Las vueltas de la memoria

La música que escuché mientras escribía

 

Hace algunos días me topé en CineAr con una película argentina terminada en 2020, Adiós a la memoria, de Nicolás Prividera, que podés ver aquí.  Si no te da para tanto pero querés saber de qué se trata, tenés esta cola (o trailer, como se dice ahora) que te da una idea. Y también al director hablando sobre su peli en apenas cinco minutos.

Yo había visto su primera obra, M, de 2007, sobre la detención y desaparición de su mamá, Marta Sierra, una obra provocadora y revulsiva, un tremendo ajuste de cuentas con la generación de sus padres y sus opciones políticas, que fueron también las mías. Dura, legítimamente insoportable. En ese momento, Prividera tenía 37 años y alzaba la voz en nombre de una generación que pagó las consecuencias de decisiones para las que no fue consultada. Cuatro años antes se había hecho escuchar Albertina Carri, con Los rubios, sobre cómo vivieron ella y sus dos hermanas el secuestro, agonía en un campo de concentración y asesinato de sus padres, Marta Caruso y Roberto Carri. Albert tenía 30 cuando la terminó, no sé si ambos directores se conocen, pero la opera prima de Carri, de 2003, tiene varios puntos de contacto con la de Prividera, entre otros el rechazo inocultable por quienes fuimos compañeros de militancia de los progenitores ausentes. Varios de ellos prestan testimonio en Los rubios, en entrevistas en apariencia apacibles pero que supuran vitriolo, con la cámara clavada sobre rostros envejecidos que balbucean explicaciones inconvincentes sobre lo jóvenes que fueron.

 

 

Nicolás y Héctor Prividera, Ana Maria Caruso y Roberto Carri.

 

No recuerdo haber visto las obras intermedias de ambos. Pero de nuevo encuentro un aire de familia entre Cuatrerosque Albertina filmó en 2016 a partir de un libro de su papá, y este Adiós a la memoria, de Prividera. Ya rondan los 50 años, Albert uno menos, Prividera varios más, han sobrepasado largamente la edad en la que el Estado terrorista congeló a Roberto y a las dos Martas,  conseguido desprenderse de aquella amargura inicial y madurado en la reflexión sobre sus historias personales, encuadradas en la historia general del país, de la que ahora pueden hacerse cargo. Ambas son ensayos cinematográficos, un género que reconoce como antecedentes a Fernando Birri y Pino Solanas pero que tiene pocos cultores. Escribí varias notas sobre Albertina, a quien considero junto con Lucrecia Martel y Mariano Llinás como la cumbre creativa del cine argentino contemporáneo, y sobre su obra. Podés leerlas aquí y aquí . Sobre el mismo tema, pero en un estilo muy distinto, amo El (im) posible olvido, de Andrés Habegger, y Papá Iván, de María Inés Roqué, que a su vez son afines entre si.

Prividera contó con un material extraordinario, porque su padre filmaba, de modo que la vida de la pareja y de su hijo está documentada en detalle. Y él a su vez filmó a su padre, cuando ya no recordaba ni quién era. Me impresionó el parecido entre ambos, como si fueran intercambiables. Una escena me recordó el dibujo genial de Quino, de la pareja de ancianos que se despiertan en mitad de la noche y mientras se miran intrigados preguntan al unísono: "¿Qué éramos nosotros?" Igual que Albertina, necesitó de un narrador para organizar el material torrencial con el que acompañó aquellas imágenes de su infancia, pero en este caso no habla en primera sino en tercera persona. No dice yo, sino El Hijo.

Debería verla de nuevo y completa, porque la agarré empezada y me atrapó, pero me quedó la impresión de que no es, como la de Albertina, una búsqueda de las claves de su historia familiar, sino una reflexión más abstracta sobre la memoria. Y sobre las diversas formas del olvido, voluntario, personal, colectivo o forzoso.

Me quedó grabada una secuencia de un encuentro de sus padres en la calle, mientras se escucha a Charles Trenet cantar ¿Qué quedó de nuestros amores? , una canción hermosa:

 

 

 

 

 

Más que cantante, Trenet era un disseur, decía la letra como quien conversa. ¡Qué absurdo a dónde me llevó mi memoria a partir de la película de Prividera!  Si te provoca, escuchá un poco de Trenet.

 

 

 

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