LAS CARAS DE LA USURA

La pandemia permite ver con mayor claridad un orden social que se desmorona

 

Corren los días, y la marejada de la pandemia arrasa con  lo que encuentra a su paso. Violentos remolinos succionan todo lo conocido y lo arrojan a la vorágine de lo desconocido. En medio de esa oscuridad algunos fogonazos muestran el sentido de un  orden social que se desmorona.

Las cadenas de valor que integran a la economía global sufren cimbronazos, al tiempo que las finanzas se precipitan en una orgía de endeudamiento sin fin, erosionando la estabilidad de la ingeniería financiera que las sustenta. Estos procesos desbordan en conflictos sociales y geopolíticos de nueva índole y engendran un mundo fragmentado, un mundo que avanza vertiginoso hacia nuevas formas de organización social aun no definidas claramente.

En la penumbra de esa transición y en un contexto de creciente concentración del poder, los estados pujan por mayor autonomía frente al rol protagónico ejercido mundialmente por un puñado de corporaciones. En los Estados Unidos, centro del capitalismo global monopólico, la pandemia acelera la crisis sistémica que ahora transpira incontenible por los poros de la élite dirigente. Fragmentada y polarizada, esta élite ha hecho de las instituciones un verdadero campo de batalla, exponiendo en el proceso las venas por las que circula el poder.

Un relato plagado de falacias y medias verdades contribuye a naturalizar las múltiples caras de la usura, esa vieja lacra de la humanidad. Sin embargo, en algunas ocasiones ciertos acontecimientos fugaces desarticulan los relatos y las máscaras caen estrepitosamente. Esparcidos por el mundo y sin aparente lógica, estos acontecimientos estallan por un instante, titilan, desaparecen de la conciencia y caen en el olvido. Esto parece ocurrir por estos días tanto en los Estados Unidos como en nuestro país.

 

 

Megabancos y corporaciones tecnológicas

La fuerte intervención de la Reserva Federal en el sistema financiero a fines de marzo de este año buscó salvar de la debacle a un reducido conjunto de megabancos. Reiterando comportamientos que llevaron a la crisis de 2008, estos arriesgaban billones (trillions) de dólares de depósitos protegidos por la FDIC (Federal Deposit Insurance Corporation), haciendo complejas transacciones financieras con metales preciosos, derivados, bonos basura, etc. Paralelamente, el valor de sus acciones tuvo una evolución deslucida en los últimos 15 años si se lo compara con la evolución del valor de las acciones del S&P 500.

En efecto, este índice creció un 150% en dicho periodo impulsado por la estampida del precio de las acciones de las corporaciones tecnológicas lideradas por Amazon, Apple, Microsoft, Google/Alphabet y Facebook. Al mismo tiempo, el valor de las acciones del Citigroup cayo un 90% en relación al S&P 500, el del Bank of America cayó a la mitad de dicho valor y el del Morgan Stanley permaneció estancado. Durante todo el periodo, la recompra de las propias acciones (buybacks) atizó la estampida del precio de todas las acciones y tuvo como contrapartida un fuerte endeudamiento corporativo.

El desencadenamiento de la pandemia en el mes de marzo impactó negativamente sobre el S&P 500. Luego de una drástica caída, se recuperó gracias al crecimiento del valor de las acciones de las cinco corporaciones tecnológicas que hoy representan un 20% del valor de este índice. En el mismo periodo las acciones de los megabancos siguieron perdiendo valor en relación a la evolución del S&P500. En el caso del Citigroup, esta pérdida fue de un  40% de su valor, en el del Bank of America de un 30% y en el del Morgan Stanley de un 5% de su valor (wallstreetonparade.com, 4 8 2020).

Así, la crisis financiera detonada en marzo brindó grandes ganancias a las corporaciones tecnológicas reafirmando su liderazgo sobre el resto de los sectores de la economía y en particular de los megabancos. Como en el pasado, este liderazgo dependió  de su capacidad para recomprar sus propias acciones (ft.com 1 8 2020. zerohedge.com 2 8 2020). La impunidad operativa de estas corporaciones y su fácil acceso a la financiación les permitió reiterar un  comportamiento que ahora es desalentado por la máxima autoridad monetaria.

 

 

Monopolios tecnológicos, nuevas formas de control social

Desde que Trump asumió el gobierno en 2016, enfrentó al gobierno de China acusándolo  de “robar” la tecnología de las empresas norteamericanas. La verborragia desencadenó una guerra comercial que al poco tiempo se convirtió en una guerra tecnológica. Como parte de la misma, y con el aval de las fuerzas armadas, Trump buscó desalentar las inversiones de las corporaciones norteamericanas en China. Esto llevó a una creciente tensión entre el gobierno y las corporaciones tecnológicas con fuerte presencia en el mercado chino. En un intento por controlarlas, el gobierno abrió una investigación sobre  sus practicas monopólicas.

Recientemente, Amazon, Google, Facebook y Apple fueron interpeladas por el subcomité de control de prácticas monopólicas del Congreso norteamericano. Allí se las acusó de acciones predatorias en perjuicio de sus rivales pero no se analizó su relación con los megabancos ni se investigaron las transacciones no reguladas de estos bancos con las acciones de las corporaciones tecnológicas. La interpelación permitió, sin embargo, vislumbrar la incidencia que estas corporaciones tienen sobre la sociedad en su conjunto, al exponer la magnitud de sus operaciones, su diversificación y las nuevas formas de control social que se desprenden de sus prácticas. A las actividades comerciales, financieras y en redes sociales que controlan, se suman:

  • la cosecha de datos;
  • su monetización y comercialización para obtener ganancias extraordinarias;
  • el control y manipulación de la información visual y escrita;
  • la capacidad para lucrar con las noticias que transmiten a los usuarios, y
  • su capacidad para manipular opiniones.

Todo esto les asegura un enorme control sobre la vida de los individuos y contribuye a potenciar su impacto sobre todos los aspectos de la vida social (judiciary.house.gov 29 7 2020).

 

 

Conflictos, geopolítica y los rostros de la usura

La inminencia de elecciones en noviembre y el desencadenamiento de la pandemia llevaron a las corporaciones tecnológicas a involucrarse abiertamente en la política y a censurar explícitamente la información que no se adapta a determinados criterios. Esto ocurrió en torno a una amplia gama de temas que van desde las opiniones de Trump y sus seguidores al racismo, la pandemia, la protesta social, los dichos de funcionarios chinos y cualquier opinión considerada “peligrosa”.

Así, los monopolios tecnológicos aparecen hoy día como el núcleo central de una acumulación de poder y de ganancias sin limites, basada en la diversificación de actividades y en un control y manipulación creciente de la vida de los individuos y del conjunto de la sociedad. Su irrupción en la arena política arroja luz sobre el protagonismo de un actor que desborda lo económico, penetra en la esfera de las relaciones internacionales y no duda en mostrar el rostro de la usura cuando es necesario afirmar la preeminencia de sus derechos.

Elon Musk, fundador y máximo ejecutivo de Tesla, Spacex y otras corporaciones vinculadas a tecnologías de punta en la conquista del espacio y la producción de vehículos eléctricos, es un ejemplo de esto último. Habiendo construido en Shanghai una subsidiaria de su empresa Tesla con un aporte del gobierno chino por 1.600 millones de dólares, no vaciló en trasladar buena parte de sus operaciones norteamericanas a su filial china cuando la pandemia se desató en los Estados Unidos. Su visión de los negocios trasciende las fronteras ideológicas y nacionales, y así como se maravilla ante “la energía” del pueblo chino, se desespera ante “la complacencia” del norteamericano, defiende el  golpe militar en Bolivia pues le asegura litio barato y ve con buenos ojos la posibilidad “de dar golpes donde sea necesario” con tal de ampliar sus negocios (counterpuch.org 29 7 2020, cnbc.com 31 7 2020, zerohedge.com 1 8 2020).

Esta búsqueda del control ilimitado de los recursos del planeta resuena en recientes actos expoliativos del gobierno norteamericano, tales como la adjudicación de la explotación comercial del petróleo sirio “cuidado” por tropas de ocupación a una corporación norteamericana, o el ultimátum dado a TikTok —una red social de origen chino— para salir del país o aceptar ser comprada por una empresa norteamericana, pagando en este caso una recompensa al Tesoro (zerohedge.com 1,3, 4/ 8 2020).

 

 

La Argentina y las caras de la usura

El aumento imparable de los contagios y muertes, la falta de acatamiento de la cuarentena en la Capital Federal y la desatención y derivación hacia la provincia de Buenos Aires de adultos mayores de la Capital contagiados con Covid-19 dieron lugar al primer cuestionamiento del gobierno nacional a un Larreta que empieza a mostrar su juego. A esto último contribuyó también la brutal represión de la policía a los manifestantes que conmemoraban el aniversario de la desaparición forzosa de  Santiago Maldonado. Esta represión no tuvo empacho en disimular la doble vara de la pasividad policial frente a recientes manifestaciones anti cuarentena que incluyeron agresiones a periodistas que las cubrían. A esto se suma el abroquelamiento de la oposición macrista, bloqueando la actividad del Congreso, y la furiosa reacción del periodismo de guerra y sectores del Poder Judicial contra la Reforma Judicial y el avance de las causas en torno al espionaje ilegal  durante el gobierno de Macri. Todo esto enrarece el clima político, en circunstancias en que los poderes económicos aprietan donde saben que duele.

En el mes de junio, con cepo reforzado, los bancos fugaron 1.033 millones de dólares en concepto de formación de activos externos (ámbito.com 31 7 2020). Paralelamente, continúa la compra minorista de dólares solidarios a un ritmo promedio de 600 millones de dólares por mes. El gobierno necesita aproximadamente 500 millones de dólares mensuales para enfrentar pagos de deuda con moneda extranjera (especialmente deuda de las provincias) y 200 millones  de dólares mensuales para pagar gastos con tarjeta en el exterior. Frente a esto, tiene un superávit comercial aproximado de 1.500 millones de dólares mensuales, que disminuirá en los próximos meses debido a la escasez de divisas por razones estacionales. Si a esto le sumamos el drenaje de divisas para contener al dólar oficial y la suba de la brecha cambiaria, es difícil prever de dónde saldrán los dólares sin destruir las reservas netas que quedan: aproximadamente 10.000 millones de dólares.

En este clima el gobierno logró llegar a un acuerdo con los principales acreedores de la deuda externa, que deberá ser definitivamente homologado el 24 de agosto. Según el Ministro de Economía, el acuerdo “otorga previsibilidad y orden financiero… para poder despegar cuando la pandemia haya finalizado”, permite “quitarle asfixia” al sector publico y “proteger a los sectores más vulnerables de la población… no resuelve todos los problemas de la economía y hay que seguir trabajando”, por lo que solicitó tener cautela (ámbito.com 4 8 2020). Con una quita de capital mínima, el acuerdo disminuye las tasas de interés y reestructura los pagos en un plazo más largo. Así, en los próximos cinco años, se deberán enfrentar vencimientos de títulos externos por 4.500 millones de dólares en lugar de los 30.200 millones de dólares originales. El alivio principal se produce en los primeros años, después de 2024 la carga de la deuda se vuelve progresivamente más pesada por lo que el gobierno deberá endeudarse nuevamente para enfrentarla (ámbito.com 6 8 2020).

Con este acuerdo, que está lejos de ser una panacea, el gobierno compró tiempo para enfrentar la ofensiva de los poderes fácticos que probablemente se volverá más agresiva en los meses que vienen. La inflación actual, con brutal caída del consumo por la pandemia, fluctúa en torno al 2% mensual. Sin embargo se estima que en la segunda semana de julio se habría acelerado al 3% y ya se anuncian aumentos de la nafta (infobae.com 6 8 2020). Este panorama difícil se agrava por la resistencia de los que más tienen a contribuir a paliar el hambre de vastos sectores de la población y los costos de la pandemia. En su lugar, se unifican exigiendo más ajuste fiscal y subsidios de todo tipo. Quieren que el gobierno “gestione el ajuste”. Así, inmovilizado por la pandemia, el país enfrenta las diversas caras de la usura. Tal vez sea el momento de meditar sobre esa frase ancestral: “La mejor defensa es un buen ataque”.

 

 

 

 

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