Las bolsas de la plaza

El imperativo moral de la memoria y la banalización del pasado

 

Hace unos días vimos con estupor –y muchos horrorizados y con creciente temor– colgar bolsas mortuorias en la Plaza de Mayo. Ese lugar donde hicieron historia las Madres de la plaza, que sin dudas fue la mejor caja de resonancia de la democracia. Allí vimos ese escenario dantesco que recuerda los selectivos padrones de la muerte de la dictadura. En esas bolsas estaban los nombres de personas y sectores que expresan idearios democráticos y progresistas. Una de esas bolsas mortuorias estaba dirigida estratégicamente a uno de los emblemas de la lucha por los Derechos Humanos como Estela de Carlotto. Es claro, el ataque a Estela se lee en clave de persecución política pero también y fundamentalmente como negación de su lucha por mantener viva la memoria y exigir justicia en forma permanente. Ese mensaje de muerte, ya sabemos, algunos sectores de la sociedad lo utilizan con frecuencia. Husmean siempre buscando una oportunidad para recurrir a la amenaza de violencia extrema. En rigor, es una reacción de odio contra la memoria colectiva que hizo posible el juzgamiento de los crímenes más atroces de nuestra historia. Esa memoria es la lucha contra el horror que asoló al país en el terrorismo de Estado con muertes, desaparecidos, tormentos atroces, apropiación de menores. Es la resignificación de las víctimas. Sólo con memoria es posible impedir el regreso de la barbarie.

En una conferencia escuché decir al filósofo Reyes Mate: o se está con los muertos o por la muerte. Queda claro que los organismos de Derechos Humanos están con los muertos, y los que pusieron las bolsas, por la muerte. ¿Qué otra cosa comunica ese gesto explicito? Unos, los que están con los muertos, están con las víctimas; los que están por la muerte inevitablemente nos referencian al verdugo. La violencia es como la hidra de mil cabezas. Ese ataque refleja la tensión entre el horror del pasado y el imperativo moral de la memoria que nos dice que esas víctimas siguen reclamando justicia. De eso se trata cuando decimos estar con los muertos. Los que piensan que nada pasó están por la muerte; de ahí, las bolsas del infierno. Como dice Virgilio por boca de Eneas: “mi alma retrocede de horror al evocar esos recuerdos”.

Lo que pasó en la Plaza de Mayo refleja la banalización de ese pasado de muerte y allí está la consecuencia, la vemos: sin memoria la violencia sigue ganando y si sigue ganando –como dice Walter Benjamin– ni los muertos descansan en paz.

 

* El autor es ex fiscal federal e integrante de Justicia Legítima.

 

 

 

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