LA POLÍTICA DE LA GUERRA

Néstor Martins y Nildo Zenteno, medio siglo de los primeros detenidos-desaparecidos por razones políticas

A la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH), a todes sus integrantes que, en estos 45 años, alimentaron con su militancia el fuego de la Memoria, la Verdad y la Justicia.

 

Estuve buscando en estos días en qué momento había empezado a usar ese concepto que describe en nuestra geografía, el modo con el que el gobierno de la “alianza Cambiemos” se dio a la tarea de perseguir sin cuartel a opositores, militantes, referentes, ex funcionarios y funcionarias, muchxs de lxs cuales terminaron privadxs de su libertad.

Recuerdo que en 2018 viajé a la ciudad de Resistencia, Chaco para participar en un encuentro multitudinario de organizaciones políticas y sociales, en el que me tocó hablar sobre el estado de la justicia, y creo haber empleado por primera vez en esa ocasión el término lawfare, para tratar de explicar lo que hoy es vox populi.

Sin embargo el uso del poder judicial o de buena parte de él, con fines facciosos, tiene orígenes remotos.  Y el rol que en la modernidad  pretendió asignarle la Ilustración resultaría, en general, una quimera.

En los primeros años de la carrera, en la materia Derecho Romano se citaba siempre a uno de sus grandes exponentes, Domicio Ulpiano, machacándonos con una de sus definiciones predilectas, que  sostenía que la justicia era la constante y perpetua voluntad de dar a cada uno lo suyo (a cada uno su propio derecho).

Un queridísimo Maestro, contemporáneo, que solía despejar muchas de mis lagunas, decía que esa afirmación de Ulpiano era un arrebato o  una confiscación a la política. Nunca lo contrarié, porque siempre me pareció acertadísima esa interpretación.

Acostumbrábamos discutir con él como anfitrión, otras variadas cuestiones, en reuniones a las que sumaba cultores de otras disciplinas.  Y cuando todo  empezó a oscurecerse a fines del 2015, los nombres de lxs inadaptadxs, de lxs contestatarixs, a los que tanto añorábamos, nos iluminaron una vez más.

 

 

A Néstor Martins, el primero entre pares

Esos nombres atesorados como amuletos, como talismanes, eran los de quienes se habían animado a cruzar el Rubicón y a quemar las naves, a sabiendas del precio de su osadía.

Alguien supo decir, alguna vez, que uno vive verdaderamente mientras haya un otrx que lo recuerde, que lo mencione, que lo nombre. Por eso me voy a permitir una evocación tan singular como oportuna. Y al nombrarlo que se entienda, lxs estoy nombrando a todxs.

Hace 50 años, un 16 de diciembre de 1970, era secuestrado a la salida de su estudio en Paraná 26 y a plena luz del día, Néstor Martins. Lo acompañaba, casi como prolongando la consulta, un obrero, Nildo Zenteno, que corrió la misma suerte al querer impedir que una patota presumiblemente de la Federal lo levantara a los golpes.

Néstor Martins fue el primero de nuestros desaparecidos, de decenas y decenas de compañerxs de oficio, víctimas del terrorismo de Estado que asoló a nuestro pueblo en la historia reciente. Tenía 33 años, una compañera, dos hijos, era laboralista y se había dedicado de lleno tan vigorosamente a la defensa de la clase como a la de los presos políticos que  llenaban las cárceles en aquel tiempo. Formaba parte del grupo más destacado de abogdxs de la CGT de los Argentinos, la de Raimundo Ongaro. Su amigo entrañable y socio, Atilio Librandi, parte de ese núcleo de la abogacía del compromiso y la resistencia movió cielo y tierra junto a otres muchxs inadaptadxs de entonces. Salió a la calle y promovió un hecho inédito, una huelga de abogadxs que reclamó  la aparición de ambos compañeros.

 

 

 

El poder al poder

En aquellos años el subsistema de justicia crujía como lo hizo luego a fines del 2001 y vuelve a hacerlo hoy, aunque las condiciones nunca son las mismas y la correlación de fuerzas tampoco.

Mientras, por estas horas la República oligárquica se escandaliza por las  recientes afirmaciones de la Vicepresidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, cuestionando el lamentable papel jugado por el Máximo Tribunal federal, ante la larga lista de hechos criminales perpetrados por el macrismo, un amigo lenguaraz me decía qué otra cosa  se podía esperar de esta Corte, encabezada por un amanuense del poder, secundado por algunos esperpentos cuyos principios son los de Groucho Marx.

Las consecuencias de ese presagio están a la vista y sus responsables mantienen un alto poder de fuego. Algo estaría faltando, porque salvo la decidida intervención de la Agencia Federal de Inteligencia, ninguna  otra pieza del rompecabezas delictual imaginado en la llamada “mesa judicial” ha sido desmontada, y los gestos de buena voluntad no alcanzan cuando están en juego valores supremos.

Es que los mecanismos del Estado democrático deberían ponerse en marcha no sólo para revisar lo actuado sino para reparar el daño que padecieron y aún padecen  innumerables compañeros y compañeras perseguidxs y encarceladxs, como resultado de procesos preñados de arbitrariedades.

 

 

Lxs presxs políticxs de Macri aún esperan

Resonarán por mucho tiempo las críticas por el modo en que el Máximo Tribunal de la Nación despachó en estos días los recursos de Luis D’Elia y de Amado Boudou. Si efectivamente nos perturba, si verdaderamente nos escandaliza, deberíamos hacer algo. No alcanza con reflexionar. Esos compañeros exigían justicia no clamaban piedad. No obtuvieron ni lo uno ni lo otro.

Milagro Sala está a punto de cumplir 5 años de injusta prisión. Fue la primera víctima de una persecución feroz. ¿Cuál fue su crimen y  cuál el de sus compañerxs? No lo hay, sólo está la pretensión de destruirlxs.

Si tan sólo la Corte se dignase a abrir los recursos que sus defensas dedujeron hace casi un año, advertirían la farsa que se concentra al interior de la causa.

Mirta Aizama y Gladis Díaz son dos trabajadoras cooperativistas, de la Tupac que por años laboraron para realizar sus sueños y el de sus compañerxs. Fueron procesadas a instancias del gobierno de Gerardo Morales. No hubo pruebas con que incriminarlas, sin embargo terminaron condenadas, al igual que Milagro.

Desde hace meses esperaban recibir el beneficio de la libertad condicional, era su derecho, no una gracia del Príncipe. Finalmente pareciera que le habrían ganado a la perfidia de sus carceleros.

Otros tres jóvenes inocentes, Iván Altamirano, Miguel Ángel Sivila y Javier Nieva, integrantes de la Red de Organizaciones sociales de Jujuy y activos trabajadores cooperativistas, presos en el Penal de Alto Comedero pagan el pecado de haber querido tocar el cielo con las manos. Ellos siguen  solicitando el beneficio de la prisión domiciliaria. El crimen que se les endilga es parte de la felonía del poder  que los encarceló. Sus condenas además no están firmes. No hay ningún impedimento para negarles el  beneficio. Sin embargo la espera se les hace interminable.

 

 

Los encuentros que nos dimos

En los años de la alevosía macrista nos sumamos a una iniciativa original  de conformar un espacio de unidad y articulación de acciones colectivas en defensa de los derechos y de las garantías vulneradas. Horacio Pietragalla Corti era por entonces uno de los impulsores de aquella experiencia que repetiría año a año. El primer encuentro multitudinario tuvo lugar  a mediados de 2017,  en la Universidad Nacional de Avellaneda.

El proyecto político de la derecha, vivía en aquel tiempo su apogeo. Era el gobierno del ajuste económico, el saqueo, el endeudamiento extremo, la fuga de capitales, la desocupación creciente, la persecución política, el monopolio informativo, la guerra jurídica y la represión de la protesta.

A partir de aquella primera experiencia se sucedieron otras y debo decir que el entusiasmo fue ganándonos cada vez con más fuerza, a la par que arreciaban las políticas devastadoras del régimen gobernante. Vimos como el laboratorio que se montó en Jujuy hacía escuela y se iba extendiendo a otras geografías.

Pronto veríamos también cómo la conjunción de medios de comunicación, operadores judiciales y políticos, y servicios de inteligencia, se constituirían en el ariete más eficaz para la guerra jurídica,  y definitivamente sería uno de los  temas centrales de nuestros encuentros. En 2018 nos planteamos como principal objetivo que las conclusiones en esta materia, por sus graves implicancias, sirviesen de insumo ineludible para la discusión política y la salida de esa encrucijada.

En ese complejo recorrido, lleno de dificultades en el que la consigna fue primero que “todxs estábamos en libertad condicional” y luego que “con presxs políticxs no hay democracia”, el movimiento de Derechos Humanos, que lúcidamente por esos años se había amuchado en la “Mesa de Organismos”, una vez más supo orientar en la lucha y señalar el camino.

 

 

 

Un imperativo por realizar

En esos encuentros se logró sintetizar lo que se presentaría como conclusión y  como mandato: exigir la libertad de lxs presxs políticxs de Macri, como parte de un imperativo ético inexcusable.

La política debería estar pensando el mejor modo de lograrlo, si es que no lo ha hecho aún, para darle sentido a esa afirmación que dice que “los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado”.

 

 

 

 

* Abogado. Integrante de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos y del Comité Nacional por la Libertad de Milagro Sala

 

 

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