La grieta continental

El rol del imperialismo en el golpe boliviano y la advertencia para la Argentina

 

La Patria es la América - Simón Bolívar
En América todos tenemos algo de sangre originaria: algunos en las venas, otros en las manos - Eduardo Galeano

 

 

Dos caras de la misma moneda

La noticia del golpe que derrocó a Evo nos encontró en una reunión de compañerxs y amigxs que se transformó abruptamente: hasta ese momento era el festejo por el triunfo nacional del Frente de Todxs. Después, el impacto, la sensación de impotencia y la indignación. Situación extraña pero no contradictoria: festejo e indignación estaban estrechamente ligados, eran dos caras de la misma moneda. No es descabellado suponer que nuestro triunfo del 27 de octubre haya sido un acelerador más de la tragedia boliviana.

Los elementos vinculantes: por un lado, la acción conjunta y descarada de socios históricos en el quiebre de los procesos de reivindicación popular en la región, que tuvo por colofón el saludo de Trump al golpe y su rápido reconocimiento como Presidenta de la señora que se autoproclamó; por otro, cuando hablamos de Bolivia, hablamos de nosotros. Eso que a veces no somos capaces de ver, está muy claro para el imperio: nada de lo que ocurre al sur del Río Bravo le es indiferente, ni mucho menos. Por eso pudo haber visto nuestro triunfo —sobre todo después de las contundentes definiciones del Presidente electo Alberto Fernández— como un peligro más para sus intereses, no sólo en la Argentina; y también por eso podría haber impulsado el golpe no sólo por sus intereses en Bolivia, sino como mensaje a todo el subcontinente.

Lo sucedido desde el domingo muestra hasta qué punto hemos retrocedido 10 años, por ejemplo:

  • ante dos hechos indiscutibles como el triunfo de Evo en las elecciones del 20 de octubre y la interrupción violenta de su mandato constitucional en curso, la mayoría de los países de la región, entre los que se destaca el nuestro, no han condenado el golpe;
  • el pronunciamiento de la Cámara de Diputados de la Nación en repudio del golpe no fue unánime por oposición del bloque oficialista.

Y si bien hay que destacar la actitud de periodistas que trabajan en medios oficiales y en otros como el diario de los Mitre, que se han rebelado contra líneas editoriales militantes del negacionismo; hay que lamentar la de intelectuales y periodistas, progres de pacotilla, que buscan explicaciones y hasta justifican el golpe, y lo hacen sin siquiera mencionar el patético accionar de la OEA y de su Secretario General, Luis te debo la coherencia y la lealtad Almagro.

Así, se ha generado un estado de confusión en distintos sectores de la población, independientemente de las intenciones que pueda haber detrás ciertos análisis y opiniones. Hay por lo menos tres enfoques que se apartan de lo principal:

  1. los que discuten si hubo golpe o no;
  2. los que atribuyen el golpe a errores de Evo o a irregularidades en los comicios, que según información insospechada de simpatías populistas, nada tienen que ver con fraude, están dentro de los patrones internacionales y en ningún caso modificarían el resultado;
  3. los que tratan la cuestión como si no tuviera nada que ver con la Argentina y como si no hubiera la más mínima posibilidad de que ocurrieran aquí hechos que persigan la misma finalidad.

Pero si de causar confusión se trata, hay algo que se ubica en lo más alto del podio: la abstención del gobierno argentino en la condena del golpe. Es escandalosa porque se trata del mismo gobierno que no deja de hablar de respeto a las instituciones y no sólo desconoce el claro avasallamiento institucional en Bolivia, sino que incumple normas con fuerza de ley como el Protocolo de Ushuaia, firmado en 1998 —antes que Lula y Kirchner fueran Presidentes, aclaro por las dudas— por los países miembros y los asociados del  Mercosur, Argentina entre los primeros, Bolivia entre los segundos. Es vergonzosa porque pone en evidencia su nivel de subordinación a los dictámenes imperiales. Es coherente con la tradición política que inspira al Gobierno por diversas razones, pero hay una que me interesa señalar: fueron los fundadores del linaje político al que pertenece Macri los responsables de la fragmentación que tuvo entre otras consecuencias la separación del Alto Perú de las Provincias Unidas del Río de la Plata, con lo cual, nos perdimos recíprocamente con Bolivia.

 

 

Intereses

La cuestión central es que a Estados Unidos le importan sus objetivos, no los medios, y que, como corresponde a lo que ya es una ley de hierro de la Historia, a Evo lo han derrocado fundamentalmente por sus enormes aciertos, no por sus errores.

América Latina es hoy un territorio en disputa por parte de grandes potencias. En este contexto, los objetivos estratégicos norteamericanos —que no han variado demasiado en los últimos 100 años— son de carácter geopolítico y económico. Los primeros, a cargo del Departamento de Estado y del Pentágono, están relacionados con la “Seguridad Nacional”, en particular, con impedir la presencia permanente de una potencia no aliada y asegurar la disponibilidad de los recursos naturales sin condicionamientos locales; los segundos, fundamentalmente a cargo del FMI, con maximizar la tasa de ganancia de las transnacionales norteamericanas y establecer condiciones a las políticas económicas de nuestros países para impedir su desarrollo autónomo,.

Los procedimientos para alcanzarlos varían según las circunstancias de tiempo y lugar, abarcan desde los llamados golpes blandos hasta los golpes duros, pasando por la persecución y proscripción de líderes populares con el llamado lawfare y las manipulaciones electorales con las fake news.

Lo que tampoco ha variado sustancialmente en el accionar imperial, primero de Inglaterra y ahora de EE.UU., es la alianza con las oligarquías locales como socias menores en el saqueo que sigue a cada desplazamiento de un gobierno popular.

En Bolivia se han afectado objetivos estratégicos estadounidenses e intereses de la oligarquía local: Evo no sólo nacionalizó los hidrocarburos, factor fundamental en el proceso iniciado en 2006 —un sector en el que tenía fuertes intereses la familia Camacho, del personaje bíblico que actúa como cara visible del golpe—, sino que recientemente había sellado un acuerdo con China para la explotación e industrialización de litio. Cabe agregar que a inmensas reservas de gas, Bolivia suma el 70% de las reservas de litio de la Amazonía.

Entonces, así como en el Cercano Oriente el imperialismo instrumentaliza a los fundamentalismos religiosos tras sus objetivos estratégicos, en Bolivia con el mismo propósito se sirve del racismo supremacista blanco contra el indio: se logra de esta manera la adhesión al golpe clasista de buena parte de las capas medias blancas y se potencian hasta extremos inimaginables los odios y violencias de los golpistas, típicas del fascismo clásico, como se puede ver a través de distintos medios. Odios y violencias que también hablan de nuestra hermandad con Bolivia, porque así como el Morales indio ha sido atacado por haber dado pasos trascendentes en el camino de liberación de su pueblo, su vecino, el Morales blanco, encarceló a la india Milagro por haber dado pasos trascendentes en la liberación del suyo.

Que el racismo es un recurso instrumental ha quedado probado con casos como el del cacique mapuche Manuel Namuncurá, quien después de rendirse al ejército de Julio A. Roca fue premiado con una porción de tierra y grado militar. Por si fuera poco, su hijo Ceferino fue declarado beato en julio de 2007 por el papa Ratzinger. Es decir, al indio que se rebela hay que odiarlo y eliminarlo; el indio sumiso es acreedor de la tierra, la cruz y la espada: recurso, símbolo y arma característicos del poder blanco y la represión en estas tierras.

 

 

Intereses amenazados

El proceso boliviano conducido por el indio Morales fue el que alcanzó las mayores transformaciones relativas, con una alta legitimidad y durante el período más prolongado en la América Latina actual, por lo tanto, además de lo señalado en cuanto a la afectación directa de los privilegios de la oligarquía boliviana y sus jefes del norte, era como ejemplo muy peligroso, había que liquidarlo. El frustrado intento de golpe de 2008 confirma la envergadura que ya entonces había alcanzado pero también la importancia fundamental de instituciones como la UNASUR, cuya destrucción tuvo por protagonista principal al Presidente argentino, en otra versión de la obediencia debida.

Asimismo, una serie de acontecimientos recientes implican nuevas amenazas a la entente oligárquico-imperial. Si nuestro triunfo es una de ellas, no es tanto por la victoria del Frente de Todxs como por la derrota de Juntos por el Cambio, porque desde el punto de vista global, que es el que más importa al imperio, Macri era exhibido como modelo a seguir por los países dependientes: no le había ganado a cualquiera ni de cualquier manera, le había ganado al populismo en un país clave de la región y en elecciones libres y transparentes. Es decir que la Argentina estaba llamada a ocupar en lo político el mismo rol que Chile en lo económico, lo que explica el inédito desembolso del FMI para evitar el desalojo del macrismo de la Casa Rosada, y anticipa la dura oposición que el régimen ejercerá al gobierno que asumirá en diciembre.

No es necesario aclarar que la caída del modelo chileno, cuyas consecuencias aún no se conocen, es otro de los sucesos que implican un serio peligro para los intereses norteamericanos. Y tampoco destacar la importancia del impacto ideológico que para el capitalismo global podría tener la casi simultánea ocurrencia de aquel desalojo y esta caída.

Hay que agregar a la lista las rebeliones contra el gobierno entreguista de Ecuador, el rotundo fracaso de los intentos por derrocar al gobierno de Venezuela, el triunfo de Andrés Manuel López Obrador en México y la libertad de Lula.

No caben dudas de que mantiene plena vigencia la histórica y siempre difícil lucha continental por la liberación.

 

 

Conclusiones preliminares

Surgen algunas conclusiones al calor de los hechos. El orden que sigue no implica una valoración de su importancia.

  • Se equivocan los que van a buscar a Europa explicaciones o apoyos por lo que pasa en nuestra América: la prensa y los países de Europa occidental, celosos custodios de las instituciones democráticas, han permanecido indiferentes frente al golpe, o lo han justificado. Es la misma actitud sumisa al dominio norteamericano que asumen en el Cercano Oriente.
  • Las condiciones externas clave no difieren demasiado para los distintos países de América de Sur. En términos de condiciones internas, entre la Argentina y Bolivia se han dado semejanzas no sólo en perspectiva histórica, sino del presente político: basta recordar la coincidencia temporal entre el intento de golpe con foco en la zona oriental boliviana —Media Luna, territorio controlado por la oligarquía— y el brutal ataque a la sociedad argentina y al gobierno de Cristina por parte de las patronales del campo que tomaron las rutas y provocaron desabastecimiento en 2008. No por casualidad, después de hacer el peor gobierno del período democrático iniciado en 1983, la performance electoral del macrismo en los territorios sojeros que sirvieron de base a aquel levantamiento parece de otro país.
  • El imperialismo agresor califica de crimen cualquier oposición u obstáculo a sus pretensiones hegemónicas y, por lo tanto, a las relaciones que a cada país latinoamericano resulten más convenientes. Por su parte, enceguecidos por el odio, racista allá y antiperonista acá, los gorilas no quieren saber nada de sutilezas: la Sociedad Rural amenazó abiertamente al próximo Presidente planteándole que si se restablecen las retenciones e incrementan las que se aplican a la soja volverán a las rutas. Pero así como sería un error suponer que la lucha de clases es producto de la maldad gorila —la oligarquía nunca cometería un error semejante porque tiene clara conciencia de sus intereses prioritarios y los identifica con nitidez—, cometería un error garrafal quien creyera que el imperialismo es un problema de buena o mala voluntad, y que los Estados Unidos explotan a los pueblos y ayudan a las camarillas reaccionarias por mala intención. No es necesario dominar ciencia política o económica alguna para saber que el imperialismo es un resultado inevitable del desarrollo capitalista de los grandes países. Si esos países dejasen de ser imperialistas, decaerían económicamente hasta sufrir conmociones sociales catastróficas, razón por la cual el problema imperialista constituye la contradicción fundamental de todos los países latinoamericanos —si nos limitamos al continente—, y es motivo suficiente para la solidaria integración regional: es la explotación imperial lo que está detrás de la historia y la lengua compartidas. En otras palabras, el imperialismo no es una política, sino un fenómeno inherente al capitalismo en determinada fase de su evolución; así, una cosa es admitir que un progresista como Bernie Sanders es la expresión menos agresiva del imperialismo, y otra muy distinta suponer que Sanders en la Casa Blanca podría terminar con el imperialismo.
  • Los que con suficiencia dicen “nosotros no somos Bolivia” y hacen comparaciones como si se tratara de un concurso de belleza que se define en favor del que tiene menos morochxs, deberían tener en cuenta que si Bolivia tiene hidrocarburos y litio, nosotros tenemos Vaca Muerta: también estamos en la mira.
  • Para sostener las transformaciones que a los sectores populares y los gobiernos que los representan demandan tiempo y sudor —que se convierten en sangre y lágrimas cuando son velozmente destruidas por los gobiernos de la reacción— no alcanza con ganar holgadamente, no una sino varias elecciones. Tampoco con reformas constitucionales que respondan a los intereses nacionales, como la impulsada por el peronismo en 1949 o por Evo en 2009. Tampoco con llevar a cabo una gestión económica impecable como la del gobierno boliviano derrocado, incluso según los parámetros que interesan a la escuela neoclásica —falsa base teórica de lo que se conoce como neoliberalismo—, que arroja una evolución de los índices sociales envidiable en cualquier lugar del planeta, y que produjo ganancias al gran capital.
  • Un desafío impostergable de los movimientos nacional-populares es encontrar mecanismos complementarios que permitan consolidar el ejercicio de los derechos y la preservación de los intereses de nuestros pueblos. Cada día que pasa se hace más evidente que la situación actual no permite realizar y menos afianzar transformaciones importantes —y no tanto— en la pura escala nacional, lo que impone la necesidad de construir sólidas alianzas entre las expresiones políticas afines de todos los países.
  • Una tarea necesaria es llevar hasta el último espacio social la llamada batalla cultural; en particular, a las Fuerzas Armadas y de (in)seguridad, y a las facultades de Derecho formadoras de la alta burocracia judicial, a través de disciplinas como la Historia, la Economía y la Literatura.

Lo que no nos está permitido es apagar el cerebro y bajar los brazos.

 

 

 

 

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