Liliana y Horacio en el carrusel

Canción sobre canción, el documental sobre el disco de Herrero con repertorio de Fito Páez

 

No sabía que Fito era tan importante para nosotros, ni que nosotros lo éramos para él, dice sobre el final Horacio González. Está reaccionando a las canciones de Páez que Liliana Herrero le fue mostrando. Canciones de Páez que fueron re-hechas por Liliana Herrero en su disco Canción sobre canción. Están recostados juntos en el sillón de su casa de la calle Maza, en Boedo. Un par de cámaras registran el momento, cosa que González no deja de mencionar. Liliana hace escuchar a Horacio las canciones, acompañadas por comentarios de altísima complicidad sensible. González recibe esos estímulos jocoso, por momentos algo retraído, muy atento. Con esa gracia que tanto le conocimos: una sonrisa irónica como toda condición para la aceptación de cada invitación que se le dirigiese, y una breve actuación de sí mismo, como desdoblándose entre aquel que acepta dócilmente el papel que le proponen y él mismo en tanto que espectador, al que no se le escapa ningún matiz de la situación. Actor y crítico a la vez: siempre algo incómodo y divertido. Horacio escucha a Liliana, sí, pero Liliana, que juega como nadie ese juego ejecutando una gran transmutación, nos muestra cómo se comprende a Fito mientras nos enseña cómo comprender a González. Cómo se lo ama. Es el gran juego de Liliana, que de pronto le dice lo que todos quisimos decirle siempre: “¡Mírame a mí, te estoy hablando!”

El comienzo es sensacional. Sobre los acordes de Adela en el carrusel, de Charly, la voz de Liliana cantando Giros: “Existe un cielo y un estado de coma, cambia el entorno de persona en persona”. Y es como si uno nunca hubiese reparado en ese verso. La cámara toma a Liliana y Horacio escuchando. De pronto Liliana pregunta: “¿Te gusta a vos?” Horacio ríe: “Sí, me siento absolutamente giroscópico”. Para ella el asunto está concentrado en el “dar media vuelta y ver qué pasa allá afuera”, y él, con tono de fingida timidez le señala que hay algo previo, en la música: una desolación que se confirma con la voz. Algo así como giros desamparados, sin solución. Le parece ese, a Horacio, uno de los rasgos de la poética de Páez. Un poco la idea de algo que gira y no es posible comprender del todo, una imposibilidad de estar quieto en algún lugar. Corte. Aparece Liliana cantando encima de la grabación de Mariposa tecknicolor. Se la escucha dos veces. Canta a Fito, le canta a Horacio. El tránsito de la música a la voz y de la palabra que canta a la que reflexiona es ejemplar. Horacio repara en la letra del tema: un aleteo de recuerdos, la “elegancia ficticia” de los “zapatos de charol” como irrupción de la infancia. Liliana señala el “grito de gol”, no gritado en la cancha sino en el diario La Capital. Vuelve la grabación del disco, Liliana, los músicos: “Nací en el ‘63”. Horacio con voz de bromista: “Tengo diez años menos que Fito”. Liliana seria: “¿Me podés repetir?” Horacio: “Yo nací en el ‘73, con Juan Domingo Perón en la cabeza”. Risa. Y luego: “El barrio está igual que ayer, voltearon la casa de al lado”. A Horacio le duele algo ahí. Recuerda un reciente paseo, junto a Liliana, en el que descubrió la demolición “de la casa de al lado, que era la mía”, en su natal Villa Pueyrredón, y se pregunta si ese tipo de datos no pesa más en la conciencia que un disparo en la cabeza de un Presidente. La grabación de esta conversión fue en 2018. ¡Impacta esa premonición de González! Luego, Carabelas nada. Para Horacio se trata de instantáneas de la calle, para Liliana, en cambio, de un clima personal, metafísico. “No coincido”, dice ella. Él celebra: por fin una “dramática incisión en nuestra relación”. Liliana explica: no es que no haya enumeración, pero esas instantáneas urbanas parten de una “interioridad”, cosa que Horacio acepta socarronamente atribuyendo a la “cabeza trastocada que tiene Fito”. Luego Dejarlas partir, sólo guitarra y voz. Se escucha: “Si pudiera explicar, si pudiera explicar. Lo hice para quebrar, lo hice para quebrar. Lo hice para quebrarme a mí”. Liliana se emociona, Horacio la abraza. La belleza es total (“si pudiera explicar”, pero ¿quién puede explicar el horror?). Liliana recuerda los temas que escuchaban con Fito en Rosario cuando vivían en la misma casa: Bill Evans, Chick Corea, Cuchi Leguizamón, Aníbal Troilo y Joni Mitchell. “Dejarlas partir”, explica Liliana, es una actitud fundamental, referida a un dolor potenciado: el paso del tiempo, sí, pero adosado a la herida de un acto criminal ocurrido a seres queridos. Suena Tres agujas, Liliana canta: “Mi nación no tiene cruces ni banderas”. Horacio considera que poder pensar una nación sin estas marcas es muy importante, precisamente porque es imposible pensar sin ellas. Coinciden en algo que podría no ser tan evidente: ese verso trataría de una restitución. Allí donde la ausencia de esos símbolos podría remitir a una liberación respecto de los emblemas de la sangre y de la guerra, habría que ver, más bien, un llamado a hacerse cargo de la historia. Luego, Ámbar violeta, contrabajo y bandoneón. Liliana se refiere a una cita musical que incluyó ahí: un tema de Spinetta que le resulta esencial, Fuga (canción que no se grabó: aquí la versión interpretada a capela). A continuación suena Instantáneas. Liliana le canta a Horacio: “Se hace difícil seguir anclado aquí, sin tu amor” (“¡Mirá qué piropo que te dije González!” “Me parece que pronto van a estar prohibidos”). Un canto módico, paseante, cuenta ella, envuelto por una base instrumental que estalla, como los ruidos de la ciudad (los bombos). Y agrega: “Estamos al borde de un cielo sin sol: yo siento eso, ¿vos?”. Y Horacio, característico, responde: “Sabés bien que siento eso siempre. Si siempre estamos al borde de un abismo”. Y Liliana le recuerda que ese verso de Fito se corresponde con la idea de Horacio, puesto que en los tiempos de la composición de ese tema Fito “iba a tus clases”. Es más, dice Liliana: de hecho ustedes tienen modos semejantes de pensar. González duda: “A mí el pensamiento de Fito me gusta mucho porque enlaza situaciones inverosímiles, inesperadas, con puntadas imprevisibles”. Le sigue entonces Abre, la música repite al infinito, dice Liliana, siempre habrá algo que gira, algo que abre. Horacio con tono levemente actoral, como recitando dice: “A ver cómo decirlo”, y luego afirma sobre Fito: no siempre fue comprendido en sus hallazgos de escritor, de hacedor de películas, de autor de “memorables canciones desparejas”, de ser “enumerativo” y repentino, y “ahora estamos tratando de comprenderlo”. Liliana agrega que Fito es también un “sutil emperador”, pero a Horacio eso no le gusta. González lo ve a la vez “desesperado” y “aristocrático”, y Liliana responde que eso mismo corresponde también a “nuestras vidas”. La meditación de González continúa, busca palabras que no encuentra. Fito sería alguien que no revela todo aquello que lo afecta, que lo demuele y enamora (¿no caben estas palabras sobre todo al propio Horacio?), y que por eso mismo –porque encubre lo que lo daña, mientras lo busca– es un gran poeta. Fito, cree Horacio (y ya no se sabe bien de quién se habla) tiene que ser “recobrado”, indicado como alguien que aún no sabe quién es a pesar de haber hecho mucho para saberlo. Lo que sigue, ya en el final, son viejas fotos de una transfiguración: Fito, Liliana y Horacio. Y ahora sí, la voz de Páez. Mi amiga María Pía López, autora de lo mejor que se ha escrito sobre Horacio, me habla de su sensación “agridulce”. Preciso su palabra para encaminar la emoción frente a la reaparición vida de alguien a quien extrañaremos siempre: me dice “¿viste el final? Busca lo que no puede decir, sus sentimientos, que la quiere a Liliana”.

 

 

 

 

 

Ficha técnica

Dirección: Fernando Arca (Buenos Aires, Argentina). Estudió cine en la FUC. Dirigió De todas formas teatro (1996, Premio Fondo Nacional de las Artes) y varios largometrajes, entre ellos La música interior (BAFICI, 2015).

Guión: Fernando Arca, Carlos Villalba.
Fotografía: Josefina Chevalier.
Edición: Josefina Chevalier.
Sonido: Rodrigo Ruiz Díaz, Santiago Cáceres.
Música: Fito Páez, Liliana Herrero.
Producción: Carlos Villalba, Maru Isla, Nahuel Carfi.
Producción ejecutiva: Carlos Villalba.
Compañía productora: Instituto de Intercambio Cultural Ensamble al Sur.
Intérpretes: Liliana Herrero, Horacio González.

 

Contacto:

Instituto de Intercambio Cultural Ensamble al Sur

Fernando Arca

[email protected]

 

 

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