Donald Trump ha tenido una pésima semana. El martes 5 su partido sufrió una aplastante derrota en las elecciones estatales y locales en seis estados, lo que revela la pérdida de respaldo al trumpismo; el número de días de cierre del gobierno (shutdown) ha superado el récord histórico por la falta de acuerdo en el Senado para definir el límite del Presupuesto Federal, lo que está generando serios problemas con el financiamiento de programas de ayuda alimentaria y salarios de empleados; la deuda superó los 38 billones de dólares y prevalece un enorme déficit fiscal financiado con emisión de bonos del Tesoro que no encuentran compradores; y, el miércoles 6, la Corte Suprema de Estados Unidos celebró la primera sesión sobre la legalidad de los aranceles instrumentados por Trump desde enero, considerados por el Presidente como “una cuestión de vida o muerte”.
En su patio delantero, como recategorizó nuestra región el ex Presidente Joe Biden, no le ha ido mejor. A pesar de que el gobierno estadounidense ha incrementado su injerencia de manera abierta y descarada, no ha podido llevar a todos los países a su redil. Hay varios que se le rebelan y, por ello, el lunes 3 ha debido suspender la Cumbre de las Américas prevista para los primeros días de diciembre en República Dominicana bajo el lema “Construyendo un Hemisferio Seguro, Sostenible y de Prosperidad Compartida”.
La tensión por la presencia militar que ha asesinado a más de 69 personas en 18 bombardeos a pequeñas embarcaciones que supuestamente llevaban drogas a Estados Unidos; la exclusión de Cuba, Nicaragua y Venezuela de la Cumbre, que motivaron las ausencias de Gustavo Petro y Claudia Sheinbaum; las dudas de otros líderes de participar y la confirmación de otros que utilizarían el evento para exigir el retiro de la presencia militar y naval estadounidense fueron los factores determinantes para suspenderla.
Al principio
Durante su primer mandato, Trump no le prestó mucha atención a la región. La excepción fue Venezuela, donde impuso a un presidente ad interim, Juan Guaidó, con más de 50 representaciones diplomáticas y asiento en el BID; creó en 2017 el Grupo de Lima, desde donde alentaban a las Fuerzas Armadas venezolanas a reconocer a Guaidó como presidente; se confiscaron las refinerías y estaciones de servicio en Estados Unidos de la empresa CITGO, filial de PdVSA, la petrolera estatal de ese país; se confiscaron 31 toneladas de oro en el Banco de Inglaterra; y se encargó al trío Elliot Abrahams, Mauricio Claver Carone y Marco Rubio desestabilizar al gobierno de Maduro, sin éxito. Tampoco prosperó la Operación Gedeón, un intento fallido de incursión armada en Venezuela en mayo de 2020, liderada por ex militares venezolanos y mercenarios de Estados Unidos y Colombia, con el objetivo de derrocar a Nicolás Maduro.
Trump no participó en la Cumbre de las Américas que tuvo lugar en Lima, en 2018, convirtiéndose en el único Presidente estadounidense ausente en este evento, que reúne cada tres años a los líderes de la región desde 1994, creado por iniciativa del ex Presidente Clinton en el escenario del fin de la Guerra Fría. Hoy las cosas son distintas y esta región se ha convertido en un escenario de pugna por el poder hegemónico entre China y Estados Unidos. En efecto, 22 de los 33 países de América Latina y el Caribe han firmado su adhesión a la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI), a través de la cual China ha invertido desde 2013 en proyectos de infraestructura muy importantes en varios continentes. Por esta razón, Trump se ha mostrado decidido a tomar control de nuestra región.
Después
Durante su segundo mandato, el Presidente ha pisado fuerte el acelerador de la injerencia en América Latina y el Caribe para desplazar a China a como dé lugar. Tan pronto asumió el gobierno, en un acto simbólico, le cambio el nombre al Golfo de México por Golfo de América. En Panamá obligó al gobierno a retirarse de la BRI y a expulsar a empresas chinas de la administración del canal. Dos meses después, la firma estadounidense BlackRock compró los puertos de Balboa y Cristóbal, en ambos extremos del canal, a CK Hutchison, una empresa de Hong Kong.
Trump interifirió en la justicia brasileña al gravar con aranceles de hasta 50% a las exportaciones de ese país a Estados Unidos por el juicio contra Jair Bolsonaro –finalmente fue condenado a 27 años de prisión–, al que calificó como una “caza de brujas que debe terminar inmediatamente”, porque constituye una “vergüenza internacional”.
Dos semanas después, el ex Presidente colombiano Álvaro Uribe (2002-2010) fue hallado culpable, en primera instancia, de los delitos de fraude procesal y soborno en actuación penal, y condenado a doce años de prisión domiciliaria. Inmediatamente el secretario de Estado, Marco Rubio, dijo que “el único delito del ex Presidente colombiano Uribe ha sido luchar incansablemente y defender su patria. La instrumentalización del poder judicial colombiano por parte de jueces radicales ha sentado un precedente preocupante”.
En cuanto a México, el primer día de su mandato Trump declaró a carteles del narcotráfico de ese país como organizaciones terroristas, lo cual facilita la intervención militar aludiendo a la seguridad nacional de Estados Unidos. Trump tiene intenciones de que México autorice el ingreso de tropas del Ejército y de inteligencia estadounidenses para combatir el narcotráfico. Es una de las mayores presiones que tiene la Presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum. En esa oportunidad no incluyó al Cartel de los Soles, de Venezuela. Lo hizo recién a fines de agosto, y el 2 de septiembre desplegó buques de guerra en el Mar Caribe frente a las costas de Venezuela, que ha dejado el saldo ya mencionado de 69 fallecidos.
A pesar de las reiteradas denuncias del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos de que dichos ataques representan crímenes extrajudiciales y que a partir de la escasa información que proporciona Estados Unidos ninguna de las víctimas de los barcos atacados representaba una amenaza inminente, el secretario de Guerra, Pete Hegseth, dice que “los ataques navales contra los narcoterroristas continuarán hasta que cesen sus actividades de envenenamiento del pueblo estadounidense (...) A todos los narcoterroristas que amenazan nuestra patria: si quieren seguir con vida, dejen de traficar con drogas. Si siguen traficando con drogas mortales, los mataremos”.
El gobierno ha desplegado en el mar Caribe, frente a las costas de Venezuela, una docena de barcos de guerra, un submarino, más de diez mil soldados que también están estacionados en Puerto Rico y Trinidad y Tobago y, próximamente, se estacionará el portaaviones USS Gerald R. Ford, el buque de guerra más grande del mundo, con capacidad para transportar 90 aviones. Cuando llegue, el 20% de los buques de guerra estadounidenses movilizados en el mundo estarán en aguas latinoamericanas, según un análisis de la revista especializada Stars and Stripes.
El Presidente Trump ha autorizado a la CIA a desarrollar misiones encubiertas en Venezuela y ha dicho que entrarán en una nueva fase que incluiría acciones terrestres. Según una encuesta de You.Gob, la mitad de los estadounidenses se opone a los ataques militares estadounidenses contra objetivos terrestres en Venezuela. Sólo una quinta parte los apoya.
Trump ha dicho que Maduro tiene los días contados al frente de Venezuela, pero se contradice cuando al mismo tiempo admite que duda y que no cree que vaya a haber una guerra entre ambos países. Lamentablemente, el jueves 6 el Senado rechazó (51 a 49 votos) una propuesta bipartidista para bloquear cualquier acción militar estadounidense contra Venezuela que no haya sido aprobada por el Congreso.
Trump aún debe tomar una decisión sobre cómo proceder en Venezuela. Las declaraciones de apoyo a Venezuela por parte de los Presidentes de Rusia y China deben pesar en su decisión. Durante el Foro Empresarial Estadounidense, en Miami, en el que también participó el Presidente Milei, la líder de la oposición y premio Nobel de la Paz 2025, María Corina Machado, apoyó incondicionalmente los bombardeos a las lanchas y dijo que Maduro es “el cabecilla de esta estructura narcoterrorista que ha declarado la guerra contra el pueblo venezolano y contra las naciones democráticas en la región, donde las redes criminales sustentan al régimen chavista con el tráfico de drogas, oro, armas y personas”. “Maduro empezó esta guerra, y el Presidente Trump va a terminarla”, señaló por videoconferencia.
En reiteradas oportunidades, el Presidente colombiano, Gustavo Petro, ha dicho que “Colombia no prestará su territorio para ninguna invasión de un país vecino ni ninguno de sus hombres”. El 19 de octubre, Petro dijo que funcionarios del gobierno de los Estados Unidos habían “cometido un asesinato y violado nuestra soberanía en aguas territoriales. El pescador Alejandro Carranza no tenía vínculos con el narco y su actividad diaria era pescar. La lancha colombiana estaba a la deriva y con la señal de avería”. Exigió una rendición de cuentas sobre este caso. La violenta respuesta de Trump no se hizo esperar: dijo que “la producción masiva de drogas se ha convertido, con diferencia, en el mayor negocio de Colombia, y Petro no hace nada para detenerlo”. Incluso amenazó con una intervención si Petro no “cierra de inmediato los campos de exterminio” que representan las zonas de producción de droga en su país. De lo contrario, Estados Unidos “los cerrará por él, y no será bonito”, amenazó. Seguidamente lo acusó de ser líder del narcotráfico y anunció la suspensión de toda ayuda financiera y tecnológica.
La injerencia más reciente de Estados Unidos ha tenido lugar en la Argentina, donde el gobierno intervino en el mercado cambiario a través de tres bancos privados para sostener el tipo de cambio y anunció un préstamo de 20.000 millones de dólares. Antes, Trump dijo que los argentinos estaban muertos, pero que solo apoyarían a la Argentina si votaban a Milei en las elecciones legislativas del 26 de octubre.
Todo tiempo pasado fue mejor
A diferencia de las incursiones militares en Irak, Libia, Siria, Granada, Panamá, entre otros, la amenazante presencia militar de Estados Unidos en el Mar Caribe se realiza en circunstancias en que el país del Norte se encuentra con la musculatura algo resblandecida.
Según el FMI, como consecuencia de los aranceles instrumentados por Estados Unidos a partir de abril, las previsiones de crecimiento están muy lejos de volver a los niveles de 2024. El consumo ha registrado una caída significativa, la inflación está un punto porcentual por encima de la meta, el desempleo se ha incrementado y el país se encuentra en una crisis de endeudamiento en espiral acompañada de un déficit fiscal crónico. Por otro lado, el cierre del gobierno ha tenido impacto en algunos programas de alimentación, en especial el Programa de Asistencia Nutricional Suplementaria (SNAP), que cubre a casi 42 millones de personas. Estos han quedado desfinanciados desde el sábado 1°.
En el plano político Trump fue barrido en las elecciones del martes 5. El caso más aplaudido ha sido el triunfo del alcalde de la ciudad de Nueva York, Zohran Mamdani, no solo porque no disimuló su condición de musulmán, migrante nacido en Uganda, de origen indio, defensor de la causa palestina y socialista, sino porque los electores desafiaron el chantaje de Trump, quien dijo que si Mamdani ganaba suspendería la ayuda federal a NYC.
En el plano internacional, Trump venía de una cumbre bilateral con Xi Jinping, realizada en Corea del Sur, en la que este intentó salir de su laberinto arancelario al pedirle al líder chino que le siga comprando soja –para no deteriorar su base electoral– y le vendiera tierras raras, para no perjudicar su industria. China concentra alrededor del 61% de la producción de tierras raras extraídas y controla hasta el 92% del procesamiento mundial. Ambos firmaron un precario acuerdo por un año. En la relación con nuestra región, la postergación de la Cumbre de las Américas representa una derrota diplomática para Trump, pues no ha sido capaz de presentar una agenda proactiva en lugar de imperativa. Lo único que ha hecho durante su gobierno es incrementar su injerencia, desestabilizar la región y amenazar con su presencia militar en México, Colombia y, con palabras mayúsculas, a Venezuela.
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