La gota que rebalsó el vaso

Pandemia, crisis económico/financiera mundial y la (no) vuelta a la normalidad.

 

En estos días se suele escuchar y leer a economistas y periodistas que hacen pronósticos de cuándo y cómo llegaría la recuperación económica post pandemia, atreviéndose incluso a pronosticarla para el ya famoso "segundo semestre" (parecido tal vez al que aún esperan los que le creyeron a Macri).

Leyendo los argumentos y cálculos que realizan estos aprendices de brujos veo que solo pueden ser obra de miopes, ignorantes o más probablemente mercenarios al servicio de algunos intereses cuya supervivencia está complicada, aunque no liquidada.

La pandemia del coronavirus no puede ser tratada como la causa y base fundamental del descalabro de la economía y finanzas mundiales sino como la gota que rebalsó el vaso, el catalizador que detonó una crisis largamente anunciada y, porque no, la cortina de humo tras la cual los factores de poder mundial quieren ocultar la inviabilidad del sistema económico y , sobre todo,  financiero vigente. Si el virus fue obra casual de la naturaleza o adrede del hombre y si es tan peligroso como dicen o se usa como experimento de control social masivo son discusiones muy importantes. Sin embargo, por ahora, no son prioritarias, lo que está claro para mi es que el detonador de la bomba económico financiera mundial podría haber sido un default argentino, una guerra en Medio Oriente o infinidad de eventos en vez del virus que hoy tiene al mundo en vilo.

Si bien las medidas tomadas a nivel mundial para combatir la pandemia tienen consecuencias económicas negativas de inmensa relevancia, no puede dejar de tenerse en cuenta que el sistema financiero mundial globalizado y desregulado está, desde la crisis de 2008, "atado con alambre" y que, después de la grave crisis que ocurrió en aquel año, los políticos solo han dado discursos grandilocuentes y nada han hecho respecto de las reformas necesarias para volver a regular y controlar a las fuerzas de las finanzas, desbocadas y cebadas cada vez más desde la década de los 70 y en especial de la mano de Reagan y Thatcher con el consenso de Washington en los 90.

En el centro de la escena de este casino global están las multinacionales globales que vacían de recursos fiscales a los estados nacionales con su fuga de capitales, elusión y evasión de impuestos y los bancos internacionales que las ayudan y son parte, a su vez, de una timba  financiera mundial frenética que obliga a endeudarse a esos estados quebrados con tasas usurarias y luego, de la mano del FMI, financiar las divisas para cubrirle la salida a los últimos jugadores de cada casino local e imponer ajuste tras ajuste para pagar las deudas impagables, acotando así los márgenes de política económica y de desarrollo de esos países.

Articulando todo este entramado están las famosas guaridas fiscales, mal traducidas adrede como paraísos fiscales por sus defensores, huecos intencionalmente utilizados, permitidos y bien conocidos por los estados más poderosos, que permiten esquivar las supuestas regulaciones que imponen ellos mismos para hacer de cuenta que se tiene a los alacranes financieros bajo control en el lomo de la rana que cruza el río global.

Desde la crisis de 2008 los estados centrales y en especial los Estados Unidos no han hecho más que cubrirles las pérdidas y cebar con billonarios recursos a quienes originaron esa crisis, sin embargo desde hace ya un par de años los jugadores financieros se vienen dando cuenta de que las herramientas para mantener el casino en marcha están perdiendo efectividad y el coronavirus llegó como anillo al dedo no solo para explicar, falsamente  por qué se derrumbaron los mercados, sino también para darle una excusa ante su población a EEUU y las demás potencias económicas para redoblar los estímulos y aportes que seguirían cebando y manteniendo en marcha a las fuerzas descontroladas de la financiarización global y que incluyen no solo sumas billonarias sino rebajas impositivas y ajustes de gastos en servicios esenciales del estado.

 

El optimismo

Por eso, en mi opinión, las buenas noticias económicas sólo pueden venir de la mano de cambios profundos en cómo se manejan a nivel mundial la economía y las finanzas y no de nuevas dosis de anabólicos financieros para los ludópatas que las manejan hasta ahora, pero no solo dudo que estos cambios se puedan resolver o incluso bosquejar en solo algunos meses sino que además me parece claro que difícilmente haya "vuelta a la normalidad" para el  mundo una vez superada la pandemia.

Para los gobiernos de los estados nacionales las consecuencias sociales del coronavirus podrían dejar abiertas las posibilidades políticas de ir hacia cambios que hace meses eran absolutamente impensables y esto vale tanto a nivel de cada país como a nivel global, por ello, un futuro digno de optimismo dependerá entonces de que las clases políticas estén a la altura de la situación y por supuesto de la definición de un partido en los medios de (in)comunicación e influencia masivos entre los jugadores del equipo de factores de poder que perderían con la reforma del sistema vigente y el equipo resto del mundo. Es un partido duro pero se juega una final del mundo casi literal a mediano plazo y seguro a largo plazo si incluimos el tema ambiental.

La buena noticia, para los optimistas como yo, es que los buitres y las hienas de las finanzas deben estar preocupados en estos días, ya que para ellos no es posible descartar que entre las reformas que puedan surgir luego de la pandemia y de la crisis del 2008 "parte 2" se de un cambio en la forma en que son tratadas las deudas soberanas en los tribunales y en los organismos internacionales, el camino que intentó abrir Argentina contra los buitres de la mano de CFK y Kicillof y que Macri desandó con gusto, puede hoy estar más cerca de tener un amplio consenso internacional y concretarse incluso en organismos usualmente boicoteados por Estados Unidos, como la ONU. No tengo dudas de que la negociación de la deuda argentina está de algún modo más claramente definida en estos tiempos de pandemia y crisis mundial, para buitres y hienas no hay dólares de Vaca Muerta por los que pelearse con un barril a menos de 30 dólares. La vaca está muerta y si la situación de la población argentina era complicada al retirarse la ola de fiebre amarilla, será mucho peor post coronavirus, por lo que claramente la prioridad del gobierno actual pasará más que nunca por la reconstrucción de la economía argentina y por la contención de la caída en pobreza e indigencia de una parte importante de su población que se viene a sumar a la que ya estaba ahí.

Lo que está claro es que las clases políticas en general y la argentina en particular, necesitan que la gente esté realmente  consciente y entienda lo que está en juego, cuáles son las opciones y los costos y beneficios a corto mediano y largo plazo. Puede que el coronavirus a pesar de todo el mal que cause ayude en esta tarea, que muestre con claridad que la salida individual y el estado bobo son farsas neoliberales que nos llevan a la autodestrucción y que la única forma de salvarnos de la autodestrucción y el caos es volviendo a poner a las personas en el centro de las prioridades quitando a la usura como rumbo fijado y apuntando a la sustentabilidad económica para reemplazar el crecimiento económico como objetivo per se y al consumo como supuesta variable de medición del bienestar.

 

Los pesimistas

Las visiones pesimistas miran el pasado y ven que en las anteriores pandemias y grandes desastres no ganó la gente sino el poder financiero, ven la posibilidad de que el paradigma que hoy tiene un rumbo suicida y doloroso marcado por la codicia, la usura y el consumo como única medida de bienestar oficial y una destrucción acelerada del medio ambiente junto a una concentración de riquezas e ingresos sin precedentes, ese modelo sobreviva con algun parche y que no cambie mucho el fondo sino que lleve un poco de alivio y que ayudado de muchas medidas de control social tecnológicamente disponibles e incluso ya en uso mantenga a raya a cualquiera que plantee cambios de fondo. Ese patear para adelante que tanto ha caracterizado al capitalismo llevó a que ante el peligro de una pandemia de comunismo, entre otras cosas, se vacunara a la población con el estado de bienestar, costoso pero pagado con gusto para seguir con el modelo intacto e incluso acelerarlo en su camino al consumismo.

Algunas decadas despues, desaparecido el peligro comunista y justamente por no haberse modificado en nada el rumbo de la brújula capitalista, se desmontó ese estado de bienestar de la mano del fin de la historia, de la globalización y del verso neoliberal. Ese es el peligro que nos acecha en los tiempos post pandemia, que el capitalismo financiarizado y los poderosos que hoy ven amenazada su posición consigan vender mediáticamente un parche que sin cambiar nada parezca la solución incluso generosa para todos. Un ingreso universal mínimo podría ser por ejemplo esa salida, dejando que haya un piso de consumo para mantener la máquina de producción cada vez más robotizada funcionando y los mercados financieros desquiciados. lejos de reformas y regulaciones que eviten que sigan desangrando y extorsionando a los estados.

Hay algo que tienen a favor las visiones pesimistas y que inclina la cancha donde se definirá el futuro. En estos tiempos de pandemia y de cuarentena con aislamiento obligatorio hay una industria extremadamente poderosa y que parece estar en manos de quienes ganarían con la continuidad emparchada o al menos a su servicio. Esta actividad debe estar en estos días de encierro masivo con niveles de actividad inéditos en su corta historia. Estoy hablando del big data, ese mecanismo por medio del cual quienes tienen suficientes recursos económicos pueden conocer los medios y mensajes para manipular individual y masivamente a la población.

 

Conclusión

La pandemia de coronavirus es parecida a una gran guerra mundial y en tiempos de guerra surge lo mejor y lo peor de la humanidad, apostemos a que en esta guerra gane la gente contra el virus, pero también la comunidad contra los alacranes, los buitres y las hienas.

"Los muertos no pagan" ni tampoco consumen.

 

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