Las asociaciones peligrosas

Contextualizando las imágenes políticas del peronismo

 

Las imágenes son inseparables de la política. Utilizadas en las monedas romanas con distintos objetivos, el sentido propagandístico le fue otorgado por la Iglesia Católica: “Lo que la escritura enseña a aquellos que leen, un cuadro lo enseña a los iletrados en cuanto lo contemplan, porque en él, el ignorante ve lo que debería imitar y el analfabeto puede leer”, le escribió San Gregorio Magno en el año 600 a Sereno, cuando este le preguntó si existía justificación para destruir imágenes religiosas. Dos siglos después, y luego de muchos debates, la Iglesia aceptó la veneración de imágenes y en 1563 el Concilio de Trento reconoció su eficacia para educar, instruir y mantener vivo el recuerdo.

Así como las imágenes fueron imprescindibles para propagar la fe, la Revolución Francesa les dio un nuevo vigor, en este caso, para difundir sus ideales. Los adelantos tecnológicos de los últimos dos siglos modificaron los soportes de difusión y consolidaron una cultura visual sin precedentes.

 

 

Los caminos del relato antiperonista

Este proceso parece haber sido obviado por cierta parte de la historiografía argentina y del sentido común que asocia la difusión de imágenes de políticos al fascismo. Lo que podemos denominar reductio ad fascismus.

El antiperonismo, desde sus orígenes, construyó esta simplificación a partir de la utilización generalizada de imágenes de Perón y Evita, para no solo asociarlo al fascismo, sino para construir su propia identidad que no utilizaría las imágenes políticas para la propaganda. Ni siquiera se trató de una cuestión de escala, sino de construir un relato del peronismo como “anormalidad” general en lo político, económico, social, cultural y hasta en lo estético. A partir de 1983, mediante otro reduccionismo, la historiografía postdictadura “normalizó” al peronismo para insertarlo en la línea de continuidad democrática liberal.

Ambas simplificaciones se esfuerzan más por insertar al peronismo en categorías de la teoría política contemporánea que por intentar abordar el fenómeno hurgando en análisis menos generalistas. De esta manera, el primer peronismo fue durante décadas una total anomalía (inclusive considerado dictadura) o, desde 1983, fue una estación mas dentro del proceso de ampliación de derechos de la democracia argentina. El problema de este reduccionismo es que deja una serie de elementos que formaron parte de la experiencia para minimizarlos o reducirlos al anecdotario de los “desvíos”.  Nuestro intento de abordar de manera más enriquecedora el fenómeno peronista busca salir de esa falsa trampa teórica que actúa como un obstáculo epistemológico y nos coacciona a mirar ciertos hechos e invisibilizar otros.

Y en ese sentido buscamos deconstruir uno de los relatos constitutivos del antiperonismo que asocia, de manera reduccionista, la difusión de imágenes por parte del Estado con el fascismo.

 

 

Los sellos postales de Eva Perón

Para intentar explicarlo voy a contar una historia. El 24 de octubre de 1955, un mes después de producido el golpe de Estado que había derrocado al Presidente Juan Domingo Perón, las autoridades militares firmaron un decreto que anunciaba que a partir de ese día quedaban fuera de circulación legal todos los sellos postales ilustrados con la efigie de Eva Perón. Se iniciaba así un período iconoclasta que se vería coronado en el Decreto Nº 4.161 de marzo de 1956, que prohibió expresamente la utilización de imágenes y símbolos representativos del peronismo.

 

 

¿De qué se trataban estas imágenes?

 

 

El 26 de agosto de 1952 se habían puesto en circulación los primeros sellos postales ilustrados con dos retratos de Eva Perón.

 

 

 

En nuestro país se respetaba una tradición, que imitaba a una práctica adoptada por el Correo de los Estados Unidos de no representar personas vivas, con el objetivo de mostrar que los valores patrióticos se encarnaban en personas de carne y hueso que ingresaban de este modo al panteón de los héroes de la patria y no en alegorías impersonales como lo había construido la iconografía francesa revolucionaria. Es por ello que el gobierno peronista decidió representar a Eva en los sellos postales luego de fallecida, e incluso el propio Perón no permitió que fuese emitida una estampilla con su imagen en 1951.

 

 

 

 

Que en realidad no se había respetado siempre. En una nota anterior contamos que Roca y sus socios políticos utilizaron los billetes para representarse mientras eran autoridades nacionales. Lo mismo hicieron con los sellos postales. Así, hasta 1891 circularon estampillas con los rostros del Presidente Juarez Celman y de los ex Presidentes Roca y Mitre, actores centrales de la política de la época.

 

 

 

 

Una época de homenajes

Sin embargo, las imágenes de Eva Perón en sellos generaron reacciones en la oposición que la asociaban al culto a la personalidad típica de los regímenes autoritarios europeos y especialmente al fascismo.

Los intentos por buscar paralelismos entre el imaginario peronista de manera unilateral en el fascismo son de una endeblez que ya han sido cuestionados por Marcela Gené en su libro Un mundo feliz en el que propone complejizar el abordaje de las imágenes contextualizando los objetos de análisis.

Por ello, hurgando un poco en la historia podremos ver que la práctica de homenajear a personalidades políticas, monarcas y Presidentes luego de su fallecimiento a través de sellos postales era una práctica muy común en la época.

El correo de los Estados Unidos homenajeó al Presidente Roosevelt cuando falleció y nadie les dijo fascistas.

 

 

 

Incluso el propio correo argentino lo recordó en 1946, al cumplirse un año de su muerte. Aunque para esa fecha (12 de abril de 1946) Perón no había asumido la Presidencia, el correo estaba a cargo desde hacía meses de Oscar Nicolini, amigo de la familia Duarte desde hacía años, considerado por Félix Luna como un hombre del círculo más íntimo de la primera dama, a quien conocía desde pequeña y a la que luego acompañaría en su gira europea [1].

 

 

 

 

Este homenaje era parte de una política oficial que intentaba relacionar al peronismo con el New Deal del Presidente Roosevelt. Veamos el texto que acompaña la imagen: “Propulsor de la buena vecindad y abanderado de la justicia social”. No hay dudas de que el peronismo intentaba asociarse al proyecto de Roosevelt, unas semanas antes de asumir formalmente el poder.

 

 

 

 

 

 

Mujeres y esposas

Podríamos contraargumentar que monarcas y Presidentes fallecidos merecían esos homenajes mientras que Eva Perón era solo la esposa de un Presidente. Y que ello era un abuso de tinte propagandístico y fascista.

Sin embargo, debemos intentar abordar el tema desde un lugar distinto. Los héroes nacionales representados en sellos postales habían sido hasta la fecha todos varones en nuestro país y en la mayoría de los países del mundo. La casi unanimidad de las mujeres representadas desde 1840 (cuando se inventó el primer sello postal) eran monarcas.

El primer Estado que debatió y decidió incluir en su panteón heroico a una mujer fue los Estados Unidos a fines del siglo XIX. Así, en 1902 fue representada la primer mujer no monarca en los sellos postales del mundo. Y la elección recayó en Martha Washington, la esposa del ex Presidente, al cumplirse el centenario de su fallecimiento.

Hubo incluso otras esposas de Presidentes representadas en sellos postales. Como el caso de Eleanor Roosevelt, que ilustró un sello postal luego de su fallecimiento en 1962.

Es muy fácil de comprobar que no hubo esposas de lideres fascistas en sellos postales.

 

 

 

 

A propósito señalé, de manera machirula, el rol de esposas para asociarlas a Eva Perón. En realidad, todos estos homenajes recordaban los compromisos y la obra política de estas mujeres per se, no la de sus esposos. No se trataba de homenajes a esposas. Las críticas de ese tipo que recibía Eva Perón exhiben el machismo, aún palpable en nuestra sociedad, que relaciona la política, la heroicidad y el patriotismo con los hombres.

La imagen de Eva y la de Martha Washington modificaban la lógica del panteón de héroes nacionales. Tanto en los sellos postales, como en los billetes y monedas, las representaciones femeninas hasta el momento eran alegóricas (figuras como la Libertad, el Progreso y la República). La inclusión de Eva Perón significó legitimar a la mujer como sujeto político, ampliar simbólicamente el campo de lo representable e incorporar nuevos valores como la solidaridad, la generosidad, la empatía y la caridad como constitutivos de lo heroico y por ende de lo homenajeable.

Desde este punto de vista, la asociación del imaginario peronista con el imaginario fascista cae en saco roto. En los sellos postales nazis no hay homenajes a ninguna mujer. Solo son representadas alegóricamente como madres, soldados y trabajadoras, reducidas a un papel secundario y conservador.

Más escasas aún son en la Italia fascista y en la España franquista. En esta última se recurrió a la imagen de Reina Isabel de Castilla, como símbolo de la restauración católica y la unidad de la nación como parte de la tradición hispánica que Franco quería restaurar.

En síntesis, el relato antiperonista que simplifica la relación entre fascismo y peronismo en los sellos postales de Eva Perón es, desde este punto de vista, falaz.

 

 

La propaganda política

Otro de los argumentos de este relato es que la reproducción propagandística de la imagen de los líderes políticos era una característica del fascismo. Roman Gubern, reconociendo que no hay imágenes ideológicamente neutras, sostiene que si bien cualquier imagen puede estar investida de una carga ideológica partidista, solo en los regímenes totalitarios tal impregnación obedece a presiones políticas imperativas ejercidas desde el poder, en su tarea de militarizar el arte al servicio del Estado. El problema de esta definición es que podría considerarse totalitaria toda imagen de propaganda construida y difundida por el Estado, incluyendo las de los billetes y sellos postales, ya que es fruto de una decisión política imperativa ejercida desde el poder.

Sin poder explayarnos aquí (lo haremos seguramente en próximas notas), la difusión con sentido propagandístico de imágenes de líderes políticos desde el Estado es una característica de diversos regímenes políticos políticos y solo de los regímenes autoritarios. Así podemos encontrar infinidad de souvenires con el rostro de Roosevelt con fines propagandísticos que nadie tildaría de autoritaria.

La utilización de rostros de líderes políticos con fines propagandísticos tuvo su desarrollo desde principios del siglo XIX en la democracia estadounidense. Era el primer país en el que los candidatos debían convencer a los votantes de apoyarlos en elecciones. Y el uso de la imagen no solo era útil para conseguir el voto, sino como una herramienta de propaganda para mantener el poder y el apoyo popular.

Retomando la tradición romana y la lógica del absolutismo, que identificaba el rostro del monarca como el mismo monarca como nos lo cuenta Louis Marin, la contienda democrática en los Estados Unidos encontró en los rostros de los candidatos, y no en las alegorías impersonales, la manera mas eficaz de comunicar valores, principios y deseos.

A medida que el desarrollo tecnológico lo permitió fueron modificándose y perfeccionándose los soportes materiales de difusión. Así pasamos de grabados en medallas como esta de 1824 con el candidato Andrew Jackson, a litografías como la del Presidente John Adams en un portavajillas de 1828.

 

 

 

 

 

En pocos años se generalizó el uso de afiches y hasta se utilizaron sobres de correo para hacer propaganda política, como se pueden ver en este caso de Abraham Lincoln.

 

 

 

En síntesis, los usos políticos de la imagen no son propios del fascismo sino de la actividad política y del ejercicio del poder. No está limitada a los lideres de regímenes autoritarios como se lo quiso reducir, sino al propio ejercicio del poder político incluso en la democracia estadounidense.

 

 

Iconoclasia y resistencia

Indudablemente el poder de ciertas imágenes es tal que, a los pocos días del golpe de 1955, como describimos al inicio, la circulación de los sellos de Eva Perón fue prohibida. El problema de los iconoclastas era no tener en cuenta que la eficacia simbólica de la imagen también se construye a partir de deseos, emociones, experiencias, sensibilidades y expectativas colectivas que la prohibición no podría eliminar.

La mirada antiperonista desde el lugar de lo culto (en el sentido conservador del término) creía que el paralelismo entre imagen y magia era solo percibida por el vulgo acostumbrado a lidiar y construirse representaciones mágicas que funcionan mas allá de los esquemas analíticos de la racionalidad cotidiana. Sin embargo, la brutal reacción contra las imágenes de Eva y el combate al imaginario peronista tampoco puede ser comprendido sin comprender la propia dimensión emocional constitutiva del antiperonismo. Prohibir imágenes no es el fruto de una supuesta racionalidad burguesa frente a la emocionalidad plebeya. Sino del miedo, la ira y el odio.

De esta lucha simbólica surgieron dos prácticas antagónicas de resistencia. Los empleados peronistas del correo siguieron usando estos sellos postales aunque estuviesen prohibidos. Acá tenemos un ejemplo de una carta circulada en noviembre de 1955 en la ciudad de Buenos Aires, tres semanas después de su prohibición.

 

 

 

En cambio los antiperonistas solían manchar el rostro de Eva con el matasellos, en contra de la sugerencia del correo de no tocar su rostro con el mismo.

Los golpistas además, reemplazaron un sello postal de 1955 con la imagen de la sede de la Fundación Eva Perón por la efigie de Esteban Echeverría, asociando El Matadero a “la tiranía” y a Rosas con Perón, mucho antes que lo hiciese el peronismo en un sentido muy distinto.

 

 

 

La lucha contra las imágenes de Eva presentó una dificultad mayor con las libretas de ahorros. No se podían despegar de ella. Ello significaba que ante miles de argentinos, especialmente niños y jóvenes, seguiría presente por años su rostro.

 

 

 

 

La solución que encontraron fue diseñar una minúscula viñeta con el logo de la Caja de Ahorros que debía ser adherido por los empleados de la institución sobre el rostro de Eva Perón. Este tipo de reacciones de las autoridades políticas antiperonistas, que consideraban racionales ya que tenían el fin de desterrar los vestigios de la barbarie peronista, no hacían más que exponer no solo el poder de la imagen de Eva, sino el temor que despertaba. Y su propia barbarie.

 

 

 

 

 

Damnatio memorae

Estas prácticas iconoclastas de los golpistas contra el poder de una imagen sí podemos asociarlas al fascismo y a algunos regímenes autoritarios. A modo de ejemplo, sin intentar caer en los reduccionismos que tanto criticamos, podemos ver que antes de asumir Hitler, los sellos postales de Alemania ilustraban al fallecido ex Presidente Ebert y al presidente en funciones Hindenburg.

Ya con Hitler en el poder, el rostro del socialdemócrata Ebert fue eliminado y reemplazado por un perfil monárquico e imperial de Hindenburg. Años después fueron reemplazadas por el rostro del propio Hitler.

 

 

 

 

Pese a que la autodenominada “Revolución Libertadora” no puso los rostros de sus líderes en estampillas, la práctica de destruir imágenes del gobierno anterior que adoptó, que no es más que una adaptación de la Damnatio Memorae romana [2], estaba más asociada a los regímenes autoritarios con los que se quería precisamente asociar al peronismo.

 

 

Algunas conclusiones

Los sellos de Eva Perón están relacionados con las formas de homenajear de la época y los modos de hacer política con imágenes en todo el mundo. No hay similitudes iconográficas ni con las políticas postales de los regímenes fascistas con los que quiso asociarlo el antiperonismo.

 

 

 

En esos años las emisiones postales formaban parte de las acciones que los gobiernos realizaban para modificar la percepción política e histórica de la sociedad, ya que les permitía utilizar una herramienta más versátil que la monumentalidad típica de los gobiernos de finales del siglo XIX y más efectiva, ya que su movilidad les permitía circular en todo el territorio nacional. Debemos tener en consideración que, de acuerdo a cifras oficiales, el correo recibía diariamente más de 4,5 millones de piezas postales en 1952, lo que explica la importancia simbólica que por aquellos años tenían los sellos postales. Hoy, en virtud de los avances tecnológicos, esa importancia parece inentendible.

Pero durante décadas, las imágenes en los sellos postales se convirtieron en un campo de batalla político. Tildar de fascistas los sellos de Eva Perón era un reduccionismo que en realidad exhibía no solo el cuestionamiento a a su condición de mujer política, sino también la inclusión de una plebeya (y para peor, actriz) en el canon de héroes de la patria construido por la tradición liberal. El fascismo no reivindicaba a la mujer como sujeto político ni celebraba ampliación de derechos alguna.

 

 

 

 

El sello de Eva Perón no solo fue el primer sello postal con la imagen de una mujer en nuestro país, sino que fue el primer sello postal que homenajeaba a alguien cuya vida política se había desarrollado en el siglo XX.

La reacción iconoclasta de los golpistas tuvo el objetivo central de reinstalar el canon liberal de héroes del siglo XIX y para ello no dudó en adoptar prácticas que guardaban similitudes con los regímenes autoritarios de la época.

De este modo, las reacciones destructivas del antiperonismo frente a una imagen que temían por su su poder simbólico en la sociedad argentina, estuvieron mucho más cerca del fascismo que el peronismo al que denunciaban.

 

 

 

 

[1] Oscar Nicolini había salido del anonimato al convertirse su nombramiento como Director de Correos en octubre de 1945 en el motivo por el cual los militares le pidieron la renuncia a Perón, hecho que desembocó días después en el 17 de octubre. Ministro de Comunicaciones desde 1949 hasta el derrocamiento de Perón, se transformó en una víctima de la persecución política antiperonista. En los primeros días de octubre de 1955, luego de que las fuerzas de seguridad ingresaran por la fuerza a su departamento, fue detenido, acusado de hechos de corrupción y murió en prisión sin condena en agosto de 1956.

[2] Luego de morir un emperador, el Senado romano podía condenar al olvido al último monarca en virtud de mala gestión pública, se destruían sus estatuas y era condenado al olvido.

 

--------------------------------

Para suscribirte con $ 1000/mes al Cohete hace click aquí

Para suscribirte con $ 2500/mes al Cohete hace click aquí

Para suscribirte con $ 5000/mes al Cohete hace click aquí