La muerte del derecho y la prisión sin razones

La prisión sin razones de Carlos Zannini

Estimado Carlos:

Hace algunas semanas publicaste una carta abierta en la que preguntabas: ¿Puede alguien, en derecho, explicar mi prisión? A los pocos días te respondieron Raúl Zaffaroni y Julio Maier. Ambos, aún con sus diferencias, entendían que no había razones fundadas en derecho para tu detención preventiva. Luego otros colegas sumaron sus voces y esta semana lo hizo nuestra querida Estela de Carlotto. Mi intención de contestarte no obedece a la posibilidad de agregar algo a lo que ya han escrito quienes considero mis Maestros, sino en el hecho de sentirme interpelada, por tu carta abierta, como profesional del derecho, como docente de derecho penal y como militante que trabaja de abogada.

No puedo dejar de decirte, a priori, que lamentablemente los operadores judiciales de nuestro país hacen un abuso de la prisión preventiva, transformando —para ciertos delitos y para algunos imputados— la excepción en regla. Un instituto que debería tener como finalidad exclusiva el aseguramiento del proceso y la justicia —que la persona no se fugue, ya que no hay juicio en ausencia, y que no entorpezca la investigación— se utiliza para otros variados fines, según sea el caso. Esta afirmación se puede ver en los guarismos que reflejan que hoy el 49% de las personas detenidas lo están en carácter preventivo [1]. Se trata de un mal endémico del Poder Judicial que tiene múltiples causas, pero todas ellas se encuentran atravesadas por la falta de respeto —y de registro— a/de la dignidad del ser humano de parte de los operadores.

Dicho esto que bien podría explicar —no desde el derecho, por cierto— muchas prisiones preventivas, está claro que ese argumento no alcanza para explicar la tuya, por varias cuestiones. En principio, la grotesca imputación por la que te procesaron [2] —que por razones de extensión no abordaré aquí— es de por sí una de persecución política inédita en la historia del derecho argentino: criminalizar un acto de gobierno en el que intervinieron el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo, que luego es declarado inconstitucional por el Poder Judicial, subsumiendo esos hechos en el delito de traición a la patria. Pero, como bien expresás en tu carta, posteriormente la Cámara Federal de Apelaciones modificó la calificación de esos hechos, quitando la imputación de traición a la patria, y dejando la de un encubrimiento agravado —pena de prisión de 1 a 6 años— , de un estorbo funcional —pena de prisión de 15 días a 6 meses— y un abuso de autoridad —pena de prisión de 1 mes a dos años—. El máximo de estos delitos en concurso es el de 6 años y el mínimo 1.

El hecho de que no tengas ningún antecedente previo hace pensar que incluso en un escenario hipotético en el que te pudieran condenar por esos hechos, esa pena podría quedar en suspenso. Es por eso que en estas situaciones, más que en ninguna otra, se debería probar en la causa que la persona imputada ha demostrado de algún modo que intentará profugarse o que amedrentará a testigos o podrá hacerse de prueba necesaria —informes, documentos, etc.—. Sin embargo, ni de la causa ni de las resoluciones judiciales surge fundamento alguno de este tipo para justificar tu prisión preventiva. Hasta aquí podrían ser las razones del derecho.

Y quizás no haya razones del derecho porque, como escribí hace unos meses, lo han matado: “Ya se anunciaron la muerte de dios y la de la Historia, llegó el momento de asistir a la muerte del derecho” [3].

Históricamente, el Poder Judicial ha tenido un rol político —quizás debamos todxs hacer mea culpa de no haber podido develarlo a tiempo—; sin embargo, resultaba inverosímil, en un marco democrático, la activa y decisiva acción judicial en la actual persecución a oponentes políticos, militantes, sindicalistas y dirigentes indígenas. En ese sentido no estás solo. La persecución a Lula, a Cristina, a Milagro y a una larga lista de compañerxs da fe de eso.

Lo que quizás me movió a contestarte fue el hecho de que, entre todas las injusticias que nos atraviesan en estos tiempos hostiles, la tuya tiene una particularidad: vos estuviste cuatro años preso por el terrorismo de Estado, por razones estrictamente políticas. Tu detención dependía del Poder Ejecutivo que, sin descaro ni presunción de legalidad, privaba de la libertad mediante decretos —en el mejor de los casos— a miles de personas. Hoy, cuarenta y tres años después, nuevamente son razones políticas las que te llevan a perder tu libertad. Aquellos que trabajamos en la búsqueda de la Justicia por los hechos más atroces de nuestra reciente historia, nos vemos interpelados por nuevas persecuciones, nuevas privaciones de la libertad y nuevas violaciones a los derechos humanos: otra vez nos quieren llenar de miedo a todos lxs que soñamos “con un mundo mejor, sin exclusión con más igualdad, solidario y protector de familias e individuos” [4], parafraseándote.

No sé si lo que te afecta hoy “quizás ocupe una simple línea en la historia universal de la infamia” [5], pero no tengo dudas de que quienes hoy nos gobiernan, nos persiguen, nos criminalizan, nos ajustan, nos quitan derechos, venden nuestra patria, regalan nuestra soberanía e hipotecan nuestro futuro, tendrán un lugar destacado en esa historia universal.

 

[1] Datos del año 2016 del Sistema Nacional de Estadísticas sobre Ejecución de la Pena (SNEEP) del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos: de 76.261 individuos privados de su libertad, más de 35.000  no tenían una condena en su contra - el 49%-.

[2]  Para ver en más detalle: https://www.elcohetealaluna.com/gobierno-los-jueces/

[3] https://www.pagina12.com.ar/75165-la-muerte-del-derecho

[4] Carta de Carlos Zannini a Cristina Fernández de Kirchner escrita desde la cárcel  el 13 de diciembre de 2017.

[5] Ídem.

 

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