La música que escuché mientras escribía esta nota

De barro fue una de mis canciones de cuna. Escrita por Troilo y Manzi sonó en todas las radios del país en 1943, cuando yo tenía un año. Mucho después entendí el sentido de esa letra, que el gran tenor Francisco Fiorentino cantaba en forma estremecedora.

Va la letra también para que puedan comprobar lo que me enseñó en la adolescencia Paul Rouger, un director teatral, detenido desaparecido por la última dictadura. Gran anfitrión, charlatán insuperable, el Gordo Rouger nos hizo conocer a Manzi. Los brasileños llamaron al tango “O lamento do cornudo” (tan parecido al samba pre bossa nova, el que cantaba Francisco Alves). Manzi era lo contrario: no sufría por una mina que lo dejó por otro, lo atormentaba el daño que él había hecho. Por eso es mi poeta preferido en 2x4.

 

De Barro

Troilo y Manzi)

Estoy mirando mi vida

en el cristal de un charquito

y pasan mientras medito

las horas perdidas,

los sueños marchitos. 

Y están tus ojos queridos

en el espejo de barro,

fantasma de mi cigarro,

reproche y olvido,

condena y perdón.

 Vuelven tus ojos lejanos

con el llanto de aquel día.

Pensar que puse en tus manos

una culpa que era mía.

Pensar que no te llamé

y me alegré

mientras estabas penando,

pensar que no te seguí

y me reí

cuando te fuiste llorando.

Y hoy que no vale mi vida

ni este pucho del cigarro,

recién sé que son de barro

el desprecio y el rencor.

Así midiendo tu pena

noches y noches consumo

buscando ver en el humo

del pucho que fumo

tu imagen serena.

Y al encontrarte perdida

entre cigarro y cigarro,

sé que fue todo de barro,

de barro mi vida,

de barro mi amor.

 

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