LA VIDA POR BERÓN

La música que escuché mientras escribía

 

Raúl Berón fue un caso único. Todo lo que grabó es excelente. Aquí tenés cuatro muestras que no me dejan mentir. La primera con Troilo, por supuesto, en 1953, cantando Mensaje, de Discepolín y Cátulo Castillo.

 

 

Pero ya había dejado huellas de su calidad con la orquesta del bandoneonista Armando Pontier y el violinista Enrique Francini, quienes se habían separado de Miguel Caló para formar su propia formación. Escuchá como cantó con ellos en 1946 Remolino, de Alfredo De Ángelis y José Rotulo, y en 1948 Cafetín, de Argentino Galván y Homero Expósito.

 

 

Una de sus grabaciones más logradas fue Tal vez será su voz, de Lucio Demare y Homero Manzi, con la orquesta de Demare, en 1943.

 

 

 

Y más atrás aún, la que creo que fue su primera grabación, en 1942: Al compás del corazón, de Domingo Federico y Homero Expósito. A sus 22 años, ya era un monstruo.

 

 

Me parece que esto pulveriza mi teoría de que ningún cantor fue tan bueno como en sus años con Pichuco, ni antes ni después. Salvo que creas la absurda regla de que hay una excepción que confirma la regla. En fin, como escribió Goethe, gris es toda teoría y verde el árbol de la vida.

 

 

 

 

 

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