiera ocurrido que su salvación estaba en el Atlántico Sur.

Dos años después de acceder al gobierno con la consigna “Somos la vida”, el Presidente Raúl Alfonsín no había podido impedir que la inflación se duplicara. Sin embargo, las listas de la UCR se impusieron en los comicios legislativos de noviembre de 1985. Pero en los meses inmediatos anteriores, el Plan Austral del ministro Juan Sourrouille había conseguido frenar la carrera desbocada de los precios: 31%, en junio; 6% en julio; 3% en agosto y 2% en septiembre. En 1987, con una inflación renacida del 131%, con un acuerdo impopular con el FMI, el alzamiento carapintada y la ley de obediencia debida, el radicalismo fue batido en las urnas, debió abandonar sus proyectos de Tercer Movimiento Histórico y reelección presidencial. Ese gobierno concluyó en forma anticipada en 1989, año en que el IPC pasó del 3.000%, con la derrota del candidato de Alfonsín a sucederlo.

El Presidente Carlos Menem tuvo dos brotes hiperinflacionarios en su primer año de gobierno y llegó a las primeras elecciones legislativas con una inflación interanual de 171%. En febrero de 1991 el registro había sido del 27%, pero a partir de marzo cayó en forma vertical:

  • 5,5% en abril,
  • 2,8% en mayo,
  • 3,1% en junio,
  • 2,6% en junio,
  • 1,3% en agosto
  • 1,8% en septiembre,
  • 1,4% en octubre,
  • 0,4% en noviembre y
  • 0,6% en diciembre.

Las elecciones legislativas se celebraron entre agosto y diciembre de 1991 en las distintas provincias. Tanto Alfonsín como Menem crearon una nueva moneda, aligerándola de ceros. El desagio de Sourrouille y la convertibilidad de Cavallo propusieron un toque mágico a electorados no menos hartos e incrédulos que el actual. Martín Guzmán aún no había cumplido diez años cuando ambos famosos predecesores erigieron sus respectivos monumentos a las expectativas, al tiempo que Rodolfo Walsh, que no era economista, escribía: “Hay que confiar en los hechos, que siempre superan las expectativas”.

El justicialismo se impuso en las elecciones legislativas de 1993, cuando la inflación ya había caído al 10% para el año, y Menem fue reelecto dos años más tarde, con 3,4% de inflación.

Para encontrar otra elección con más del 50% de inflación anual hay que avanzar hasta 2019, cuando Macrì fracasó en su intento de ser reelecto, en momentos en que el IPC anual llegaba al 57,6%. Dos años después la misma suerte le cupo al actual gobierno, que perdió las elecciones legislativas de 2021, con un IPC del 50,7%. Para este año se estima un índice interanual de entre 60 y 70%.

 

 

Por debajo del 50%

Si la alta inflación es un pasaporte al infierno electoral, que sea moderada o baja no asegura la victoria. El cuadro que sigue amplía el arco temporal hasta cubrir tres cuartos de siglo, desde la elección presidencial de 1946, en la que se impuso Perón, cuando la inflación de ese año bajo el gobierno militar del que fue Vicepresidente fue del 17,7% (el dato más pertinente es el de 1945: 19,9%, dado que la elección ocurrió en febrero de 1946), hasta la de 2015, cuando el FdT perdió la elección presidencial con el 31,6% de inflación, y la legislativa de 2017, que Cambiemos ganó, con 24,3% de IPC. En 1997, al menemismo no le bastó el 0,5% de inflación para imponerse en las legislativas, ni la deflación de -1,1% en 1999 para retener la presidencia. Con el mismo porcentaje negativo, la Primera Alianza perdió en la elección legislativa de octubre de 2001, que precipitó la disolución del gobierno de Fernando De la Rúa, megacanje, blindaje, Oso Arturo y corralito mediante.

 

 

Todo esto explica también la epidemia de desdoblamiento de elecciones que plantean casi todos los gobernadores del oficialismo, que no desean compartir la boleta con el Presidente, si es que Alberto Fernández cumple con su anunciado propósito de buscar un segundo mandato. Y al mismo tiempo, fundamentan la premura que se ha instalado en RPO sobre el IPC y la urgencia de disminuirlo en los meses siguientes.

Alberto confía en la receta monetarista que Guzmán acordó con el Fondo Monetario Internacional, pero el propio organismo tiene dudas fundadas sobre la capacidad de su contraparte para cumplir con las metas pactadas de déficit fiscal, reservas y emisión monetaria. El planteo más pintoresco provino del docente de La Matanza Luis D’Elía, quien hizo un cálculo elemental, como quien se mira la mano y va bajando un dedo tras otro con sólo proponérselo.

 

Edición de video: Luchino Della Maggiora.

 

 

Ya sin el ábaco, D'Elía tuiteó que “romper irresponsablemente la unidad del Frente de Todos es como si volviéramos a matar a Rucci, una cagada infinita que abre el camino al regreso del macrismo”. No solo equivoca las causas del fracaso electoral que ya se produjo el año pasado como consecuencia de la política oficial, sino que equipara los debates internos sobre su rumbo con uno de los episodios de la tragedia del siglo pasado y postula, como la derecha más cerril, la identidad entre el kirchnerismo y la guerrilla de entonces. Quien le respondió fue Claudia Rucci, hija del ex secretario general de la CGT.

Los planes reeleccionarios tienen pocos adherentes, pero apasionados. Aparte de D’Elía se destaca el ministro de seguridad Aníbal Fernández, a quien nos referimos la semana pasada. A raíz de ello, se entabló este diálogo:

—Sos patético— comenzó Aníbal.

—Sos proyectivo— le respondí.

—Eso que decís es un horror. He sido ministro de cuatro Presidentes para cuidar un sueldo. Has hablado muchas veces conmigo. Por teléfono y cara a cara, ¿y tenías ese concepto de mi persona? Habla muy mal de vos.

—No dije que fue por eso.

Es fácil comprobarlo. La frase textual fue: “Atravesó las gestiones de Duhalde, Néstor y Cristina, con la inclaudicable decisión de defender su cargo, que depende de la firma presidencial”. Nunca hice referencia a un sueldo. Lo que motiva al ministro es el poder, no el dinero. También señalé que “su intento de provocar a Cristina, invitándola a competir con Alberto por una candidatura que ella no busca, quedará sin respuesta”. Basta citar declaraciones del propio funcionario. Hace menos de dos meses, escribió:

 

Pero hace dos semanas dijo que su lealtad era hacia Alberto Fernández, porque “logró hacer magia con nada”, y preguntó: “¿Por qué no lo defendería como lo hice con Duhalde, Kirchner y Cristina?”. Y el mes pasado había dicho que nunca había visto “a alguien del peronismo no votando algo que el Presidente pida. Lo que el Presidente dice es lo que yo hago”. También afirmó que “el Presidente fija una política y, si hay alguien que mete palos en la rueda, llega el momento donde debería correrse e irse a trabajar a otro lugar. (…) Antes de votar en contra de un Presidente peronista, me corto la mano. (…)  Jamás estoy en contra del Presidente peronista, es mi forma de pensar en toda la vida, no ando con muchas vueltas”. Y el jueves, al ingresar a la reunión de gabinete, agregó que Cristina “se corrió de la gestión y [en su clase magistral en el Chaco] pasó esa hora y media hablando de la interna. (…) No mencionó al Presidente, no habló del acuerdo con el Fondo Monetario, un trabajo fenomenal. (…) Omitió hablar de la desocupación del 7%”.

Son sus palabras, no afirmaciones de El Cohete. Y  debe reconocerse que Aníbal habla muy claro: el mejor cuadro político de los últimos cien años es una tentación para los mediocres.

 

 

Sin dólares

En las últimas semanas se ha generalizado una discusión que El Cohete viene proponiendo desde hace no menos de un año, con artículos de distintos autores, incluyendo al presidente del Banco Central, Miguel Pesce, acerca de la dificultad para acumular reservas pese al saldo positivo de la balanza comercial. También pedimos la opinión de Guzmán, que siempre cuestionó las restricciones que propugna Pesce, pero no la obtuvimos porque el ministro se siente más cómodo con el Grupo Clarín o con la izquierda chic, y ahora sólo accede a hablar con El Cohete en off the record.

Desde Estados Unidos, el banquero central Jerome Powell no contribuye: el sendero de incrementos de la tasa de interés por el que anunció que se propone bajar la inflación del 8% interanual de este mes al 2% previo a la pandemia, es una pésima noticia para los países necesitados de dólares, de los que la Argentina es el más representativo. Como las golondrinas, que al comenzar el frío austral vuelan hacia la templada San Juan de Capistrano, en California, los dólares también emprenden viaje hacia las arcas de la FED.

Como se advierte en la estadística del Mercado Único y Libre de Cambios, en los primeros 28 meses del actual gobierno el pago de capital e intereses de la deuda privada superó la totalidad del saldo positivo de la balanza comercial de bienes y servicios, que fue de 21.000 millones de dólares. El gobierno pagó intereses por 8.163 millones de dólares. Entre esos Intereses y el Capital de la Deuda Externa Privada salieron 22.300 millones de dólares, con pico en marzo.

 

 

En ese lapso el valor neto de las operaciones de cambio fue negativo en 10.700 millones de dólares. Esto es algo insostenible, que sólo se compensa, tal como hizo Macrì, con préstamos del FMI (6.700 millones de dólares este año) y con 3.200 millones por la valorización de los activos en cartera del Banco Central, pase de magia contable que el FMI no admitirá en el futuro. No obstante, entre los cuartos trimestres de 2019 y 2021 salieron 12.250 millones de dólares para pagos de capital pero la deuda financiera del sector privado se redujo en menos de la mitad, apenas 4.850 millones de dólares. En resumen, pese al excelente resultado comercial y al préstamo del Fondo, las reservas disminuyeron en 3.900 millones de dólares y quedaron en un nivel similar al que dejó Macrì. Las perspectivas para este año no son alentadoras. Las primeras proyecciones contemplan que el superávit comercial no pasará de 8.000 millones de dólares, poco más de la mitad del de 2021, con un incremento del déficit con los países vecinos, Chile y Brasil. No hay disidencias en el FdT respecto de la grave amenaza que esto significa, aunque no ocurre lo mismo respecto de la interpretación sobre sus causas y soluciones.

Pensando en la dificultad para pagar la deuda con el FMI, sobre todo a la finalización del periodo de gracia obtenido en la renegociación con los acreedores privados, el gobierno se ilusiona con la exportación de energía, cuando la producción de petróleo y gas de Vaca Muerta pueda ser trasladada desde el desierto hasta los grandes centros de consumo tanto nacionales como regionales e internacionales. Con la segunda reserva mundial de gas y petróleo no convencional, la Argentina podría exportar 33.000 millones de dólares adicionales cada año, según el cálculo del consultor Nicolás Arceo. Pero ello no se consigue con un spot como el que difunde la presidencia desde febrero, en el que se afirma que “ya está en marcha” el gasoducto Néstor Kirchner y se muestran obras que no existen.

 

 

 

 

 

En realidad, su construcción sigue en veremos. Ya se licitó la compra de los tubos sin costura, que serán provistos por Siat-Tenaris, una empresa pequeña de la transnacional ítalo-luxemburguesa Techint, que nació, creció y se reprodujo a expensas del Estado, según el modelo que el fundador aprendió en la Italia fascista, donde fue el asesor industrial de Mussolini. Para ello ofertó un precio inferior al de la base, y no se presentaron las siderúrgicas chinas, que compitieron con los italianos en Córdoba. Procesado en Milán, junto con su hermano Gianfelice Rocca y su cuñado Roberto Bonatti, por el alegado pago de sorbornos para la provisión de tubos a ser tendidos en un gasoducto en Brasil, Paolo Rocca se siente más seguro en la Argentina, cuya Justicia lo exime de cualquier responsabilidad, aun confeso. Falta licitar la obra civil del gasoducto, para la que también está en la pole position Techint Ingeniería y Construcción. Parada durante la pandemia, Siat tiene que financiar la importación de la chapa para los tubos y, consciente del apuro oficial, presiona para que el Estado provea, en vez de buscar financiamiento internacional. Techint es un pulpo mundial, con empresas en todos los continentes. Es inverosímil que les cueste conseguir quien les financie una importación de chapa por poco más de 200 millones de dólares. Se trata de una nueva pulseada de poder con el gobierno, cuya política de cordialidad y sonrisas no ha resultado efectiva con los grandes patrones. Guzmán y Alberto comieron en RPO con Paolo Rocca, para quien la fiscalía de Milán pidió una pena de 4,5 años de prisión. Esta semana, el Presidente contó que también le pidió ayuda a Luis Pagani, de Arcor, para bajar el precio de los alimentos. En un libro de juventudla actual portavoz presidencial Gabriela Cerruti contó una pregunta de Zulema Yoma luego de una comida con hombres de negocios:

—¿Las cenas aquí son siempre iguales?

—Cambia el menú. Cambian los Presidentes. Los que nunca cambian son los invitados— le contestó uno de los chefs.

No fueron más precisas que el spot sobre el gasoducto las respuestas ministeriales en la conferencia de prensa posterior a la reunión de gabinete del jueves 19. Contagiados por la sarasa guzmaniosa, eludieron con exactitud cada pregunta concreta y respondieron con generalidades, como el descenso de la desocupación y la voluntad de escuchar todas las propuestas que tiendan a que el salario prevalezca sobre la inflación, cosa que no está ocurriendo.

 

 

Las internas

Las internas en el gobierno se acentúan cuando se trata del precio de los alimentos y la forma de impedir que queden fuera del alcance de los consumidores menos aventajados. Esta semana, el Poder Ejecutivo decidió traspasar la Secretaría de Comercio Interior del Ministerio de Producción al de Economía. En el primer encuentro con el empoderado Martín Guzmán, el Secretario de Comercio Interior, Roberto Feletti le reiteró la necesidad de incrementar retenciones a granos y oleaginosas y de crear un comité de crisis alimentaria para monitorear costos de producción, del que participen Producción, Economía, Agricultura y Comercio Interior. Según Feletti es posible incrementar hasta el 15% las retenciones al maíz y al trigo (que están en 12%) y al girasol (ahora en 7%). Los derechos de exportación del girasol estuvieron en el 28%. Es irracional que luego del retiro del mercado del principal exportador (que es Ucrania) se mantengan en 7%, aduce Feletti. En ese encuentro también le informó que la India había suspendido las exportaciones de trigo para garantizar su abastecimiento interno, por lo que el precio volaría. Así fue: en sólo un día aumentó el 6,1%, en dólares. Peor fue el efecto en pesos: la tonelada de trigo en la Argentina aumentó de 42.000 a 46.000 pesos, un 11%.

El programa Precios Cuidados, que se inició con buen suceso en el último mandato presidencial de Cristina, no está funcionando del mismo modo ahora. Las góndolas acusan el desabastecimiento, mientras la obtusa publicidad que se transmite en el entretiempo de los principales partidos de fútbol insiste en que cuando vas de compras no estás solo porque el Estado te acompaña. La demanda es muy grande, por el diferencial de precios con el resto, las empresas alegan en inglés que están con full capacity, que no pueden producir más, y suplen los faltantes con productos similares pero más caros. Es una estrategia exitosa: Guzmán se propone autorizar aumentos de los precios cuidados, para cerrar la brecha con los descontrolados. El mundo al revés. La decisión de la Secretaría de Comercio Interior es remontar hacia atrás en la cadena: ya no pedirá sólo información sobre los productos terminados, sino también sobre costos y volúmenes de producción.

 

 

Ilustración, Azul Blaseotto.

 

 

Guzmán dijo que estaba de acuerdo con la postura de Feletti sobre las retenciones, pero que el Presidente no coincidía. En su raid televisivo del martes el ministro sostuvo que hay una decisión tomada de no subirlas, y que una vez que se pronunció el Poder Ejecutivo, nadie puede discutirla.

Salvo el propio Poder Ejecutivo, debería haber agregado. En una entrevista con uno de los campeones del virulento antikirchnerismo radial de las mañanas porteñas, Alberto Fernández dijo que cree en las retenciones como el mejor instrumento para desacoplar los precios internos de los externos, pero que para aumentarlas debería convencer al Poder Legislativo y a la oposición. Sin perder ni una hora los jefes cambiantes reiteraron lo que ya habían manifestado: que no apoyarían la creación ni el incremento de ningún impuesto. Es la aplicación más estricta de la doctrina que formuló Luis Juez: nos opondremos a cada cosa que propongan, no los dejaremos gobernar. Un par de horas después, el ministro de Agricultura, Julián Domínguez refutó al Presidente:

 

 

Otra expresión de los conflictos internos fue el acto organizado el viernes en un camping de Ezeiza por la Unión de Obreros de la Construcción. Anunciado como un apoyo al Presidente Fernández, al que se afirmaba que asistirían 20.000 trabajadores,  la UOCRA cursó invitaciones a todos los gobernadores. Sólo asistió uno de ellos, el sanjuanino Sergio Uñac, y tampoco fue visible la presencia de intendentes. Uñac se sentó junto a la diputada Victoria Tolosa Paz, postulante a la vicepresidencia en la imaginada reelección de Alberto el año próximo. No sólo eso: al día siguiente, Uñac acompañó a Wado de Pedro, Hugo Yasky y Anabel Fernández Sagasti en un denominado plenario Peronismo Futuro, que sesionó en Mendoza. También participó y agradeció en forma calurosa la invitación el ex gobernador de Salta Juan Urtubey, quien no integra el Frente de Todos y desde hace años se acerca a agrupamientos que se definen en oposición a la denominada grieta. Además asistieron los ex gobernadores de San Luis y Catamarca, Adolfo Rodríguez Saa y Lucía Corpacci, y participaron por zoom Sergio Massa y Axel Kicillof. Con la campaña electoral en puerta proliferan las miradas hacia el dedo fecundo que hace ahora tres años engendró un Presidente.

Manzur había reclamado la asistencia de todos los ministros al acto de Gerardo Martínez, pero menos de la mitad lo hicieron. Un dron del Grupo Clarín reveló la magnitud del encuentro, que las cámaras a ras del piso no captaban. Quienes sí dieron el presente fueron los dirigentes de la CGT, aterrados por el avance de “La generación Nunca Menos” de trabajadores que iniciaron su vida laboral en los años del kirchnerismo.

 

El camping durante el discurso de Alberto. Captura de pantalla de TN.

 

 

El Presidente dedicó un tramo vibrante de su discurso a la oposición cambista, a la que identificó como quienes quieren quitar “los derechos que desde 1945 ganaron los que trabajan. Lo dicen todos los días al descubierto en los canales de televisión. Quieren que cuando un trabajador sea despedido nadie pague una indemnización, que las vacaciones dejen de ser pagas, cuestionan a las obras sociales, dicen que no hacen falta universidades. Eso no somos nosotros. Nosotros somos los herederos de Perón y de Evita, venimos a preservar los derechos de los que trabajan”.

Esta exacerbación de las internas entre el Presidente y sus ministros no es lo más inquietante. La Constitución diferencia en su artículo 4° “los derechos de importación y exportación” que recauda el gobierno “de las demás contribuciones que equitativa y proporcionalmente a la población imponga el Congreso”. Y el artículo 755 del Código Aduanero autoriza al Poder Ejecutivo a gravar, desgravar o modificar el derecho de exportación de mercadería para consumo para "estabilizar los precios internos a niveles convenientes o mantener un volumen de ofertas adecuado a las necesidades de abastecimiento del mercado interno”.

Además, hace apenas un mes, un plenario del Tribunal Fiscal de la Nación dijo que el artículo 755 del Código Aduanero está vigente y es directamente operativo. En respaldo de la potestad constitucional del Poder Ejecutivo de regular el comercio exterior el fallo citó al actual presidente del Consejo de la Magistratura, Horacio Rosatti, quien como Procurador del Tesoro sostuvo que la Constitución Nacional no emplea los términos impuestos ni contribuciones, ya que los gravámenes a la exportación e importación son instrumentos que puede usar el Estado con fines de política económica.

El Tribunal Fiscal, que trata los recursos de los contribuyentes contra actos de la AFIP, también mencionó varios fallos en el mismo sentido del actual vicepresidente de la Corte Suprema, Carlos Fernando Rosenkrantz, y uno reciente de la Corte Suprema de Estados Unidos, que rechazó abrir un planteo de las asociaciones de empresarios del acero contra el uso de iguales facultades por parte del ex Presidente Donald Trump.

Renunciar al uso de estos instrumentos es como encerrarse en la celda más oscura y arrojar la llave a través de las rejas.

 

 

 

 

La música que escuché mientras escribía.

 

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