Límites y contradicciones

La ilusión de bajar la inflación y disciplinar a la sociedad con recesión es un juego autodestructivo

 

Resulta notable el abismo de opiniones y percepciones en los últimos días en relación a la marcha de la economía. Es llamativa la contraposición entre las afirmaciones de optimismo y desbordes argumentales de Javier Milei –y ahora también de su admirado ministro de Economía, Luis Toto Caputo– y los daños observables en la vida cotidiana, el desbarranque de la actividad económica y el agigantamiento de la desestructuración social inducida por la política gubernamental de ajuste recesivo.

Mientras Milei sigue haciendo referencias a la culpa de la herencia recibida de un “régimen populista salvaje”, niega –o más probablemente tiene incapacidad analítica para reconocer– los derivados de sus propias acciones. No comprende que su propio rumbo desaforado lo puede estar llevando a un callejón que se ha repetido en la Argentina con gobiernos con políticas similares: el de los ajustes sin sustento en la economía real sino sólo en base a maniobras financieras de corto plazo (carry trade más endeudamiento público) que por su regresividad provocan mayores desequilibrios posteriores, por su pretensión, como ahora, de que los costos sean pagados por la sociedad.

Sólo es necesario analizar reiteradas experiencias históricas de juegos especulativos que han conducido a desmoronamientos luego de un período de falsa euforia y estabilidad. Notoriamente, nada parece haberse aprendido de desastres no tan lejanos en los cuales han tenido participación central actuales referentes del equipo de Milei (fin de convertibilidad de Domingo Cavallo y Federico Sturzenegger en 2001, colapso del gobierno de Macri bajo la conducción del mismo Caputo, que llevó al “salvataje” récord del FMI en 2018), cuyas consecuencias están aún presentes: ¿Cuál es el cuadro actual? ¿Cuáles son los elementos clave a considerar?

 

Todo agarrado con palitos

Milei ha hecho referencia a que “estamos verdaderamente muy satisfechos con los logros que estamos consiguiendo”, poniendo eje en cinco aspectos: la reducción de la inflación, el equilibrio fiscal, la eliminación de la emisión monetaria, la estabilidad cambiaria y el aumento de las reservas del Banco Central. La verdad es otra.

Sin tapujos, se hace alharaca, como si fuera un mérito, de una política basada centralmente en una histórica caída de salarios y jubilaciones, recortes drásticos de gastos públicos (centralmente los sociales) y el “sinceramiento” de precios y tarifas luego de la enorme devaluación del peso apenas comenzó el actual gobierno de esotérica filosofía anarco-capitalista.

Sin dudas, la marcha de la economía depende de muchos factores, no sólo de expresiones de deseo o de cataratas verborrágicas y afirmaciones pedantes y sin sustento de teoría económica, como puso en evidencia con fundamentos la semana pasada una excelente columna en El Cohete de Carlos Pafundo (Estamos en problemas, Houston). Las vituperaciones pueden ser más una manifestación de debilidad, mediocridad o endeblez que de fortaleza y coherencia. Es por ello necesario intentar analizar el comportamiento y variables en forma seria y dinámica y no sólo circunstancial y fantasiosa.

  • Caputo ha referido días atrás que “la inflación ya está corriendo a niveles de un dígito mensual”, presentando una expectativa aún a verificar como un logro sustantivo, pese a que tampoco lo es. Implicaría llegar a los niveles ya altos hasta mediados del año pasado pero con agravantes como la enorme caída del consumo y la inversión, mayores despidos y suspensiones, y los efectos de los veloces cambios de precios relativos tanto en el mercado interno (salarios, tarifas, alimentos, productos de consumo, servicios e insumos difundidos con oferentes dominantes) como con el exterior (anclaje cambiario, caída de precios de exportación, aumento del endeudamiento).
  • El equilibrio fiscal es presentado como uno los caballitos de batalla de la gestión libertaria, pero el superávit logrado en los primeros meses del año es sólo circunstancial. Ello no sólo por estar basado en el recorte de gastos por mantenerse la base nominal del presupuesto nacional 2023 –en tanto se ha disparado inflación– sino por factores contrapuestos de desequilibrios que empiezan a percibirse sensiblemente: la caída de la recaudación impositiva por la fuerte recesión inducida y, lo que no se desea mencionar, el creciente aumento de los pagos financieros por intereses y capital planteados en el próximo período, incrementado además sensiblemente el endeudamiento público impulsado por el propio gobierno (emisión de títulos por deudas de importadores sin investigación previa alguna –BOPREAL–, endoso de deudas del Banco Central al Tesoro Nacional). Los intereses de deuda pública representaron ya más del 25% del gasto total del Estado Nacional en los dos primeros meses del año. La presión de la deuda vuelve a crecer luego de la súper devaluación de diciembre y juega como hipoteca contractiva que succiona recursos e impulsa cada vez mayores exigencias por parte de los acreedores. Es un círculo vicioso. Mientras se amplían la pobreza y la indigencia, se sigue proponiendo que su pago sea priorizado sobre cualquier otro requerimiento de la economía real y la sociedad para “ganar confianza de los mercados”. Es la concepción real de la motosierra. En enero y febrero aumentaron los pagos financieros en forma real –ajustados por inflación– en un 34,2%, mientras simultáneamente –no casualmente– caían en el mismo período las prestaciones sociales un 29,7%, los subsidios económicos (energía y transporte, entre otros) un 54,2% y los salarios estatales un 12,3%. Ventajas para pocos y deterioro para muchos.
  • En los tres meses del nuevo gobierno la base monetaria aumentó muy poco: la circulación monetaria pasó de 6,6 a 7,8 billones de pesos, una suba del 14,7%, mientras en el mismo período la inflación aumentó más del 70%. Esto pone en evidencia no sólo la magnitud de la caída de la actividad económica, sino que la contracción de la emisión no ha sido un factor de reducción inflacionaria. En tanto, sí resulta altamente desequilibrante, y grave en perspectiva, justamente por ser base de los juegos financieros inducidos altamente onerosos para el país para lograr una estabilidad cambiaria circunstancial endeble. El aumento de los pasivos remunerados del Banco Central en dólares en el mismo período ha sido de 9.012 millones de dólares, neutralizando el efecto de licuación en diciembre del endeudamiento en pesos del Banco Central por la devaluación de la moneda nacional.
  • La estabilidad cambiaria alcanzada en el último período es referida por el gobierno como una muestra de confianza y previsibilidad, habiéndose reducido a un 20% la brecha cambiaria entre la cotización del dólar oficial (hoy en $ 901) y las que refieren e impulsan operaciones paralelas. Las presiones han venido en aumento ante el hecho de que el súper aumento de la cotización inicial del dólar (pasó de 360 a 800 pesos apenas asumió el gobierno), que se refirió como ajuste inicial necesario pero sobreactuado (over shooting), ha pasado a ser superado por la inflación en pesos. El sostenimiento del compromiso de una devaluación de sólo 2% mensual como anclaje de confianza ha resultado desde entonces esencial para el sostenimiento de la burbuja financiera, pero choca con el reclamo en aumento de una devaluación por parte de sectores exportadores, que generan los mayores ingresos regulares de divisas para el país. Pese a la negativa tanto de Milei como de Caputo a un salto devaluatorio, la ironía es que la puja se da entre sectores que han apoyado en forma entusiasta –y lo siguen haciendo– las medidas y los paquetes legislativos anti-populares de Milei. El dilema es que la devaluación rompería el argumento de “la inflación está en descenso”, pero el mantenimiento del cuadro de revaluación relativa del peso (no de las condiciones de vida de la población, que siguen empeorando, pese a la desorejada afirmación de Milei de que los jubilados pasaron de ganar 80 dólares a 200 dólares) podría impulsar la retención y postergación de ingresos por exportaciones, claves para mantener la ficción financiera. En este cuadro de presiones, a las que se suma la incógnita de la envergadura que va tomado la oposición popular, se aleja la perspectiva de una rápida recuperación económica auto-generada que pronostican sin sustento objetivo los economistas oficialistas.
  • En línea con lo acordado con el FMI, las reservas del Banco Central en el período Milei-Caputo crecieron de 21.133 millones de dólares el 13 de diciembre pasado a 28.266 millones el lunes último (25-3), es decir poco más de 7.100 millones de dólares. Es éste un crecimiento significativo, pero su mera referencia no permite reconocer el constante aumento de importaciones impagas y un verdadero festival de endeudamiento de rápida expansión a través del aumento de los pasivos remunerados del Banco Central y del Tesoro Nacional en moneda extranjera, o relacionados con su cotización. Para avalar el privilegio financiero se limitan la producción y el trabajo, como evidencian los indicadores económicos y sociales.

 

Lo que vendrá

La ilusión que tiene el gobierno de bajar la inflación y disciplinar a la sociedad en base a una mayor recesión es un juego destructivo también para sus propias perspectivas. En el próximo período se pondrán más en evidencia sus contradicciones y límites. Las negociaciones en el Congreso y con los gobernadores de canjear recursos limitados por mayores impuestos y dar vía libre a nuevos ajustes antisociales y de desguace del patrimonio nacional chocan con la oposición política y el cambio evidente del humor y las expectativas sociales. El circo discursivo y los juegos de redes sociales pierden efectividad y apoyo, de allí también la intención creciente de avanzar en la provocación. Es la tónica de manotazos que ha comenzado a evidenciarse en una peligrosa degradación. La sociedad debe poner límites.

 

 

 

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