La libertad de Milagro

El reclamo de Justicia Legítima por el fin de la detención de Milagro Sala.

Hoy ya es casi una verdad de Perogrullo que Milagro Sala es una presa política y en tal caso entendemos que no cabe reclamar su libertad como una simple excarcelación o la aplicación de una ley de ejecución penal. Ese reclamo se dará en el ámbito jurisdiccional, y serán simplemente trámites procesales. La gravedad institucional que representa que en una democracia consolidada tengamos presos políticos y lo que es peor aún es la utilización de tan abyecta herramienta para tener ventajas marginales en tiempos electorales. Cuando esto ocurre, lo que está en juego es mucho más que una pelea electoral en la arena judicial, lo que está en peligro es la democracia misma.

La legitimidad política se adquiere solo con democracia sólida. En consecuencia, por una cuestión de coherencia resulta fundamental leer en clave política la situación de Milagro, porque cuando hablamos de presa política estamos hablando de un sistema de garantías necesariamente conculcado, para avanzar como un “piñon fijo” (al decir de Perfecto Ibáñez) hacia el desenlace buscado.

El caso Milagro es la expresión más conspicua de una persecución penal con finalidad política. Esta situación fue revelada claramente por los jueces del Superior Tribunal de Justicia de Jujuy que terminaron renunciando a sus cargos. Milagro Sala está presa “no por sus delitos, sino para no volver al quilombo permanente”. La jueza Clara Aurora De Langhe de Falcone dijo: “Me animo a adelantarme, no vamos a permitir que quede libre la persona esperando que quede firme su sentencia”. Dejan en claro la politización de la justicia que, solo puede llevarse a cabo en un proceso penal despojado de toda garantía judicial por lo que el resultado no puede ser otro que una rémora de los peores tiempos de nuestra historia.

La causa que llevó a Milagro a la cárcel carece de legitimidad republicana, es absolutamente deficitaria en términos éticos y morales. La frase “la libertad está en las garantías”, es un principio que no pierde vigencia y debe ser el cometido de la sociedad toda. Milagro lleva privada de libertad alrededor de dos mil días, quizás sea el punto de partida para reconstruir un sistema democrático claramente menoscabado desde una concepción aberrante del uso del poder. Con jueces que al decir de Becaría se convirtieron en “enemigos del reo”. La instrumentación política de Milagro es un verdadero baldón para la república. La libertad de ella no solo es un acto de justicia, es en rigor una reivindicación de sus luchas y de sus derechos que le fueron negados solo porque el camino a su condena debía estar libre de obstáculos. De modo que si las garantías no funcionan, no hubo proceso penal válido, solo una parodia destinada a perseguirla para eliminarla políticamente. Es prisionera de lo que Ferrajoli llama poderes salvajes, es decir sin ley, sin los limites jurídicos que caracterizan el Estado de derecho. Pese a todo, seguramente se dirá con total desparpajo que el tema de Milagro es un tema de la justicia, aludiendo a la tan mentada, pero obviamente, malversada independencia de poderes. Un sofisma republicano cuya apariencia se derrite ante la verdad incuestionable de la peor bajeza moral de la política. La prisión de Milagro no es otra cosa que el testimonio más cabal de la inconsolable inquina de su adversario que tuvo a su merced a jueces y fiscales que llevaron a cabo una faena judicial con una única víctima: la organización social de los sectores populares, que Milagro representa.

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