Los tres factores

 

Si algún consenso hay en la política argentina es que el resultado de las elecciones de medio término depende de tres factores:

  • El control de la pandemia,
  • La marcha de la economía, y
  • La unidad del peronismo.

A su vez, de esos comicios dependerá cómo transite su segunda mitad el gobierno de Alberto y Cristina y cómo se defina la sucesión. Esto explica buena parte de las movidas de la oposición, cuyos roces internos son menos feroces de lo que desearía el gobierno ya que una elección es un juego de suma cero donde unos pierden lo que los otros ganan.

 

 

Mutaciones

La evolución de la enfermedad es imprevisible, sobre todo a partir de mutaciones del virus que aumentan su contagiosidad y lo vuelven más letal. Las peores especies detectadas provienen de Inglaterra y Brasil y ya llegaron a la Argentina. A diferencia de la pandemia del siglo pasado, que se desplazaba en barco y ferrocarril, estas viajan en avión y en pocos días recorren el mundo.

 

 

Edvard Munch: Autorretrato con la gripe española, 1919.

 

Sólo se conocen dos recursos para enfrentar el mal: la vacunación y las medidas de cuidado.

En su mensaje en cadena del jueves, el Presidente Alberto Fernández encaró por primera vez el cuadro de la vacunación. Hasta ahora los gobiernos nacional y provinciales se limitaban a pregonar los méritos del programa propio y a denostar los de la respectiva oposición. Más allá de las anécdotas que entretienen a medios de comunicación cuyo modelo de cobertura es el de los magazines de entretenimiento y chismes, el problema universal que el Presidente abordó es que las naciones más poderosas acaparan ese bien escaso cuya producción avanza menos que las necesidades. Dijo que la Argentina había firmado contratos por 65 millones de dosis, pero que sólo llegaron cuatro y que este no es un problema exclusivo sino generalizado en todo el mundo, por supuesto robustecido por las inequidades del mercado. Según Fernández, sólo 15 países recibieron más del 10 por ciento de las vacunas que compraron y 18 países poseen el 88 por ciento de las vacunas. Los países centrales resisten la propuesta de la India y Sudáfrica, apoyada por la Argentina, de suspender las licencias mientras dure la pandemia, de modo que las vacunas puedan producirse en todos los países con instalaciones aptas para hacerlo.

Este es un asunto objetivo y global, más allá del orden de las filas para vacunarse o de si a alguien le tocaron una rodilla por debajo de la mesa. Todos los gobiernos deben recalcular las previsiones semana a semana.

O país tropical está a punto de convertirse en líder mundial de estragos, lo cual demuestra que el calor no garantiza nada. Pero el frío y la vida puertas adentro agravan el cuadro. La restricción a los desplazamientos y los contactos sigue siendo el recurso más efectivo, allí donde sea posible implementarlo. Esto es cada vez más difícil, como lo demostró la resistencia de los comerciantes formoseños (sin contar con el aprovechamiento por una oposición despiadada) porque pone en riesgo la subsistencia de los establecimientos y el empleo de sus trabajadores.

 

 

Brasil, nuevo eje mundial de la pandemia: 100.000 infectados y 3.000 muertos por día, y en ascenso.

 

 

 

Money, money, money

Que el par binario salud/economía sea insostenible en el largo plazo, no significa que la marcha de la pandemia carezca de consecuencias económicas. Todo lo contrario.

El gobierno nacional ostenta un asentado optimismo y busca que el virus no lo contradiga:

  • la recaudación crece desde hace un semestre por encima de la inflación, lo cual reduce el déficit por un camino mejor que el endeudamiento o la emisión;
  • esto a su vez refleja la fuerza de la reactivación, centrada en la construcción y la industria;
  • las reservas del Banco Central están creciendo al mismo tiempo que se contuvo la corrida cambiaria, y el incremento del precio de la soja también engrosará las arcas públicas;
  • la brecha entre los distintos tipos de cambio se redujo a sus niveles más bajos en un año, lo cual aleja el fantasma de una devaluación;
  • esto incrementa los depósitos en dólares y los plazos fijos en pesos ajustables;
  • el crecimiento del PIB estaría bien por encima de lo previsto en el presupuesto nacional;
  • el déficit quedaría por debajo de lo presupuestado y
  • esto le quitaría explosividad a la tradicional ancla antiinflacionaria de los años impares, la merma del ritmo de la devaluación del peso.

El ministro de Economía Martín Guzmán viajó a Estados Unidos para reunirse con fondos de inversión, y con directivos y accionistas del Fondo Monetario Internacional, con los que ya ha comenzado a sondear la posibilidad de que se dilate la firma del acuerdo de facilidades extendidas hasta después de la reunión anual de directorio (del 15 al 17 de octubre, a una semana de las elecciones de medio término, previstas para el 24). Guzmán entiende que todo esto debería incidir en un descenso de la inflación, de modo que no exceda la pauta anual anunciada, del 29%.

Antes se producirá un vencimiento de 2.300 millones de dólares con el Club de París, que el gobierno confía en postergar por un año, sin necesidad de acuerdo previo con el Fondo, tal como ya ocurrió hace siete años.

Si la expansión del virus obligara a retroceder en la reapertura de actividades económicas, esto acentuaría los principales puntos de debate dentro de la coalición gobernante: las tarifas de los servicios públicos, el déficit fiscal y su monetización, la estabilidad cambiaria, cómo incide cada uno de estos factores sobre la inflación y esta, a su vez, en las perspectivas electorales.

 

 

De sobremesa

Guzmán combina dos elementos poco comunes: una seguridad notoria en lo que afirma y una forma de decirlo muy calma y siempre respetuosa del interlocutor. Lo demostró el lunes pasado en la entrevista que concedió a un periodista opositor con un nivel cultural por encima de la media. Carlos Pagni le preguntó por el indicador de riesgo país, cuyo alto nivel pese a la reestructuración de la deuda pública con inversores privados no permite tomar préstamos en dólares sin pagar una tasa próxima al 20%.

No confundamos. Nosotros somos el Frente de Todos. No somos Juntos por el Cambio. Deuda en dólares a tasas de interés insostenibles toma Juntos por el Cambio. El Frente de Todos busca construir el mercado de deuda pública en pesos para financiarse en la moneda propia. Y busca resolver los problemas de la deuda insostenible, no endeudarse— le respondió Guzmán.

El mes pasado explicó su posición a la Vicepresidenta CFK, cuyo postulado de alinear salarios y jubilaciones con precios y tarifas incidió más de lo que el ministro hubiera preferido en las actitudes presidenciales y en las del resto del equipo económico. La mesa del almuerzo en Calafate, que recién se levantó a las cinco de la tarde, quedó cubierta con las carpetas que llevó Guzmán para fundamentar sus argumentos acerca de los desequilibrios macroeconómicos como motor inflacionario.

 

 

CFK y Martín Guzmán: mano a mano.

 

 

La dificultad es que los efectos políticos de ambas posiciones no son excluyentes. Las tarifas imposibles de pagar y los precios desbocados de los alimentos son tan dañinos para los sectores populares (y para los gobernantes que los representan) como los bruscos saltos devaluatorios.

Cómo evitar cada una de esas acechanzas se vincula con las negociaciones en curso en Washington. Al anunciar la participación de la CGT y la CTA en un plan de viviendas, Alberto Fernández dijo que su principal preocupación eran los que necesitaban un techo, no los acreedores. Esto es lo mismo que viene diciendo desde la campaña electoral de 2019. Pero explicárselo en inglés a Kristalina Georgieva y/o Janet Yellen es más complicado.

 

 

 

 

En el gobierno se analizan tres hipótesis, que sintetizaremos con los nombres de sus principales creyentes:

Martín  - La góndola del FMI sólo ofrece acuerdos de facilidades extendidas a 10 años. La Argentina obtendría cuatro de gracia, de modo de pagar recién a partir de 2025, sin quitas de capital o intereses. Sí se pueden discutir las condiciones que a lo largo de la historia impuso el Fondo, de modo que no sofoque el crecimiento sin el cual pagar es un sueño inalcanzable. “Aplicar nuestro programa”, sumarizan el Presidente y su ministro. Que al Fondo le complazca esa formulación no significa que la acepte en los hechos. Desde Michel Camdessus en adelante, el FMI repite que los gobiernos son los que deciden el camino a seguir, al mismo tiempo que les entrega la hoja de ruta aceptable para el auditor/prestamista.

Máximo - Eso es imposible de cumplir. Dada su corresponsabilidad al otorgar por razones políticas un crédito impagable y en violación a sus propias normas, el FMI debe duplicar el plazo, de modo que los pagos no excedan de 2.000 millones de dólares anuales a lo largo de dos décadas. Más de eso dejaría al país sin dinero y sin políticas. El Grupo Clarín eligió endilgarle esta posición, adoptada por CFK, al gobernador bonaerense Axel Kicillof, a quien la provincia no le deja demasiado tiempo como para ocuparse de la economía nacional.

Alberto - En la reunión de octubre, el Fondo aprobaría un plan de auxilio excepcional por la emergencia sanitaria, no a la Argentina sino a todos sus miembros. El plazo para un Acuerdo de Facilidades Extendidas se estiraría por única vez de 10 a 15 años. Además de la anunciada expansión de los Derechos Especiales de Giro que cada miembro puede disponer de acuerdo a su capital en el Fondo, se permitiría que los países que no los necesitan los cedan a otros, a la tasa de 0,05% anual que cobra el FMI. A la Argentina le corresponden 3.500 millones de dólares adicionales. Sumando a ellos los que le cederían México, Portugal y España, el país contaría con 15.000 millones de dólares para enfrentar sus compromisos e impulsar el crecimiento. Está por verse cómo se llevan el optimismo de la voluntad del Presidente con el pesimismo de la razón del sistema internacional. Alberto sostuvo durante los meses del congelamiento tarifario que los aumentos a partir de marzo serían segmentados según la capacidad económica de los usuarios y que a partir del IFE y la AUH el Estado tenía los dispositivos tecnológicos que lo harían posible. Ponía el ejemplo de Edenor, que sin más recursos que el Nosis lograba una radiografía precisa de cada cliente. Pero cuando llegó el momento, comprobó que no podría ponerse en práctica en menos de ocho meses, el mismo escollo que enfrentó Cristina durante los ministerios de Amado Boudou y Kicillof.

 

 

A las urnas

Esta semana la unidad del oficialismo quedó sellada con la designación de las nuevas autoridades del justicialismo en la Nación, la Ciudad Autónoma y la provincia de Buenos Aires. También jugaron a la interna los radicales de Córdoba, con el escándalo de que una semana después aún no se conocen los resultados, y hoy lo harán sus correligionarios porteños y bonaerenses. En los tres distritos es tan arduo como poco interesante explicar las diferencias entre los distintos candidatos. Sólo puede decirse que un bando lo orienta Enrique Nosiglia, quien apuesta las fichas que le quedan a Martín Lousteau, lo más novedoso que encontró en el más antiguo partido.

El ofrecimiento de la conducción nacional del PJ al Presidente Alberto Fernández surgió de algunos gobernadores, intendentes y funcionarios, como Juan Manzur, Juan Zabaleta y Fernando Navarro, para fortalecerlo frente a Cristina. Pero el propio Fernández se encargó de desalentar esa fantasía. Volvió a resistir la construcción de un presunto albertismo y promovió listas de unidad en cada jurisdicción, donde sólo queda afuera el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, porque su Frente Renovador no integra el PJ. Esto le viene bien a él, porque lo ilusiona con una acumulación personal con proyección futura, pero también a Cristina y Alberto, dado que refuerza la idea de una coalición y la perspectiva de que se sumen otras fuerzas. Mariano Recalde y Máximo Kirchner quedan al frente del PJ en las dos Buenos Aires, pero esto no implica un copamiento camporista. Recalde substituye al empresario de medios Víctor Santa María en la CABA, pero acompañado como vice por María Rosa Muiños, la esposa del asesor presidencial Juan Manuel Olmos, quien durante el anterior gobierno fue tan expresivo como Santa María de los acuerdos de armoniosa convivencia entre el PJ y el PRO de Horacio Rodríguez Larreta, con especialidad en el frente judicial. Y en Buenos Aires, Kirchner encabeza una nómina donde en las cuatro ramas (política, de las ocho secciones electorales; gremial, femenina y juvenil) están representadas todas las tendencias internas, los intendentes del Conurbano y del interior, e incluso la línea del intendente de Esteban Echeverría que en un ataque de importancia recurrió a la Justicia para que impidiera la elección convocada para el 2 de mayo porque un estatuto dice que debe realizarse en diciembre, aunque nadie más que él impugna el adelantamiento.

 

 

Fernández y Kirchner, fórmulas de unidad.

 

Su pretensión fue rechazada en primera instancia por el juez electoral de La Plata, pero la apeló ante la Cámara Nacional Electoral. Su argumento tiene que ver con la forestación y va acompañado por su foto con un arbolito y la consigna Yo me planto. Santa María, quien durante meses prohibió mencionar en forma destacada a Kirchner y a su madre en el pool de medios que controla, le dio un gran despliegue a la noticia y luego le ofreció al gris opositor especializado en medios una columna de opinión para que diera a conocer su pensamiento sobre justicia social. Es improbable que un tribunal respetuoso de las decisiones políticas tome en serio este planteo solitario con desplantes de capricho.

 

 

La ambulancia desnazificadora

Esto complica el intento de Miguel Ángel Pichetto con su denominado Peornismo Republicano, del que invitó a participar a Florencio Randazzo, Miguel de la Torre, la familia nicoleña Passaglia, Claudia Rucci, Ramón Puerta y Emilio Monzó. La aspiración de Pichetto es  recoger a los heridos por el acuerdo ya que, según Monzó, el kirchnerismo se ha radicalizado y copó el peronismo. Por eso, él se propone participar en la interna cambiemita con su Partido del Diálogo.

Combinaciones como las que intenta Pichetto fueron moneda corriente en la historia posterior al golpe eclesiástico-cívico-militar de 1955, con distintos partidos neoperonistas. La novedad es que hoy se intenta desde el interior de una coalición abiertamente reaccionaria y antipopular.

Entonces el objetivo era apoderarse del capital político del que Juan D. Perón había sido despojado por la fuerza, y llevar a cabo un proceso como los de desnazificación y desfascistización en Alemania e Italia de posguerra. Los poderes fácticos que guiaron la mano castrense no entendieron que, por debajo de las apariencias, de cierta estética de masas, el peronismo de las décadas de 1940 y 1950 tuvo más afinidad con el New Deal de Franklin D. Roosevelt o el estado de bienestar de los laboristas británicos Clement Attlee y Aneurin Bevan.

Mientras Mussolini y Hitler representaron al gran capital de potencias centrales, a cuyo servicio pusieron la fuerza para someter a los trabajadores y a sus representantes políticos y expandirse sobre otras naciones, Perón emergió como reivindicador de la clase trabajadora y sectores bajos de las clases medias de un país periférico, que pusieron en cuestión el dominio de la tradicional oligarquía, aliada entonces con el imperio británico. Eran fuerzas antagónicas.

En la actualidad, el objetivo declarado es enfrentar al kirchnerismo. Lo intentaron en 2018, en torno a la mesa de la consultora Management &  Fit, a la cual Pichetto se sentó junto con Sergio Massa, Juan Urtubey y Juan Schiaretti, en lo que llamaron Alternativa Federal. Incluso en un segundo encuentro lograron sumar a varios gobernadores (Gustavo Bordet, Juan Manzur, Mariano Arcioni, entre ellos) y Pichetto se costeó hasta Pinamar en el vano intento de sumar al ex ministro Roberto Lavagna, quien le hizo el show de las sandalias con medias. Pero el olfato peronista los disuadió de enfrentar a Cristina y cada cual siguió su camino.

 

 

Antídotos fallidos

En 2015 Randazzo había sido impulsado desde el gobierno de Cristina como alternativa a la candidatura presidencial de Scioli que el peornismo tradicional apoyaba como antídoto contra el kirchnerismo. Con un presupuesto extraordinario para el reequipamiento de los ferrocarriles, Randazzo pasó a ser el ministro estelar del gabinete. La idea presidencial era que el secretario legal y técnico de la presidencia, Carlos Zannini, lo acompañara en la fórmula. Como cada paso que daba Randazzo era medido con encuestas, pronto se advirtió que sus números se estancaban o incluso retrocedían cada vez que, en contra del consejo presidencial, lanzaba golpes bajos contra Scioli, como cuando dijo entre risas que con ese candidato “el proyecto quedaría manco”.

Ya sin muchas opciones, la Presidenta se resignó a que la fórmula fuera Scioli-Zannini, lo cual provocó una tormenta emocional en el estadista de Chivilcoy. También desestimó la candidatura a gobernador de la provincia de Buenos Aires, porque dijo que su compromiso con quienes lo acompañaban era disputar la presidencia, prueba irrefutable de que esa ambición excedía sus capacidades.

Cristina hizo un último intento, y le propuso que junto con Axel Kicillof como vice, fuera a la interna contra Scioli-Zannini. Pero a sabiendas de que la perdería, se dispuso a esperar tiempos mejores, convencido de que se había perfilado como el distinto de la manada. Creyó que había llegado el momento en 2017, cuando se postuló como candidato al Senado, con la asesoría de Alberto Fernández y el apoyo territorial y económico del Movimiento Evita. Cuando Jorge Taiana anunció que no acompañaría a Randazzo sino a Cristina, Alberto Fernández hizo un esfuerzo final por impedir la hecatombe y le planteó a Máximo Kirchner la posibilidad de un acuerdo. Cristina aceptó, pero Randazzo insistió en cerrarlo personalmente. En vez de discutir las posiciones en la lista de diputados que encabezaría reanudó las recriminaciones por la fórmula de 2015 y Cristina una vez más lo mandó de paseo.

El 5% que obtuvo Randazzo impidió la victoria de Cristina, que quedó 4 puntos por debajo de Esteban Bullrich. Pero perdiendo CFK ganó, igual que Juan D. Perón, en las elecciones legislativas de Mendoza en 1965.  Aquel año, los conservadores se impusieron, pero el elegido de Perón salió segundo y el del peronismo sin Perón impulsado por Augusto Vandor, cuarto. Con medio siglo de distancia, ambos comicios ratificaron los liderazgos que los disidentes intentaban cuestionar. Dos años después, Cristina repitió otra jugada histórica de Perón, la de 1962, cuando se presentó como candidato a vicegobernador de la provincia de Buenos Aires, detrás de Andrés Framini. Entonces los militares que jaqueaban al gobierno de Arturo Frondizi lo proscribieron, pero la señal estaba dada y Framini, ya con otro vice, batió a los candidatos del oficialismo, Frondizi intervino la provincia para que no asumieran, pero aun así no pudo evitar su derrocamiento. En mayo de 2019, Cristina anunció que el candidato a la presidencia sería Alberto Fernández y que ella lo acompañaría como vice, con lo cual paralizó todas las operaciones que se montaban en su contra.

 

 

De barbijo caído

Pichetto fue el único de los defraudados que dio el salto, y pasó de presidir el bloque justicialista o frentevictorista en el Senado, a secundar a Maurizio Macrì en la fórmula del neoliberalismo. Macrì creyó que así equiparaba la jugada de Cristina con Alberto, tal como ahora intenta copiar con un libro patético que le escribieron otros el boom editorial y la conmoción política que causó CFK hace dos años con Sinceramente. Quien le dio la idea de hacerlo fue Alberto, pero lo escribió ella sola, sin ayuda de nadie. El ingreso de Pichetto a la sala donde se presentó el libro de Macrì, con el barbijo caído como sostén del mentón, era la imagen misma de la derrota.

 

 

 

A la vista del trato que el gobierno de Cambiemos dio a la UCR, los pretensos republicanos del peronismo intentan agruparse en un polo que les permita negociar espacios. La única ventaja que tienen es que Maurizio Macrì entiende mejor al peronismo que a los radicales, porque eso fue lo que vivió en su casa, con un padre que reclutaba peronistas en tiempo de dictadura, como una inversión a largo plazo: entre ellos Carlos Grosso, José Bordón, José De la Sota, Ricardo Kesselman, Jorge Haieck.

Al presentar la nueva agrupación, Pichetto dijo que convocaba a quienes no se resignan a que se le robe la identidad al peronismo tradicional, centrado en la producción, el trabajo y el respeto a las instituciones. Sería una proeza conciliar tal discurso con la visión del PRO y la Coalición Cívica Libertadora, que alternativamente consideran al peronismo como el pecado original o la enfermedad terminal de la democracia argenta. Y es irónico que empuñen el peronómetro en dirección a Cristina, que no sólo conoce bien la historia, sino que también la hace.

 

 

 

 

La música que escuché mientras escribía.

 

 

 

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