LA LÓGICA DEL CAZADOR

Las propuestas de los candidatos sobre el mundo del trabajo

 

De los ejes abordados en el debate presidencial, hubo uno que esclarece la perspectiva con la que cada candidato o candidata concibe las formas que deberían adoptar las relaciones recíprocas entre los humanos para la construcción de una sociedad: trabajo y producción. El trabajo es la actividad creadora mediante la cual las personas construyen los medios para satisfacer necesidades y asegurarse su supervivencia y su bienestar. En este proceso, los individuos no sólo producen un bien o un servicio, sino que se producen a sí mismos —construyen su identidad— y traban relaciones de cooperación mutua —construyen comunidad—; aunque esta dinámica también ha producido, a lo largo de la historia, las más crueles relaciones de explotación.

La modalidad que adopta el trabajo, como régimen de la vida social, está condicionada por el desarrollo de las fuerzas productivas —convulsionadas por la constante transformación tecnológica— y por las regulaciones de las relaciones de producción. En este último punto es donde las intervenciones estatales inclinan decididamente la balanza, por lo que conviene repasar cuáles fueron las declaraciones de los presidenciables con más peso al respecto. En orden de exposición:

  • Juan Schiaretti colocó todas sus fichas en la promoción de la inversión. El destinatario directo de esta propuesta son los dueños del capital (maquinaria, materias primas o instrumentos financieros), que potenciarían el trabajo y la producción movilizando sus activos en alguna actividad económica, con la expectativa de obtener mayor rentabilidad a futuro. Su horizonte para estimularla no invoca fuertes disensos: pidió “estabilidad macroeconómica” y “seguridad jurídica”. También se dirigió a las pymes, a las que prometió “acabar con la industria del juicio” y “bajarles las cargas sociales”. No le faltó la referencia a la panacea cordobesa, en esta oportunidad en alusión a un programa de promoción del empleo joven.
  • Sergio Massa inauguró su exposición con una de las Veinte Verdades, formuladas por primera vez por Juan Domingo Perón el 17 de octubre de 1950: “Creemos en una sola clase de hombres y mujeres: los que trabajan”. Su destinatario preferencial fue, de este modo, el polo opuesto al elegido por el gobernador cordobés en la relación capital-trabajo. La propuesta para ellos fue unívoca: una mejora en el ingreso a través de la “paritaria libre” y la “reducción de impuestos”. En este punto, destacó sus flamantes medidas como ministro-candidato: la devolución del IVA (que impacta en 16 millones de argentinos) y la cuasi eliminación del gravamen a las ganancias (que 800.000 personas dejarán de pagar y sólo alcanzará a los asalariados que superen en bruto los dos millones de pesos). Luego, particularizó en sus proyectos para personas con discapacidad —prometió eliminar la incompatibilidad entre las pensiones y el trabajo registrado— y para las mujeres —aseguró que será obligatoria la igual remuneración por igual tarea—. En su capítulo para las pymes, aludió a su iniciativa de reducir las contribuciones patronales para quienes generen nuevos puestos de trabajo (o los blanqueen), que se eliminará si se trata de jóvenes de entre 18 y 25 años o de titulares de planes sociales. Este programa, llamado “Empleo Mipyme”, busca incrementar el trabajo formal y ya tuvo media sanción en Diputados.

Todos los candidatos recurrieron a sus derechos a réplica para polemizar con el candidato de Unión por la Patria: Myriam Bregman, Schiaretti y Patricia Bullrich los utilizaron para repudiar la merma en el poder adquisitivo producida por el contexto inflacionario y Milei para alabar el rol del capital que, a su entender, fue “combatido” por Massa al hablarle únicamente a los trabajadores.

  • Bregman apuntó al antagonismo que fogonean las derechas entre los trabajadores formales e informales: “Nos quieren hacer creer que los problemas laborales que tenemos son culpa de que hay trabajadores que tienen muchos derechos y que si le sacamos a ellos todos vamos a ser más felices”. Evaluó que el problema subyace en la fragmentación de los trabajadores, divididos en aquellos que se encuentran bajo convenio, con un plan social, monotributistas y tercerizados. Para unirlos tras una bandera de lucha, propuso la reducción de la jornada laboral a seis horas.
  • Milei puso el foco en el estancamiento del empleo formal en seis millones de asalariados, mientras que la informalidad alcanza a ocho millones de personas. La solución que postuló para corregir este desequilibrio es la “acumulación de capital”: subrayó que “nadie va a invertir dinero si no puede ganar plata” y opinó que era necesaria una “modernización del sistema laboral y una reducción de las penalidades”. La perspectiva es harto conocida como “teoría del derrame” y no ha tenido otros efectos en el mundo que enriquecer al decil más rico de la población: acumulan y no la largan.

Este pasaje extremó la contraposición de modelos y generó los contrapuntos más agudos de la jornada. Bregman alegó que el “verdadero plan” del libertario era “indemnizaciones afuera, licencias afuera, aguinaldo afuera” y consideró que la única libertad que defendía era “que te exploten sin límites”. Milei le respondió con su Hayek-biblia tratándola de ignorante: “Si los socialistas supieran de economía, no serían socialistas”, espetó. El exabrupto fue escudriñado oportunamente por Massa para destacar el “rasgo autoritario” y misógino del candidato: “Javier, hasta acá llegaste”.

 

 

El ministro de Economía coincidió con la candidata del FIT-Unidad en que el planteo del libertario se basaba en un mercado de trabajo “donde volvemos a un régimen de esclavitud”.

  • Bullrich repitió su spot de campaña polarizando con el kirchnerismo y atacando las formas de organización política de los trabajadores a las que caricaturiza como “mafias sindicales” y “gerentes de la pobreza” y se ensañó, en particular, con “los que hacen paro”. El único elemento por fuera del guión original fue arrastrar a Milei hacia adentro de la “casta” en función de su alianza con el líder gastronómico Luis Barrionuevo. Propuso una “ley simple y clara” para el trabajo informal. No ofreció mayores detalles del procedimiento, que ha de formar parte de una “filosofía muy interesante” que se entenderá en el futuro.

 

Pobres trabajadores

La desprotección social es el rasgo dominante del mundo del trabajo en la Argentina. La tasa de desocupación es de un 6,2%, el valor más bajo desde 2004, pero quienes se han incorporado al mercado laboral lo han hecho en la informalidad, es decir no aportan al sistema de seguridad social ni tienen indemnización por despido, vacaciones pagas o jornadas laborales de ocho horas. No se trata de una masa de trabajadores pujante por ser incluidos en dichos derechos, ya que su composición es marcadamente heterogénea: se alistan allí los cuentapropistas profesionales con niveles de ingresos altos, los laburantes de la emergente economía de plataformas, los cooperativistas e integrantes de organizaciones de la economía popular, entre otros.

 

Fuente: EPH-INDEC. Tasas e indicadores socioeconómicos del segundo trimestre de 2023.

 

Pero hay un fenómeno que pareciera atravesar estas realidades tan divergentes. Cada vez más personas dedican su fuerza humana y su tiempo en tareas que no retribuyen la cantidad de ingresos suficientes para satisfacer sus necesidades. Este problema fue advertido por Cristina Fernández de Kirchner en su exposición del 23 de septiembre en la Escuela Justicialista Néstor Kirchner: “A partir del Fondo Monetario y de la pandemia se separa empleo asalariado, pobreza y desempleo. El desempleo es bajo, pero la pobreza es alta”. Lo que esta tendencia pone de manifiesto es que “tenemos un sujeto nuevo y tenemos un asalariado que es pobre”.

 

 

El sociólogo Denis Merklen publicó en 2005 Pobres ciudadanos, las clases populares en la era democrática. Allí analiza cómo las reformas neoliberales generaron un proceso de desafiliación del mercado de trabajo y una reestructuración de los lazos de solidaridad y de pertenencia a partir de la inscripción territorial. En otras palabras, el barrio pasó a ser la plataforma para la recomposición identitaria. En consecuencia, el peronismo reconstruyó su lazo con los sectores populares a partir de nuevas formas de acción colectiva asentadas en lo local. Para estos sectores, la relación con el empleo dejó de responder a la “lógica del agricultor” —que involucra la planificación y la estructuración de la vida en torno a la actividad productiva— y comenzó a operar con una “lógica del cazador”, signada por la contingencia de los recursos que cada temporada pone a disposición. Para el investigador, esta lógica, a diferencia de la del trabajo asalariado, no construye ciudadanía.

Merklen se recibió en la Universidad de Buenos Aires y realizó sus primeros estudios en asentamientos en La Matanza. Hoy es profesor en la Sorbonne Nouvelle de París —ciudad en la que se doctoró bajo la dirección de Robert Castel— desde donde sigue de cerca lo que los economistas liberales llaman “flexibilización” y que él caracterizó como una “desregulación del mercado de trabajo” europeo, que redunda en la disminución de las protecciones sociales. En diálogo con El Cohete, consideró que hay una diferencia muy importante con la situación en la Argentina, que “sufre desde hace muchísimos años de un importante sector de informalidad, que concierne a un 30% de los trabajadores, mientras que en países como Francia es inferior al 10%”.

También contrastó las realidades continentales dentro de lo que definió como “economía uberizada”: en Europa hay una tensión entre las empresas que pretenden imponer que los repartidores, por caso, sean prestatarios de un servicio, y los trabajadores que pelean para ser considerados como asalariados. “En América Latina se observa, desafortunadamente, una alianza entre los repartidores que son explotados por las multinacionales y las empresas, frente a las posibles regulaciones del Estado, como se ha visto en Brasil”.

“Sin duda, las nuevas tecnologías fragmentan el mercado de trabajo y hacen mucho más difícil una representación unificada de los asalariados; los debilita como sujetos políticos y como sujetos de presión social”, valoró Merklen. Al mismo tiempo, “favorecen al sector empresarial que disminuye muchísimo los costos”, agregó. Este panorama se ve agravado en tanto “el ingreso es desgastado permanentemente por la inflación”. La preocupación por el ingreso “distrae a los trabajadores y a los partidos de izquierda de la posibilidad de disminuir el trabajo en negro y de mejorar las regulaciones”. El especialista en sistemas de protección social concluyó que los gobiernos progresistas de principios del siglo XXI han estado “mucho más preocupados por la redistribución del ingreso, con una visión economicista del problema del trabajo, que por una consolidación de las protecciones sociales y de la regulación del mercado de trabajo”.

 

Tiempos revueltos

La tecnología ha atravesado todos los procesos laborales, acelera la productividad e incrementa la rentabilidad. En numerosas ocasiones, la producción no solamente requiere menos tiempo, sino menos personas. La secretaria general de la Federación de Sindicatos de Trabajadores Judiciales, Vanesa Siley, distinguió que hay “sectores que se han quedado sin tareas, que tienen tiempo ocioso, y sectores que están abarrotados de tareas”. Con la aparición de nuevas necesidades, hay “nuevos derechos que necesitamos regular, por ejemplo, la reducción de la jornada laboral, licencias de cuidados igualitarias y, además, un cambio en la modalidad laboral”. Esta época tiene una nueva palabra clave: la reconversión. “Se vuelve fundamental el reparto de las tareas, el reparto del trabajo y el reparto del tiempo”, valoró.

Siley, que es también diputada nacional, discernió que existe una demanda poblacional por la “libertad horaria”, pero que para que esta se cumpla debe ir ligada al descanso y la desconexión. “La lucha por el tiempo es una lucha histórica de la clase trabajadora argentina. Cada vez que aparece la aceleración de los procesos productivos, aparece la necesidad de los trabajadores de recuperar o apropiarse de ese tiempo puesto a disposición de otro en materia de fuerza física o fuerza intelectual. La lucha por el tiempo es tan estratégica como la lucha por la redistribución de la riqueza”, sintetizó.

 

1º de mayo de 1886 y 8 de marzo de 1908: los “Mártires de Chicago” y las 129 obreras textiles que murieron en un incendio en la fábrica Cotton de Nueva York también luchaban por la reducción de la jornada laboral.

 

La reforma laboral aprobada hace tres semanas en Grecia aumentó la jornada hasta 13 horas de trabajo diarias, entre dos empleos, y creó la figura de una sexta jornada semanal de trabajo. También castiga con multa y prisión el derecho a huelga, habilita el despido sin previo aviso y sin indemnización en el primer año de contrato y extiende el periodo de prueba a seis meses. La receta completa de la flexibilización laboral: “Llevó la jornada laboral al siglo XVIII”, compendió Siley. “Eso es caminar a la esclavitud, no es caminar a la libertad”, añadió.

 

Culpabilización de los incluidos

Para Gonzalo Assusa, doctor en ciencias antropológicas especializado en cultura del trabajo, la tradición peronista ha convertido la interpelación a los trabajadores en una interpelación ciudadana, ya que es el modo en que seguimos distribuyendo buena parte de nuestros derechos. En Brasil, en cambio, el lulismo tiene una interpelación mucho más fuerte a los pobres que a los trabajadores. Desde su perspectiva, cuando en el debate presidencial las distintas fuerzas políticas les hablaron a los trabajadores no lo hicieron “en términos de clase o de posición, ni siquiera están pensando en términos del mercado de trabajo. Están pensando en tipos morales de persona: los que trabajan y los que no”.

“Por eso también pegó la narrativa de ‘derechos que empobrecen’. Están trabajando en esa otra grieta, sobre todo desde la pandemia, entre quienes se pudieron quedar en su casa, quienes siguieron cobrando regularmente, versus quienes la hacen en el día a día”, sopesó Assusa. La elevada informalidad genera una desigual distribución de los derechos, lo que ha colaborado para que Milei tenga éxito en ordenar la discusión política y que esos derechos “efectivamente fueran codificados en términos de privilegios”.

Uno de los argumentos de Milei para impulsar una reforma laboral, donde despedir sea fácil y barato y se reduzca el costo de las cargas sociales —que, según el investigador, “no es muy distinto de lo que ya había dicho Macri en su gestión”—, es que hay “demasiado cuidado” sobre los derechos de los que ya están adentro. En la ética libertaria, “la culpa no es de los empresarios, la culpa no es de las corridas cambiarias, la culpa no es de los peces gordos, sino de quienes están incluidos”, sopesó Asussa. “Los procesos de polarización van borrando algunos actores fundamentales”, completó.

 

La hermandad quebrada

El trabajo no es el único ordenador identitario. El consumo fue uno de los grandes mecanismos de inclusión en la América Latina de las últimas décadas. “Cuando esas expectativas de consumo inyectado no se cumplieron, generaron mucha desestabilización”, consideró Asussa. El bajo nivel de desempleo indica que “hoy no estamos teniendo una crisis de empleo”, por lo que “el consumo está ahí traccionando políticamente, incluso mucho más que el trabajo”, estimó.

El problema de la falta de unidad de los trabajadores no radica en su heterogeneidad en términos estructurales que, para el investigador, siempre existió. La hermandad está quebrada por la intervención política de las derechas, que desplazaron los antagonismos: “No estamos pudiendo convencer que la brecha está entre empresarios fugadores, de un lado, y asalariados y trabajadores independientes en general, del otro. Estamos discutiendo si casta sí, si casta no, y nuestros propios candidatos se pelean por ver quién baja más los impuestos”. Han quedado también desplazadas del escenario electoral discusiones aún más trascendentales, como la del salario básico universal, que nos desafía a pensar si hay que sostener la vida y los derechos más allá del registro del empleo.

Cuando Milei añora a la Argentina de hace cien años tiene únicamente en la mira el crecimiento económico, no la calidad de vida de la población. Es otro Excel que sólo cierra con la gente afuera. Su dificultad no es la falta de comprensión de la economía, sino de la humanidad. Si además de Hayek se detuviera en Marx, hallaría que para él también “la libertad es la esencia del hombre”. Pero esta libertad solo se obtiene a través de una lucha permanente contra la alienación, es decir contra todas las potencias materiales y místicas que nos oprimen.

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