La obsesión ARSAT

Una cuestión geopolítica

Foto: Invap

 

Está claro por qué, desde 2016, el desmantelamiento de ARSAT es un mandato geopolítico y una oportunidad dilecta para el despojo en manos de los grupos concentrados. Esta empresa estatal presta servicios a pymes y cooperativas ubicadas en todos los puntos del país y también a Telecom, Telefónica y Claro. El rango de prestaciones incluye el alquiler de sus satélites ARSAT 1 y 2, internet de alta calidad para todo el territorio, la comercialización mayorista de transporte de datos a través de más de 31.000 kilómetros de la Red Federal de Fibra Óptica y servicios de procesamiento en la nube y de hosting de información en su Centro Nacional de Datos. ARSAT es una arteria directa al desarrollo, es la refutación de facto de la República sojera, o minera, o bananera del RIGI, el anti-paradigma del extractivismo financierizado.

A comienzos de noviembre de 2015, el Congreso sancionó la Ley 27.208 de Desarrollo de la Industria Satelital. Este hito marcó el punto de llegada de la evolución virtuosa del desarrollo de las telecomunicaciones en la Argentina y, en especial, de las comunicaciones satelitales. Luego de 25 años de desindustrialización y caída al abismo en 2001, en el período 2003-2015 la Argentina recuperó políticas intensivas en educación, ciencia y tecnología con producción nacional y redistribución del ingreso. Los satélites son un caso testigo deslumbrante, peronismo destilado al 100%.

A través de las empresas públicas ARSAT e INVAP, junto a muchas decenas de pymes, un país de América Latina demostró que era capaz de sostener procesos de acumulación de capacidades y desarrollar sus propios satélites de comunicaciones, avanzar en la autonomía tecnológica en un sector estratégico, abrir una gran ventana de negocios para empresas nacionales, llevar servicios a zonas excluidas del país y, además, ser superavitaria.

Los claroscuros vertiginosos de esta historia merecen un documental. En 2014 se puso en órbita el satélite ARSAT-1 y al año siguiente ARSAT-2; por eso la ley de noviembre de 2015 incluía el Plan Satelital Geoestacionario Argentino 2015-2035, que continuaba este sendero con el desarrollo de ocho satélites adicionales en el período 2015-2035. Desarrollar y poner en órbita ARSAT-3 en 2019 era la tarea del flamante Presidente de los Panamá Papers. El tercer satélite geoestacionario se financiaba con ingresos propios de ARSAT.

El Presidente que se iba a fumar 44.000 millones de dólares del FMI, en septiembre de 2014 sostenía: “Hay mucho despilfarro. Nunca vi un gobierno que malgaste tanto los recursos. […] se generan empresas satelitales que no funcionan”. Cuando la casa matriz del grupo Macri se instaló en Balcarce 50, en diciembre de 2015, al frente de ARSAT fue puesto el abogado Rodrigo De Loredo, pero digitado por la dupla integrada por su vicepresidente, el abogado Enoch Aguiar —que forjó sus habilidades en adjudicaciones directas al capital extranjero como secretario de Comunicaciones de De la Rúa—, y por su suegro de apodo “el milico”, el abogado a cargo del Ministerio de Comunicaciones del macrismo.

Un paréntesis. Siempre coherente con sus mentiras, el primer Presidente argentino que en democracia no pudo renovar su mandato, a fines de 2022, reconocía que ARSAT era superavitaria y prometía que quedaría fuera de las empresas privatizables si ganaba las elecciones de 2023.

 

Clarín nos cuenta las falsas promesas para las elecciones en 2023.

 

Así como los últimos doscientos años de capitalismo demuestran que el sendero satelital argentino es un indicador irrefutable de desarrollo, también demuestran que la financiarización y la extranjerización son síntomas irrefutables de subdesarrollo. A esto último se dedicó De Loredo hasta fines de 2019 y hoy, como veremos más abajo, Darío Genua, actual secretario de Innovación, Ciencia y Tecnología, que incluye entre sus incumbencias subejecutar, viajar sin motivo y destruir las comunicaciones satelitales.

El ARSAT-3 no fue puesto en órbita en 2019. A cambio, De Loredo inició el desmantelamiento de la empresa ARSAT para retomar la política de “cielos abiertos” de los años noventa. A semejanza de las expresiones “reperfilamiento” o “crecimiento invisible”, “cielos abiertos” es pura poesía para expresar la entrega al capital extranjero y a grupos concentrados de los espectros de frecuencia y los negocios en manos de la empresa ARSAT.

 

 

Pandemia, divisas y otras plagas

Colapsado el desastre endeudador macrista, a finales de 2020 —plena pandemia—, ARSAT firmó con INVAP el contrato para el diseño, fabricación y ensayo del tercer satélite. Se lo bautizó ARSAT-SG1 (ARSAT Segunda Generación 1). El cambio de nombre se debe a que el diseño del nuevo satélite supone una plataforma satelital diferente a la que hubiera empleado ARSAT-3.

La inversión inicial estimada para el proyecto ARSAT-SG1 fue de 265 millones de dólares. Un préstamo soberano del Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe (CAF) de 243 millones de dólares hizo posible iniciar el proyecto. Los 22 millones restantes quedaron a cargo del Estado argentino.

Al momento de la firma del contrato con INVAP, en 2020, se acordó como fecha probable de lanzamiento la segunda mitad de 2023. Las autoridades de INVAP asumían el compromiso de lanzar el satélite antes de la finalización del mandato de Alberto Fernández, si bien documentos internos reconocían que era muy improbable la puesta en órbita antes de 2025. Esta cota temporal mínima venía dada por la suma de los tiempos de provisión de componentes y por el propio proceso de fabricación.

No hay que horrorizarse. Lidiar con la temporalidad de los intereses políticos, con cataratas de imprevistos y con la entropía geopolítica siempre hostil son los rasgos del maldito problema de la acumulación de capacidades estratégicas en la semiperiferia de América Latina. Algo que los propios economistas heterodoxos del campo popular parecen no entender cuando hacen metafísica de “la macro”. Algo que sí tuvo muy claro Cristina Fernández durante sus dos períodos presidenciales: sin capacidades tecnológicas autónomas no hay proyecto nacional. No alcanza con proclamarlo, hay que estudiar, entender y asimilarlo al pensamiento económico. Para decirlo de manera banal, la línea que separa al peronismo neoliberal del peronismo anti-neoliberal corta por el centro el problema de la acumulación de capacidades tecnológicas autónomas.

La guerra en Ucrania y la consecuente demora en la provisión de algunos insumos de origen europeo que aportaron al incremento de costos, sumadas a la subestimación original de costos y a algunas omisiones permiten comprender por qué el proyecto ARSAT-SG1 requiere de 60 millones de dólares adicionales a los 265 millones del financiamiento inicial.

Para completar el período 2019-2023, hay que decir que, si bien con INVAP fue el contrato por la provisión del satélite, ARSAT firmó 20 contratos adicionales con empresas extranjeras para la provisión de distintos sistemas y componentes por más de 100 millones de dólares. A finales de 2023, debido a las restricciones en divisas que afectaron al país, se produjeron retrasos en el pago de algunos de estos contratos. En ese momento, el avance del proyecto estaba por encima del 55%.

 

 

Bicicleta mata satélite

Como todo lo que está del lado de la economía real, desde el inicio del gobierno cripto-libertario la situación de ARSAT colapsa. Mientras que en 2024 la empresa sextuplicó los ingresos de 2023, a lo largo del período que va de noviembre de 2023 a abril de 2025, el ingreso de los trabajadores de ARSAT subió un 114%, mientras que los precios minoristas según el IPC lo hicieron en un 359%. Esta diferencia representa una caída del 70% del salario real de los trabajadores de ARSAT.

A fines de octubre de 2024, el gobierno anunció que se pondrán a disposición los 100 MHz de espectro radioeléctrico de frecuencias 5G en manos de ARSAT desde la subasta que se había realizado un año atrás y los 50 MHz en manos del ENACOM. Finalmente, la ejecución de los 20 contratos de ARSAT-SG1 entró en “stop of work”, esto es, suspensión de ejecuciones y avances como paso previo a la cancelación y posterior demanda judicial. Con el desmantelamiento y el saqueo otra vez en curso, el desconcierto, la desmoralización y el desgranamiento del personal de ARSAT es el corolario del nihilismo científico y tecnológico que clausura cualquier proyección de futuro. La hipótesis del vaciamiento para que su precio sea irrisorio suena factible.

Mientras tanto, en Ciudad Gótica, Darío Genua no se cansa de auto-humillarse con mensajes en las redes que anuncian castigos a otros por las desidias de su propia ineptitud. (No te pierdas los comentarios al siguiente tuit).

 

 

Mientras amenaza a la comunidad científica como el sheriff de Nottingham, Genua afirmaba en marzo de 2025: “El gobierno fue claro con lo que tiene que ver con empresas del Estado, quiere privatizar. Si bien ARSAT no quedó dentro del decreto de privatizaciones, la compañía tiene un camino de desarrollo signado por su salida a la bolsa”. Más Claro, echale Telecom.

Si bien el proyecto ARSAT-SG1 no dispone de la totalidad de la financiación, la suspensión de los contratos no se debe a la falta de fondos. La CAF giró a la Argentina en 2024 alrededor de 40 millones de dólares que no fueron utilizados para el pago a proveedores del extranjero. El problema radica en que, al ser contratos con tiempos de provisión extensa, requieren de una resolución del Banco Central que exceptúe de traer al país el producto en un plazo mayor al que la normativa contempla. Si bien ARSAT había obtenido una resolución favorable en 2021, esta se venció y el gobierno del promotor de $Libra no la renovó.

 

 

Laberintos legales y erogaciones

Tanto ARSAT-3 como ARSAT-SG1 fueron concebidos para ocupar y explotar la órbita geoestacionaria 81° Oeste y una serie de frecuencias radioeléctricas asociadas (banda Ka) con la prioridad asignada a la Argentina por la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT). Inicialmente se tiene un plazo de siete años para colocar un satélite, pero vencido este plazo se puede renovar por tres años la prioridad colocando un satélite arrendado —un “gap filler” en la jerga— para que transmita en las frecuencias asignadas durante tres meses, sin obligación de dar servicios.

El plazo inicial para colocar un satélite en la órbita geoestacionaria 81° Oeste se había vencido inicialmente en 2019 y ARSAT obtuvo una prórroga de tres años, ubicando el satélite ASTRA-1H de la empresa SES, con sede en Luxemburgo. Luego se extendió el plazo hasta 2025 con el arrendamiento en 2022 del satélite HYLAS-1 de la empresa Avanti, con sede en Londres. Recientemente, ARSAT arrendó un satélite de Astranis, con sede en California, para volver a extender la prioridad hasta junio de 2028. En total, por estas tres prórrogas del plazo, ARSAT lleva erogados alrededor de 25 millones de dólares.

En las respuestas del 142° informe de gestión que envió el jefe de Gabinete de Ministros, Guillermo Francos, en abril de 2025, se confirma que el proyecto requiere de 61,6 millones de dólares adicionales para completar el financiamiento y que la CAF ya lleva desembolsados 160 millones. Además, el informe de Francos también señala la necesidad de una cuarta protección de la órbita geoestacionaria 81° Oeste en 2028, dado que ARSAT-SG1 no podría ser lanzado antes de junio de 2028. En concreto, la finalización de la construcción y puesta en órbita de ARSAT-SG1 se encuentra supeditada a un conjunto de factores que colocan a la misión ante una inminente cancelación.

Si en los próximos meses, o tal vez semanas, ARSAT no logra levantar el “stop of work” de los 20 contratos con proveedores extranjeros, estos contratos comenzarán a rescindirse. Esta situación implica la cancelación de facto de la misión, dado que impide contar con los componentes o sistemas necesarios e imposibilita una nueva adquisición. En caso de que eventualmente ARSAT logre levantar el “stop of work” con pagos parciales, deberá resolver la autorización de fondo con el Banco Central para poder pagar la totalidad de los contratos.

En caso de no poder hacerlo, la empresa vuelve a enfrentar la rescisión de los proveedores extranjeros. Si las fuerzas del cielo logran que ARSAT pueda levantar el “stop of work” y obtener las autorizaciones necesarias del Banco Central, deberá ampliar en 70 millones de dólares el financiamiento del proyecto, evento de probabilidad cuasi-nula si observamos lo que ocurre en otros sectores de I+D —INTA, INTI, CNEA, SMN, etc.— y la sumisión obscena del gobierno a los caprichos del arancelador del norte.

 

 

Desarrollo y geopolítica

Si no hubiera sido cancelado por el gobierno de Macri, ARSAT-3 debía ser lanzado en 2019. El satélite disponía de capacidad de alto rendimiento como para brindar banda ancha satelital casi cinco años antes de que Starlink comience a dar servicios comerciales en el país. ARSAT-SG1, con mucha más capacidad para dar Internet, debía ser lanzado en 2023, pero actualmente enfrenta la inminente cancelación por la recisión de los contratos con proveedores extranjeros.

ARSAT-SG1 puede ser el primer satélite de alto rendimiento (HTS por las siglas en inglés), tecnología que reutiliza las frecuencias disponibles en haces reducidos para incrementar el ancho de banda total de la misión satelital. Este satélite, sobre la base de una misma cantidad de espectro radioeléctrico, tendría más de 30 veces la capacidad de tráfico de datos que ARSAT-1 o ARSAT-2. Un satélite HTS es adecuado para servicios de Internet de banda ancha. Con 70 Gbps (gigabit por segundo) de capacidad total repartidos en 40 haces, ARSAT-SG1 tendría cobertura en la Argentina y países limítrofes y podría brindar banda ancha a alrededor de 200.000 usuarios residenciales.

 

Cobertura del ARSAT SG-1.

 

La Argentina tuvo y tiene toda la capacidad para brindar servicios de banda ancha desde el espacio con satélites propios de fabricación nacional. La tenacidad y persistencia para que esto no ocurra permiten inferir que se trata de una barrera geopolítica. Los sectores estratégicos son de retornos crecientes y producen efectos multiplicadores sobre el resto de la economía, generan aprendizajes y escalamiento tecnológico y organizacional, mayor complejidad y diversificación de la estructura productiva, empleo digno y creciente autonomía con capacidades exportadoras.

ARSAT es uno de los campos de batalla más cruentos en la larga confrontación por el desarrollo argentino.

 

 

 

 

 

 

 

 

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