LOS RICOS LLORAN, LOS POBRES SUFREN

Silencio de la Conferencia Episcopal y la Pastoral Social frente al impuesto a las grandes fortunas

 

No me como más el verso de que si el Estado aumenta los impuestos disminuye la inversión y que si bajan los impuestos aumenta la inversión. Para muestra tuvimos cuatro años de macrismo, donde ocurrió exactamente lo contrario.

Pero la verdad es que en este momento de tantísimo dolor para tantas familias argentinas el único argumento para que se apruebe el “aporte solidario, extraordinario y por única vez vinculado a los patrimonios de las personas humanas” es un criterio de mínima humanidad.

Esa contribución no es mucho más que los cinco pesos que a veces con suerte damos al que nos limpia el vidrio. Uno sigue con su auto a destino, el limpia vidrios sigue juntando moneditas.

Aunque me indigne puedo entender que haya ambiciosos llenos de plata que se opongan a esta iniciativa. Es la historia de la humanidad.

Lo que no puedo entender es que trabajadores de a pie puedan estar en contra de algo tan mínimo y tan básico.

Menos aún puedo entender que legisladores que deben legislar en función del bien común y no de privilegiados se opongan a esta iniciativa. Hay temas de discusión pero este es tan obvio que lo único que podría discutirse es si por única vez, o cuál sería el monto, pero no poner en duda su pertinencia.

Es incomprensible que algunos de estos ciudadanos y legisladores se profesen creyentes y se cuelguen (o no, depende de épocas y marketing) grandes cruces en sus cuellos. Demuestran que nunca en su vida leyeron la Biblia ni ningún otro libro sagrado: “El que tiene bienes de este mundo, y ve a su hermano en necesidad y cierra su corazón contra él, ¿cómo puede morar el amor de Dios en él?”, dice Juan en su Epístola (1a 3,17). Los Proverbios Judíos nos recuerdan que “el que cierra su oído al clamor del pobre, también él clamará y no recibirá respuesta” (21,13). Nuestros hermanos musulmanes nos recuerdan en un Hadiz del yerno de Mahoma, el Imam Amir Al- Mu'minin Ali: "Por cierto que Dios prescribió en las riquezas de los ricos los sustentos de los pobres, por lo tanto no ha pasado hambre un pobre sino por lo que ha dejado de dar un rico". En el Islam, el verdadero dueño de las cosas no es el hombre sino Dios.

Tampoco leyeron a los Santos Padres de la Iglesia Católica: “Si uno desnuda al que está vestido se le llama ladrón. Y a quien no viste al desnudo, ¿acaso ha de dársele otro nombre? Pues tomas como propias las cosas que recibiste para administrar”, decía san Basilio en el siglo IV en su homilía contra la riqueza, que recomiendo. En la misma línea San Gregorio de Niza decía que quien tiene demasiado no es hermano sino ladrón. Es que ellos pensaban que si alguien no tiene lo suficiente para vivir con dignidad se debe a que otro se lo está quedando.

Tampoco tienen la menor idea de la Doctrina Social de la Iglesia, que sostiene desde tiempos inmemoriales el destino universal de los bienes como realidad anterior a la propiedad privada que debe estar siempre en función de las necesidades de los pueblos.

Por eso menos puedo entender que no se haya alzado con claridad y profetismo ninguna voz de la jerarquía eclesial católica, ni ningún organismo competente en la materia como la Pastoral Social Nacional (la de Merlo/Moreno lo hizo). Tampoco escuché a ACIERA (Alianza Cristiana de las Iglesias Evangélicas de la Argentina, alineados con Cambiemos) ni a ninguna otra confesión hablando de la urgencia de esta contribución. Argumento falaz sería no inmiscuirse en “política” ya que para otras leyes no faltan rápidas y arduas voces.

Sé que el actual Papa no es Santo de la devoción de estos anti contribución por populista y choriplanero, pero quizás leyendo el desolador panorama mundial que nos presenta en su última encíclica Hermanes Todes (el inclusivo es mío), podamos conseguir abrir cabezas, ablandar corazones y que las y los señores legisladores aprueben de una vez la ley (y después promuevan una verdadera reforma tributaria de forma que el que más tiene sea el que más contribuya) “en el nombre de los pobres, de los desdichados, de los necesitados y de los marginados que Dios ha ordenado socorrer como un deber requerido a todos los hombres y en modo particular a cada hombre acaudalado y acomodado” (N. 285 Fratelli Tutti; Documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial, Abu Dabi, febrero 2019, firmado junto al Gran Imán Ahmad Al-Tayyeb).

El Papa se los pide, el Gran Imán también, este servidor, tantes hombres y mujeres de buena voluntad, los pobres de nuestro pueblo y el mismito Dios.

 

 

 

* El autor es cura en Opción por los Pobres.

 

 

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