La instigación de Mercedes Benz

La relación entre la empresa y la desaparición de empleados en los '70 es el corazón de un nuevo juicio

 

Los operarios que advierten la situación rodean la pecera. En esa oficina de vidrios altos y ojos obsecuentes están el obrero Héctor Ratto, el jefe de la sección Snuk, personal de vigilancia y un par de policías de civil. Al jerárquico le falló la coartada para sacarlo de la fábrica y ahora Ratto resiste dentro de la planta. Llega el gerente de Producción de Mercedes Benz, Juan Tasselkraut, que le asegura a Ratto que su vida no peligra. En esos minutos infinitos, el obrero lo escucha mencionar a su compañero Diego Núñez y observa que da una dirección. Finalmente llegan miembros del Ejército y se lo llevan. Sobrevivirá. A Núñez, sin embargo, lo desaparecerán para siempre.

Estos hechos fueron relatados por Eduardo Estivill, ex obrero e integrante de la comisión interna de Mercedes Benz, quien fue secuestrado y liberado durante el terrorismo de Estado, y ahora puede contarlo. Lo hizo ante el Tribunal Oral Federal 1º de San Martín, en la primera audiencia de testimonios de una nueva mega-causa por delitos de lesa humanidad cometidos en Campo de Mayo. También declararon Julio D’Alessandro, ex obrero y delegado paritario, Mirta Arenas y Silvia Núñez, familiares de obreros víctimas de la empresa alemana.

En lo que se espera será un larguísimo debate por más de 300 víctimas que pasaron por las manos de personal de la guarnición del Ejército de Campo de Mayo, los primeros casos que se investigan son los de Mercedes Benz. De una veintena de víctimas asociadas a la empresa se juzgan los crímenes cometidos contra Alberto Arenas, Juan Mosquera, Jorge Leichner, Alberto Gigena, Diego Núñez, Fernando Del Contte y Héctor Ratto (sobreviviente). Otra parte de los casos de Mercedes Benz se investigan por separado en Primer Cuerpo del Ejército.

Que en el contexto actual de ofensiva neoliberal y avanzada represiva con su expresión judicial las empresas sigan siendo investigadas por violaciones a los derechos humanos, tiene una razón fundamental: la perseverancia de los sobrevivientes, familiares, organismos de derechos humanos y sus apoyos institucionales. En efecto, a diferencia de lo sucedido en el denominado “Juicio a Ford”, en este debate no hay empresarios imputados. Ni Tasselkraut, ni Snuk, ni el asesor jurídico de la compañía automotriz Rubén Pablo Cueva fueron citados jamás a indagatoria. Aun así la empresa está presente y, desde Sttutgart, la Daimler AG, controlante de Mercedes Benz, se vio obligada a emitir un comunicado: inocentes, dicen.

 

Salud y revolución

Estivill vuelve una y otra vez a 1975. El presidente del tribunal se arma de paciencia. Son las 16.30. La audiencia comenzó a la mañana y el ex obrero, el último testigo del día, lleva dos horas declarando. La fiscal Gabriela Sosti intenta enfocar el testimonio sobre los hechos que se juzgan. Estivill vuelve a 1975, no hay caso.

 

Las credenciales de Estivil, la vieja y la nueva en tiempos de terror, que ofrecía muchos más datos y foto del operario.

 

Ingresó a la fábrica en 1969, a la sección 124 de mecanizado de piezas chicas, en la planta 2 de Motores. Recuerda la juventud, la creciente demanda de producción y “los gravísimos problemas que existían en la planta”. Desde la demanda de recategorizaciones, las malas condiciones del comedor (que un día intoxicaron a 300 trabajadores), las penosas condiciones de trabajo y las enfermedades de la producción: “Se trabajaba con ácidos, con químicos, el sector de tratamiento térmico no reunía condición de tratamiento de gases”, recuerda. Afirma lo mismo para el sector de chapistería y denuncia los cánceres de próstata y de testículos causados por las soldaduras del estañado con plomo. También los machucones de dedos en la línea de producción.

El gran conflicto era por las horas extras. La compañía exigía más producción, ofrecía premios por productividad. Debía satisfacer la demanda creciente, sobre todo de Unimogs militares. Los trabajadores ponían límites al desgaste de su físico. La empresa debía contratar más personal y el sindicato de mecánicos SMATA veía con buenos ojos el crecimiento de afiliados. Los operarios de Mercedes Benz se encontraban entre los mejor pagos de la industria.

 

Silvia Núñez y Julio D’Alessandro. En el cartel, la imagen sonriente de Diego Núñez.

 

Aún así, el dominio empresarial era inestable. A diferencia de lo que sucedía en Ford, la organización gremial de base en Mercedes Benz nació como oposición a la conducción nacional de “los verdes” de José Rodríguez. En la Lista Marrón, que se identificaba con René Salamanca y Agustín Tosco, confluían trotskistas, guevaristas, independientes, comunistas, y en la Lista Celeste, los jóvenes trabajadores peronistas. “Éramos lo mismo, no había diferencias de base”, recuerda D’Alessandro, simpatizante del PRT, que tenía una entrañable amistad con Diego Núñez, peronista. La oposición se organizó en la clandestinidad, para evitar despidos. En 1974 ganaron la comisión interna. La empresa y la conducción nacional del sindicato atacaron con despidos e intervención. En 1975 ganaron las elecciones paritarias. En octubre estalló todo, un día de un calor insoportable, con operarios en cuero subiendo a los baños de forma constante para refrescarse.

El conflicto de octubre de 1975 en Mercedes Benz es uno de esos grandes hitos de las luchas obreras argentinas. Asambleas, tomas, interventores, abucheos, escopetas y matones, despidos. Entonces surgió el Grupo de los 9, nuevos representantes de base elegidos a mano alzada por los trabajadores autoconvocados. La empresa cedió y el SMATA llegó a denunciarla por dar cobijo a los “subversivos”. Finalmente dio marcha atrás y lanzó los despidos, pero era tarde. Sólo podría resolver la “anomalía argentina”, al decir de Adolfo Gilly, con el uso del terror estatal.

 

Los crímenes 

Mercedes Benz es una de las 25 empresas analizadas en el informe Responsabilidad empresarial en delitos de lesa humanidad, trabajo colectivo publicado en 2015 por el Área de Economía y Tecnología de FLACSO, el CELS, la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación y el Programa Verdad y Justicia, que pone de relieve un patrón común de prácticas empresariales represivas combinado con la represión ilegal del Estado para aniquilar a los sectores combativos del movimiento obrero y disciplinar a los trabajadores.

Secuestros de trabajadores en la planta, participación de gerentes en las detenciones ilegales, aportes de domicilios y legajos laborales para facilitar detenciones fuera de la planta, espionaje interno, requisas de militares y militarización de la producción, presiones y amenazas amparados en el terrorismo estatal, aportes financieros y contratos de venta con el Ejército, estatización de deuda privada, trazan un combo de responsabilidad empresarial que redunda en el descabezamiento de la representación gremial combativa de fábrica que había impuesto límites a las pretensiones patronales.

Entre los numerosos síntomas de esa alianza represiva se destacan las dos detenciones ilegales dentro de la fábrica, la de Juan José Martín, el 29 de abril de 1976, y la de Ratto, el 12 de agosto de 1977; la entrega por Tasselkraut del domicilio de Núñez, quien fue secuestrado en la madrugada del 13 de agosto de 1977. También la contratación como jefe de seguridad de la planta del subcomisario de la Brigada de Investigaciones de San Justo, Rubén Lavallén, denunciado por secuestrar trabajadores y condenado más tarde por apropiación de menores. Los testimonios de D’Alessandro, Arenas, Estivill y Núñez dieron cuenta de estas y otras situaciones.

Diego Núñez había entrado a trabajar a la empresa en 1969, en el armado de motores. Había estudiado tornería para especializarse. Al momento de su secuestro, tenía 41 años y tres hijas, de diez, ocho y dos años. “Papá era comisión interna, contaba con preocupación las cosas que pasaban en la fábrica”, recuerda ante el tribunal Silvia, la mayor de las hijas. “La vamos a pasar muy mal”, recuerda que dijo en marzo de 1976. D’Alessandro, que entraba a casa de su compañero sin tocar la puerta y ahora se atraganta cada vez que lo nombra, había renunciado después del conflicto de octubre de 1975, por las presiones y amenazas que recibía, y en reiteradas oportunidades le sugirió al “gordo” que se fuera: “¿Qué me van a hacer, si yo nunca anduve con fierros?”, le respondía Núñez.

Silvia y sus hermanas presenciaron los dos secuestros de su papá, con menos de una semana de diferencia. El primero, en su casa. El segundo, en lo de los abuelos paternos. Patotas de civil, con borceguíes, avanzando sobre los techos, por las ventanas, rompiendo la puerta, revolviendo todo, a los tiros para amedrentar. Silvia recuerda. La segunda vez era el día de su cumpleaños, la hicieron despedirse de su papá, le dijeron que antes de fin de año lo largaban. Lo esperó y lo buscó.

En esos años se arreglaron como pudieron. La casa se la apropió un policía. Los compañeros de su viejo le acercaban un dinero. Después la empresa les pagó, en negro, una compensación. Para eso la madre tuvo que firmar la renuncia de su esposo desaparecido. “Lo adoraba, era mi referente en la vida, nos llevaba a pasear, le encantaba pescar y cazar pajaritos en San Pedro, juntar a su familia a comer”, recuerda Silvia.

Diego era un ejemplo para los obreros de Mercedes Benz. Alberto Arenas, uno de ellos, había elegido para su sobrino el nombre Diego. “Mi hermano lo quería mucho, era la persona más noble que había conocido, el nombre lo eligió él porque iba a ser su padrino”, declaró su hermana Mirta ante el tribunal. Arenas era militante de la Lista Marrón y fue el último desaparecido de Mercedes Benz, el 19 de agosto de 1977.

A la familia de Arenas la empresa le pagó una mensualidad durante varios años: “¿En calidad de qué? Nunca lo tuve claro, es lo que hace sospechar. ¿Por qué iba a pagar por algo en lo que no habría tenido nada que ver?”, se pregunta Mirta.

 

Palabra de empresa

De todas las causas iniciadas por familiares y víctimas de esta empresa para exigir justicia, la única que llegó a juicio oral es esta, en la que no hay empresarios acusados. No prosperó la demanda radicada en Alemania en 1999. Apenas lo hizo una, impulsada en la Argentina en 2002, en la que el CELS sigue perseverando. Y ninguna posibilidad tuvo la demanda civil hecha en Estados Unidos en 2004. Se alega falta de pruebas. Por esta misma causa que llegó a juicio, en 2014, las querellas solicitaron a la jueza de instrucción Alicia Vence la indagatoria de los directivos Cueva y Tasselkraut. Todavía lo está pensando.

Pese a ello, esta parte de la causa se dio a conocer como “Juicio a Mercedes Benz” y desde Stuttgart, donde tiene sus oficinas centrales, las autoridades de Daimler decidieron responder. Quien recibió el comunicado oficial fue el corresponsal en Argentina para la Deutsche Welle (DW), Alejandro Rebossio, quien me mandó el comunicado para poder responder a sus preguntas en una cobertura especial que realizó para esta ocasión. Aquí lo reproduzco, con mis comentarios entre paréntesis:

"Hace más de 15 años, Daimler encargó al renombrado experto en derecho internacional Prof. C. Tomuschat que investigara las acusaciones que habían surgido y aclarara plenamente las circunstancias por recomendación de Amnistía Internacional. Después de dos años de trabajo e investigación intensiva dentro y fuera de la empresa, así como de discusiones con numerosos testigos contemporáneos, los resultados de la comisión de investigación fueron presentados al público a finales de 2003".

"La comisión investigadora independiente no encontró pruebas que apoyaran la afirmación de que los empleados de Mercedes Benz Argentina que desaparecieron durante la dictadura militar de 1976/77 habían sido secuestrados y asesinados por las fuerzas de seguridad del Estado a instigación de la empresa". (¿Acaso hizo las preguntas correctas?)

"La Comisión también constató que Mercedes-Benz Argentina no era una de las empresas que se habían beneficiado especialmente de la dictadura militar". (Si la comparación es con Ford, por supuesto, pero el adverbio “especialmente” ratifica que sí lo hizo).

"Varios casos judiciales en Alemania y la Argentina han llegado hasta ahora a la misma conclusión. En 2014, también se desestimó un caso Bauman ante el Tribunal Supremo de los Estados Unidos. Sobre las alegaciones en relación con la última dictadura militar argentina en detalle: a finales de los años '90 se denunció que Daimler había apoyado a la dictadura militar en sus crímenes contra los derechos humanos. También se formularon alegaciones similares contra otras empresas".

"En esencia, la acusación contra Daimler era que los altos directivos de Mercedes Benz Argentina tenían 22 comités [delegados] de empresa críticos y empleados secuestrados por las fuerzas de seguridad argentinas".

"Nueve de las personas secuestradas fueron secuestradas en su tiempo libre y nunca volvieron a aparecer. Dos personas fueron arrestadas por los militares directamente en las instalaciones de Mercedes Benz Argentina, pero más tarde fueron puestas en libertad".

(La omisión y la admisión son insoslayables en cada oración respectiva)

"De las nueve personas que habían desaparecido para siempre y cuyos familiares habían demandado a Daimler AG en los EE.UU., tres no habían trabajado para Mercedes Benz Argentina durante varios años en el momento de su desaparición. Oscar Bauman, por ejemplo, que dio nombre a la demanda (Bauman et al. v. Daimler AG), se había incorporado a Mercedes Benz Argentina en 1971 y renunció en 1974. Fue secuestrado por los militares en 1977".

(¿Y el resto?)

"De las seis personas desaparecidas que estaban empleadas por Mercedes Benz Argentina en el momento de su desaparición, ninguna era miembro del comité de empresa. En este sentido, la afirmación de que los trabajadores desaparecidos eran activistas sindicales críticos es incorrecta".

(El resto, claro: la protesta gremial estaba prohibida y castigada bajo la dictadura. Aun así, quienes conservaban representatividad ejercieron la defensa de derechos y la protesta frente a las desapariciones, hasta el momento de sus secuestros.)

"En este contexto, consideramos que las acusaciones contra Mercedes-Benz Argentina son infundadas".

(Saquen sus conclusiones).

 

 

 

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