¿Se puede creer que el objetivo del gobierno de los Estados Unidos es luchar contra el narcotráfico, velar por la democracia y por el respeto a los derechos humanos después de indultar esta semana a Juan Orlando Hernández, el ex Presidente hondureño condenado por narcotrafico a 45 años de prisión en 2024 por un juzgado en Nueva York? Tal como señalamos la semana pasada en el Cohete, el Presidente Trump llamó a votar por Nasry Asfura, del Partido Nacional al que pertenece el indultado Hernández, quien lleva una leve ventaja frente a su rival Salvador Nasralla, del Partido Liberal, en medio de graves denuncias de fraude, a tal punto que la Fiscalía de ese país investigará si hubo un hackeo en las elecciones presidenciales
A Trump tampoco le preocupó que el candidato estrella de la provincia de Buenos Aires, José Luis Espert, tuviera vínculos con Fred Machado, un empresario detenido y con pedido de extradición a Estados Unidos por causas de narcotráfico, fraude y lavado, para respaldar a Milei, decir que “Argentina está luchando por su vida, se están muriendo” y condicionar su ayuda a los resultados de la elección de octubre. Ese mes acusó sin pruebas al Presidente colombiano, Gustavo Petro, de ser “un líder del narcotráfico”; cortó todos los subsidios al país, lo incluyó, junto a su familia, en un registro formal llamado Specially Designated Narcotics Traffickers de la Oficina de Control de Bienes Extranjeros de Estados Unidos (OFAC); y esta semana anunció que podría invadir Colombia, y cualquier otra nación con fuerte presencia del narcotráfico. Petro es el único Presidente de la región que ha condenado drásticamente los asesinatos extrajudiciales de los tripulantes de las 22 lanchas bombardeadas por Estados Unidos y ha señalado reiteradamente que la agresión y el cerco militar de ese país a Venezuela tiene como objetivo derrocar al Presidente Maduro y apoderarse de su petróleo.
Estas acciones de agresión e intromisión que apuntan a guillotinar la soberanía de los países de la región para convertirlos en Estados subalternos al servicio de sus intereses se enmarcan en la política exterior de ese país hacia nuestra región, cuyos lineamientos están expuestos con meridiana claridad en la Estrategia Nacional de Seguridad” de Estados Unidos divulgada el viernes por la Casa Blanca.
Corolario Trump a la Doctrina Monroe
Con la modestia que lo caracteriza, el Presidente Trump señala en el prólogo, de su autoría, que durante los primeros nueve meses de su mandato ha rescatado al país y al mundo del borde de la catástrofe. “Estados Unidos ha vuelto a ser fuerte y respetado, y gracias a ello, estamos construyendo la paz en todo el mundo”. Según el Presidente, la estrategia está concebida para que su país “siga siendo la nación más grande y exitosa de la historia de la humanidad, y el hogar de la libertad en la Tierra”.
La estrategia, en la que China continúa considerándose como su principal rival, explica la injerencia de Estados Unidos en nuestra región bajo el concepto del “Corolario Trump a la Doctrina Monroe”, esta última proclamada hace dos siglos, cuando Estados Unidos declaró a América Latina fuera del alcance de potencias rivales, entonces europeas.
La descarada injerencia de Estados Unidos en nuestra región, se ha manifestado desde el primer día de su mandato con el cambio de nombre al Golfo de México por el de Golfo de América; la presión que ejerció sobre Panamá para que se retirara del proyecto de infraestructura chino La Franja y la Ruta (BRI), y la salida de dos empresas de Hong Kong que operaban en el canal, así como la declaración de organizaciones terroristas a cárteles de México, Ecuador y otros países, lo que le permite eximirse de ciertas autorizaciones para intervenir militarmente en otros países de la región.
Trump señala literalmente que, tras años de descuido, Estados Unidos reafirmará y aplicará la Doctrina Monroe para restaurar la preeminencia estadounidense en el hemisferio occidental (léase América Latina y el Caribe) para “proteger nuestro territorio nacional y nuestro acceso a geografías clave en toda la región”. Como si el gobierno estadounidense tuviera jurisdicción sobre la región, se señala que negarán a competidores no hemisféricos (o sea, China y, en menor medida Rusia) la capacidad de posicionar fuerzas u otras capacidades amenazantes, o de poseer o controlar activos estratégicamente vitales, en nuestro hemisferio.
El objetivo del gobierno estadounidense para nuestra región se resume en “reclutar y expandir” gobiernos en la región.
- Reclutar Este concepto considera que deben reclutarse a líderes regionales aliados y consolidados que puedan ayudar a crear una “estabilidad tolerable en la región, incluso más allá de las fronteras de esos socios”. Dichas naciones “nos ayudarían a detener la migración ilegal y desestabilizadora, neutralizar los cárteles, desarrollar la manufactura local, entre otras cosas”. Esas “otras cosas” no mencionadas, como la subordinación a su política exterior, son las más importantes, pues las enunciadas se pasan por alto si se trata de un aliado, como el inadmisible indulto otorgado al narco ex Presidente hondureño Juan Orlando Hernández, condenado a 45 años de prisión por un tribunal de Nueva York. La lucha contra el narcotráfico es solo una fachada para intervenir y desestabilizar gobiernos que no se alinean automáticamente con Estados Unidos e intentan erigirse soberanamente. Así, en este afán de Estados Unidos por reclutar gobiernos, intervino inescrupulosamente en los fallos del Poder judicial de Brasil y Colombia. En el primer caso, al calificar como cacería de brujas e imponerle hasta 50% de aranceles a Brasil por el juicio contra Jair Bolsonaro y otros funcionarios, por intentar un golpe de Estado, en enero de 2022 e impedir que Lula asumiera la presidencia. En el caso colombiano denostaron públicamente a la justicia de ese país, como es la práctica habitual cuando los reos son aliados de Trump, por el fallo de una condena a doce años de prisión domiciliaria al ex Presidente Álvaro Uribe (2002-2010). Durante su gobierno tuvieron lugar los denominados “falsos positivos”, 6.400 civiles inocentes a los que los paramilitares presentaron ilegítimamente como guerrilleros muertos en combate, a cambio de premios y recompensas en el marco de la denominada “seguridad democrática". Como si eso no bastara, Uribe ha sido acusado en numerosas ocasiones por diplomáticos estadounidenses de tener vínculos con el narcotráfico en los años '90, según documentos desclasificados del Departamento de Estado. La nueva estrategia estadounidense señala explícitamente que “se recompensará y alentará a los gobiernos, a partidos políticos y movimientos de la región que estén ampliamente alineados con “nuestros principios y estrategia”, tal como ocurrió en la Argentina y Honduras. El cerco militar a Venezuela y las amenazas de invasión a Colombia, así como a todos los países que se resistan a combatir el narcotráfico bajo el mando de Estados Unidos, constituye parte de ese Corolario Trump de la Doctrina Monroe, que se traduce en una mayor presencia militar en la región. La nueva estrategia incluye la suscripción de acuerdos comerciales recíprocos, después de que durante su primer gobierno Trump detuviera su firma. La realidad es que estos no han traído la prosperidad anunciada en los países de la región que los han suscrito. El sueño de quienes no los han firmado y hoy creen que traerán prosperidad no les permite ver que el objetivo para Estados Unidos es acceder sin límites (o sea, libertariamente) a sus recursos naturales además de inundarnos con su industria de bienes ligeros (sin competencia) lo que trae como consecuencia la destrucción del tejido industrial, crecientes niveles de informalidad y la reversión de saldos comerciales positivos, de ser el caso, en negativos tal como ha ocurrido, con excepción de México (debido a sus altos grados de integración industrial con ese país) en todos los países de la región que suscribieron este tipo de Acuerdos. El documento señala que estos Acuerdos “dificultarán que competidores no hemisféricos aumenten su influencia en la región”, lo que es cierto, pero eso lo tiene que definir cada Estado y no una potencia extranjera, cualquiera que sea. Como cereza del postre se establece que Estados Unidos trabajará “para fortalecer nuestras alianzas en materia de seguridad, desde la venta de armas hasta el intercambio de inteligencia y los ejercicios conjuntos”.
- Expandir Bajo este concepto, se busca expandir una red de alianzas en la región que dé lugar a que los gobiernos consideren a Estados Unidos su socio predilecto y (a través de diversos medios) desalentar su colaboración con otros. En este punto se señala que nuestra región alberga numerosos recursos estratégicos que Estados Unidos debería desarrollar en colaboración con aliados regionales para que tanto los países vecinos como Estados Unidos sean más prósperos. Con total descaro, se anuncia que el Consejo de Seguridad Nacional (de Estados Unidos) iniciará de inmediato un sólido proceso interinstitucional para encargar a las agencias, con el apoyo del brazo analítico de nuestra Comunidad de Inteligencia, la identificación de puntos y recursos estratégicos en el hemisferio occidental con miras a su protección y desarrollo conjunto con socios regionales.
Como si América Latina y el Caribe le pertenecieran, se denuncia que “competidores no hemisféricos han realizado importantes incursiones en nuestro hemisferio, tanto para perjudicarnos económicamente en el presente como para perjudicarnos estratégicamente en el futuro”. Por eso, dice el documento, los términos de nuestras alianzas, y los términos bajo los cuales brindamos cualquier tipo de ayuda, deben estar condicionados a la reducción de la influencia externa adversaria, desde el control de instalaciones militares, puertos e infraestructura clave (como el puerto de Chancay del Perú) hasta la compra de activos estratégicos en sentido amplio. El documento señala que muchos gobiernos no están ideológicamente alineados con potencias extranjeras, sino que se sienten atraídos a hacer negocios con ellas por otras razones, como los bajos costos y la menor cantidad de obstáculos regulatorios. Estados Unidos ha logrado reducir la influencia externa en el hemisferio occidental al demostrar, con precisión, los costos ocultos —en espionaje, ciberseguridad, trampas de deuda y otros— que están implícitos en la supuesta asistencia extranjera de "bajo costo". Por eso, consideran necesario inducir a los países a rechazar dicha asistencia.
Con un tono infantil se señala que “en el hemisferio occidental, y en todo el mundo, Estados Unidos debe dejar claro que los bienes, servicios y tecnologías estadounidenses son una inversión mucho mejor a largo plazo, ya que son de mayor calidad y no están sujetos a las mismas condiciones que la asistencia de otros países”. Y como si China interviniera en decisiones políticas fuera de su país, se dice que “la disyuntiva que todos los países deben afrontar radica en si quieren vivir en un mundo liderado por Estados Unidos, con países soberanos y economías libres, o en uno paralelo, en el que se vean influenciados por países del otro lado del mundo". Así la estrategia presentada señala que todo funcionario estadounidense que trabaje en la región debe ejercer presión y ofrecer incentivos a los países socios para que ayuden a las empresas estadounidenses a competir y tener éxito, tal como el Embajador Lamelas lo hace en Argentina. El documento señala que “los términos de nuestros acuerdos, especialmente con los países que más dependen de nosotros y, por lo tanto, sobre los que tenemos mayor influencia, deben ser contratos de proveedor único para nuestras empresas. Al mismo tiempo, debemos hacer todo lo posible para expulsar a las empresas extranjeras que construyen infraestructura en la región. No cabe duda de que la nueva Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos busca tener el control absoluto de la región, y frenar la creciente presencia china, vía una mayor presencia militar que puede ser utiizada a discreción bajo el escudo del narcoterrorismo, con el objetivo de ejercer el dominio monopólico de los abundantes recursos naturales de la región, firmar acuerdos comerciales y lograr cierto bienestar que frene la migración multirracial a su país y le permita preservar lo que queda de su cultura anglosajona.
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