Lo que muere y lo que nace

Presente y futuro de Latinoamérica, según García Linera

Inca Tupac Katari, último rebelde contra el invasor español.

 

Intelectual orgánico de las organizaciones políticas andinas, articulador de los movimientos sociales indígenas y civiles, sociólogo, escritor, pedagogo, docente, miembro fundador del EGTK (Ejército Guerrillero Tupac Katari) de raíz aimara y quechua entre 1985 y 1992; prisionero, torturado y preso durante cinco años, hasta 1997; entre 2006 y 2019 vicepresidente de Evo Morales en el Estado Plurinacional de Bolivia, Álvaro García Linera (Cochabamba, 1962) resulta un pensador ineludible al considerar los destinos del poder popular en Latinoamérica, principalmente durante el presente siglo.

Ya durante el ejercicio de la función ejecutiva en su patria, García Linera consideraba la necesidad de retornar a la tarea de formador en historia, economía, política e ideología como condición de posibilidad destinada a superar la eventual canibalización interna (de la cual fue objeto su propia gestión, confiesa) de los muy diversos núcleos que pugnaban por sus derechos, para comenzar, en este continente. Su intenso recorrido por el espectro marxista-leninista, por cierto contrastado con una efectiva lucha política, experiencia organizativa, de conducción y práctica del poder, es volcado ahora en una labor pedagógica no solo académica, sino abarcativa de ámbitos gremiales, profesionales, sociales y de base en general. A partir de un diagnóstico coyuntural amplio, centrado en “la crisis del orden mundial neoliberal como patrón de acumulación” y sus efectos de cambios abruptos en la matriz económica, la conmoción de los tiempos sociales y la subjetividad política, el político boliviano despliega su arsenal argumentativo.

 

Álvaro García Linera, el autor.

 

Potente síntesis ha quedado expuesta el pasado año por primera vez durante su disertación en el Museo Nacional de Colombia, sede del ciclo “Imaginar el futuro desde el sur”, auspiciado por el Ministerio de las Artes, las Culturas y los Saberes de esa nación. Texto recién arribado a estas pampas rioplatenses merced a la publicación de una remadora editorial chilena, con la edición de la filósofa y docente argentina Luciana Cadahia. En ese marco, García Linera plantea la actual existencia de lo que denomina “tiempo liminal”: una suerte de momento bisagra con los sectores populares expectantes mientras suceden los estertores espasmódicos de la hegemonía del globalismo, sin que las oligarquías en el poder alcancen a reconfigurar los lazos sociales, sumidos en confrontaciones internas, efecto de esa misma descomposición. En buena medida y dentro de contenidos marxista-leninistas, resignifica en una práctica política concreta la poética gramsciana en torno a lo nuevo que no termina de nacer y lo viejo que no termina de morir.

En las 75 páginas de Cuidar el alma popular, bajo la advocación del subtítulo “Interregno global y oleadas progresistas latinoamericanas”, el autor revisa la historia a partir del último cuarto del siglo XX, cuando el libre mercado se postulaba como un organismo anatómico, impulsor de un statu quo tolerable para la armonía entre clases, sin entrar en detalles. El advenimiento del neoliberalismo furibundo (ya esbozado en la Argentina con el menemismo, sin ir más lejos) aterrizado a poco del nuevo siglo en despliegue geográfico asimétrico, siembra trayectorias efímeras, caminos difusos y destinos opacos. Mediante porcentajes concretos, García Linera demuestra la caída de la riqueza y el comercio mundial al compás del deterioro de los préstamos bancarios interfronteras, el desplome de la inversión y el consiguiente aumento de la demanda política de proteccionismo.

Crisis que, en el plano social, hace a las comunidades perder sus respectivos horizontes aspiracionales, cohesión en  los consensos y alianzas entre las elites (“la centro derecha se escora hacia la extrema derecha”) y cunde la deslegitimización de las formas de gobierno asociada a la incertidumbre económica. Sin generación de nuevos “principios organizadores del futuro imaginado”, señala, capaz de “restituirle el sentido a la historia colectiva, familiar y personal” que acompañe “un nuevo modelo de acumulación económica”, se corre el riesgo de “el regreso a fosilizadas maneras de neoliberalismo primitivo, revestidas de autoritarismo”.

 

García Linera con Evo Morales.

 

Obstáculo paradojal de aquellos propósitos resulta el cumplimiento avanzado de los objetivos nacionales y populares logrados por los progresismos gobernantes durante el primer tramo del siglo XXI. Situación que, a su criterio, “modificó parcialmente la estructura de clases sociales”, promoviendo nuevas necesidades y aspiraciones, mientras se continuaba hablándoles “como si estuvieran en la posición anterior de pobres o extremadamente pobres”. Discurso con el que los sectores ascendidos dejaban de identificarse pues sus expectativas se habían modificado así como sus formas organizativas (o desorganizativas), de construcción política “y de enmarcar discursos movilizadores”. En paralelo, ”no se restablecieron bases industriales “de redistribución ni reemplazado los liderazgos mediante renovaciones generacionales, dando lugar “a fracturas en el bloque popular”. Contingencias habilitantes del regreso de fuerzas fuertemente conservadoras en toda América Latina.

No obstante, García Linera atisba una segunda oleada progresista, de Uruguay a Chile y México —con sus notables diferencias–, con la característica de “la ausencia de un gran proyecto transformador de la realidad económica-política y, por ello, una pérdida, esperemos solo temporal, del optimismo histórico expansivo del progresismo”. En éste ánimo, por cierto, opera “un proceso de politización conservadora de sectores medios y de fragmentos de sectores populares”, que se referencia en sectores afines, efectores de la crisis mundial.

En este espectro, el autor propone por lo pronto lo evidente: mejorar la situación económica y social. En paralelo, “impulsar formas compuestas, híbridas, de democracia representativa con democracia participativa, comunal y plebeya, que permitan garantizar el protagonismo popular en la toma de decisiones gubernamentales y en la ampliación de la igualdad económica”. Condiciones indispensables para contener la expansión de las extremas derechas, pues queda visto que la tibieza en las transformaciones “incrementa la audacia conservadora”. Dado que “la moderación no logra resolver las angustias de las clases populares y, ante esa inoperancia, la búsqueda de una solución rápida y efectiva (…) desplaza la adhesión de segmentos populares hacia propuestas ultraderechistas que ofrezcan resolver las demandas, de la manera que sea”. En esta perspectiva, García Linera enumera una sucesión de medidas objetivas, efecto del sentido común tanto como de la experiencia histórica que, en términos generales, apuntan a una redistribución de la riqueza.

Al subrayar en forma enfática, desde el título mismo, Cuidar el alma popular, Álvaro García Linera se aparta de cualquier paternalismo a fin de inmiscuirse en un movimiento subjetivo de los pueblos, en línea con la diferenciación respecto al principio inmaterial vaticano utilizado por la cruz y la espada en su genocidio conquistador. Remite más bien a la voluntad rebelde representada por el último Inca, Tupac Katari (Bolivia, 1750-1781), quien encabezó la lucha de su pueblo contra el invasor español en el Alto Perú, cuyo nombre evocaba el movimiento revolucionario de los años '80 en el que el autor comenzó su práctica política.

 

 

FICHA TÉCNICA

Cuidar el alma popular

Álvaro García Linera

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Santiago de Chile, 2025

78 páginas

 

 

 

 

 

 

 

 

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