SUSTITUIR IMPORTACIONES, ESO ES

La salida exportadora y sus dificultades, estructurales y por el proteccionismo global

 

Como consecuencia del desmán económico e institucional que caracterizó al gobierno saliente, y la necesidad de revertirlo a la vez que triunfando en la realización de una propuesta política diferente (y contraria), se ha puesto a la vista del público una cuestión que siempre estuvo en debate dentro de los ámbitos de discusión orientados a la política económica argentina que mantienen ciertos grados de afinidades con el sector político que hoy representa el Frente de Todos: ¿cuál es, o cuál debería ser, la política económica  para lograr que la Argentina crezca sostenidamente y pueda superar sus fisuras como sociedad? La coalición política entrante se ha propuesto poner el problema en el centro de la escena. El problema a resolver es el de completar la trama industrial que permita proveer de insumos básicos a los sectores productores de bienes finales durante las etapas de expansión.

Entre 2002 y 2007 el PBI argentino creció a una notable tasa promedio anual de 8,8%, mientras que durante 2008 y 2015 solamente lo hizo a razón del 1,5% promedio anual. En el período que va desde 2011 hasta 2015, la última administración de Cristina Fernández de Kirchner se encontró con dificultades para mantener el crecimiento de la economía tras la reaparición de la restricción externa, que es como se suele denominar a una situación de tensiones en la balanza de pagos: hay menos dólares de los que hacen falta para erogar todos los pagos externos. Reaparición de la restricción externa remite a la merma del saldo comercial que ya se había hecho presente cada vez que en el pasado se quiso mejorar el nivel de vida de las mayorías. Las restricciones enfrentadas por el kirchnerismo en el aspecto comercial estuvieron muy vinculadas al mal estado general de la economía mundial, originadas en la crisis de 2008, se agravaron justamente por esta insuficiencia estructural que la economía argentina mantiene desde hace tiempo.

Considerando que el desarrollo económico requiere ante todo que se eleve aceleradamente el PBI per cápita (en el caso argentino sería necesario que crezca entre un 100% y un 150% para llegar a los niveles de los países desarrollados), es evidente que no es posible sostener ese ritmo de crecimiento en ausencia de un cambio estructural. Ese cambio estructural consiste en completar el ciclo industrial pesado (ahora llamado de insumos difundidos) y volver a producir en algunos rubros que fueron desplazados. La adversidad del resultado comercial estuvo influida en gran parte por el avance del sector automotriz y la producción en el polo industrial en Tierra del Fuego, que por su baja integración nacional ocasionaron que esta expansión generara un aumento de las importaciones de insumos, y por el estancamiento en la producción energética, cuya expansión no fue propiciada por una política acorde. Por otro lado, si se analiza la incidencia del componente importado en las maquinarias que utiliza la Argentina, esta es aproximadamente del 62%.

 

 

Alternativa exportadora

Sin embargo, hasta hace muy poco varios economistas argentinos sostenían que dados los mayores grados de apertura que el comercio internacional exhibía antes de la aparición de Donald Trump, se volvía imposible la realización de un proceso de sustitución de importaciones como el que llevó adelante la economía argentina hasta que lo socavó el golpe de 1976. De ahí que recomendasen buscar la alternativa en el aumento de las exportaciones, y con un menor grado de precisión, incorporar productos o procesos productivos en la industria argentina que mantengan cierto grado de desarrollo tecnológico. Es lo que ha llevado a la insistencia que mantienen algunos referentes políticos en la necesidad de elevar la proporción del gasto en ciencia y tecnología como proporción del PBI argentino, sin mayor exactitud.

Como ejemplo de la apertura mentada se cita el funcionamiento de la Organización Mundial de Comercio (OMC), que aparentemente bloquearía cualquier intento por parte de los países subdesarrollados de efectuar una modificación en las ramas de las que se trate. En realidad, es bastante difuso el concepto de mayor apertura. En principio, podemos dar los ejemplos de los Estados Unidos y Japón, que mantienen coeficientes de importación cercanos al 10% del PBI, como parámetro de la “apertura” de los países desarrollados. Para la Unión Europea el caso es diferente, puesto que mantienen un alto volumen de comercio entre los países miembros, pero mantienen actitudes proteccionistas hacia el resto del mundo .

Se suele decir en las publicaciones y exposiciones que simpatizan con el libre comercio que la OMC no logró abatir las prácticas proteccionistas como aparentemente pretendía, además de haber sido puesta en crisis por la política comercial reciente del gobierno norteamericano. Por lo que en realidad, el argumento de la apertura internacional tiene más de consigna conservadora que de posición rigurosa. Y de hecho, no se lo suele acompañar con demostraciones o comparaciones que permitan fundamentarlo. Simplemente se lo da por sentado como algo tan obvio que no es necesario perder tiempo en demostrarlo.

Es una actitud de resignación llamativa, puesto que consiste en aceptar que el principal recurso que el país tiene para volver viable el incremento de la tasa de crecimiento de su economía está descartado. Las características estructuralmente proteccionistas de las economías capitalistas que hoy se hacen evidentes con el conflicto que mantiene Estados Unidos con China mientras la administración de Trump dinamita el llamado multilateralismo, nunca fueron registradas por quienes sostienen estas posturas, ni los disuaden de la viabilidad de la idea.

 

 

Argentinización de la economía

Eso se debe a razones que se hunden en la historia de las corrientes ideológicas argentinas. El principal argumento exportador no es nuevo ni tuvo su origen en una observación moderna, sino que surgió como una crítica hacia la política desarrollista efectuada entre 1958 y 1962. Encontramos ejemplos de esto en el famoso libro de Aldo Ferrer, La Economía Argentina. Ferrer sostiene que la política seguida por el gobierno de Arturo Frondizi, si bien fue acertada en focalizarse en rubros estratégicos de la industria pesada y tuvo éxito en promover la expansión de los sectores elegidos, tenía por fin disminuir indefinidamente el coeficiente de importaciones, que no pudo reducirse por encima del 10%, y que eso fue motivo de estrangulamientos externos posteriores. Sumado a esto, como contraposición a la política de captación de recursos extranjeros para impulsar el desarrollo, Ferrer sostenía que no era necesario recurrir a las empresas multinacionales como principales impulsoras del dinamismo en los sectores que se deseaba alentar cuando existen diversas fuentes para obtener tecnología y recursos, objetando que “por el contrario, el desarrollo económico acelerado e independiente implica asumir el control de los sectores dinámicos de la economía nacional”.

A partir de esto Ferrer concluía que debían movilizarse recursos internos para alentar a las ramas exportadoras, señalando que “las oportunidades están en el mercado internacional, en gran parte al nivel del comercio de manufacturas”, para concluir que “la expansión de las exportaciones depende de las políticas internas que amplíen y diversifiquen los mercados de exportación”. Ferrer observaba que la Argentina tenía posibilidades de llevar adelante esta estrategia por su posibilidad de generar excedentes en el sector agrícola para la exportación a la vez de poder autoabastecerse en energía y producir más de la mitad de los equipos que utilizaba. En realidad, los argumentos de Ferrer mantienen una contradicción. Durante la experiencia que él critica, la producción de acero que permitió el resultado citado en bienes de capital se triplicó. También, en esos mismos años que van desde 1958 hasta 1961 la producción nacional de petróleo se triplicó, permitiendo el autoabastecimiento, nunca hasta entonces logrado.

Es también entre estos años que la producción de tractores para el agro pasó de 6.856 a 20.229 unidades , mientras que se repusieron las existencias ganaderas, y las cabezas de ganado vacuno aumentaron en 2 millones. De hecho, el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), creado en 1956, recibió apoyo a partir de 1958, en línea con este proceso. Lo que tuvo como consecuencia, entre otras cosas, un amplio aumento de la formación de técnicos en el sector. Es decir que en realidad, las bases que Ferrer veneraba como habilitadoras para su propuesta se debían a la política que sugería reemplazar, aduciendo que entorpecían el establecimiento de las bases de un desarrollo acelerado. Lo más notable es que el escepticismo que Ferrer manifestaba sobre las posibilidades de sostener el desarrollo acelerado e independiente sin tropezar con estrangulamientos externos se contrapone con el hecho de que entre 1963 y 1975, el PBI Argentino creció en total un 88%, y los años de déficit comercial fueron solamente dos, 1971 y 1975. Y eso a pesar de la adversidad que mantenían los gobiernos de facto por los cambios acontecidos en la economía argentina y su estructura social, que siempre pretendieron retrasar.

Frente a esto resulta difícil sostener que la política frondizista adolecía de inconsistencias en el plano comercial, sobre todo si se tiene en cuenta que en el lapso aludido las exportaciones aumentaron un 143% en valor. Lo que nos da lugar para concluir nuestra evaluación sobre este aspecto del problema: no es posible orientar recursos a la exportación sin resolver la cuestión interna del abastecimiento, puesto que en definitiva, los mismos problemas que tiene el mercado interno para su avance los tiene el impulso a las exportaciones. Con el agravante de que estas tienen por fin pagar del exterior lo que se requiere para su propia producción, cayendo esta propuesta en el vicio circular de que para prosperar, tiene que financiarse a sí misma antes de haber generado los recursos necesarios para ello. Es por esto que en realidad, utilizar el capital extranjero es tan necesario para impulsar las exportaciones, como lo prueba la recurrencia a este que se ha observado en lo relacionado la explotación del yacimiento petrolero de Vaca Muerta que, si se lo piensa, ha seguido un derrotero muy similar al de la política petrolera de comienzos de los años '60.

Sobre la cuestión de la supuesta dependencia que traería aparejada el uso de recursos extranjeros, tenía razón Rogelio Frigerio, el principal artífice intelectual de la política frondizista, al observar en Crecimiento Económico y Democracia que “las plantas industriales modernas, y aun los productos químicos necesarios para la agricultura o las materias primas industriales que muchos países necesitan importar porque no las producen localmente, demandan inversiones y erogaciones que exceden la capacidad financiera del capital autóctono […] Si por razones de malentendido nacionalismo se rechazara el aporte del capital internacional, la alternativa no podría ser otra que condenar a la población a severas y prolongadas privaciones”. Esto, escrito en 1962, aún no ha sido aceptado. En cambio, se lo rechaza remitiéndose a cuestionamientos ideológicos, que no se basan en resultados observables ni en alternativas muy claras.

Si se denomina economía dependiente a aquella que ve limitada sus posibilidades de definir sus condiciones internas de crecimiento, cualquier transferencia de recursos es por definición un impulso al desarrollo que hace al país, por ende, menos dependiente. Esto también significa que la supuesta contradicción o antinomia entre formación de empresas de origen nacional y la radicación en un país de empresas de origen extranjero carece de fundamentos, puesto que la reducción de la dependencia en las ramas de insumos que antes se importaban es en sí misma una habilitación para el crecimiento de la actividad económica nacional y por ende, de la cantidad y el tamaño de las empresas que la realizan.

Ante la coyuntura proteccionista del comercio internacional y los fundamentos contradictorios de la propuesta de acentuar el aumento de las exportaciones como alternativa a las supuestas limitaciones de la sustitución de importaciones que en realidad, no fueron tales, nos parece que la idea de sustituir importaciones, hoy descartada, debería revisarse. Sobre todo sabiendo que es necesario resolver cómo llevar adelante una transformación duradera de la economía nacional, algo que hasta el día de hoy no se ha hecho.

 

 

 

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