Lucas son todxs mis alumnxs

Gatillo fácil, estigmatizaciones y otras formas de matar

 

Lucas González tenía la edad de nuestrxs alumnos que egresan esta semana. También jugaba a la pelota como muchos de nuestrxs estudiantes. Y como muchos de ellxs, era pobre, con visera y permanentemente verdugueado por las policías de uniforme o de civil.

Ya explicamos muchas veces en nuestra escuela el significado del término gatillo fácil. Pero pareciera que hay que seguir explicándolo, porque nunca pasa de moda.

El gatillo fácil es esa acción por la cual las policías y todas las fuerzas de seguridad disparan contra los jóvenes pobres sin otra razón que el disciplinamiento social.

El disciplinamiento que se busca es lo que antes se imponía con el servicio militar obligatorio, que tenía el mismo espíritu represivo a una edad donde lxs pibxs definen sus gustos, orientaciones de género, ideas políticas, etc. La represión institucional opera como un reproductor físico, mental y económico del sistema capitalista.

Lucas iba a un club de fútbol. Solidario como pocxs, ese día había llevado a tres amigos a probarse. Cuando salieron, una brigada de la comisaría 4 de Barracas estaba “cumpliendo con su deber”. Como todos los días, identificando pibes pobres, en auto o moto, con visera o zapatillas de marca. Como todos los días, le cruzaron un móvil sin chapa al auto de Lucas y sus amigos, se bajaron sin identificación, dispararon 12 tiros y mataron a Lucas. Estaban haciendo su trabajo. El de todos los días. El de todas las brigadas de todas las comisarías.

Lucas cayó con dos balazos policiales. Uno de sus amigos salió corriendo a avisar que les estaban robando y matando, y los policías que lo escucharon también cumplieron con su trabajo: los tiraron al piso, los esposaron y los llevaron detenidos a un reformatorio. Mientras tanto, el juez de menores los trató de delincuentes. Cosa de todos los días.

Mientras tanto, Lucas moría. De un balazo, de dos; de impunidad, de abandono. De disciplinamiento social, de estigmatización. De fake news, de balas mediáticas que nunca se callan. De todo eso que repiten los clasemedieros que escupen odio por las redes y votan, masivamente, a cualquier derecha que se le presente delante en el cuarto oscuro.

En nuestra escuela hay varixs Lucas. Pienso en Ayrton que no puede quedarse quieto en el aula. Pienso en Antonella que sufre las inundaciones apenas llueven unas gotas. Pienso en Sebastián que identifica a los patrulleros estacionados en las salidas “del barrio”. Pienso en Leonela que extraña a su familia que dejó en Formosa. Pienso en cada unx de ellxs, que no sabe qué carajo va a hacer el año que viene o en diez años.

En nuestras clases de ciencias sociales estos temas son muy recurrentes. Porque, como aconsejaba Paulo Freire, quien habla con sus estudiantes y no sólo les habla a ellxs, escucha antes de hablar. Ahí está la clave de la educación: en el diálogo. Aún más, ese diálogo debe ser contextuado, es decir, se debe dar en el marco de la realidad material de ellxs. Entonces, cuando un profe quiere introducir un tema del programa debe comenzar por lo que llamamos la puerta de acceso al tema. Generalmente es una nota de un diario (ahora redes), una noticia que tenga que ver con ellxs.

Entonces, cuando llevé la noticia de Lucas al aula, lxs pibxs ya sabían lo que había pasado. Sabían de Lucas, del esfuerzo para entrar a un club, del sueño de jugar en primera; pero también del patoteo policial, del entramado narco-policial y de tantas injusticias que en sus palabras no se expresan de la misma manera que en el programa de estudios del ministerio.

El otro gran asunto es la expresión “Lucas era inocente” que se fue instalando desde los medios una vez descartada la coartada policial. En ese sentido, se introduce la idea de que si hubiera sido un pibe chorro “se lo merecía”. Eso me llevó a recordar la primera clase de Sociedad y Estado de este año. El tema fue la definición de Estado. Yo tiré: el Estado es quien tiene el monopolio del uso de la fuerza en un territorio determinado. Y el Estado está representado por las instituciones.

La respuesta de varixs alumnxs me sorprendió, más a mí que a mis colegas. Ellos querían poder usar armas para defenderse de los chorros. Me quería morir, empecé el año con el pie izquierdo. Me marcó todo el año. Y al final del ciclo lectivo sucede lo de Lucas. Un pibe de la edad de ellos. De alguna manera, este caso me permitió retomar esa clase inicial y cerrar así un ciclo formativo donde la última clase del año me permitió explicar la primera:

“Lucas es inocente, pero no porque no hizo nada, es inocente porque a los 17 años no tiene la culpa de vivir en un sistema de impunidad que lo precede; es inocente de haber nacido en un país que fue víctima de las peores violaciones a los derechos humanos; es inocente de vivir en una sociedad que lo estigmatiza; es inocente de la existencia de medios de comunicación que vomitan odio; es inocente de vivir en un país donde uno de cada dos Lucas vive en la pobreza”.

Para finalizar es importante aclarar que, además, es inocente porque hay culpables y son varios:

El asesino material.

El comisario recaudador.

El jefe de la policía que dirige una institución corrupta.

El ministro de Seguridad que sostiene y reproduce una fuerza con ideología fascista.

El jefe de gobierno que especula con la muerte.

La fuerza política que gobierna la ciudad que surgió de una tragedia juvenil en Cromañón (y ahora la masacra).

El sistema político corrupto que mantiene, sostiene, financia y reproduce el disciplinamiento juvenil a base de represión, tortura en comisarías, abandono de personas en los ríos, venta de drogas, trata de personas y liberación de territorios, etc.

A Lucas lo mató la policía. Pero lo vuelven a matar todos los días cuando dejan a lxs pibxs sin trabajo, sin vacantes en las escuelas, sin espacios verdes para un picado, sin futuro.

Esta vez, por favor, no dejemos que todo quede en la impunidad. Lucas, como todos los nadies, necesita justicia y para que haya justicia debemos comprometernos todxs en buscarla, en las calles y en las aulas.

 

 

 

* El autor es profesor de historia.

 

 

 

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