La mordaza a los hijos de Birri

El documentalismo argentino es otro blanco a silenciar

 

En un contexto político caracterizado por un inusitado nivel de ocultamiento de la realidad y por la persecución oficial a toda expresión, sea periodística, judicial o artística, que pueda servir como espejo social o motivar a la reflexión, el documentalismo argentino es otro blanco a silenciar.

Sin embargo, como viene sucediendo en varios frentes de una parte de la sociedad que no se resigna, los realizadores están dando pelea.

DOCA es una de las asociaciones más activas. Reúne a directores argentinos de documentales en la defensa de un cine independiente, que construya identidad y memoria, que permita debatir nuestro pasado, presente y futuro.

El director Fernando Krichmar, uno de sus miembros, con varias batallas en su haber, puntualiza: “Este gobierno es ideológicamente contrario al desarrollo del cine documental, lo demostró desde el primer día cuando el jefe de gabinete del entonces titular Alejandro Cacetta nos dijo "el INCAA no está para pagarles sus hobbies".

Desde 2006 los cineastas documentales, agrupados en varias asociaciones nacionales y provinciales, solicitaron en las calles que se habilitara  una “vía” de producción de bajo presupuesto, sin exigencia de antecedentes y con jurados elegidos democráticamente por las asociaciones de documentalistas, agrega.

Fue una conquista histórica.  En 2007 se obtuvo  un plan de fomento exclusivamente para el cine documental, conocido como “vía digital o documental de bajo presupuesto”.

Resalta Krichmar: “Doce años después de su instauración, ha forjado un cine documental con propuestas sólidas, con el valor de multiplicar las miradas sobre nuestra realidad, dejar testimonios audiovisuales perdurables, y generar productos que pueden articular con experiencias sociales o pedagógicas. Ese pujante cine difunde nuestra realidad en  festivales y foros del mundo, obteniendo numerosos reconocimientos.” Hasta la fecha se han producido por este sistema unas 1000 películas.

 

La actual asfixia del sector

Con la nueva gestión, la embestida se manifiesta principalmente en la falta de canales de exhibición y distribución y en la sub-ejecución  presupuestaria, debida al atraso en la conformación de los comités de selección de los proyectos, para el otorgamiento de los fondos.

Siempre hubo cuatro o cinco comités de selección por año. Cada uno analizaba, en unos tres meses de tarea, unos cuarenta proyectos, de los cuales podían resultar ganadores un promedio de treinta, lo que significaba aproximadamente 120 al año.

"Por más que hemos dado una lucha feroz al interior del consejo asesor todo el año pasado y se han nombrado una cantidad importante de comités de documentales, los mismos no son convocados”, informan los documentalistas.

Con este estiramiento de los llamados, a fin de año en lugar de tener 120 proyectos para ser rodados, se estima que habrá solamente 30 y el resto quedarán para el siguiente año. Así impera y se perpetúa la sub-ejecución presupuestaria.

 

La falta de canales de exhibición

Es otro de los aspectos vitales en donde se acorrala al documental nacional.

Cuando se pensó en la vía digital, desde la desdeñosa mirada hegemónica pudo imaginarse que se filmarían pequeños documentales, quizá para televisión, sin una factura de cine.

Contrariando prejuicios históricos los realizadores demostraron que la alta calidad cinematográfica de sus películas estaba a la altura de la lucha planteada. Merecieron, incluso, el premio más importante en el último Festival de Mar del Plata.

Sin embargo, para el pensamiento mercantilista industrial, reflejado en las decisiones del INCAA, siguen siendo tratados como una especie de sub-cine.

Es parte de la batalla del cine documental independiente.  Excluido del circuito comercial,  debe enfrentarse a la industria concentrada y su concepción de un modo de narrar y producir en términos de “espectáculo-entretenimiento”, versus el concepto de “obra artística” o de valor testimonial.

Sin embargo, quedó comprobado que, si hay una mínima posibilidad de tener un lanzamiento, si hay salas para ellos y se respeta una cierta continuidad, el público responde, ávido de estas propuestas.

Un caso emblemático es el documental Seré millones, de Fernando Krichmar, estrenado en 2014, que logró casi tres meses de permanencia en el Gaumont y fue visto por más de 10.000 espectadores, entre muchos otros como Pibe chorro, estrenado hace dos años, con más de 5000 espectadores. Esto también derriba un mito: “hacen películas que nadie ve”.

 

 

Existe un intento de retacearles las escasas salas de exhibición oficiales para relegarlos a un lugar en la plataforma de “Cine.Ar” del INCAA.

Esto no es aceptado por los documentalistas ya que no garantiza suficientes entradas y se contrapone con la forma en que conciben la distribución.

No se trata de un cine gestado como mero entretenimiento, sino que dirige una propuesta de reflexión activa al espectador. Esto es la antítesis del pretendido confinamiento a una plataforma, admisible quizá como continuidad, pero no sustituyendo la exhibición en sala.

Una de las necesidades urgentes es la apertura de más cines del circuito alternativo del Estado, la creación de una red popular. Al contrario, este se viene achicando tal como refleja el cierre en 2017 del espacio INCAA de Constitución, en el mejor momento de concurrencia de espectadores.

Solamente quedan el cine Gaumont, ocupado muchas veces con destino a eventos, y las salas INCAA de las provincias.  Un esquema insuficiente.

Se multiplican los documentales que esperan infructuosamente su estreno. Aquellos que lo logran, son sometidos semana tras semana a la arbitrariedad de decisiones de personal administrativo que define, sin interlocutores idóneos, su admisión, horarios y permanencia.

 

Los gatos pardos

Ariel Borenstein, director junto a Damián Finvarb de Entre gatos universalmente pardos, relata: “Seguimos el proceso que se da desde que se obtuvo la vía digital: presentamos el proyecto, fue a comité evaluatorio en donde finalmente se aprobó y a partir de ahí empezó el camino de cobro de cuotas y rendiciones. A diferencia de otras veces, esta gestión se niega a dar prórrogas. Por ejemplo, en nuestro caso la pedimos porque habíamos obtenido un valioso material de archivo. No sólo sin ningún criterio cinematográfico la negaron sino que nos descontaron plata de la última cuota. Luego para estrenar, lo debimos hacer en un sólo horario por una sola semana, cuando siempre fueron dos horarios y dos semanas. Y así semana a semana, una pelea porque todos nos amontonamos en el Gaumont.”

 

Hablemos de censura

Tal como señala el director Juan Mascaró, estamos ante una censura de rostro económico pero de clara genealogía ideológica. Quieren impedir que el público se encuentre con este cine cargado de esa misma realidad e historicidad que el gobierno quiere barrer debajo de la alfombra, para seguir entregando los recursos del país a cambio de oscuros negocios personales. Estos documentales ninguneados por estos CEOs del subdesarrollo vienen siendo desde 2006 la mitad de la producción cinematográfica nacional”.

Acceder a un cine diverso y testimonial es un derecho no solamente de los realizadores, sino también del púbico.

 

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