El tono megalómano, imperativo y colonialista de las amenazas y sanciones de Donald Trump a Venezuela, en un mensaje en su red Truth Social, en el que dice que el país “está completamente rodeado por la mayor armada jamás reunida en la historia de América del Sur y que esta fuerza solo seguirá creciendo, y la conmoción para ellos será como nada que hayan visto antes, hasta que devuelvan a los Estados Unidos de América todo el petróleo, las tierras y demás activos que nos robaron”, ha generado una cohesión interna entre el gobierno venezolano y sectores de la oposición que sienten una agresión inadmisible a su soberanía.
En medio de la escalada del conflicto han tenido lugar importantes marchas de apoyo al gobierno de Venezuela. La última tuvo lugar simultáneamente en 300 ciudades del país, tras el secuestro del barco —más el petróleo que cargaba— frente a las costas del país por parte de los Estados Unidos. También en ese país han tenido lugar marchas significativas en 65 ciudades donde miles de personas se han movilizado bajo la consigna “No a la guerra”. El 70% de la población estadounidense rechaza una intervención militar, mientras que en Venezuela esa cifra asciende al 93%.
En su desopilante mensaje, Trump ha develado el principal motivo de su ofensiva sobre Venezuela: derrocar al gobierno de Nicolás Maduro para tomar el control del territorio venezolano, ya sea vía un títere como María Corina Machado o por medio de algún otro candidato funcional a su gobierno. Además de exigir que le devuelvan el petróleo, las tierras y activos que los venezolanos “les han robado”, Trump humilló, en ese mensaje, a los miles de venezolanos de buena fe que emigraron a Estados Unidos —fundamentalmente como resultado ex profeso de la política de sanciones a Venezuela— al acusarlos de “inmigrantes ilegales y criminales que el régimen de Maduro ha enviado a Estados Unidos durante la débil e inepta administración Biden”. Trump siempre critica a su antecesor. Al inicio de su campaña electoral, en junio de 2023, lo hizo duramente al señalar que, cuando dejó la presidencia, “Venezuela estaba a punto de colapsar. Nos hubiéramos apoderado de ella, nos hubiéramos quedado con todo ese petróleo (…). Ahora se lo compramos al dictador y lo hacemos más rico”.
Escándalo sin precedentes
Mientras tanto, los fuegos artificiales que proyectaba María Corina Machado, galardonada con el Nobel de la Paz, solo fueron flor de un día. Nadie habla del señor Edmundo ni de María Corina en Venezuela. Políticos opositores a Maduro no la respaldan por incitar y avalar una invasión militar a su país y comportarse como embajadora ad hoc de Estados Unidos al señalar que “Maduro tiene las horas contadas en el gobierno y se irá por las buenas o por las malas”. Tampoco cayó bien que dijera, sin ningún sustento estadístico, que en Venezuela “los carteles de la droga han tomado el control del 60%” de la población y que “no sólo están involucrados en el narcotráfico, sino también en la trata de personas y en redes de prostitución (…) Venezuela se ha convertido en el centro criminal de las Américas”. Estas mismas palabras acusadoras las utilizó Trump en su abominable mensaje al señalar que “Maduro está utilizando el petróleo de estos yacimientos robados (a Estados Unidos) para financiarse, así como para el narcoterrorismo, la trata de personas, el asesinato y el secuestro”. Esas fueron las razones utilizadas para designar al régimen venezolano como “organización terrorista extranjera”. Por lo tanto, ordenó “un bloqueo total y completo de todos los buques petroleros sancionados que entren o salgan de Venezuela”.
Con base en las denuncias sin sustento de María Corina, el mensaje de Trump concluye: “Estados Unidos no permitirá que criminales, terroristas u otros países roben, amenacen o dañen a nuestra nación y, de igual manera, no permitirá que un régimen hostil se apropie de nuestro petróleo, tierras o cualquier otro activo, los cuales deben ser devueltos a Estados Unidos inmediatamente. ¡Gracias por su atención a este asunto!”.
En la historia reciente no se registra un relato tan grotesco y escandaloso para justificar el derrocamiento de un gobierno. En una entrevista con Vanity Fair, la jefa de Gabinete de la Casa Blanca, Susie Wiles, ha confirmado las pretensiones de despojo contra Venezuela implementadas por Estados Unidos y ha dicho que Trump quiere seguir destruyendo embarcaciones supuestamente cargadas de drogas en el Caribe hasta que el mandatario venezolano “se rinda”. Desde fines de agosto a la fecha, se ha segado la vida de más de 100 ciudadanos a bordo de 28 embarcaciones. Esto ocurrió bajo la acusación de ser narcotraficantes sin que medie prueba alguna y sin el más mínimo respeto a los derechos que tiene el más avezado delincuente a su defensa.
El miércoles, el fundador de WikiLeaks, Julian Assange, presentó una denuncia penal en contra de 30 personas vinculadas con la Fundación Nobel por cometer delitos graves, entre los que se encuentran los supuestos delitos de apropiación indebida de fondos, crímenes de lesa humanidad y el financiamiento del crimen de agresión. Según Assange, el testamento del creador del premio que lleva su nombre establece que "la dotación de Alfred Nobel para la paz no puede usarse para la promoción de la guerra, pues indica que el premio de la paz se dé a la persona que durante el año anterior 'otorgó el mayor beneficio a la humanidad', al realizar 'el mayor o mejor trabajo en favor de la fraternidad entre las naciones, en favor de la abolición o reducción de los ejércitos permanentes y en favor de la celebración y promoción de congresos de paz'”. Así, Assange argumenta que "cualquier desembolso que contradiga este mandato constituye una apropiación indebida de la dotación". A su juicio, las acciones previas y en curso excluyen categóricamente a Machado de los criterios establecidos en el testamento de Alfred Nobel.
Reacciones en la región
Salvo el respaldo de los miembros de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Venezuela, Cuba, Bolivia, Nicaragua, Dominica, Antigua y Barbuda, San Vicente y las Granadinas, Santa Lucía, Granada y San Cristóbal y Nieves) y los Presidentes de Brasil, Colombia y México, el resto de los líderes de nuestra región, y por supuesto la OEA, parecen embalsamados frente a la creciente tensión y amenazas de Trump a Venezuela. Mudos.
La más coherente, sin dudas, ha sido la Presidenta Claudia Sheinbaum, quien instó a la Organización de Naciones Unidas a que actúe frente a las agresiones del Presidente Donald Trump en contra de Venezuela. Contundente, pero con mucha diplomacia, pidió que “asuma su papel para evitar cualquier derramamiento de sangre y que se busque siempre la solución pacífica de los conflictos”. Sheinbaum reiteró la posición de México, acorde con la Constitución, de no intervención, no injerencia extranjera, autodeterminación de los pueblos y solución pacífica de las controversias. Ello, independientemente de las diversas opiniones sobre el régimen venezolano y la presidencia de Maduro. Es bajo esta mirada que Sheinbaum reconoció el resultado de las elecciones de julio de 2024 en Venezuela, a diferencia de Gustavo Petro y Lula. Este último vetó el ingreso de Venezuela a los BRICS en la Cumbre de Kazán, Rusia, en octubre de 2024.
Al día siguiente, el Presidente Lula dijo que nuestra región no es una zona de guerra y sí una región de paz y que está dispuesto a mediar entre Venezuela y Estados Unidos, pues la diplomacia “da mucho más resultado” que las posturas belicistas. Además, informó que ya había iniciado conversaciones con el Presidente Maduro y que durante la comunicación que sostuvo con Trump hacía dos semanas, le había manifestado su preocupación por la situación de Venezuela. Ayer, durante su intervención en la cumbre de líderes del Mercosur, Lula dijo que una intervención armada en Venezuela se convertiría en una catástrofe humanitaria para el hemisferio y en un precedente peligroso para todo el mundo. Y agregó que “más de cuatro décadas después de la guerra de las Malvinas, el continente suramericano vuelve a verse amenazado por la presencia militar de una potencia extra-regional. Se están testeando los límites del derecho internacional”.
Gustavo Petro ha sido firme en rechazar la injerencia estadounidense en ese país. Ha señalado reiteradamente que a Trump no le interesa la lucha contra el narcotráfico, sino el petróleo y las riquezas de Venezuela; ha evocado a Bolívar y a la Gran Colombia y ha expresado su solidaridad con Maduro y el pueblo venezolano. Sin embargo, en medio del enfrentamiento con Estados Unidos, también ha dicho que Venezuela necesita una “revolución democrática” y no “represiones ineficientes”, al comentar sobre la retención y anulación del pasaporte que sufrió el 10 de diciembre el cardenal Baltazar Porras.
Fuera de la región
Esta semana el Presidente Maduro sostuvo una conversación telefónica con el secretario general de la ONU, António Guterres, ante quien calificó las acciones estadounidenses como parte de una “diplomacia de la barbarie ajena a la convivencia internacional”. Guterres se comprometió a abordar el tema en el Consejo de Seguridad.
Por otro lado, el ministro de Relaciones Exteriores de China, Wang Yi, ha señalado que su país apoya los esfuerzos de Venezuela por proteger su soberanía nacional en medio del bloqueo naval de Estados Unidos y se opone a cualquier forma de presión unilateral. Dijo también que China y Venezuela son socios estratégicos, y que la confianza y el apoyo mutuos son una tradición en las relaciones chino-venezolanas.
Rusia ha invocado a la administración Trump a "no cometer un error fatal" y abstenerse de seguir deslizándose hacia una situación que entraña consecuencias imprevisibles para todo el hemisferio occidental. “Constatamos una escalada ininterrumpida y deliberada de la tensión en torno a Venezuela, país amigo para nosotros. Especial inquietud provoca el carácter unilateral de las decisiones que crean una amenaza para la navegación marítima internacional", señaló la Cancillería rusa en un comunicado. "Siguen manteniendo plena vigencia las palabras del ilustre hijo de América Latina, Simón Bolívar: 'Cada pueblo tiene derecho a elegir por sí mismo a sus gobernantes, y los demás países deben respetar esa elección'".
El gobierno de Alemania también ha expresado su preocupación ante la orden del Presidente Trump de bloquear a los petroleros sancionados que ingresan y salen de Venezuela, y advirtió sobre los riesgos que una medida de ese tipo podría representar para la paz y la estabilidad regional. El portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores alemán, Martin Giesesel, advirtió que debe respetarse el derecho internacional y que un bloqueo naval es violatorio del derecho internacional y puede ser considerado un acto de guerra”.
Estados Unidos tiene a casi todos los países de la región en su redil, pero no le será fácil sumar a Venezuela. Desde su primer mandato, todos sus intentos han fracasado a pesar de la trilogía Mauricio Claver-Carone, Marco Rubio y Elliot Abrahams, y el inefable Presidente interino Juan Guaidó (2019-2023). Hace 25 semanas que Venezuela enfrenta un hostigamiento en todos los frentes, pero cuanto más la agreden, mayor es la resistencia que se genera. Ni la recompensa por los 50 millones de dólares ha sido suficiente para dividir a las Fuerzas Armadas. Los grupos de la CIA infiltrados en Venezuela pueden ser siempre un peligro para la realización de operaciones encubiertas, pero no se puede desconocer que el de Venezuela es un gobierno cívico-militar bien organizado.
Todo parece indicar que Estados Unidos no se animará a invadir Venezuela. Trump cuenta con un nivel de aprobación de 39%, según una encuesta de la CNN, y 70% de la población rechaza la invasión, en un escenario en el que dentro de once meses habrá elecciones de medio término. Lo más probable es que los venezolanos deban enfrentar un acecho de larga duración en varios frentes, con presión ahora desde Chile y la Argentina, y quizás el próximo año desde Colombia y quién sabe si también Brasil, aunque hoy las encuestas favorecen a las fuerzas políticas de ambos mandatarios. Presión y desestabilización serán probablemente parte del juego.
Mientras la administración estadounidense intensifica su presión sobre Venezuela, políticos, ciudadanos y activistas en Estados Unidos advierten que una guerra en el Caribe no solo sería ilegal, sino políticamente costosa y moralmente indefendible. Además, afectaría a la región y a los propios intereses del pueblo estadounidense.
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