La seguridad social en la agenda política

La seguridad social es un tema de enorme importancia, del cual no se habla.

 

La seguridad social en la Argentina insume alrededor del 60% del presupuesto nacional, fondos que se destinan al pago de las jubilaciones y pensiones, de las invalideces, a evitar la discriminación por cargas de familia en la figura de las asignaciones familiares, a atender las discapacidades, a paliar la pobreza extrema, a financiar las obras sociales, en particular al PAMI y a atender las enfermedades laborales y los riesgos del trabajo.

La seguridad social interviene en la vida de todos los habitantes de nuestro país, incluso antes de nacer, ya que las prestaciones por maternidad tienen que ver con que tengamos niños que nazcan bien alimentados y, hasta después del fallecimiento, la pensión derivada es un buen ejemplo de ello. Esta prestación nos permite morirnos con la tranquilidad espiritual de que aquellos que dependen de nosotros no se verán seriamente afectados en términos económicos cuando ya no estemos, me refiero a los cónyuges de uno u otro sexo o los hijos o las hijas con discapacidad.

Además la seguridad social es, junto con el trabajo activo y la educación pública, la forma que han identificado los Estados modernos para distribuir adecuadamente el ingreso nacional. Tanto es así que, cuando uno quiere argumentar sobre aquello que identifica a un gobierno nacional y popular o a un gobierno neoliberal, se remite inmediatamente a explicar su política social.

Cuando a cualquier habitante de nuestro país se le pide que indique qué hizo el gobierno kirchnerista, esté a favor o en contra del mismo, mencionará  la inclusión jubilatoria, la asignación universal por hijo, el plan Conectar Igualdad, la fórmula de movilidad, el plan Remediar, la incorporación de un millón de discapacitados, la reestatización de las AFJP. Si quien habla es adherente del kirchnerismo, lo dirá con el pecho ungido en la convicción de que es su principal bandera de orgullo y su mejor arma de defensa. Si es opositor, repetirá las mismas cosas, pero para desmerecer o despreciar lo hecho, diciendo que era un gobierno populista, que alimentaba vagos, que jubilaba sin aportes, que fabricaba choripaneros, etc. Pero lo que resulta inexorable es que, para enaltecer o para desmerecer, todos incluirán estas cuestiones en sus argumentos.

Cuando el actual gobierno neoliberal termine, lo que más recordaremos es su vocación por el ajuste. Ajuste que recayó con brutal determinación justamente en los beneficiarios de la seguridad social: la pérdida de poder adquisitivo de las distintas prestaciones, la eliminación de distintos planes como el Remediar, la falta de cobertura de los medicamentos por el PAMI, el engendro de la PUAM, la destrucción del Fondo de Garantía de Sustentabilidad, el cambio a sangre y fuego de la ley de movilidad, entre otras.

Por su parte, la llegada del FMI a nuestro país significó una intensificación descarnada de las políticas de ajuste llevadas a cabo por el macrismo y sobre todo una obsesión sobre dos temas: la reforma del sistema previsional y la reinstauración de un régimen de capitalización individual de jubilaciones y pensiones a través de las compañías de seguros de retiro.

En nuestro país históricamente hemos descuartizado la atención de la seguridad social, varios ministerios desarrollan un partecita cada uno, en las provincias pasa algo similar, incluso se han creado distintos programas en áreas del estado nacional, provincial y municipal que no tienen nada que ver con la seguridad social. Infinidad de ONGs actúan sobre estas cuestiones, con mucho amor pero sin sistematización. Los distintos credos hacen algo parecido. Casi todos actúan en las principales ciudades, pero lo curioso es que a pesar de ello miles de personas y familias viven en la calle y muchos se encuentran a la buena de Dios. Creo que en esto con el amor no alcanza, es necesario juntarnos, organizarnos, sistematizar las acciones para lograr mayor eficiencia, y eso solo se logra con un estado comprometido en esa idea. Una base única de personas en estado de necesidad, la acción coordinada de los efectores y la optimización de los recursos materiales y humanos pueden hacer milagros.

El mundo en su conjunto hace más de 70 años determinó que la seguridad social es un derecho humano –Declaración Universal por los Derechos Humanos artículo 22—, a esta declaración le siguieron muchas nuevas y muy buenas convenciones, todas ellas ratificadas por el Parlamento, que, corresponde señalar por imperio de la reforma constitucional de 1994 tienen jerarquía constitucional, pero así y todo existe gente viviendo en la calle y más del 51% de nuestros niños y jóvenes son pobres. Si esta cifra sigue mucho tiempo así, ¿qué futuro nos espera como Nación? ¡Se me estruja el corazón!

Pero lo que más me preocupa es el desinterés que, como sociedad, ponemos en este tema. No veo en los medios de comunicación el menor interés en hablar de estas cuestiones. No veo en la política ninguna voluntad de dar este debate. No veo en la dirigencia gremial que haya la menor intención de discutir o sentirse interpelado por este tema. No veo en la dirigencia empresarial que esta realidad los inmute, si siguen así no habrá ni consumidores ni fuerza de trabajo, en consecuencia no podrán producir ni tendrán quién les compre. Esta situación, en un país en que el 80% del PBI lo producen las PYMES, es suicida.

Nos saturamos oyendo y viendo opinólogos de toda naturaleza haciendo diagnósticos de todo, pero creo que en la hora en que vivimos, con un gobierno que desde el día en que llegó se dedicó a saquear a los sectores populares, tendría que preocuparnos cómo salir de este desastre y para ello es central que discutamos ahora como contrarrestamos la debacle.

Esta nota es un SOS, un llamado desesperado a que pongamos la cuestión de la seguridad social en el centro de la mesa y que discutamos, tenemos que tener la vocación y el deber de dar la pelea por los que menos tienen. No quiero decir con esto que deba ser el único tema, lo que quiero decir es que es un tema de enorme importancia, del cual no se habla y necesitamos hablar.

Por favor, no seamos indiferentes. No podemos ser indiferentes.

 

 

 

 

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