La palabra cruda

Nano Stern canta a Víctor Jara

 

“Estos homenajes, estas conmemoraciones, durante mucho tiempo se han centrado casi exclusivamente en el horror, en el espanto, y en el dolor; y creo que es necesario ya por una cuestión generacional y por el riesgo del olvido, reivindicar también la otra dimensión, previa a los horrores, no quedarnos forever en la tragedia.” Esto decía Nano Stern, cantautor chileno, quien se encuentra de gira presentando su disco tributo a Víctor Jara, y pasó por Buenos Aires algunos días atrás. En diálogo con El Cohete a la Luna se refirió a su proceso creativo y la actualidad política en que este proyecto sale a la luz. Dejó en claro un posicionamiento político maduro, en el que se percibe que no sólo tributa a Jara por la figura que fue sino esencialmente por una coincidencia filosófica.

“Reivindicar la alegría, reivindicar la risa también, todo el mundo que conoció a Víctor y que iba a sus conciertos cuenta que era muy chistoso, era actor y entonces tenía también una cuestión histriónica. De modo que este proyecto se trata en parte para mí de rescatar ese espíritu”. En el disco, como en la obra de Jara, conviven el dolor y la denuncia con la ternura y la dicha. El concierto está compuesto de atmósferas disímiles. Stern ejecuta un estilo lúdico y virtuoso, se divierte con cierta insolencia y de repente confunde al público deslizando el acorde de una cumbia o una milonga, para luego volver a la trova. Minutos después sobreviene la intimidad con Teresa Parodi cantando Te recuerdo Amanda, que dista de los brindis, décimas improvisadas y carcajadas que reaparecen en nuevos pasajes del recorrido, pero no como una distancia que separa sino más bien como caras de lo mismo. Nano Stern afirma que generar momentos en que el público se ríe y disfruta es en sí mismo un objetivo político.

 

Con Teresa Parodi. Foto: Kaloian Santos Cabrera.

 

“Si te fijas, el concierto también tiene momentos que son solemnes, en particular el final con las décimas, la Plegaria a un labrador y El Manifiesto tocan esa fibra. Es muy brutal que él haya escrito este último dos meses antes de que lo asesinaran, es una cosa inexplicable. Hay algo allí que tiene que ver con la dimensión trascendental de esa letra que escribió alguien que ya dialogaba con la muerte. No se me ocurre otro estado en que un ser humano se vea forzado al final a tal grado de honestidad y profundidad. Entonces, más allá de que en el concierto hay momentos de risa, hay otros, como ese, en que cada vez necesito entender que estoy ahí transmitiendo algo muy fuerte, que viene de una experiencia en donde estaba la inminencia del final. Por eso en el concierto digo: ‘Esto a mí solo me queda grande, tenemos que ir juntos’ y termina siendo un canto colectivo”.

Todo fue en septiembre de 1973: el golpe, el asesinato, y el cumpleaños de Jara que no llegó a ser. Lo mataron 13 días antes de que cumpliera 42 años. Las fuerzas armadas habían usurpado el poder en Chile, Víctor se había ido en esas primeras horas a resistir en la Universidad Técnica del Estado. Fue arrestado y conducido al Estadio de Chile. Lo torturaron. Lo que más le lastimaron fueron las manos. Porque los militares, aunque obtusos, llegaban a vislumbrar que por ahí pasaba la cosa. Describir las torturas que le infringieron haría estas líneas insoportables. Pero valga decir que cuando los hechos se van esfumando en el tiempo y llega al presente el absurdo de equiparar a víctimas y victimarios, se está omitiendo lo ominoso.

 

Víctor Jara.

 

 

Construir un rompecabezas

“Fue difícil, fue un desafío en lo artístico pero sobre todo a nivel personal porque es meterse un poco en las patas de los caballos”. La expresión chilena “meterse en las patas de los caballos” hace alusión a ir “donde es más peligroso, inmiscuirse en un asunto delicado”, y la apuesta de cantar a Jara en el 50º aniversario de su asesinato y del golpe, supone algo de todo eso. “Yo tengo una historia personal muy distinta a Víctor Jara, nada que ver, casi como un poco opuesta en muchos sentidos. Entonces hay un pudor muy fuerte que vencer, y eso se dio en gran parte por la generosidad de la familia y de la Fundación que fueron absolutamente parte del proceso”.

Hay múltiples formas de encarar un recorrido de estas características, y al final sólo queda una. “La primera decisión fundamental fue hacerlo solo con guitarra, porque lo más obvio en los discos homenajes es ir metiendo cosas, y así es que salen unos discos súper producidos, porque como las canciones ya están hechas, generalmente la gente se engolosina. Pero no me cerraba, estas canciones son monumentales en sí mismas, tienen una cuestión de ternura y de sutileza que solo puede perderse si es que le metemos más cosas, de modo que elegí que sólo fuera guitarra. Esto también implica una dimensión entre práctica y logística, pero que tiene una consecuencia muy profunda y es que al ser un concepto sencillo lo puedo llevar a todas partes, es muy simple, y debiese ser simple. Con la música nos hemos acostumbrado a un nivel de parafernalia absurda, camiones con equipos, 45 bailarines, 80.000 pantallas LED y fuegos artificiales, al final ni hay músicos a veces en los conciertos; lo cual también es interesante, ¿quién soy para juzgar? Pero yo quería hacer todo lo contrario”.

Víctor Jara cantaba en tiempos sin Instagram ni YouTube y los versos eran como un pregón, una forma de decir y de que lo dicho se difundiera. La canción, vehículo inigualable para las ideas, se pasa por la radio, la gente se presta los casettes, las letras se aprenden y se cantan. Tiene ese espíritu del registro oral que fue durante siglos el principal medio de comunicación. Por eso cuando Stern dice que la decisión fundacional fue “solo guitarra”, dice mucho. Es la diferencia entre viajar con tres valijas o una mochila. Liviano se llega a más lugares.

 

El paisaje

“Para mí sería imposible tocar estas músicas con una sensación de autenticidad si no fuera más que por escuchar los discos de Víctor Jara, por haber ido muchas veces a las fiestas populares, donde van los payadores, a compartir con ellos las tonadas, las noches de vino y conversación, los viejos del campo; porque yo de campesino no tengo una gota, soy de la ciudad, pero en la vida también está la posibilidad de aprender, y esto no es solo para la música, todas las cosas, todos los oficios, todas las culturas tienen una historia y una raíz que está presente”. Esto en el concierto se nota. Hay momentos de esa guitarra criolla tan simple, tan llana, y a la vez profunda, que transmiten una sensación ligada a la tierra, no en cuanto a falta de vuelo, sino todo lo contrario.

“En el principio del show yo salgo tocando desde bambalinas. Esa música que toco antes de entrar es la parte instrumental de la primera tonada que recopiló Víctor Jara en sus andanzas por el campo, y que grabó. La primera grabación que hay de Jara es esa música que salgo tocando, que nadie la asocia a él porque es una canción muy antigua pero donde él canta y que él recogió. Por eso comienzo así. Y antes de decir las décimas del final incluso voy un pasito más atrás y toco unos motivos que son del guitarrón chileno, de la guitarra campesina”. Stern reflexiona acerca de que mucho de aquello que se percibe durante el concierto fue buscado. No es necesario que el público sepa ni sobre la primera grabación ni sobre el guitarrón chileno, pero se sale del teatro percibiendo que se ha asistido a algo entrelazado con su propio origen.

Sobre el final Nano canta unas décimas que el payador chileno Pedro Yáñez escribió para Víctor cuando se enteró del asesinato. “Esas décimas no eran parte del concierto hasta la semana pasada, es algo nuevo, que surgió porque los días 15 y 16 de septiembre me tocó cantar en dos cuestiones muy fuertes que son justamente la fecha en que lo mataron y cuando encontraron el cuerpo. Entonces tenían una energía distinta esos conciertos, y pensé en incorporar estos versos que son muy fuertes, me emocionan heavy cada vez que los canto. Luego de las décimas viene la Plegaría a un labrador que cierra el concierto, es una canción atávica, muy importante en la biografía de Víctor Jara porque con esa ganó el Primer Festival de la Nueva Canción Chilena. Es una canción que tiene muchas claves de quién era él. Víctor Jara fue al seminario, quería ser cura, y la canción es justamente una plegaria que efectivamente está construida como un rezo”.

 

Junto al violinista Manu Sija. Foto: Kaloian Santos Cabrera.

 

Ahora

“Ha sido doloroso, no se me ocurre otra palabra, y lo digo muy a mi pesar, que esta conmemoración de los 50 años del golpe se convirtiera en Chile en una instancia confrontacional, donde vimos reflotar el negacionismo a niveles que desde el fin de la dictadura nunca habíamos visto. Nunca había habido un discurso, por parte de la derecha, tan desvergonzadamente reivindicativo de la dictadura como ahora. Entonces cabe preguntarse, ¿por qué? No es una pregunta que yo pueda responder, pero hay que hacérsela al menos, ¿por qué sienten que ahora pueden hacerlo?” Lo que Nano se pregunta no es fácil de responder pero hay líneas sobre las cuales se lo puede pensar: existe un concepto clásico en comunicación llamado espiral de silencio, que de manera muy sintética señala que las personas tienen tendencia a observar las opiniones de los demás para no sentirse aisladas de su entorno. Es decir, si todo el mundo está haciendo silencio respecto a la vecina que todos los días es golpeada por su marido, yo también me callo, para no desentonar. El silencio crece en espiral y se expande. En esta época podemos ver una suerte de espiral del ruido. Cuánto más gritan algunos y más barrabasadas dicen, más otros se sienten también habilitados a decir cualquier cosa. Casi como jugar a quién es peor. Solo que de juego no tiene nada".

“Veo en la Argentina una candidata a la vicepresidencia que anda reivindicando la dictadura básicamente y mintiendo, la vi en el debate el otro día, así sin ningún pudor. Entonces, ¿por qué lo están haciendo? ¿Qué es lo que ven ellos? ¿Qué está pasando en el mundo que hace que ellos sientan que es el momento de acelerar con ese discurso de odio? Porque no puede ser casual, y tampoco parece una decisión que sea particular de un país, sino que es una cuestión al menos regional, entonces, ¿qué es lo que se viene?” Nano Stern se conducía con sus propias preguntas no a una respuesta para las mismas, sino a su mirada respecto a cómo avanzar ante dicha realidad: “Yo creo que hace falta realmente que todos pongamos de nuestro lado en pos de abrir un poco el diálogo y de descomprimir las cosas, y eso pasa por transar más, por estar dispuesto a llegar a acuerdos más transversales en los que cada uno defienda un poquitito menos su visión ideológica, que es legítima, que todos la tenemos que tener, y que de ahí nacen las ideas, pero que no puede ser la trinchera final. Yo creo que el valor último en el contexto político debería ser el entendimiento entre los que pensamos distinto, que somos todos, porque para eso existe, si todos pensáramos lo mismo, no haría falta el diálogo, sería una redundancia”.

“Es difícil porque en este contexto de las redes sociales, las fake news y todo lo que sabemos del mundo en que vivimos, es como que el que grita más fuerte y el que dice la aberración más absurda es el que tiene más likes y entonces finalmente más votos, aquí lo están viendo”. En dicho sentido, queda claro que los slogans y las frases más seductoras no suelen ser justamente las que con mayor precisión describen escenarios complejos. “Lo difícil quizás, particularmente en mi oficio, es que esta visión que te planteo es muy poco marketinera, sería mucho más fácil sentarme aquí contigo y hablarte de la revolución, muchos lo hacen. Pero voy creciendo, voy teniendo estas experiencias como tener un Presidente que es amigo, lo que me permite poder verlo más de adentro y comprender mejor las dinámicas del poder, y digo, la verdad, aunque no vayan a hacer camisetas con esto que pienso, sería una irresponsabilidad y una hipocresía gigantesca venir con discursos que no son los que yo realmente creo. Cada vez pienso más en que tenemos que conversar y que las soluciones no van a ser las que uno más quisiera, eso es imposible. Pero estamos como estamos justamente porque pareciera que no hay suficiente voluntad de eso, de sentarse a hablar y estar dispuesto a llegar a acuerdos, aunque nadie quede del todo satisfecho. En este sentido me encantaría que a las personas que piensan distinto no las veamos como enemigos, no tiene por qué ser así, pero cada vez más, al menos en el mundo occidental, parece que va para ahí la cosa. Y al final son unos juegos de poder entre cúpulas, mientras la gente se pasa la vida viendo cómo se las cagan, ¿no? Entonces digo no, no va por ahí”.

 

¿Y entonces?

“Voy a decir algo cliché, pero es cierto: no hay soluciones simples para problemas complejos, entonces cualquier huevón que venga con ‘voy a hacer estas cinco medidas y se va a solucionar el mundo porque solo yo puedo hacerlo’ es un charlatán evidentemente, y si fuera tan sencillo ya lo hubieran hecho antes”. Sin embargo, buena parte de ese discurso simplista y prometedor permea la sociedad y se vuelve pregnante. Comunicar de manera eficaz, sencilla y breve conceptos importantes pareciera ser una de las claves del entuerto. Y en realidad no es una necesidad nueva. Así como esta semana CFK lanzó su TikTok, siempre fue necesaria la síntesis para obtener masividad, vale pensar por ejemplo en el total hallazgo de la consigna “Braden o Perón”. Tres palabras resumieron una teoría política que podría ocupar volúmenes enteros de una biblioteca, dejando incluso de manifiesto que a José Tamborini no merecía ni nombrarlo.

Entre las promesas actuales aparece con fuerza la idea de ser libre, eje central en la mirada de Víctor Jara. ¿La libertad cambió de bando? En el concierto de Stern el promedio del público tenía alrededor de 60 años. De modo que en esa velada se mezclaban la nostalgia y el futuro. Quienes fueron al teatro se habían enamorado de estas letras a los 20 años. Y cabe la pregunta: ¿qué o quién narra hoy los anhelos de quienes aún no se fueron de casa? “En Chile hay algunos traperos que están por ejemplo haciendo cosas relacionadas con Víctor. En el Festival de Viña este año estuvo uno de ellos que se llama Polimá, que dentro de su show hizo un homenaje pequeñito a Víctor Jara, y salía en las pantallas y pensé: qué increíble, qué bacán, va completamente en línea con el espíritu de Víctor, que era justamente experimentar y estar siempre abriendo caminos, nunca cerrándolos. Él era extremadamente abierto a las nuevas cosas, era increíble la capacidad que tenía de cruzar los límites y tocar por ejemplo con los rockeros, que me imagino que en su momento habrán sido como los músicos urbanos de hoy, como si yo hiciera un disco con alguien que viene del trap, por pensarlo de alguna forma”. Justamente un fragmento de las décimas de Yáñez que Nano incorporó al cierre del concierto habla sobre esto, sobre volver a cantar:

 

En el rugido del mar

Y en las miradas despiertas

Están las manos abiertas

Para volver a cantar

 

Hay algo que escuchar en el concepto de volver, mucha información que viene detrás de nosotros y que contiene claves precisas. De ahí la relevancia de que cada lucha no sea un volver a empezar, de que la experiencia colectiva no se pierda, ni las lecciones se olviden. ¿Cuánto de lo que hoy el negacionismo intenta sepultar contiene respuestas que pueden andar haciendo falta? No se puede calibrar, pero a juzgar por la potencia que los versos de Jara tuvieron el pasado viernes en el Teatro Ópera, mucho.

 

Foto: Kaloian Santos Cabrera.

 

 

 

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