Las partidas y el pesar

La música que escuché mientras escribía

 

Me impresiona todo lo que produce esta sección.

En una época remota reservaba la música para el momento de la corrección final, antes de mandar la nota a producción, con una moto que llevaba un print y más adelante un disket. Pulir una y mil veces hasta que asome el hueso de lo que se intenta decir es una tarea fundamental, para aligerar la escritura, reordenar el texto, eliminar aliteraciones y cacofonías. Lo hacía con un buen trago como única compañía de un empeño solitario y al mismo tiempo comunicado a distancia con las decenas o centenas de miles de compañers que completan el texto al leerlo.

Si escucho música mientras escribo, ¿por qué no compartirla con quienes leen?, me pregunté, y así comencé a hacerlo con el primer número de El Cohete, como un consuelo por las durezas de la realidad. Además me fascina el prodigio digital que relegó el papel a un aburrido vestigio de otro siglo. Creo que ya te dije que la escritura de estas notas es totalmente distinta a las de información o análisis político. Salen de un saque, desde el hemisferio derecho o el corazón.

A veces se producen cruces sorprendentes. El domingo 18 mientras yo incluía un tango de Piazzolla con letra de Borges, Marcelo Figueras te contaba su relectura de Cortázar, y proponía un contraste literario y político con Borges. Con toda justicia destrozó La fiesta del monstruo, una pobre paráfrasis de El Matadero de Echeverría, escrito en pleno frenesí de la línea Mayo-Caseros y sus subproductos, la Primera y la Segunda Tiranía. También lo comparó con Casa Tomada, el cuento de Cortázar que suele interpretarse como una metáfora del peronismo, equívoco que Marcelo desmontó con sutileza. Eli Gómez Alcorta le agradeció en un tuit por "estos recortes de los cuentos de mi amado Julio Cortázar".

Al mismo tiempo llegó una nota de Andrés Jaroslavsky, que pinta, toca el piano y escribe como si fuera un hombre del Renacimiento. Admiro esa capacidad, como la de Mónica, que por si no le bastará ser una médica excepcional, escribe y dibuja como los dioses. En esta columna en vez de mi foto voy a poner un retrato que me hizo hace más de diez años

Por los horarios de cierre, la nota de Jaroslavsky no entró en esa edición y quedó para hoy. Habla de Bach, de Beethoven y sobre todo de Mozart, cuyo genio prodigioso describe como un milagro.

Lo que más me interesó fue la propuesta de Andrés a sus alumnos de piano, de no acercarse a los compositores a través de sus obras más famosas. En cambio les sugiere una transmutación deliciosa: escuchar cada pieza como si uno recorriera por primera vez una ciudad, en una suerte de sinestesia arquitectónica.

 

Las sinfonías que pintaba el sinestésico Kandinsky.

 

No te voy a contar el detalle de la nota de Andrés, porque está aquí, pero me quedó picando la idea de no ir por los grandes éxitos de un músico y lo asocié con el artículo de Marcelo, que se va al otro lado, y encara a Borges por lo peor que escribió.

Me parece que no hace falta abominar del suizo para valorar al belga ni al irlandés, y estoy hablando de los tres grandes escritores argentinos. En cambio es hermosa la descripción de Marcelo sobre la forma en que Cortázar y Walsh "atravesaron la montaña Borges por adentro, valiéndose de túneles, y emergieron mejores al otro lado, conservando las piedras preciosas que habían encontrado y descartando el lastre".

Como esto no es un paper académico, carece de tesis y de conclusión. Sólo tengo el impulso de defender a Borges, no de Marcelo sino de sí mismo (y sobre todo de Bioy Casares, coautor de La fiesta del monstruo, cuyo antiperonismo era más intenso, por el componente de clase que le faltaba a Borges, quien se quedaba en apreciaciones que podríamos simplificar como estéticas). Cuando María Kodama permitió a Borges conectarse de otra manera con la realidad, descubrir que Videla no era un caballero sino el peor criminal y empatizar con el dolor de las Madres, Bioy se alejó de él y partió en guerra contra la responsable, por más que le constara que era la única mujer que hizo feliz a su amigo.

Dicho lo cual, quiero incluir de nuevo Alguien le dice al tango, el tema de Borges y Pantaleón, en el borrador de Dedé y en la versión definitiva de Leonel. Además quiero transcribir el texto del poema de Borges que musicalizó Piazzola, no menos inolvidable que aquel capítulo de Rayuela que adecuadamente lleva un número cabalístico. Este poema vale, más allá del estereotipo del hombre valiente, que en vísperas del 8 de marzo suena como un anacronismo inadmisible, pero lo mismo ocurre con muchas obras maestras escritas en otros tiempos:

Tango que he visto bailar

contra un ocaso amarillo

por quienes eran capaces de otro baile,

el del cuchillo

 

Tango de aquel Maldonado

con menos agua que barro

tango silbado al pasar

desde el pescante del carro

 

Despreocupado y zafado

siempre mirabas de frente

tango que fuiste la dicha

de ser hombre y ser valiente

 

Tango que fuiste feliz

como yo también lo he sido

según me cuenta el recuerdo,

el recuerdo o el olvido

 

Desde ese ayer cuántas cosas

a los dos nos han pasado

las partidas y el pesar

de amar y no ser amado

 

Yo habré muerto y seguirás

orillando nuestra vida

Buenos Aires no te olvida

tango que fuiste y serás.

 

 

Cuánto amor dilapidado.

Si no te conmueve es porque no has vivido.

 

 

 

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