LA SOCIEDAD CONTRA EL MARGEN

Desigualdades, acoso policial y estigmas vistos desde la escuela pública

 

A días del estreno de La escuela contra el margen, documental que refleja el trabajo en el aula de un grupo de estudiantes del barrio de Lugano, para mostrarnos desde la escuela pública y rescatando del olvido la trágica toma del Parque Indoamericano, cómo viven la desigualdad, estigmatización y violencia policial en que están inmersos, entrevistamos a sus directores, Diego Carabelli y Lisandro Ursi.

 

 

¿Cómo surge  el proyecto de "La escuela contra el margen"?

Diego: Tiene que ver con nuestro trabajo como cineastas. Habíamos realizado previamente un largometraje documental llamado Errantes, donde trabajamos la problemática habitacional en la CABA a partir de una cooperativa de vivienda, conformada por personas que vivían en un asentamiento en La Paternal y que iban a ser desalojadas en poco tiempo. La mayor parte de ese grupo de personas terminó yéndose a vivir a unos departamentos en Villa Lugano y, al poco tiempo, a pocas cuadras de allí, se produjo la toma del Parque Indoamericano, donde la problemática habitacional cobró una relevancia pública inédita.

Frente a la ocupación, lo primero que se hizo fue mandar a desalojar brutalmente, dejando dos personas muertas. Luego vecinos y personas desconocidas entraron al predio con la intención de echar a los ocupantes y también mataron a otra persona. Frente a estas cuestiones, sentimos que volvían a surgir las problemáticas de la vivienda, la desigualdad de derechos y la exclusión social dentro de un mismo barrio y clase social, que ya habíamos vivido en ”Errantes”, pero que acá se daban aún con más profundidad y violencia. Por lo que nos interesó retomar este tema trabajando con la toma del Indoamericano como disparador.

Como docentes, también realizamos talleres de cine en escuelas de educación media principalmente, en la zona sur de la ciudad. A través de este trabajo es que conocimos a la Escuela 1 DE 13, “Manuel Mujica Lainez”, que queda muy cerca del Parque Indoamerican. Cuando fue la toma, había chicos que estaban relacionados con los ocupantes y otros chicos que estaban relacionados con los que fueron a desalojar violentamente.

La comunidad educativa de la escuela en lugar de ignorar ese tema y aislarse de las vivencias de sus estudiantes, tomó la decisión de realizar varias jornadas para trabajar las problemáticas de la vivienda, cuestiones vinculadas a la discriminación y a los derechos de las personas. Esta escuela era un espacio interesante donde  encontrar una nueva perspectiva sobre algunos temas que ya veníamos trabajando. Al mismo tiempo, como docentes, nos parecía importante dar cuenta de lo que es la vida dentro de una escuela y día a día en un aula, el trabajo de todos los que sostienen esa institución y el valor que tiene todo esto para nuestra sociedad.

Lo colectivo está muy presente en el armado del mapeo que hacen en el aula, donde todos los estudiantes participan de una forma u otra y eso lo hace tan especial. En “Errantes” también es fundamental el colectivo que representa la cooperativa de vivienda y también es esa mirada colectiva, llena de contradicciones y proyectos comunes, lo que se va construyendo a lo largo de la película.

 

 

También en nuestra primera película, Volver a Quilino, lo colectivo es un elemento muy importante, las distintas historias de ese pueblo se van entretejiendo para dar cuenta de algo aún mayor. Lo colectivo está siempre presente en nuestras películas y creo que también tiene que ver con nuestra intención de contar algo que no es una historia personal y particular, sino algo que nos atraviesa a todos y tiene que ver con la construcción colectiva de nuestra sociedad.

¿Cómo fueron recibidos e interactuaron con la comunidad escolar y de vecinos?

Lisandro: El aula se acostumbró a nuestra presencia, y el resto de la escuela también. Y si bien creo que nadie olvida del todo que está siendo filmado, nos volvimos parte del cotidiano.  Además, en este tipo de documentales que registran un proceso de trabajo, donde los protagonistas atraviesan distintas emociones y transformaciones, también se va forjando un vínculo entre ellos y nosotros. Y la clave de ese vínculo reside en la confianza.

Diego: En relación a los estudiantes, un tema que surgió sin que lo hayamos pensado fue la presencia policial en el barrio. Algo que ellos viven cotidianamente, con algunas pocas características positivas pero fundamentalmente como una presencia autoritaria y represiva que tienen que padecer todos los días. También fue un tema para los docentes, ya que en una reunión por el asesinato de un joven en el barrio, hubo una fuerte discusión entre algunos que querían una mayor presencia policial dentro de la escuela y otros que creían que eso era contraproducente.

¿Consideran que los jóvenes y adolescentes tienen conciencia e intención de involucrarse en las cuestiones que afectan sus derechos?

Lisandro: Lamentablemente los jóvenes y adolescentes de estos barrios conviven a diario con la vulneración de derechos. Y si bien son conscientes de las injusticias, muchas veces terminan naturalizando situaciones graves que les toca transitar, porque hay una sociedad que las naturaliza, o prefiere no ver, o incluso, a mucha de ella, no le importa. La importancia de las dinámicas de trabajo que propone Flori (docente del taller), tiene que ver precisamente con visibilizar y objetivar eso que les pasa, que primero lo puedan poner en palabra, para luego ponerlo en discusión. Tomar la palabra de los estudiantes y ponerla en valor por parte de la escuela, es un paso fundamental para que se puedan sentir seguros y puedan reconocer que lo que les toca vivir merece ser contado, problematizado y transformado. En general, las soluciones no son fáciles ni mágicas, ni se resuelven de manera individual o meritocrática, y por lo general exceden a lo que pueda abordar la escuela, sin embargo, el solo hecho de generar esa conciencia, sin dudas, es un paso hacia adelante.

 

 

¿Cómo ven el rol de la escuela pública en estos aspectos?

Lisandro: Aún con todas las dificultades, contradicciones y limitaciones que pueda tener hoy en día, la escuela pública continúa siendo un espacio inigualable para el encuentro de múltiples realidades. Esta diversidad le da una potencialidad de aprendizaje única.

Es verdad que la escuela busca construir ciudadanía, basada en valores democráticos y participativos, pero en los momentos de crisis económica como el que nos toca vivir, también sabe acompañar a sus estudiantes con los recursos que posee, que siempre son mucho menos de lo que debería, para que puedan transitar la escolaridad, pero también sus vidas afuera de la escuela. En este sentido, la escuela pública se vuelve un lugar necesario de enseñanza y de aprendizaje, pero también, de acompañamiento.

¿Pudieron tomar testimonios de las situaciones de discriminación, estigmatización y acoso policial en los territorios sobre los que trabajaron?

Diego: En la película tomamos la decisión de no salir a recabar testimonios fuera del espacio del aula o del grupo conformado por los estudiantes de ese aula, por lo que los únicos testimonios que tenemos de estas situaciones que mencionas, son las que los propios chicos dieron durante la filmación y que surgieron a partir de alguna problemática que se estaba discutiendo en ese momento.

¿Cómo perciben la existencia de antinomias y estigmatización entre los propios vecinos (quienes viven en las villas vs. los habitantes de los complejos habitacionales) y cómo podría contribuirse a su integración?

Lisandro: Esas antinomias son producto del retiro del estado como elemento ordenador e igualador. Pensar que el enemigo está cruzando la calle o en el barrio de al lado, es el triunfo del proyecto de una ciudad cada vez más desigual. Este tipos de disputas entre vecinos (de pobres contra pobres) se repite en innumerables lugares de la ciudad, del país y, probablemente, del mundo. Lograr saltar esa falsa dicotomía que se presenta, es el desafío que tenemos como sociedad. En el caso de los barrios que confrontan en la película, la integración no solamente pasa por intentar entenderse y respetarse mutuamente, sino sobre todo, por sentirse igualados a la hora de ver una ciudad que a ambos les da la espalda y los deja al margen.

 

 

¿Cómo lograron producir la película? ¿Contaron con apoyo para su financiamiento?

 Diego: Conseguimos un subsidio para documentales por Vía Digital, un tipo de subsidio de los más bajos que entrega el INCAA. Esa fue nuestra única fuente de financiamiento, por lo que tuvimos que armar un equipo muy reducido de personas en todas las etapas del proyecto, tanto desde la preproducción, como en rodaje y en postproducción, asumiendo nosotros muchos de los roles que era necesario cubrir Tuvimos muchas jornadas de rodaje y terminamos con muchas horas de material, lo que implicó también muchas jornadas de edición para poder llegar al corte final. El no tener un apoyo que nos permita dedicarnos a este proyecto exclusivamente, nos obliga a trabajar en varias cosas al mismo tiempo y, en  ese sentido, este proyecto nos implicó varios años para finalizarlo. Esto es un problema cada vez más grave para el cine nacional, ya que en los últimos años el dinero que se otorga para la producción de películas es cada vez más bajo en relación a lo que cuestan. Para las producciones grandes, esto implica que hay que filmar en mucho menos tiempo que el normal y así se pierde en calidad y cuidado estético, y para proyectos más pequeños como el nuestro implica tener que ir avanzando de a poco, en el tiempo que uno tiene en paralelo a otros trabajos que nos permiten llegar a fin de mes.

¿Cómo se trabajó con la orquesta juvenil Violeta Parra integrada por alumnos de la Villa 21-24 que aporta la música de la película?

 Lisandro: Una vez concluida la edición de la película, nos pareció que podía ser importante que la música pudiese ser hecha también por adolescentes y estudiantes secundarios. Otra de las escuelas donde trabajamos es la EEM 6 DE 5 de la villa 21-24 de Barracas, que posee orientación en música y un hermoso proyecto pedagógico. Así fue que le pedimos al taller de música de la escuela y a la orquesta popular que conformaron, que hagan la música de la película. Fue una experiencia muy interesante, organizamos una plan de trabajo, con varios encuentros, donde los chicos, junto a sus docentes, fueron pensando y diseñando propuestas musicales en base a los requerimientos que les fuimos haciendo. Y finalmente se sumó la Universidad Nacional de Avellaneda para posibilitar la grabación de la música, lo que coronó una experiencia muy rica.

 

 

¿Consideran que la experiencia de la toma del Parque Indoamericano fue suficientemente analizada y procesada por la sociedad, o es una de las tantas asignaturas pendientes?

 Diego: La experiencia que se vivió durante y luego de la toma del Parque Indoamericano no fue abordada de manera para nada suficiente. La sensación es que para gran parte de la sociedad ese hecho ya ni siquiera es recordado ni tiene trascendencia. Porque les parece algo lejano, que no los afecta aunque vivan en la misma ciudad y a pocos minutos del lugar donde todo explotó. Pero también, a partir de esta película, notamos que los chicos que viven en ese barrio tampoco están interesados en hablar del tema. Porque les parece algo de lo que ya se les habló demasiadas veces o porque prefieren no meterse muy profundo en ello. En este sentido, creo que hay muchas cosas que siguen latentes y, si no buscamos una forma de afrontarlas como primer paso para intentar resolverlas, tarde o temprano van a volver a explotar.

Cuando los jóvenes plantean la desigualdad de recursos entre las zonas Norte y Sur de la ciudad, se menciona que hay "cámaras para proteger a algunos y estigmatizar a otros" ¿cómo les parece que puede revertirse?

Lisandro: Los chicos plantean que el problema de fondo pasa por la desigualdad, en todo sentido. Vivimos en una ciudad con un norte cada vez más rico y un sur cada día más postergado. El crecimiento de uno siempre termina siendo en pos del deterioro del otro. Una sociedad que se piensa y se proyecta exclusivamente para los sectores medios, o medios altos. Revertirlo no es una tarea sencilla, y mucho menos individual o solitaria. Por el contrario, la única manera posible deberá encontrarse en construcciones colectivas, en acuerdos y acumulación de fuerza de los sectores excluidos, es decir, una dinámica diametralmente opuesta a la lucha de pobres contra pobres.

 

 

 

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