La música que escuché al escribir

Adolfo Abalos al piano

 

Los Hermanos Abalos fueron el primer y más duradero conjunto de música folklórica argentina, antes que los Chalchaleros y los Fronterizos. Eran hijos de santiagueños, pero afincados en Buenos Aires. Adolfo era el segundo de los cinco y contaba que había nacido en la misma manzana que Pichuco y el Mono Villegas, que de ser cierto merecería ser considerada monumento musical.

Fueron figuras centrales de la cultura popular desde su temprana aparición en La guerra gaucha, dirigida al comenzar la década de 1940 por Lucio Demare, hermano del también pianista Lucio Demare. Adolfo en el piano, los demás con las usuales guitarras, bombo, charango o quena. Fueron un sonido de fondo habitual en las transmisiones de las radios más escuchadas  durante los años del primer peronismo, que difundían con preferencia la música argentina. Siguieron tocando hasta 1998, cuando celebraron las seis décadas del conjunto.

Recién en 2000, Adolfo publicó dos discos como solista. Las grabaciones de Música del Noroeste son de los quince años previos,  pero hasta entonces sólo se conocían en círculos reducidos.

 

 

En cambio las de El Piano de Adolfo Abalos son del mismo 2000, cuando ya tenía 85 años. Su amor por la música de su provincia nació ochenta años antes, a partir de las clases que tomó en Santiago con Manuel Gómez Carrillo, el gran recopilador de la música nativa del norte argentino.

Por supuesto hay zambas, gatos, chacareras, carnavalitos, chamamés y malambos, que Adolfo interpreta en el piano en forma exquisita, y que también canta y acompaña en bombo. Pero también hay curiosidades, como el Gatito de Tchaikovsky, basado en la suite del ballet Cascanueces. En Santiago tuvo gran éxito y el público quiso conocer al autor, según cuenta el etnomusicólogo francés Michel Plisson, quien también se animó a tocar la guitarra en la chacarera La Vieja, donde Adolfo se ocupó del bombo y sus hijos Nancy, Marina y Amílcar gastaron el piano a seis manos.

Esa edición, que el gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires produjo cuando Teresa Anchorena era la Secretaria de Cultura de Enrique Olivera, incluye un par de tangos. Adolfo los compuso e interpreta con un sentimiento porteño que no acompañó a otros grandes del folklore cuando quisieron homenajear a la música de la ciudad. Uno se llama En pleno Nueva York y el otro Pebeta linda que yo quiero. Fue después de una de las giras del conjunto que en respuesta a la pregunta sobre cómo era Nueva York, compusieron su chacarera Casas más, casas menos, igualito a mi Santiago. Algunos temas se repiten en ambos discos.

 

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CASAS MAS, CASAS MENOS - Chacarera

Letra y Música: Hermanos Abalos

Buenos Aires, tierra hermosa,
Nueva York, grandioso pago.
Casas más, casas menos,
igualito a mi Santiago.

En Italia está la Gina
en la U.S.A. Marilyn
en Santiago está mi Juana,
vive cerca de Mailín.

El avión es cosa buena
cuando se anda con apuro,
claro que en carro con mulas
también se llega y seguro.

Larará,lará larara
Casas más, casas menos,
igualito a mi Santiago.

Son el Dulce y el Salado
lo dos ríos santiagueños
como el Eufrates y el Tigris
son ríos mesopotámicos.

En la pesca todo vale,
la ballena, el bacalao,
las de veinte, las de treinta
el río Dulce y el Salado.

De regreso por los Andes
incendiados de alborada,
reviví mis años changos,
por las lomas coloradas.

Larará, lará,larara:
Casas más, casas menos
igualito a mi Santiago.

 

Este último disco incluye también una frase que quiero compartir, escrita por Lalo Schiffrin, el gran pianista argentino de Dizzy Gillespie: "Su infinito buen gusto, su impecable manera de tocar, su suave dominio del teclado siempre me emocionaron. Adolfo es de esos pocos anfibios, como Horacio Salgán, Oscar Peterson, Chucho Valdez y Friedrich Gulda, que se mueven en una atmósfera atada a las raíces de la tierra pero que vuelan por la fantasía de los sueños".

 

Salgán, Adolfo y el Mono Villegas.

 

Me parece la respuesta perfecta a los tontos que opinan de la música según la nacionalidad del género o el artista, y a quienes nadie obliga a escuchar lo que no les interesa. Ellos se lo pierden.

 

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