La gran película mexicana

A veces no hace falta pisar la alfombra roja para alcanzar la excelencia

 

Quienes se quedaron viendo los Oscar versión 2018 fueron testigos de dos hechos singulares. Uno fue el premio a mejor película extranjera para Una mujer fantástica, primer galardón de este tipo para un largometraje chileno festejado con gran euforia. La otra sorpresa fue el protagonismo de México en la ceremonia, algo que se viene dando desde hace años pero nunca en tal medida.

Lo que no había sucedido hasta ahora es que además de ser premiado un director mexicano (Guillermo Del Toro, anteriormente Gonzalez Iñárritu y Alfonso Cuarón), también fuera premiada una película de animación (Coco) que utiliza ciertos tópicos mexicanos. También pudimos ver cantando a Gael García Bernal y supimos que esa no es su mayor virtud. Pero de cine mexicano poco y nada hay en estas premiaciones, hete aquí la extraña paradoja que se produce entre México y la alfombra roja más anhelada del mundo.

Quien escribe esto se confiesa un severo admirador del cine mexicano, sin dudas el más importante de Latinoamérica, y particularmente por una película que jamás hubiera sido aceptada para los premios Oscar. (Prometo no repetir más este nombre hasta el final de la nota.)

La película en cuestión es Canoa, de 1975. Si aún no la vieron, les aseguro que difícilmente habrán visto algo parecido. Debo aclarar que no se trata de ningún descubrimiento ya que en México es hartamente reconocida y que el Festival de Berlín le otorgó en su momento el premio mayor y financió hace unos pocos años su restauración.

Cuenta una historia real de la que aún hoy se habla en México. Cuando el director Felipe Cazals la encaró, comenzó a sepultar el pintoresquismo rural tan lucrativo para el cine de su país en sus tiempos dorados.

En septiembre de 1968 cinco jóvenes empleados de la Universidad de Puebla salen de excursión para escalar el volcán Malinche, pero a causa del mal tiempo deciden pernoctar en un pueblo vecino llamado San Miguel Canoa. Esta localidad está bajo el total dominio de un cura local que mantiene a sus fieles en un estado de fanatismo y paranoia tal que, convencidos de que los visitantes son unos comunistas que vienen a robarles y a colgar el trapo rojo, terminan linchándolos.

La clave, y en consecuencia la eficacia de la película, está en el modo distante y ascético en el que se narran los hechos y en la variedad de recursos narrativos que utiliza, algunos de ellos más propios del periodismo.

El film se inicia con un cronista redactando la noticia, continúa con un breve documental acerca de la vida cotidiana del pueblo y luego prosiguen falsos reportajes a testigos de aquella noche trágica. Luego viene la reconstrucción de los hechos, de modo tal que vamos a ver algo que ya nos han explicado minutos atrás. Esto pareciera ser una redundancia imperdonable para los libros de cine, ya que todos conocemos el final de antemano. Pero Cazals demuestra que los testimonios nunca serán suficientes para dimensionar lo horroroso de un suceso de esta naturaleza. Canoa deja de ser entonces una película testimonial para ser una película de terror, con el efecto redoblado por el factor realidad.

Muchas veces me he preguntado por qué Canoa no es tan conocida en la Argentina. Por qué motivos está prácticamente excluida de los recorridos por la historia del cine latinoamericano al igual que otras películas del autor tan buenas como El apando y Las poquianchis. Podría suponer que es porque se trata de una película muy violenta, pero esto no es tan cierto: las secuencias más aterradoras son en rigor las menos explícitas, como la del cura azuzando a los feligreses detrás de sus anteojos negros, la del campanario de la iglesia llamando al linchamiento o la de los pobres universitarios escuchando por los altavoces que vienen por ellos. En realidad lo más incómodo es que en ningún momento Canoa nos ofrece una dosis de raciocinio que mitigue el espanto. Todo es expuesto con suma frialdad, con la insensibilidad propia del que ha naturalizado el horror.

La convivencia con la violencia y con la corrupción gubernamental y eclesiástica es lo que perdura en esta película mexicana, a más de 40 años de su realización. Esto señala el mismo Cazals en una jugosa charla con su colega y compatriota Alfonso Cuarón que ofrecemos más abajo y que recomendamos, sobre todo por las imperdibles anécdotas del rodaje.

 

 

Los hechos trágicos de Canoa en 1968 fueron apenas un anticipo de lo que ocurrió pocos meses después en la plaza de Tlatelolco, en aquella masacre que abortó las protestas estudiantiles en las universidades mexicanas. Ese mismo año, exactamente hace medio siglo, se produjo el Mayo Francés y con él manifestaciones similares en varios puntos del planeta que serán evocadas con nostalgia, romanticismo y en algunos casos con pensamiento crítico. Canoa, la brutal película mexicana, no da lugar a ninguno de estos ejercicios. Teniendo en cuenta el desenlace que tuvieron en cada país las protestas estudiantiles, comprenderemos el valor histórico y cinematográfico de esta película que jamás hubiera pisado la alfombra roja.

 

 

FICHA TÉCNICA

Título original: Canoa / Año 1976 / Duración 115 min. / País México / Dirección Felipe Cazals / Guion Tomás Pérez Turrent Fotografía Alex Phillips Jr./ Reparto Ernesto Gómez Cruz, Enrique Lucero, Salvador Sánchez, Rodrigo Puebla, Roberto Sosa, Arturo Alegro, Carlos Chávez

 

 

 

 

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