Lo que es y lo que puede ser

Tomás Moro, las injusticias que perduran y el desafío de pensar utópicamente

 

Tomás Moro, en su obra Utopía, nos permite ver y creer en la posibilidad de un mundo mejor, reflejando la realidad de “lo que es” sin condicionar nuestra capacidad y deseo de imaginar algo mejor. Se trata de que “lo que puede ser” exista sin los condicionantes del “posibilismo” al que nos somete la realidad.

Utopía, que significa “no lugar”, es imprescindible para entender mejor “lo que es” –la realidad– y remarca la importancia de que “lo que puede ser” –la idea utópica– habite dentro nuestro, con el fin de que pulse en nuestro deseo para lograr su realización. Sin existir en “lo que es”, habita igual en nuestras ideas. Es necesaria para realizar algo mejor, para acercarse poco a poco a “lo que puede ser”, primero viendo, pensando y moldeando utópicamente “lo que es”. Ver lograda una utopía solo es posible si primero fue pensada como algo que pueda ser mejor de “lo que es”. Quien pueda pensar algo distinto a “lo que realmente es” y está decidido a combatir por realizar “lo que puede ser” puede llegar a verla.

Moro nos da una imagen clara y cruda de “lo que es” en sus días, durante el reinado de Enrique VIII en la Inglaterra del siglo XVI, a través de una conversación ficticia con el navegante Rafael Hitlodeo, su alter ego en el relato, quien fuera parte de la tripulación de Américo Vespucio por “el Nuevo Mundo”. Rafael vivió durante cinco años en la isla de Utopía, donde prima el bien común, sin propiedad privada, y donde el dinero y el oro no tienen razón de ser como los entendemos hoy. Esta experiencia le permite realizar una gran crítica a la vida social y política de la Inglaterra de su momento.

Las críticas realizadas perduran hasta hoy, en condiciones materiales e ideológicas distintas, pero unidas por la misma raíz: la deshumanizante ambición de poseer más y más a costa de la anulación del otro. Algunos ejemplos:

  • Moro critica el excesivo castigo hacia los delincuentes, colgados por ofensas menores como el robo. ¿Por qué, siendo tan pocos los que escapan del castigo de la horca, había tantos malhechores? Su respuesta: no tienen otra posibilidad que robar. El castigo no sirve cuando robar es uno de los pocos medios de vida que le queda a la mayoría. Decretar horrendos castigos contra el que roba, deshumaniza. En proporcionar buenos medios de vida y que nadie se viese en la cruel necesidad de robar para luego morir, vive una utopía.
  • La frase “las ovejas se comen a los hombres” resulta de esta obra. La actividad más lucrativa en Inglaterra es la producción de lana, lo cual exige expropiar las tierras a los campesinos para convertirlas en campos de pastoreo para las ovejas. Esto provoca emigración y vagabundeo en las grandes masas, por impedir un uso comunitario y un sistema de trabajo inclusivo, provocando miseria y desamparo.
  • Moro es consciente del peligro que existe: “¿Quién desea más fuertemente cambiar el orden de las cosas sino aquel a quien desagrada la situación presente de su vida? ¿Quién, en fin, se lanza con mayor ímpetu a cambiarlo todo, con la esperanza de ganar algo, sino el que ya no tiene nada que perder?”
  • Finalmente, advierte la causa de todo esto: el bien privado está por encima del bien común: “Donde todo se mide por dinero será difícil lograr que el Estado obre justa y acertadamente, a no ser que pienses que es obrar con justicia permitir que lo mejor vaya a parar a manos de los peores, y que vivan felizmente donde todo se haya repartido entre ellos. Mientras los demás perecen de miseria, ellos disfrutan de la mayor prosperidad”.

 

 

Primera edición del libro “Del estado ideal de una república en la nueva isla de Utopía”, de Tomás Moro, 1516, impreso en el taller de Dirk Martens de Lovaina, Bruselas. Biblioteca Real de Bélgica.

 

No hay mucha diferencia entre “lo que es” en los días de Moro y el presente, en el que sigue primando la ambición de un pequeño grupo por poseer más y más. Los hombres vagabundean desamparados en gran número. Morir de hambre no es una opción. Y los poderosos siguen dispuestos a llevarse todo por delante en el afán de su propio interés (hoy en día, a costa de la supervivencia del planeta y la especie humana). ¿Por qué razón entonces desaparece el pensamiento utópico? ¿Qué podemos imaginar cómo superación de “lo que es”? ¿Cómo revalorizar su (necesaria) presencia?

A partir de David Harvey, teórico social inglés, y su obra Breve historia del neoliberalismo, teorizamos una posible causa del abandono del pensamiento utópico a través de la reconstrucción histórica de la formación del modelo de Estado neoliberal descripta en ella. Formado con el fin de garantizar jurídica, ideológica y socialmente el actual proceso de acumulación del capital, el rol del Estado neoliberal nos permite entender desde dónde se ha suprimido el pensamiento utópico, logrando que todo “lo que es” se vuelva “todo lo que hay”. Este desgaste sobre “lo que puede ser” se logra a través de:

  • La enorme financiación para la difusión e implementación de la ideología y la lógica competitiva del mercado, a través de diferentes medios (universidades, medios de comunicación, think thanks, ONGs, etc.).
  • La eliminación de los lazos de solidaridad que el Estado de bienestar supo formar en la sociedad civil, por medio de la demonización de la organización popular, el desgaste ejercido sobre la lucha obrera y la deslegitimación del rol del Estado interventor.
  • La venta del patrimonio público al sector privado, invocando la “necesidad de mayor eficiencia” del sector público.

A partir de la destrucción del “nosotros” se destruye el horizonte común. Los derechos individuales por sobre los colectivos y la falsa idea de la propia realización no permiten pensar un mejor porvenir para todos. Si el Estado que une a los habitantes de un territorio está construido sobre el consentimiento de que el 1% posea más que el 99% restante, ¿de qué manera puede el pensamiento de miles de millones de personas salir de ese consentimiento? Si “lo que es” –el 1% de la población poseyendo más que el 99% restante– es aceptado como “todo lo que es y puede ser”, si “no hay más que hacer” por el enorme poder que deberíamos combatir, ¿cómo pensar en “lo que puede ser”? ¿Cómo lograrlo cuando la política institucional, que debería ser el instrumento de la transformación de la realidad, se ve doblegada ante el “pragmatismo” de seguir cediendo poder y representación política a ese 1% para asegurar su dominio? Esta insoportable alienación debe conmover, no paralizar. No es una discusión fácil, pero jamás imposible, porque, ¿qué es una utopía sino algo que no existe, pero puede existir?

Si en las instituciones, relaciones y herramientas clásicas de transformación no hay salida, cualquier relación que se construya por fuera de ellas tiene potencial de utopía. Pensar utópicamente sería no consentir más que “lo que es” sea “todo lo que es”. Superar los duros (e innegables) condicionantes que “lo que es” nos impone es pensar utópicamente. Volver a ubicar lo colectivo por sobre lo individual. Y aquí encontramos un norte al cual dirigirnos.

Cooperativismo, organización social de las bases populares, recuperación del patrimonio público, reivindicación de la lucha obrera y respuesta hacia las demandas de los sectores populares por un digno vivir deben ser ideales que nos marquen el camino, fuera de “lo que es” y en vistas de “lo que puede ser”. Cualquier tipo de organización colectiva e independiente es un verdadero peligro para el Estado neoliberal, desde una pequeña fábrica recuperada por trabajadores hasta las redes sociales de contención, que dan cobijo a los sectores más postergados de la sociedad, constituyendo una barrera contra la posibilidad de un conflicto social, en el cual se refleja el mayor temor de las elites, dispuestas a todo por sofocarlo. Ellos también temen, aunque parezcan invencibles e inamovibles. Ante lo que ellos temen, nosotros vemos una utopía realizada.

Pensar utópicamente es pensar sobre lo que no existe, para tener una luz que nos guíe en el camino a lograrlo. Nadie dijo que fuera fácil, pero decir que es imposible no debe ser suficiente para sofocar la utopía. Cuando se dice “eso no existe ni existió en ningún lado” hay que afirmar con fuerza: “No pienses en ‘lo que es’ ni en ‘lo que fue’ sino ‘en lo que puede ser’”.

Tal vez ni hoy ni mañana veamos una utopía realizada. Tal vez no lleguemos a verla en vida. Pero, como nos ha demostrado Moro, las utopías no mueren si se transmiten. Mientras la utopía viva en la mente de alguien, tendrá potencial para ser realizada.

 

 

 

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