LAS PUERTITAS DEL SEÑOR ALTUNA

Cuando la historieta contiene más verdad que los medios informativos concentrados

 

“Ilustrar en vivo los textos de Casciari es algo nuevo, porque toda mi vida he trabajado solo, en mi casa, sin testigos, salvo mi familia. Improvisar en público, con una audiencia, que además cuando termina te aplaude... Tengo el feedback de la gente, es inmediato, lo que no sé es si me silbarían si lo hiciese mal. Nunca salen igual, de los cuatro lugares donde estuvimos, Buenos Aires, Rosario, Córdoba y Mar del Plata, tengo ilustraciones diferentes del mismo tema", cuenta el artista Horacio Altuna, ilustrador de joyas de la historieta nacional como El loco Chávez, Ficcionario y Las puertitas del señor López.

 ¿Te fuiste a vivir a España en la época de la dictadura?

Me fui en plena guerra de Malvinas. Era un viaje previsto desde antes, para radicarme por un tiempo. Mi intención nunca fue irme de la Argentina, si me preguntan cuál es mi lugar en el mundo digo que es este, a pesar de que hace 37 años vivo en España.

Cuando nos fuimos con tres hijos la idea era volver, pero con el tiempo nos fuimos radicando. Tenían 9, 7 y 3 años, cuando los hijos crecen te das cuenta de que uno deja de decidir por ellos y ellos deciden por uno. Empezaron sus colegios, tenían sus amigos, era un doble desarraigo para ellos si volvíamos. Decidimos quedarnos allá, en Sitges, a 30 kilómetros de Barcelona, un sitio muy lindo.

Cataluña me ha recibido bien, es mi segunda tierra, dentro de dos o tres años voy a poder decir que pasé la mitad de mi vida allá. Pero mi tierra es la Argentina, mi lugar en el mundo, aquello es un sitio que quiero y que es fantástico.

¿Cómo ves la relación entre el arte y la militancia?

Soy bastante ideologizado, un tipo de izquierda, no encuadrado en ningún sitio, desde siempre. En este momento la izquierda, tanto en España como aquí ha dado tumbos, ha ido de un lado a otro, y apoyado equivocadamente algunas cosas. Cuando llegué a España en el '82 yo salía de una dictadura, a los pocos meses gana Felipe González, que era  socialista, entonces pensé: “Ah, qué bueno va a ser esto”. Pero terminó traicionando al socialismo. En aquel entonces ese gobierno hizo algunas cosas buenas, como la educación, la salud pública, y cosas muy malas. Comenzó la deriva como todos los partidos socialdemócratas de Europa hacia el neoliberalismo, la derecha.

 

 

¿Cómo viviste tu etapa en Clarín?

He atravesado las distintas etapas. En la época de la dictadura no se podía decir nada, en la época de Alfonsín se liberó más y con El loco Chávez hablamos de más cosas. En la de Menem hice El nene Montanaro, que era profundamente antimenemista. Luego me ausenté por un tiempo y volví con Es lo que hay, historieta costumbrista que no tenía temática política.

Siempre formé parte del guión, desde 1975 en adelante. Tanto con Trillo como con Cascioli he participado en todos los guiones que he hecho, además de los que hice sólo. En general no tuve problemas con Clarín, si tuve alguno fue porque hicimos una página que se llamó Los grandes reportajes del loco Chavez. Fue algo muy ridículo, hicimos chistes con River y River se ofendió, entonces me dijeron: "Con Boca y con River no jodamos”, por la reacción de los lectores.

¿Cómo es la censura actual?

Ahora son las redes las que censuran. La censura de nuestro tiempo es la corrección política, es lo que censura a cualquier autor. Lo que es jodido es levantarse todas las mañanas pensando qué hacer, porque hay otro tipo que se levanta todas las mañanas pensando “en qué me ofendo”.

Es ridículo, es una época en que hemos retrocedido en libertades en todas partes. Los chistes que hacían autores españoles como Chumy Chúmez, Perich o Gila en los '70, hoy no se podrían hacer. Hoy no se podrían publicar historietas como Ranxerox, de Liberatore, que se publicaba en los '80.

¿Considerás que tiene que ver con algunas susceptibilidades colectivas?

Sí, pero el humor se tendría que ejercer con total libertad y yo soy suficientemente adulto como para repudiarlo o aceptarlo. Si hay una cosa que no me gusta la repudio, pero yo no sería partidario de prohibir nada, aunque repudie, deteste y putee contra eso. Si hay un chiste sobre desaparecidos a mí no me va a causar gracia, me va a parecer propio de un hijo de puta. Pero no lo censuraría.

¿Por qué no se puede hacer chistes sobre discapacidades? ¿Por qué sólo los gays, judíos, mujeres, etc., pueden hacer humor sobre sí mismos? Maicas, uno de los hombres más buenos que conocí, tenía dificultades de movilidad, se reía de sí mismo, hacía chistes de sí mismo con Carlos Trillo, hay un anecdotario entre los dos de los chistes que se hacían, nadie se ofendía. Hay una especie de censura, uno no se ríe del discapacitado, es el ejercicio de un resorte del humor.

Si no fuera por el humor sería difícil sobrevivir a algunos gobiernos. Langer es un ejemplo de esto, el humor que cumple una función de descomprimir es un canal. Los que se ofenden no saben lo que es el humor.

¿Tuviste un problema de censura con una miniserie de “El loco Chavez”?

Claro, la serie, que se daba por Telefé y era horrible, entonces creo que la única cosa buena que hizo la dictadura fue prohibirla (risas), porque era muy mala. A la dictadura el personaje no le gustó, dijeron que era mujeriego, que estaba en contra del ser nacional y no respetaba a la autoridad. Con Trillo cuando la veíamos nos llamábamos y yo le decía: "¿Qué te pareció?" "Me pareció inmejorable", decía él. ¡Porque en efecto no se podía mejorar! (Risas). 

¿Cómo te sentiste al ver en otro soporte tus trabajos, como con la película de “Las puertitas del Señor López”?

Yo estaba en España, no tuve que ver con guión ni nada, la vi después de su estreno acá. La película era decorosa, la dirigió Alberto Fischerman, pero no me gustó para nada el final, porque el  Señor López nunca podía tener un final feliz, porque es un tipo pusilánime, incapaz de modificar su realidad, cobarde. ¿Cómo va a tener un buen final una vida que lleve ese sello de cobardía, de ser un tipo que no es capaz de mejorar nada?

Nosotros hicimos un episodio, basado en un cuento de Angélica Gorodischer, donde el Señor López está enfermo y para escapar de esa realidad se mete en el baño, está muerto, Dios lo recibe y le dice: “He sido muy bueno, los chicos me pegaban en el colegio y yo aguantaba, empecé a andar con una chica, no la quería pero nos casamos, tuve un trabajo malo”, todo mal. Y Dios le dice: “¿Eso hiciste con la vida que te di? Entonces andate al infierno”, se despierta y cuando vuelve a la realidad lo espera un médico con una inyección.

 

Dibujo de Altuna para El Cohete a la Luna.  Beto Benedetti es un inmigrante en una gran capital en un mundo futuro , pero cercano. Ficcionario es una distopía

 

¿Qué avizorás en cuanto a puertitas posibles para la situación argentina de este momento?

Mi mirada es la de un tipo que está a 10.000 kilómetros pero que tiene amigos acá y vive la realidad. Además voy y vuelvo cada año y medio o antes, entonces tengo la foto fija de la vez anterior que vine. Lo que veo es que voy a Callao y Santa Fe, que no es Mataderos ni Floresta, y encuentro cantidad de negocios cerrados, negocios que se alquilan, veo las dificultades de mis amigos y de otros que no son mis amigos, de gente que no era K y que votó a Macri y ahora tienen dudas. Veo que la Argentina tiene una deuda impagable.

Desde mi posición ideológica, de izquierda, veo que el neoliberalismo no ha ayudado ni ha sacado de crisis a ningún país mediano, a los más pobres menos, esas políticas económicas nunca han dado resultados.

Los países de Europa que en la posguerra se desarrollaron con políticas socialdemócratas son los más exitosos por aplicar aquel socialismo con rostro humano, como se lo definía. Al ir abandonando aquellas políticas dieron paso a la derecha ultra.

¿Desde el lugar del arte se puede ejercer un rol de denuncia, de puente hacia cambios culturales?

Sí, creo que todas las ramas de la creación en general y también desde el punto de vista modesto que es el cómic, que no está dentro de ninguna “cultura oficial”, es una especie de “segundo plano de la cultura”. Yo no lo pienso así, eh, pero lo veía en la Feria del Libro. Yo estaba con escritores, pero hay un desnivel, pienso que a lo mejor yo era visto por algunos como “un tipo que hacía dibujitos”.

Soy historietista, entonces veo un plafond de los que les gusta la historieta y leen mis historietas. Ahora por ejemplo hice una gira con Hernán Casciari, que es escritor, entonces agranda mi espacio. Hay otro público que se incorpora, creo que todos los campos tienen espacios donde agrandar su llegada, sus dimensiones.

Todo lo que me vincule con otras áreas agranda el espectro. Por ejemplo, si salgo en El Cohete A La Luna o en un diario, habrá alguien que diga “veamos su obra”, todo lo que tenga la posibilidad de difusión es muy importante.

Siempre doy este ejemplo. Los escritores  tiran 3000 ejemplares con toda la furia y se piensa en cuatro lectores por cada ejemplar, feliz de tener 10.000 ó 12.000 lectores. En una época en Clarín me leían 4 millones de personas por día, entonces es una distorsión también, es exponencial, esa es la potencia que podría llegar a tener el cómic, si saliese en un medio masivo. Si saliese en un libro serán mil, dos mil, tres mil ejemplares.

¿Los dibujantes están hoy con movidas sectoriales antes inusuales?

Sí, ahora hay felizmente más unificación. Hay una asociación de dibujantes de la Argentina, aún son muy pocos para la cantidad de dibujantes que hay, la naturaleza de los colegas hace que no tenga una gran continuidad. El dibujante es un tipo individualista, solitario. Yo soy todo lo contrario, procuro no estar desvinculado de mis colegas. Por eso siempre he militado en la asociación de dibujantes acá y en la Asociación de Ilustradores de Cataluña, de la que fui presidente siete años. Un sudaca que no hablaba catalán, 'presidente! Eso es generosidad de los colegas.

¿Aún se piensa que el artista tiene la mentalidad de estar alejado de lo económico y que es casi aceptado que del arte no se vive?

Hay algo de eso, lo que pasa es que el arco de autores es muy grande. Hay colegas que cuestionan ideológicamente lo que tienen que hacer y si no están de acuerdo con esos mensajes no lo hacen, hay otros que no lo piensan siquiera. Si no es acorde, yo no lo hago.

Veo el modo de trabajar de Casciari, que salió del sistema de producción actual, se autoedita, vende su obra a través de las redes, e inclusive la regala si quiere, porque la pone en pdf, va a teatros y los teatros que lo contratan saben que él no va a Ticketek, él maneja la venta y me parece fantástico.

Me acuerdo que Andrés Cascioli, el director de la revista Humor, decía “hay dibujantes y dibujadores”. Dibujadores son los que hacen las cosas por encargo, sin cuestionar nada; dibujante es el que, aunque el guión no le guste, le da una impronta personal diferente o lo carga con algún matiz que no tiene el guión original.

¿Ahí aparece el concepto de autor?

Sí, tal cual, este tipo de reivindicaciones depende de lo que se proponga cada autor, hay quienes se contentan con estar en un medio y hacer lo que se les pide por encargo y otros que cuestionamos lo que se hace.

Soy un fanático, un talibán del tema derecho de autor.  Está en la Carta de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, no es una cosa entre el editor y yo, no jodamos con eso.  Todos los países que han firmado tendrían que responder cuando no se cumplen.

Esto se ve claramente hoy, no todos tenemos vivienda digna, no todos podemos movernos libremente por el mundo, no todos tenemos posibilidad de asilo o refugio, el mundo actual se caga en eso. Europa es uno de los lugares que más se caga en eso y es triste.

Europa y EE.UU. producen condiciones en el resto del mundo para que la gente huya de esos sitios por pobreza o por guerras, pero después no los reciben, no aceptan sus propias responsabilidades.

Es un genocidio a largo plazo. Cómo puede ser que al Mediterráneo lo quieran bloquear, lo hacen, pagan a Libia que es un Estado fallido para que no dejen salir refugiados que lleguen a Europa, a los que llegan los hacinan en campos de concentración en Grecia o Turquía, es horrible. ¿Eso es Europa, esa es la cuna de la civilización occidental?

¿Actualmente estás con un proyecto de autogestión?

Sí, Ficcionario, el libro que vine a presentar acá, está autoeditado. El sello editorial es Quiosquito de Libros, se vende en quiosquitovirtual.com. Con dos amigas hemos puesto el hombro y lo autoeditamos.

Estamos por fuera de la distribución habitual de librerías, he vendido mucho ahora en la gira. Hice Ficcionario al poco tiempo de llegar a España, creé un mundo muy distópico y me quedé corto en muchas cosas, porque es mucho peor.

Esa lectura aún resiste y es una generación nueva, que una obra persista en el tiempo es lo mejor que le puede pasar a un autor.

¿Cómo sería hoy el mundo de El loco Chávez, tomando en cuenta que han cambiado tanto el periodismo y los medios concentrados?

Creo que estaría en un medio digital. Son medios que en general tienen más posibilidades porque no dependen tanto de la financiación, aunque no son gratis.

En la actualidad  El País es un diario que depende fundamentalmente de sus avisadores. Es potentísimo, el Grupo Prisa es enorme, pero el poder de decisión está en Santander, en Telefónica, eso pasa en todo el mundo, los grandes medios tienen una dependencia económica de poderosos.

En cambio Casciari sacó la revista Orsai sin avisos, entonces la línea editorial era totalmente libre, él lo hizo, quiere decir que se puede. El precio del papel en un país con inflación hace que si vos te suscribís a una revista a $10 el número, cuando sale el tercero ya se desfasó.

En todos los países donde hay neoliberalismo pasa esto, hay una gran dependencia económica, es difícil pero puede haber una salida con proyectos autogestionados  o cooperativos.

Hoy los grandes problemas de la libertad de expresión son las concentraciones, producen una especie de meseta, si bajás o subís estás fuera del plato, es otra forma de quitar libertad. En Francia hay diarios que pertenecen a Arnaud Lagardère, que es fabricante de armas, en Italia hay grandes medios que son de Silvio Berlusconi.

Hay medios muy grandes con gran poder para “modificar” la realidad de sus países. Cuando la verdad incomoda, el poder empieza a tender sus redes para que esa verdad no salga.

Hoy en día están las redes que permiten un espacio, pero en España hacés un tweet ofensivo al rey y te pueden caer encima. Hubo titiriteros presos, no son ejemplos de libertad.

Mientras, los grandes medios mienten o desinforman o ponen un título que no tiene nada que ver con la nota, lo veo mucho en Europa. Mucha gente tiene información de esos medios o de la televisión. Otro tipo de información puede accederse en las redes o medios digitales.

Además, hay una especie de imposición, obligándote permanentemente a tomar partido “o sos A o sos B”.  No quiero ser A o B, quiero tener la libertad de encontrar cosas buenas en A o en B, si sos equidistante, por ejemplo: no soy independentista pero creo que los catalanes tienen derecho a decidir sobre ellos. Todos estos procesos requieren un tiempo para que no sea traumático, en España se miente mucho sobre Cataluña, la gente cree que uno no puede allí hablar en castellano. Estoy hace 37 años, no hablo catalán y no tengo problemas.

En América Latina, ¿cómo ves esa instalación de mitos o dicotomías amenazantes?

Con el tema de Venezuela, te dan a elegir entre Maduro o Bolsonaro, y por más errores que haya cometido Maduro, que para mí hace un mal gobierno, la alternativa no puede ser Bolsonaro.

Soy de una generación en donde la violencia era la salida y, mea culpa, no era la salida, dejó heridas, cicatrices y pretextos también. Creo que hay caminos antes. Hay una manera de llegar a buenos resultados que a lo mejor es más lenta pero que tiene más base, es una construcción, un camino largo. Llevar a un país a la violencia es jodido.

La represión del 1° de octubre en Cataluña para la gente que quería votar fue terrible.  No iba a hacerlo, pero vi la represión y fui a votar, es incomprensible, la policía está para defendernos y eso es parte del contrato social que no se cumple.

 

 

 

 

 

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