LA VOLATILIDAD DE UNA ESTRELLA

La evaporación de las dos coaliciones que gobernaron durante las últimas tres décadas

 

Los chilenos decidirán hoy en las urnas si el poder para solucionar las profundas desigualades económicas, sociales y territoriales que dieron lugar a las multitudinarias protestas que estallaron el 18 de octubre de 2019 se lo otorgan al candidato del ultraderechista Partido Republicano, José Antonio Kast, quien continuaría con el modelo neoliberal, aplicado con mayor severidad, o a Gabriel Boric, candidato de la coalición de izquierda radical Apruebo Dignidad, que propiciaría un cambio de orientación política y económica para intentar revertir dichas brechas. En Chile no hizo falta la llegada de la pandemia para desnudar las profundas diferencias en el acceso a los servicios de educación y salud, así como para denunciar la estafa de las administradoras de fondos de pensiones (AFP) que constituye el sistema privado de jubilaciones vigente.

A diferencia de las encuestas para la primera vuelta electoral que acertaron en anticipar que Kast (27,9% de los votos válidamente emitidos) y Boric (25,8%), pasarían a la segunda vuelta, las disponibles para la elección de hoy le dan una ventaja mínima a Boric, la misma que ha ido reduciéndose desde el día en que ambos pasaron a definir el balotaje. La diferencia podría corresponder a un margen de error.

La mayor votación obtenida por Kast en la primera vuelta, y el hecho de que no esté totalmente descartada la posibilidad de convertirse en Presidente de Chile, representan un contrasentido a la lucha política y a la presión social de los últimos años, que derivó nada menos que en el cambio de Constitución promulgada en 1980 durante la dictadura de Pinochet.

 

 

Hartazgo y alianzas

El triunfo de ambos candidatos, que hicieron campaña con posiciones radicales en sus respectivos espacios políticos durante la primera vuelta electoral, es también la expresión del rechazo a las dos coaliciones de centro izquierda y derecha que, con matices, administraron el modelo neoliberal heredado de la dictadura militar durante las tres últimas décadas.

Yasna Provoste, del Partido Demócrata Cristiano, que formó parte de la tres veces gobernante Concertación, quedó en quinto lugar con 11,6% de los votos, mientras que Sebastián Sichel, candidato del oficialista Chile Podemos Más, en cuarto lugar (12,8%). La tercera ubicación, no prevista por las encuestadoras, la obtuvo el candidato antisistema y antipartidos Franco Parisi, del Partido de la Gente, con una campaña hecha por Internet desde Estados Unidos y con un juicio por pensión de alimentos a sus hijos en Chile.

Kast ha recibido el respaldo de Sichel después de que el triunfante candidato del Partido Republicano le aceptara un pliego de peticiones expresados en un documento que llamó Nueve compromisos para reforzar la democracia, donde le exigía asuntos clave como el respeto irrestricto a los derechos humanos. Por su parte, Boric ha recibido el apoyo de los candidatos Yasna Provoste, de Marco Henríquez Ominami del Partido Progresista y de Eduardo Artés de la Unión Patriótica.

Durante sus campañas, Kast y Boric han debido rectificar sus metas e, inclusive, retractarse de algunos postulados para acercarse a los votantes de centro, a los independientes y a los indecisos. Pero en esencia, se trata de dos proyectos antagónicos que mantienes sus lineamientos centrales inamovibles.

El 53% de votantes que no acudieron a las urnas y los votantes “antisistema” de Parisi se han convertido en el fiel de la balanza. Las características de los votantes de este último hacen difícil suponer que pueda endosar su voto automáticamente a cualquiera de los candidatos a pesar de que recientemente ha criticado el programa económico de Boric en respuesta a la decisión de este de no participar en un debate con Kast en su programa Bad Boys emitido por la plataforma YouTube.

 

 

No es la primera vez

El voto de rechazo al sistema de partidos vigente desde que se recuperó la democracia en 1990 se puso también en evidencia en las elecciones de mediados de mayo, cuando se eligió a los 155 delegados que conforman la Convención Constituyente, encargada de redactar la nueva Constitución. En esa misma fecha, se eligió a gobernadores regionales (por primera vez), alcaldes y concejales. El resultado fue concluyente y el triunfo se lo llevaron los independientes y los representantes de fuerzas de izquierda más radicales agrupados en la coalición Apruebo Dignidad (Frente Amplio, Partido Comunista y otros menores).

Los representantes de los partidos de derecha agrupados en la lista oficialista de Piñera, Vamos por Chile, no alcanzaron ni siquiera el tercio de votos, que les hubiera permitido ejercer el veto a los contenidos del texto de la nueva Constitución. Apenas obtuvieron 37 escaños que representan el 23% de los votos. Peor le fue a la ex Concertación (Partido Socialista, Democracia Cristiana, otros) agrupada en la lista Apruebo que obtuvo apenas 25 escaños (16% de votos).

En aquella elección fueron los independientes quienes captaron la mayor afluencia de votos al obtener 48 escaños (31%). Si a los 48 representantes elegidos en las listas sin militancia política se añaden los 40 que se presentaron con cupos cedidos por partidos, en su gran mayoría de izquierda, los independientes representaron el 56,8% del órgano que redacta actualmente la nueva Constitución.

La configuración política de los 155 delegados dio lugar a anuncios sobre los cambios que tendrían lugar en la nueva a Carta Magna. El rol subsidiario del Estado, por ejemplo, sería reemplazado por uno más protagónico, que permitiera reducir las desigualdades que un imperfecto libre mercado profundizó y fue incapaz de mitigar.

Las múltiples reformas hechas al texto de la Constitución promulgada por Pinochet desde el retorno de la democracia en 1990 no fueron suficientes para responder a los anhelos –sobre todo en materia de justicia social– de gran parte de la sociedad chilena. Los primeros resquebrajamientos del modelo se hicieron visibles en 2005 con la denominada revolución de los pingüinos y luego en 2011 con las manifestaciones universitarias. Pero el golpe final al modelo económico fue el estallido social iniciado el 18 de octubre de 2019 que cegó 36 vidas y dejó centenares de heridos.

Su persistencia y gravedad derivaron en el Acuerdo por la Paz que dio lugar a que una nueva Constitución se convirtiera en la única salida que encontró el gobierno de Piñera para canalizar los reclamos sociales y preservar la democracia. En el acuerdo logrado con los líderes sociales para cambiar la Carta Magna, previa consulta popular, se establecieron algunos criterios mínimos como la definición de república democrática, la validez de las sentencias judiciales, la intangibilidad de los tratados internacionales y un quórum de 2/3 para la aprobación de sus normas.

En el referéndum de octubre de 2020, casi 80% de los chilenos no sólo votó a favor de redactar una nueva Constitución sino, también, por hacerlo mediante una Convención Constituyente. Elegidos los delegados en mayo, como se ha mencionado, esta se instaló el 4 de julio y tendrá un plazo máximo de un año para culminarla. Luego deberá ser ratificada en referéndum con voto obligatorio.

 

 

Paradoja

El triunfo en primera vuelta de un candidato como Kast, con posibilidades de ser electo Presidente, es contradictorio con relación a los acontecimientos políticos que derivaron en el multitudinario estallido social de octubre de 2019 y a los principios y lineamientos que se intentan plasmar en la nueva Constitución, a los que él se opone.

Kast es defensor del orden y de la mano dura. Al estilo de Trump, propone la construcción de una zanja en el norte del país para contener la migración. Reconoce su simpatía por Bolsonaro, Trump y Pinochet y si gana romperá relaciones diplomáticas con Cuba, Venezuela y Nicaragua, además de retirar a Chile de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU. Su propuesta económica apunta a fortalecer el mercado y darle más libertad de acción y disminuir el rol y la participación del Estado. Además, propone reducir el impuesto a las empresas y el gasto público con la convicción de que la estabilidad y el orden público generarán más inversiones y mayor crecimiento.

Si bien la realidad siempre supera cualquier especulación, algunas explicaciones de esta paradójica situación podría encontrarse en la incertidumbre ocasionada por la crisis económica, la falta de una propuesta clara de las fuerzas de izquierda sobre el complejo tema de la migración –que puede ser decisiva en una contienda electoral--, los conflictos con la población mapuche, el incremento de la delincuencia y la inseguridad, situaciones en las que un discurso de “orden y progreso” --acompañado por un coro anticomunista-- podría haber menguado la audacia de los electores a votar por el cambio.

Si algo en común tienen Kast y Boric es que ambos tendrán que enfrentarse con un escenario de exiguo crecimiento económico y de restricción fiscal debido a los altos niveles de endeudamiento generados por los gastos derivados de la pandemia. Asimismo, con un escenario inflacionario en términos relativos a los que siempre ha tenido Chile, hecho que ha llevado al gobierno a incrementar significativamente las tasas de interés a partir de esta semana.

Otra situación común es que el nuevo Presidente no tendrá mayoría propia en el Congreso Nacional y, por lo tanto, se verá obligado a negociar con los sectores del centro. La paridad de fuerzas en el Congreso resultante de la primera vuelta electoral será una limitante para concretar las propuestas más extremistas de cualquiera de los dos candidatos que obtenga el mayor número de votos.

Del total del padrón electoral casi 54% de chilenos no fueron a votar (como no es obligatorio desde 2012, solo suele votar el 50% de la población) y 21% votaron por otros candidatos. Kast y Boric juntos recibieron apenas 25%. Es decir, solo uno de cada cuatro chilenos definió quienes serían los candidatos del balotaje. Las extraordinarias movilizaciones que derivaron en el acuerdo para cambiar la Constitución parecerían haber perdido dinamismo y entusiasmo.

 

La elección, en % sobre los votos válidos y sobre la totalidad del padrón.

 

La elección de los delegados de la Convención Constituyente hace apenas unos meses dio lugar a pensar que Chile estaba consolidando el fin del modelo neoliberal y empezaría a escribir una nueva página de su historia. Entonces, era impensable que un candidato ultraderechista, defensor a ultranza del modelo contra el cual millones de chilenos se manifestaron hace dos años. vencería en la primera ronda de la elección presidencial y tendría en vilo a toda la región ante esta improbable posibilidad.

 

 

 

 

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