LOS QUE TE EMBROMAN

Los trompas tiran la bronca

 

El gerente contratado por la asociación empresarial AEA, Jaime Campos, le pidió información u opinión sobre cuatro temas al Ministro de Economía Martín Guzmán, en el encuentro convocado para celebrar los veinte años de ese agrupamiento de lobby creado por los líderes patronales del país:

  • Déficit fiscal;
  • Presión impositiva;
  • Acceso a los dólares, y
  • Energía.

Las respuestas del ministro fueron las previsibles y generaron tibios aplausos: Guzmán quiere reducir el déficit y la emisión, recrear el crédito en pesos, aumentar la producción de dólares legítimos que apuntalen el crecimiento, para lo cual la producción, transporte y exportación de gas y petróleo son fundamentales.

En un punto, esa sedante sarasa gusmaniosa fue desplazada por una puntualización necesaria. El Ministro de Economía refutó el cuento de hadas de los 164 impuestos, ideado por el economista cordobés Nadin Argañaraz, que AEA, la UIA, la Sociedad Rural y la Mesa de Enlace adoptaron como biblia y arma de combate, y para ello usó (sin nombrarlo) el estudio conjunto realizado por el Centro de Economía Política (CEPA) y la Fundación Friedrich Ebert de Alemania, que publicó El Cohete  la última semana de abril. Así confrontó con la agenda que en el primer panel había planteado el hombre fuerte de la AEA, Héctor Magnetto, quien desde septiembre de 2010 sentencia que el kirchnerismo ha entrado “en una fase confiscatoria”, adjetivo que usó esta semana para referirse a los impuestos. Con la precisión de la que carece cuando sólo puede mostrar expresiones de deseos, Guzmán dijo que desde que asumió el actual gobierno el 95% de las retenciones se redujo, beneficiando a la industria, las pymes y las economías regionales, que claramente no son los sectores representados por los anfitriones.

En lo que sí les interesaba, Guzmán dijo que cuando se habla de la renta inesperada se trata de una alícuota adicional al impuesto a las ganancias, este año y por la guerra en Ucrania, que sólo pagará una franja minúscula de empresas. El problema es que se trata precisamente de las que lo escucharon con cara de pocos amigos cuando dijo que “no hay progreso si el crecimiento no es compartido”, para que “la Argentina progrese sobre bases de equidad”. En la misma línea había ido el mensaje de apertura que grabó el Presidente Alberto Fernández, que lo reiteró en Los Ángeles en la IX Cumbre de las Américas. Antes de despedirse de ese auditorio desafecto e intolerante, que apenas lo soporta como el mal menor, Guzmán escuchó una lisonja que al gerente Campos se le había olvidado en su presentación: el beneplácito del grupo por el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional.

La única crítica hacia el show provino de Antonio Aracre, presidente de Syngenta Argentina, quien deploró que allí no hubiera jóvenes, mujeres ni pymes, ni se reconociera  que “los números generales de la economía están que vuelan”. Aracre preside la filial de una empresa estatal china, que provee semillas y pesticidas a la labor agrícola.

El clima aún era denso por la risueña revelación de Federico Braun, quien junto con su familia ocupa el puesto 14 en el ranking de las 50 mayores fortunas del país, que en 2018 era de 1.300 millones de dólares. El editor de Clarín, Ricardo Kirschbaum, le preguntó cómo se manejaba su cadena de casi 150 supermercados ante la inflación. “Remarcamos precios todos los días”, respondió atorado de risa. Cuando políticos, sindicalistas obreros y empresarios le recriminaron a lo largo del día la ligereza, Braun dijo que había sido una broma. En algunos comentarios periodísticos, el eje se desplazó hacia los políticos como la Vicepresidenta CFK, que no habían captado el humor de Braun.

Nadie se hizo eco en la trifecta mediática del hallazgo del joven periodista Agustín Gulman, quien desempolvó una entrevista de 2008. La realizó la investigadora pampeana Andrea Mari Lluch, dentro de un proyecto sobre mercados emergentes de la Facultad de Negocios de la Universidad estadounidense de Harvard. Aquí podés leer completa la entrevista, de 38 páginas, y este es el fragmento en que Federico Braun explica con la mayor seriedad  y sin atisbos de risa, las ventajas de la hiperinflación para el supermercadismo.

 

 

Hijo de Oscar Braun Menéndez y nieto de Josefina Menéndez Behety, su familia está entre los mayores latifundistas de la Patagonia. A partir de un almacén de ramos generales la familia llegó a formar parte de la oligarquía diversificada, con inversiones comerciales (la Sociedad Anónima Importadora y Exportadora de la Patagonia), financieras (es accionista del Banco Galicia), en la industria frigorífica. A principios del siglo pasado llegó a tener flota propia y durante la Primera Guerra Mundial emitió moneda. Los Braun están emparentados con Carlos Pedro Blaquier, con el ex secretario de Comercio Miguel Braun y con el ex jefe de gabinete Marcos Peña Braun.

Sindicalistas obreros, como los secretarios generales de la CGT y la CTA, Pablo Moyano y Hugo Yasky; asociaciones de pequeños empresarios, dirigentes políticos, repudiaron esa jactancia. El Presidente Alberto Fernández pidió más compromiso y menos risas.

 

 

 

Lo que no dijo es qué piensa hacer su gobierno para interferir con ese mecanismo que Braun describió en jactancioso detalle ante la entrevistadora de Harvard, quien ahora milita con Facundo Manes en JxC. En la misma entrevista para Harvard, Braun dice que “nos fue muy bien en todas las crisis” y cuenta que su padre pasó fugazmente por la dirección de La Anónima, “por razones regulatorias. Como era director de un banco no podía ser director de otras compañías. Eso lo obligó a renunciar a La Anónima”. ¿Será esa una de las “regulaciones macroprudenciales” de las que siempre habla el Ministro de Economía Martín Guzmán?

El Cohete le preguntó si pensaba adoptar alguna medida a partir de la confesión pública del director de La Anónima. Guzmán respondió que hay una responsabilidad colectiva; que cuando un importante dirigente empresarial dice que remarca precios todos los días, “no debería dar risa en un contexto donde hay tanta gente sufriendo; debería dar vergüenza”.

Es cierto, hay respuestas que dan vergüenza.

 

 

 

 

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