Las letras del estigma

El discurso oficial negativiza poblaciones enteras para condenarlas socialmente

 

Mauricio Macri, respondiendo a las críticas de razones ajenas o de inteligencia propia, por su video de propaganda con una pareja de pizzeros, afirma: “El único antídoto ante este veneno social que persigue inocentes es mantenerse unidos. Tenemos que aislar a las personas envilecidas que buscan el fracaso de los demás”. Rápidamente se le advierte que “veneno social”, “personas envilecidas” y “aislar”, eran/son palabras utilizadas por Hitler en su libro Mi lucha (1924).

Ante la gravedad del supuesto, debemos revisar esas palabras y luego pensar qué significado le damos al uso de esa terminología por el Presidente. Cometeríamos un exceso o desmesura si quisiéramos hacer una suerte de equivalencia entre la figura del presidente Macri y Hitler. Y debemos ser muy prudentes en las asociaciones con el nazismo porque la profundidad del abismo moral del Holocausto no puede ser banalizada con asociaciones ligeras. Pero el uso de terminología nazi por un Presidente de la Nación, si se confirma, no es un hecho banal.

 

La marca del estigma

El pasaje del libro Mi lucha, asociado a los dichos de Macri, es el que dice: “Karl Marx fue, entre millones, realmente el único que con su visión de profeta descubriera en el fango de una humanidad paulatinamente envilecida, los elementos esenciales del veneno social...” (Capítulo I de la Segunda Parte). Pero Hitler utiliza muchas otras veces en ese libro, esos términos de expresión despectiva e infamante para marxistas y judíos:

“Conociendo el efecto de semejante obra de envilecimiento…”, “Fue un error incalificable en los primeros días de agosto de 1914 el haber tratado de identificar al obrero alemán con el marxismo. En aquel momento el obrero alemán estaba ya desligado de las garras de esa ponzoña” (…); “Había llegado el momento de arremeter contra toda la fraudulenta comunidad de estos judíos envenenadores del pueblo”; “Ahora, en el otoño de 1918, los hombres habían cambiado; se hacía política entre la tropa. El veneno que venía de la retaguardia, comenzó a hacer también aquí como en todas partes, su ponzoñoso efecto”; “…pero ¿qué hizo el Estado ante semejante envenenamiento colectivo de la nación?”; “Mientras el judío parece… envenena la sangre de otros, en tanto que conserva incontaminada la suya propia”.

En esta reiteración se puede confirmar que los términos “veneno social” y “personas envilecidas” forman parte de la terminología nazi cumpliendo una función de estigmatización. Estigma es una marca o señal en el cuerpo o en la personalidad que indica negatividad. Es una señal de infamia que deriva en condena y castigo social. Estigma es el atributo, condición o rasgo de identidad por el que a una persona o grupo se la incluye en una categoría social negativa y repudiable que habilita un trato discriminatorio. Y la discriminación no es más que la privación arbitraria a los otros del goce de sus derechos, que se profundiza con el aislamiento como privación de libertad.

 

El estigma amarillo

El nazismo puede ser analizado como un proceso político iniciado con la estigmatización, para luego seguir con la exclusión, el aislamiento y el exterminio masivo. La estigmatización de la terminología nazi culmina con “la marca” estigmatizante de la estrella amarilla como objeto que los judíos estaban obligados a llevar con las letras que los identificaran como tales.

 

 

Esa negatividad del judío habilitó en primer lugar la exclusión por privación de derechos: en 1933 a no poseer tierras propias ni a ser editores, en 1934 a no tener sanidad pública, en 1935 a no poder entrar en locales arios, ser expulsados del ejército alemán, no poder casarse con alemanes, ser clasificados según leyes raciales y a ser privados de ciudadanía. A la vez, gitanos, negros y eslavos eran reducidos a la categoría de “subhumanos” (untermenschen).

A partir de 1938, y al haber fracasado los proyectos de llevar a todos los judíos europeos a la isla de Madagascar, a la ciudad polaca de Nisko, a Siberia o a la ciudad fortaleza checa de Theresienstadt, se profundizó el aislamiento en campos de concentración, ya iniciado en 1933 con el primero que fue el de Dachau, y en guetos como el de Ploterkov en Polonia que fue el primero establecido en 1939.

Este mismo año se inicia la etapa de exterminio con el Programa de Eutanasia para terminar con “la vida indigna de ser vivida”, que pone en funcionamiento el método de “gaseado” que luego sería aplicado en los campos de exterminio. Una junta de tres médicos calificaba con una cruz roja o un guión azul: con la marca del estigma de tres cruces rojas se aplicaba la eutanasia.

 

La comunicación estigmatizante

Es sabido que la terminología más relevante de las intervenciones presidenciales, es diseñada por un equipo de operadores en Estrategia Digital y Comunicación Estratégica, por diferencia con Mi lucha que es un libro de su autor. Sin embargo, en la estrategia comunicacional del gobierno, el asesor Jaime Durán Barba ya en noviembre de 2013 había generado un escándalo al declarar a la revista Noticias que “¡Hitler era un tipo espectacular!”. Esos dichos no pudieron haber escapado al futuro Presidente. Pero fueron tolerados.

Por otro lado, el gobierno actual ha estigmatizado para privar de derechos, aislar por privación de libertad, y abrir la puerta a la violencia. Se ha estigmatizado, perseguido y privado de libertad a la oposición política, comenzando con Milagro Sala, siguiendo con las detenciones de ex−funcionarios vestidos como si fueran narcotraficantes o trasladados en pijama, avasallando toda presunción de inocencia. Se ha estigmatizado a los trabajadores estatales para privarles de su derecho al trabajo. Se ha estigmatizado a dirigentes sindicales como Roberto Baradel, abriendo la puerta a las amenazas en su contra, y al secuestro y violencia contra la maestra Corina De Bonis marcada con las letras del estigma “Ollas no”, marcadas en su cuerpo. Se ha estigmatizado a las comunidades originarias como los mapuches, para privarles de su derecho a las tierras ancestrales, con la consecuencia de la violencia y muerte de Santiago Maldonado y de Rafael Nahuel. Se ha estigmatizado a los extranjeros con el intento de arancelar su atención en los hospitales públicos o con la represión a los manteros senegaleses, para privarles de su derecho a la salud y al trabajo.

 

 

La democracia no debe estigmatizar

El gobierno actual es un gobierno que estigmatiza para discriminar, y privar de derechos y libertades, y en este sentido es más que justificable el alerta social que se despertó con su uso de la terminología estigmatizante del nacionalsocialismo. Y es por eso que el gobierno debe tener presente que es contrario al sistema internacional de derechos humanos el llevar adelante prácticas estigmatizantes en cualquiera de los derechos protegidos por el sistema.

En el caso Servellón García y otros vs. Honduras (2006), la Corte Interamericana de Derechos Humanos, al tener que analizar los límites a la actividad policial para controlar el delito mediante detenciones colectivas y programadas, y considerando que Honduras había dirigido su actividad contra grupos de jóvenes a quienes se hacía responsables de la situación de inseguridad que vivía el país, se pronunció sosteniendo: “La Corte advierte que, en atención al principio de igualdad ante la ley y no discriminación, el Estado no puede permitir por parte de sus agentes ni fomentar en la sociedad prácticas que reproduzcan el estigma de que niños y jóvenes pobres están condicionados a la delincuencia, o necesariamente vinculados al aumento de la inseguridad ciudadana. Esa estigmatización crea un clima propicio para que aquellos menores en situación de riesgo se encuentren ante una amenaza latente a que su vida y libertad sean ilegalmente restringidas”.

En la democracia y el Estado de derecho en Argentina, no hay “veneno social” ni “personas envilecidas” que haya que “aislar”. Esa terminología pertenece a otros regímenes políticos. Por eso es que el Presidente utilizó terminología nazi en modo grave al unir aislar y estigma.

El “aislar” a los indios de la Patagonia en esos campos de trabajo esclavo que fueron los confinamientos de Valcheta, Chichinales y Chimpay, por la “conquista del Desierto”; o el aislar y desaparecer a todo opositor en cualquier grado, en los centros clandestinos de detención durante el terrorismo de Estado; fueron gravísimas violaciones de la condición humana que como tantas otras siempre fueron precedidas por campañas de estigmatización.

Pero el pragmatismo de El arte de ganar, que utiliza sin distinción e impunemente cualquier insumo comunicacional para alcanzar los resultados políticos deseados, debe saber que hay límites éticos y legales en un Estado democrático que no debe generar o reproducir estigmas. Y la historia nos deja también otra lección: todos debemos oponernos a toda estigmatización en su inicio, porque después las consecuencias son graves y es tarde para evitarlas.

 

  • La ilustración principal es de Cristina Baratto.

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