Los terroristas

Pues entonces, ¿quién nos cuida?

 

Sostenía enfáticamente Macedonio Fernández (foto), estadísticas en mano, que era más sencillo llegar a ser presidente que llegar a trabajar en una cigarrería. La razón para tal afirmación era que muchas más personas se proponen trabajar en una cigarrería que ser presidentes. De ello da cuenta su amigo, Jorge Luis Borges, quien admiraba a Macedonio hasta el plagio, según llegó a afirmar.

Relató Borges respecto a los planes de ser presidente que expuso Macedonio antes de las elecciones de 1922: "El mecanismo de la fama le interesaba [a Macedonio ], no su obtención. Durante un año o dos jugó con el vasto y vago propósito de ser presidente de la República. Muchas personas se proponen abrir una cigarrería y casi nadie ser presidente; de ese rasgo estadístico deducía que es más fácil llegar a presidente que a dueño de una cigarrería. Alguno de nosotros observó que también es lícito deducir que abrir una cigarrería es más difícil que llegar a la presidencia; Macedonio asintió con seriedad. Lo más necesario (nos repetía) era la difusión del nombre. Colaborar en el suplemento de alguno de los grandes periódicos era fácil, pero la difusión lograda por ese medio corre el albur de ser tan trivial como Julio Dantas o los cigarrillos 43".

"Convenía insinuarse en la imaginación de la gente de un modo más sutil y enigmático. Macedonio optó por aprovechar su curioso nombre de pila; mi hermana y algunas amigas suyas escribían el nombre de Macedonio en tiras de papel o en tarjetas, que cuidadosamente olvidaban en las confiterías, en los tranvías, en las veredas, en los zaguanes de las casas y en los cinematógrafos. Otra habilidad era congraciarse con las comunidades extranjeras; Macedonio, con una soñadora gravedad, nos refería que había dejado en el Club Alemán un volumen descabalado de Schopenhauer, con su firma y con anotaciones a lápiz. De estas maniobras más o menos imaginarias y cuya ejecución no había que apresurar, porque debíamos proceder con suma cautela, surgió el proyecto de una gran novela fantástica, situada en Buenos Aires, y que empezamos a escribir entre todos [...] La obra se intitulaba El hombre que será presidente; los personajes de la fábula eran los amigos de Macedonio y en la última página el lector recibiría la revelación que el libro había sido escrito por Macedonio Fernández, el protagonista, y por los hermanos Dabove y por Jorge Luis Borges, que se mató a fines del capítulo noveno, y por Carlos Pérez Ruiz, que tuvo aquella singular aventura con el arco iris, y así de lo de­más. En la obra se entretejían dos argumentos: uno, visible, las curiosas gestiones de Macedonio para ser presidente de la República; otro, secreto, la conspiración urdida por una secta de millonarios neurasténicos y tal vez locos, para lograr el mismo fin. Estos resuelven socavar y minar la resistencia de la gente mediante una serie gradual de invenciones incómodas. La primera (la que nos sugirió la novela) es la de los azucareros automáticos, que, de hecho, impiden endulzar el café. A esta la siguen otras: la doble lapicera, con una pluma en cada punta, que amenaza pinchar los ojos; las empinadas escaleras en las que no hay dos escalones de igual altura; el tan recomendado peine-navaja, que nos corta los dedos; los enseres elaborados con dos nuevas materias antagónicas, de suerte que las cosas grandes sean muy livianas y las muy chicas pesadísimas, para burlar nuestra expectativa; la multiplicación de párrafos empastelados en las novelas policiales; la poesía enigmática y la pintura dadaísta o cubista. En el primer capítulo, dedicado casi por entero a la perplejidad y al temor de un joven provinciano ante la doctrina de que no hay yo, y él, por consiguiente, no existe, figura un solo artefacto, el azucarero automático. En el segundo figuran dos, pero de un modo lateral y fugaz; nuestro propósito era presentarlos en proporción creciente. Queríamos también que a medida que se enloquecieran los hechos, el estilo se enloqueciera; para el primer capítulo elegimos el tono conversado de Pío Baroja; el último hubiera correspondido a las páginas más barrocas de Quevedo. Al final el gobierno se viene abajo; Macedonio y Fernández Latour entran en la Casa Rosada, pero ya nada significa nada en ese mundo anárquico. En esta novela inconclusa bien puede haber algún involuntario reflejo de El hombre que fue Jueves".

Es una de las partes horribles del mundo que tanto Borges como Macedonio estén muertos. Más aun cuando en los días que corren, vivimos en una Argentina que parece sumida en el plan extraño que supieron idear y que nunca escribieron esos dos genios que amaron Buenos Aires con la misma pasión inverosímil que a veces acontece cuando vas caminado por sus calles.

El domingo pasado, alrededor de las 11.20, un piloto desde tierra interfirió las comunicaciones de Aeroparque. "Estaba boludeando", les dijo a los oficiales que lo encontraron minutos después, en el mismo aeropuerto. Y especificó Fabián Penín: "Sólo quise mandar un saludo de despedida" en relación a su hija, que viajaba en el vuelo con el que intentó comunicarse y cuya idea dejó inactiva la Torre de Control durante varios minutos. No, no fue un simulacro terrorista. Sólo fue un boludo haciendo boludeces.

Este viernes un objeto extraño provocó alarma en la estación de subte Carlos Pellegrini. No era una bomba. Era un televisor portátil. Y aunque podríamos discutir los peligros de la TV argentina, en sí mismo el objeto no podía explotar.

También el viernes desalojaron Aeroparque. Había un paquete sospechoso. Era un par de sábanas olvidadas por una pasajera.

Anahí Esperanza Salcedo tiene 33 años. Hace unos días puso una bomba casera en la tumba de Ramón Falcón, en el Cementerio de la Recoleta. Se define como anarquista. La bomba explotó porque Anahí se distrajo sacándose una selfie. La explosión le produjo múltiples heridas.

Ese mismo día alguien puso una bomba en la cochera del juez Claudio Bonadío. Y señalo: que Bonadío sea uno de los peores, sino el peor juez del país, no justifica que le pongan una bomba. Nada justifica las bombas. Ni la violencia. Ni a Bonadío.

Rápidamente el fiscal Stornelli salió a declarar que el atentado se debía a la investigación sobre las fotocopias del cuaderno de Centeno que llevan adelante tanto él como Bonadío. La prensa hablo de un grado de sofisticación importante del explosivo. La bomba era "una bolsa de tela que contenía un tubo galvanizado, con niples soldados en las puntas y pólvora en su interior. La bolsa contenía además dos aerosoles con butano-propano y un aerosol común, del tipo que se usa para los ambientes, y se accionaba con una mecha". El agresor intentó darse a la fuga y fue rápidamente apresado. Y mas allá de lo dicho por Stornelli, todo parece indicar que la bomba fue puesta no por los cuadernos, sino como represalia por la detención de militantes anarquistas por parte de Bonadío el 14 de diciembre de 2017, cuando manifestaban en contra de la ley de reforma previsional que se discutía en el Congreso.

Los detenidos pertenecen a un grupo anarquista que se autodefine como "antiskinhead", "vegano", "anticapitalista" y "punk".

Sumergido en la paranoia del G20, el país se debate entre atentados absurdos y falsas alarmas que son magnificadas hasta el paroxismo por los medios de comunicación.

Hace unos días la embajada británica advirtió sobre posibles actos terroristas en la Argentina, que sucederían mientras se desarrolla el G20. Casi en simultáneo los medios de comunicación dieron cuenta de la detención de dos argentinos supuestamente vinculados con Hezbollah. Titulaba Clarín: "Lucha contra el terrorismo internacional. Detienen en Buenos Aires a dos adherentes del Hezbollah con un arsenal de guerra".

El arsenal de guerra finalmente resultó ser un puñado de armas antiguas destinadas a la caza, que pertenecieron al abuelo de uno de los detenidos. Luego de indagarlos, el juez Sebastián Ramos ordenó que continuaran detenidos. Criterio extraño para un juez que hace poco más de un mes procesó sin prisión preventiva a Alfredo Coto y su hijo por la tenencia ilegal de un arsenal de verdad.

Hay que señalar que la denuncia en base a la cual se detuvo a estos dos jóvenes fue efectuada por la DAIA. Mientras tanto la comunidad árabe se manifestó públicamente a través del presidente de la Confederación de Entidades Argentino Árabes (FEARAB), Adalberto Assad, que denunció una "persecución hacia la comunidad islámica" y reclamó frenar esa situación. "Somos argentinos, somos parte del tejido social argentino".

Los dos jóvenes pertenecientes a la comunidad árabe no son los únicos sospechosos cuyo origen les depara problemas. Hace pocos días, en oportunidad de discutirse el presupuesto, se detuvo a varias personas en las inmediaciones del Congreso de la Nación. Entre ellos, cuatro extranjeros que sirvieron de disparador para un debate público sobre su situación de residencia en el país.

El gobierno de Mauricio Macri anunció que serían expulsados de inmediato, olvidando los requisitos que el inconstitucional decreto 70/2017 dictado por el propio Macri ha impuesto al respecto. Y es que es sencillo de explicar: para que la expulsión proceda, es necesario que el Poder Judicial se expida en cuanto a su culpabilidad o inocencia en los delitos que se le imputan para poder expulsarlos. Principio de inocencia, que le dicen.

Mientras tanto, algunos periodistas señalaron con irresponsabilidad que de los cuatro extranjeros detenidos, dos "serían agentes desestabilizadores del gobierno de Nicolás Maduro, mientras los dos restantes, uno ciudadano de origen paraguayo y otro de origen turco", están sospechados de viajar a la Argentina para preparar el terreno para producir hechos de violencia durante la cumbre presidencial del G20 que se realizará en Buenos Aires el 30 de noviembre y el 1º de diciembre"[1].

Respecto al ciudadano turco se supo que está en pareja con una argentina y que vive en Córdoba, estaba de paso en Buenos Aires. Un detalle ampliamente difundido por periodistas afines al gobierno fue que se había encontrado "una foto de él mismo abrazado a la estatua de Ernesto “Che” Guevara en el museo de Alta Gracia [2]". Sobre los venezolanos, un sitio de su propio país informó que "se identifican con la oposición y participaron activamente en las protestas violentas contra Nicolás Maduro entre febrero y mayo de 2014”.[3] Por su parte, el ciudadano paraguayo tiene dos hijos de nacionalidad argentina.

Un día después de su liberación, el director de Migraciones declaró que "ellos están radicados legalmente en la Argentina y no tienen antecedentes penales en la Argentina ni en su país de origen". Lo que se dice, un duro revés para las fantasías deportadoras del gobierno.

Está claro que el gobierno y muchos, muchísimos medios de comunicación emiten mensajes xenófobos y claramente discriminatorios. Lo cual es un verdadero problema. Que se hace más grave cuando es el Poder Judicial el que admite mensajes xenófobos. Y más grave aún cuando actúa impulsado por prejuicios que, analizados con calma resultarían hilarantes, si no involucrasen la vida y la libertad de las personas.

Pero además de la xenobofia, existe una hiperalimentada paranoia respecto de los actos terroristas que, a la luz de los dichos del gobierno, resultarían casi imposibles de evitar, salvo con el endurecimiento de las atribuciones policiales... incluso por fuera de las garantías constitucionales.

En la Argentina existe un sistema de seguridad que se supone debería poder prevenir actos de terrorismo. Los antecedentes no ayudan a confiar en ellos, claro. El atentado a la AMIA y a la Embajada de Israel sucedieron sin que nuestro sistema de seguridad pudiera siquiera preverlos. Mucho menos evitarlos.

Me atrevo a sugerir, casi a los gritos, que es tiempo de una reforma integral del sistema de seguridad de la Argentina. Servicios de Inteligencia incluidos. Porque —seamos honestos— las dos bombas que sucedieron esta semana fueron de organizaciones locales y sin sofisticación alguna. Y nadie siquiera pudo advertirlas. Pero no seamos ilusos. La detención de estos anarquistas, antiskinheads, anticapitalistas, veganos y punks no implicó el desbaratamiento de ninguna célula terrorista. La detención de los dos jóvenes de ascendencia árabe no implicó otra cosa que la prolongación de la expectativa de vida de varios animales de caza. Y así, hasta el infinito más absurdo.

Borges le escribió a su amigo Jacobo Sureda en junio de 1921, respecto de la novela que escribirían varios y que nunca se terminó, que "trata de los medios empleados por los maximalistas para provocar una neurastenia general en todos los habitantes de Buenos Aires y abrir así camino al bolchevikismo. El título —elegido no por su problemática belleza sino en vista del público— es El hombre que será Presidente. El medio empleado por los maximalistas es la multiplicación de muchas pequeñas molestias que, insignificantes cada una en sí, carcomerían combinadas los ánimos de todos. Por ejemplo: que los pianos de manubrio no tocasen nunca entera una pieza sino la cortasen por la mitad; que se llenase la ciudad de objetos inútiles, como barómetros, que se aflojasen las varillas de los tranvías donde se agarra la gente, etc... No hay gran peligro de que escribamos jamás esa novela, pero es un útil campo de batallar para las luchas verbales".

La seguridad es algo más que luchas verbales. Debería recordarlo este gobierno. Porque mientras el ridículo acontece, las amenazas están dando vueltas por ahí. Sin que nadie las detecte. Sin que nadie las evite. La seguridad de un país no es el circo cotidiano y berreta que monta el gobierno de este país, y que amplifican los medios de comunicación. La seguridad de un país es asunto serio. Que no puede basarse en prejuicios. Ni en detenciones sin fundamentos. No se construye con titulares de diarios sobre bombas que finalmente son televisores o sábanas. La seguridad de un país no se previene deportando personas por una foto con la estatua del Che Guevara. Ni con discursos inflamados que nada hacen en realidad por la seguridad del país. La seguridad del país es otra cosa, infinitamente distinta a la que muestran. Y si los recursos de la seguridad están abocados a asuntos que nada tienen que ver precisamente con la seguridad —meros montajes de prejuicios y estupidez—, cabe preguntarse entonces: ¿quién carajo nos cuida?

 

 

[1] https://www.infobae.com/politica/2018/10/25/sera-revocada-la-residencia-de-los-cuatro-extranjeros-detenidos/

[2] https://www.clarin.com/politica/turco-amante-che-vive-cordoba-hermanos-venezolanos-radicacion-provisoria-paraguayo-hijos-argentinos_0_YtOy_NFLF.html

[3] https://www.tiempoar.com.ar/nota/el-gobierno-quiere-justificar-la-represion-deportando-a-los-detenidos-extranjeros

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