La huella de Oesterheld

Entrevista a José Massaroli

 

La bien lograda producción audiovisual dirigida por Bruno Stagnaro basada en El Eternauta es la miniserie más vista de Netflix. No es por azar; la calidad actoral y técnica son notorias y valoradas. Sobre la adaptación realizada de la historieta de Héctor Oesterheld y Francisco Solano López, pueden existir distintas miradas, pero nadie duda de que despertó un interés público general de quienes no conocían la historieta y nada sabían de su autor. El historietista José Massaroli realizó sus primeros pasos en su oficio dibujando guiones de Héctor Oesterheld, a quien describe como gran transformador de la historieta, en diálogo con El Cohete a la Luna.

José Massaroli nació el 30 de septiembre de 1952 en Ramallo. Vivió en la localidad de Villa Ramallo, provincia de Buenos Aires. Dado que su casa estuvo frente a la estación de ferrocarril, no le costó tomar el tren camino a Buenos Aires para cumplir su sueño. Estudió en el Instituto de Directores de Arte (IDA). Su talento hizo que rápidamente se convirtiera en un dibujante y guionista de historietas y animación argentino de prestigio. Su experiencia lo llevó en 1991 a ilustrar cómics de los personajes de Walt Disney. Tarea que no opacó su identidad y sentir nacional, ya que plasmados en sus libros de historieta se encuentran hechos y personajes de la historia argentina.

La miniserie El Eternauta da para opiniones de todo tipo. Quien escribe cree que está muy bien la adaptación realizada por Stagnaro, pero José Massaroli opina lo contrario. Aclara que vio solamente el primer capítulo y que no le gustó el cambio de época. Su mirada es la de quien tiene “grabada a fuego” la historieta y por ello cree que “es muy difícil de sobrellevar”. Pero valora el producto, “ya que promueve el trabajo argentino”. 

Además de que como principiante dibujó los guiones de Oesterheld, en 2016 dibujó El Manuscrito con guion de Marcelo Pulido. La obra plantea un desarrollo alternativo al comienzo de El Eternauta. El trabajo de José Massaroli también estuvo en ilustraciones y asesoramiento para la serie televisiva Germán, últimas viñetas, que estrenó la televisión pública en 2013. Su conocimiento sobre la obra de Oesterheld, sobre la historieta, su trabajo y lo que despertó la miniserie forman parte del núcleo de esta entrevista.

—Comenzaste tu carrera dibujando guiones de Oesterheld. En El Manuscrito expresás que su trabajo tuvo “su enorme contribución a la humanización de la historieta”. ¿Qué pasaba con la historieta antes de Oesterheld? ¿Por qué la hizo más humana?

—Como en el resto del mundo, la historieta se escribía y dibujaba para un público infantil. De pronto apareció en la revista Misterix, allá por 1952, una historieta sobre un desertor del Ejército yanki que, asqueado por las matanzas de indios, desertaba y se iba a vivir a un lugar perdido del Oeste junto a otros marginales, entre ellos un indiecito. Algo empezaba a cambiar a partir de ese personaje que se llamaba El Sargento Kirk y lo escribía Oesterheld. Un tema como ese rompía el molde de “el único indio bueno es el indio muerto” impuesto por Hollywood y los cómics. La evolución de Oesterheld, escribiendo para un público más adulto —de adolescente para arriba— lo llevó a crear en 1957 la editorial Frontera, donde dio rienda suelta a su visión humanista escribiendo la mayoría de los guiones de las revistas Hora Cero y Frontera, que eran dibujados por los mejores artistas del momento: Hugo Pratt, Alberto Breccia, Arturo del Castillo, Carlos Roume, Francisco Solano López y otros. Historietas como Ernie Pike, un corresponsal de guerra que rescataba pequeñas historias de actos abnegados, generosos o heroicos de soldados comunes, tanto de un bando como del otro, evitaban la dicotomía bueno-malo que había impuesto la propaganda de guerra. El villano no era el enemigo, sino la guerra. Supo también abordar la historia argentina en historietas como Nahuel Barros y Patria Vieja, siempre mostrando el lado humano de los conflictos.
Pero la historieta que impactó de entrada y atrajo enorme cantidad de lectores a sus revistas fue El Eternauta, que de a tres páginas por número en la revista Hora Cero enganchó a chicos y grandes desde su título, enigmático y atractivo, hasta su desarrollo, que transcurría en una Buenos Aires víctima de una nevada mortal y una invasión alienígena. Los dibujos de Solano López fueron más allá de las caras y líneas estereotipadas de la historieta corriente y dieron una gran carga de humanidad y expresividad tanto a los personajes como a las luces y sombras. Nunca se había visto algo así en la historieta argentina. Ni leído. Largos textos llenos de poesía acompañaban el relato. Hasta el enemigo, un “Mano”, terminó mostrando un lado humano. La gradual aparición de enemigos, Cascarudos, Gurbos, Manos y Ellos, fue una genial metáfora que hizo (y hace) pensar a muchos. Cascarudos igual a tropas de ocupación o policía; Gurbos igual a ejército de invasión y ocupación; Manos y Hombres-Robot igual a cipayos obligados a colaborar con el invasor; Ellos, los que están detrás de los sucesos y no se muestran nunca, los que mueven los piolines en las sombras. Estas cualidades extraordinarias de El Eternauta hicieron que, luego del cierre de la Editorial Frontera, el personaje y su dramática historia siguieran apareciendo en nuevas aventuras. En 1976, tras publicar la saga completa de El Eternauta en forma de libro, la editorial Record animó a Oesterheld y Solano López a elaborar una segunda parte, que tuvo un contenido más revolucionario todavía.

Luego fueron apareciendo obras de otros creadores inspiradas en El Eternauta, entre ellas una escrita por Toni Torres y dibujada por Sergio Mulko, en la que el Eternauta se encontraba en el futuro con Gilgamesh el Inmortal, otro personaje célebre de nuestra historieta. Uno de los últimos relatos de estas “continuaciones” fue El Manuscrito, escrito por Marcelo Pulido y que tuve el gusto de dibujar, en el que el comienzo de El Eternauta cambia a partir de la llegada de unas manos desde el futuro para terminar con el protagonista, y donde el guionista que termina protagonizando la historia es el mismo Oesterheld, que revive ciertos hechos de su triste fin cuando fue secuestrado y asesinado por la dictadura en 1977. La historieta argentina no fue la misma desde la aparición de Oesterheld y los guionistas que fueron llegando se inspiraron en su ejemplo, como hasta el famoso Robin Wood llegó a reconocer.

—También en El Manuscrito tu elogio al trabajo de Oesterheld está cuando decís que era portador de “genio único e inagotable”. El tiempo parece haberte dado la razón, con aquello que escribiste en 2016 y que ahora la serie El Eternauta confirma. ¿Qué te pareció la serie? ¿Qué valoras como historietista de esa producción audiovisual?

—Sobre la serie puedo opinar sobre el primer episodio, el único que vi hasta ahora. No me gustó. El cambio de época del relato me parece perjudicial, así como los cambios en algunas características y circunstancias de los personajes. Como versión libre, los autores de la serie pueden hacer cambios; pero creo que cuando son cambios tan grandes, la serie ya no debería llamarse El Eternauta. Tal vez esto no sea un problema para quienes no hayan leído la historieta, pero para los que la tenemos grabada a fuego, es muy difícil de sobrellevar. Creo que hay cosas que están porque Netflix impone una narrativa determinada al gusto de Netflix y no al gusto del público argentino; es decir, el medio condiciona el producto. Aun así, parece haberse filtrado el mensaje fundamental que impregna la obra de Oesterheld: “Nadie se salva solo”.

Dicho esto, valoro muy positivamente el éxito a escala mundial que está teniendo esta serie, ya que promueve el trabajo argentino de actores, guionistas, director, etc. Promueve la difusión de nuestra cultura (el truco, el mate, la amistad, la sociabilidad, etc.) y de alguna manera potencia la idea de resistencia a la invasión mediante el ejercicio de la solidaridad, como lo definió el mismo Oesterheld: “Nunca el héroe solitario, sino el héroe en grupo”. Para mí, El Eternauta, por su calidad y por el eco que viene teniendo en generaciones de argentinos, es el equivalente del siglo XX al Martín Fierro del siglo XIX. Un clásico. Y como todo clásico, como El Quijote, La Ilíada o Los tres mosqueteros, admite infinitas versiones. Con el tiempo, esta serie será una más —y no de las menos importantes— de la gran cantidad de versiones que ha tenido y seguirá teniendo.

—En tus inicios fuiste marcado por la obra de Oesterheld. ¿Qué te permitió en tu carrera como historietista?

—Tuve la suerte de que, apenas empecé a trabajar como ayudante de Lito Fernández (¡un maestro!), me permitió dibujar a lápiz las historietas de un personaje de Oesterheld llamado Haakon, que se publicaba en la revista El Tony. Después de un tiempo, Lito dejó el personaje y pude dibujar unos cuantos episodios yo solo, con lápiz y tinta. Eran guiones excelentes, que inspiraban a dibujar; ¡prácticamente se dibujaban solos! Fue entrar por la puerta grande al mundo de la historieta.

—En este caso la historieta, la obra de Oesterheld y Solano López, nutrió la producción audiovisual que está teniendo una merecida repercusión. ¿Esto puede generar que ese público de la miniserie se vuelque a un interés por la historieta?

—Eso espero. Veo que mucha gente que ha visto la serie ahora quiere leer la historieta; esto es un fenómeno parecido al que produjo la serie Gambito de dama, que hizo acercarse al ajedrez a multitudes.

Tu trabajo como historietista te ha tenido dibujando el Pato Donald para Disney y siendo dibujante y guionista especializado en historieta gauchesca e histórica. ¿Quiénes influyeron en vos para no perder esa esencia de representar parte de nuestra historia en tus trabajos?

—De chico yo quería dibujar historietas como Hijitus o Patoruzú. Eso y haber trabajado en dibujos animados me llevó a hacer El Pato Donald. Y antes que eso, mi paso por Columba me dio la experiencia necesaria para, ya en el diario La Voz, poder escribir y dibujar historietas históricas y gauchescas, que es algo que me gusta mucho. Como guionista, siempre tuve presente la obra de Oesterheld y la de Hugo Pratt, quien se puede decir que aprendió a escribir con él.

—Si tuviéramos un Estado sin un topo que lo dirija y desee destruirlo desde adentro, aportando a la industria de la producción audiovisual, sin caer en lo que cierta industria norteamericana audiovisual cae, financiada por el Departamento de Defensa para que tomen sus cómics y adapten para creaciones audiovisuales que son propaganda armamentística, ¿pensás que nuestras historietas tienen buenos guiones y son un lugar donde abrevar para adaptar y lograr buenas producciones audiovisuales?

—La escuela argentina de historieta siempre fue de las mejores del mundo. Hoy, que ya no existen desgraciadamente las revistas de historietas en nuestro país, los artistas argentinos ocupan lugares destacados en países como Estados Unidos, Italia y Francia.  

—¿Cómo ves a la historieta hoy? ¿Cuáles han sido tus últimas creaciones y trabajos y los que estás proyectando?

La manera de hacer historieta y comercializarla ha cambiado mucho; sólo hay editoriales chicas que publican libros con tiradas mínimas. Mi último libro, Gatos y conejos, con guion de Luciano Saracino, data del 2023. Actualmente, escribo, y comparto el dibujo con Ramón Gil, historias de los veteranos de Malvinas oriundos del partido de Merlo; un trabajo que nos llena de orgullo, porque sentimos que contribuye a mantener vivo el recuerdo de nuestros héroes y una causa nacional irrenunciable.

 

 

 

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