La señora Beatriz (versión engordada)

Un poema nada conjetural

 

La señora Beatriz tuvo un altercado
molesto en el colectivo 152.
Le reclamó al conductor
porque el pasaje costaba ahora
6 pesos en lugar de 3,50.
Es casi el doble,
dijo subiendo la voz
para que la oyeran los demás pasajeros,
que siguieron indiferentes.
Eran muy similares a ella misma
en cuanto a su indumentaria
y estilo, pasado de moda,
no diríamos raído
pero sí que no se renovaba hace tiempo.
Tomó aire y le dijo al chófer
esto es por culpa de ustedes.
El conductor sorprendido le respondió
yo solo conduzco la unidad,
le empresa recalibró las máquinas
porque el Ministerio de Transportes lo aprobó.
Hahaha claro siempre la culpa
la tiene otro, contestó ella,
por qué no le echa también
el fardo a Mauricio.
Ustedes los sindicalistas
exigen aumentos todo el tiempo
y con eso fomentan la inflación.
Señora, disculpe, yo lo vote a Macri también
pero no tengo nada que ver con el aumento.
Beatriz pensó estos negros de m...
siempre tienen una respuesta para todo
y se bajó en Talcahuano y Santa Fe.
Caminó rápido para pegarse
un buen baño de agua fresca.
La clase de yoga la había hecho transpirar
y ya no tenía la energía de antes.
Se había jubilado hace cuatro años
aunque nunca aportó,
ya que tampoco nunca trabajó
y siempre vivió en el departamento
de su familia, ya fallecida.
Santos, su marido, la había dejado
hacía 20 años y sus hijos no la visitaban
por la cosa de la grieta, vieron.
Cuando las amigas le sugirieron
que se jubilara, ella tuvo dudas…
¿recibir algo de la Yegua?
pero la convencieron fácil.
No le vas a dejar la plata a Esa
para que se compre carteras
y haga cadenas nacionales.
Si no las cobramos nosotras
se va hacer cadenas de oro jajajaja
con nuestras jubilaciones
Se rieron y en dos meses
tuvieron la jubilación
con pago retroactivo.
Cuando llegó a su cuadra
estaba demasiado oscuro.
Por unos instantes se le aparecieron
los fantasmas de la inseguridad
pero se tranquilizó en seguida
cuando recordó que la inseguridad
era cosa del pasado.
Y mucho más en esta zona
porque a la Maldita Elizabeth,
a la Abogada Próspera,
a la Bruja de Tolosa,
a la que nunca tuvo título universitario,
a la Soberbia
se le había ocurrido mudarse a la vuelta,
justo encima de Schmetterling
la mejor confitería de la ciudad,
donde rara vez compraba
porque si bien era la mejor
también era la más cara.

A tientas abrió la puerta de cristal blindado,
comprendió que era un simple corte de energía
y se resignó a subir doce pisos por escalera.
En el quinto piso resoplaba:
la electricidad había aumentado
más de veinte veces.
De 40 pesos que pagaba antes, este mes pagó 830.
Y encima no habia luz.
Antes se cortaba pero al menos era gratis.
Sexto.
Lo que pasaba antes no era real.
Todo el mundo se iba de vacaciones.
Todo el mundo se compraba autos y motos.
Todo el mundo tenía celulares caros.
Fueron diez años de espejismos.
En el séptimo echaba los bofes
y recordó el nombre del Ministro de Transportes
el señor Dietrich, dueño de una cadena
de concesionarias de autos.
Diez años de fiesta.
En algún momento se tenía que acabar.
Los argentinos tenemos que enfrentar la realidad.
Las fiestas hay que pagarlas.
Octavo.
Cualquiera se jubilaba sin trabajar.
Bueno, ser ama de casa también es un trabajo.
Los planes de ayuda a los villeros vagos
los pagamos nosotros.
La frontera es un colador.
El país se está llenando de extranjeros.
Noveno.
Y la inseguridad que había.
No hablemos del narcotráfico.
Estábamos a un tris de convertirnos en Venezuela.
Al último, Nijman.
Para mi que al judío lo asesinó Ella.
Cuánto le habrán pagado.
Diez.
Fuimos con las chicas ese día.
Cómo llovía.
Parecía el 25 de mayo.
Todos los vecinos con sus paraguas.
Once.
Ya falta poco.
No tengo aire.
Tengo que parar otra vez.
Buenos Aires tiene buen clima
pero cuando hace calor, hace calor,
como hoy, 38 grados a la sombra.

Cuando entró a su departamento
tanteó el cajón bajo mesada
donde guardaban las velas
pero no las encontró.
Paraguaya ladrona, se dijo
pensando en Jacinta, su empleada doméstica
de toda la vida.
Cuando jugaban a la canasta con sus amigas,
comentaban divertidas que en Estados Unidos
incluso la gente rica
no podía pagarse mucamas.
Acá conseguís
pero no podés descuidarte
porque son haraganas y te roban.
Las velas estaban en el tercer cajón.
Las fue encendiendo sobre platitos de café
y cuando trató de repartirlas por el departamento
resbaló en el charco de agua
que había soltado la heladera al descongelar.
Cayó con todo el cuerpo y la cabeza…
Y la cabeza…
Ya se que los lectores disfrutan
con mis finales sorpresivos y catastróficos,
donde el protagonista,
en este caso la protagonista
muere en medio de horribles sufrimientos.
Esperan que la vela caiga
sobre su blusita de rayón
y se carbonice como una antorcha humana.
Que del golpazo quede cuadripléjica,
no pueda moverse un micrón
y se extinga de inanición y sed
(esto ya ha sucedido de verdad).
Que el agua electrificada la hierva
en largas convulsiones incontrolables,
pero no, la energía está cortada
en varias manzanas a la redonda.
Que justo vuelva la luz
y explote fulminada
tipo película clase B.
Confieso que a mi también me coparía
verla reventar y que sufra bastante.
Pero yo no puedo con un cuentito
cambiar el orden de las cosas y del mundo.
Cayó, sí, cayó, pero la tupida peluca
de diversos matices rubios
que enmendaba su alopecía
amortiguó la contusión
y evitó el hematoma subdural
por lo leve del traumatismo.
Beatriz se levantó,
caminó hasta la cama
conmovida por el sacudón
y se quedó dormida sin desvestirse
aunque había leído
que después de golpes en la cabeza
no hay que quedarse dormida.
A la mañana siguiente Jacinta
la encontró de lo más normal
cuando la señora Beatriz chilló
desde la cama, Jaciiiiiiiiiiinta 1/
traeme el té de una buena veeeeez,
con mis scoooooones
o todos los días te tengo que decir lo miiiiiiismo.

 

1/ Una gentil lectora vecina de Beatriz, me avisa en un posteo en esta misma página que se encontró con Jacinta en el 12, camino a Constitución, desde donde viaja una hora hasta Monte Grande donde toma el 394 hasta Luis Guillón. Jacinta que trabaja con la señora Beatriz desde antes de que el marido se fuera a vivir al Uruguay con alguien de su estudio, ya está en condiciones de jubilarse. Pero como nunca le hicieron los aportes patronales jamás se jubilará. La moratoria para servicio doméstico sin aportes fue derogada por el actual gobierno para disminuir el déficit fiscal. Jacinta está desilusionada porque votó a Macri como le dijo la señora Beatriz.


  • La imagen de apertura le pertenece a una obra de Juan Carlos Distéfano que data de 1964.
El sociologo, escritor y artista conceptual Roberto Jacoby es uno de los grandes animadores del movimiento cultural porteño del último medio siglo.
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