LUMPEMPROLETARIADO EN LAS CUMBRES

La curiosa identidad de respuesta de Stalin y Macri ante la crisis externa

 

Regímenes políticos y de acumulación muy diferentes presentan similitudes con respecto a la actitud y las políticas que se implementan para enfrentar una crisis de pagos externos. El rasgo básico común lo engendra la necesidad de conseguir la cantidad de moneda internacional que hace falta para erogar el flujo de salida, constituido por el pago de importaciones y acreencias foráneas que están —y permanecerán por largo tiempo— muy por encima de los montos del flujo de entrada proporcionado por las exportaciones.  Digamos, el pan nuestro gatomacrista de cada día.

Estas identidades se pueden inferir en algunos trabajos de la historiadora Elena Osokina de la Facultad de Historia de la University of South Carolina. Osokina, en el más reciente número de la Rivista Storica Italiana en un paper titulado "The Alchemy of Stalin's Industrialization: Torgsin" (2018), (algo así como: “La Alquimia de la Industrialización de Stalin: Torgsin”), da pie para establecer  paralelos y diferencias  entre la experiencia rusa en los '30 y la actual argentina. Llama la atención la similitud de las respuestas.

Osokina relata que entre 1920 y 1935, por la aguda escasez de oro (por entonces la moneda mundial) con respecto a los pagos externos que tenía que hacer la revolución alrededor de 1928, una de la medidas que tomó José Stalin  fue la de vender obras de arte en posesión del Estado. A mediados de marzo pasado el Boletín Oficial (BO) del Estado argentino publicó un aviso donde se informa que estaban a la venta al mejor postor cuatro obras pictóricas pertenecientes a una colección particular, dos de Claude Monet, una de Maurice De Vlaminck y otra de Paul Signac, valuadas en 50; 42; 5 y 3,5 millones de dólares respectivamente. El aviso en el BO es parte del procedimiento que se normó el año pasado para aflojar in totum los requerimientos de venta al exterior de obras de alto valor artístico en manos privadas. El anterior ordenamiento lo volvía casi imposible a fin de preservar el patrimonio cultural de los argentinos. Por fuera de las sospechas que siempre despiertan este tipo de asuntos, hay que reconocer que todo suma en el mercado spot del dólar.

El episodio de las obras de arte es apenas una anécdota menor en el presente de acá y en el pasado de allá. Más tela para cortar, y más seria en términos de similitudes y diferencias, surge del eje del trabajo de Osokina centrado en la Torgsin (acrónimo ruso de la Organización de Comercio con Extranjeros de toda la Unión). Torgsin era un organismo comercial del Estado que vio la luz en 1930, conformado por una cadena de agencias de cambio de divisas junto a las cuales funcionaban almacenes provistos con los mejores alimentos y productos en el país. La importancia del trabajo de Osokina estriba en que la historiadora puso sobre el tapete que “Torgsin proporcionó una quinta parte de los gastos para importaciones industriales durante la primera mitad de la década de 1930, los años decisivos de la industrialización de Stalin”.

La hipótesis sale al cruce del debate tradicional enfrascado principalmente en la colectivización como la fuente financiera de la industrialización soviética y el grado de eficacia de la misma, en tanto que Torgsin —devenida en un recurso extremadamente importante de oro y moneda para Stalin— es “una perspectiva prácticamente no examinada por los estudiosos", subraya Osokina. Y esto a pesar de que Rusia fue y es uno de los grandes productores mundiales de oro. La crisis del '29 había estropeado la estrategia soviética de financiarse con el saldo favorable de la balanza comercial vendiendo al contado y comprando a crédito. Para rehacer la alicaída producción aurífera afectada por los avatares políticos y la falta de tecnología, explica Osokina que “a pesar del odiar al capitalismo, los líderes bolcheviques no ocultaron su admiración por los logros técnicos de Occidente. Definitivamente, entre ellos se creía que las tecnologías occidentales liberadas del funcionamiento caótico del mercado y combinadas con las ventajas de una economía planificada producirían un milagro. Miles de expertos extranjeros fueron invitados a trabajar en la Unión Soviética. A finales de la década de 1920, los Estados Unidos fue el principal país al que la URSS le compró materias primas industriales, equipos y tecnologías, y de donde reclutó expertos”.

Como resultado de este proceso, “en una entrevista del New York Times, Stalin dijo que en 1933 la Unión Soviética extraía 82,8 toneladas de oro puro. Esto significaba que la URSS había superado a los Estados Unidos, cuya producción fue ese año de poco más de 70 toneladas, y se ponía al día con Canadá, que extrajo más de 90 toneladas” refiere Osokina. Una parte sustancial de todos los insumos y recursos externos utilizados para extraer ese oro fue erogada en la proporción correspondiente con el oro de Torgsin. El mecanismo era tan cruel como sencillo. El oro en posesión de las familias, joyas y monedas, se cambiaban en las agencias de Torgsin por su equivalente en alimentos. Para las familias poseer oro en la cantidad suficiente era el medio más seguro para zafar de la terrible hambruna y secuela de muerte que ocurrió en el bienio 1932-33. “El gobierno cerró oficialmente Torgsin el 1° de febrero de 1936, después de que mejoró la situación alimentaria en el país y se abolió el racionamiento”, puntualiza Osokina. Ciertamente, el terrible ajuste demográfico dejó saldos exportables de gran volumen.

 

El Purgatorio

En aras de los paralelos que se intentan trazar vale preguntarse a la luz de la tan diferente —en todo sentido— experiencia rusa: ¿cuál es la razón por la que el gatomacrismo se asimile a la misma en la respuesta al recrear el objetivo político de la Torgsin mediante el estropicio en la distribución del ingreso que deja tres cuartas partes de la población argentina en el aire? Al menos los camaradas estaban ensimismados en edificar el paraíso socialista en un solo país. Con Stalin devino la montaña del Purgatorio del Dante sin poder ser escalada. El gatomacrismo, al hundir el producto bruto deshaciendo la capacidad de compra del grueso de la población, ni siquiera puede alegar que quiere edificar el paraíso capitalista. El desarrollo capitalista no es lo mismo que el de algunos pocos capitalistas.

Podría argumentarse que es para defender el crédito del país. Estudio tras estudio constata que los defaults son moneda corriente, algo así como el destino natural del endeudamiento externo, y que no se paga casi ningún costo por ello. La propia experiencia argentina reciente sirve de ejemplo. Después de tres gobiernos desendeudadores, el gatomacrismo no tuvo ningún problema en batir records históricos en magnitud y velocidad de endeudamiento externo. Ni siquiera ahora pueden alegar la mala hora mundial. Es verdad que el amague a subir la tasa de interés de la Reserva Federal (Fed) precipitó la crisis argentina que venía impulsada por cuestiones propias. Pero desde entonces la tendencia se frenó y ahora, incluso, las murmuraciones indican que revertirá hacia la baja.

Los medios norteamericanos no pasan día sin informar que el presidente Donald Trump se queja del presidente de la Reserva Federal, Jay Powell. Es más, señalan que Trump ha sostenido en reuniones semipúblicas que de no ser por los aumentos de tasas de la Reserva Federal, "la producción y las acciones serían mayores y el déficit presupuestario de los Estados Unidos aumentaría menos". Fue más lejos. Considera a Powell “débil” y culpa al secretario del Tesoro Steven Mnuchin de haberle “metido a este tipo”. Trump sopesó a fin del año pasado reemplazar a Powell con el financista y abogado Kevin Warsh. Ahora nominó para el directorio de la Reserva Federal a Herman Cain. Este financista y hombre de negocios fue precandidato Republicano a la presidencia. No pocos analistas ven la nominación como el primer paso para desplazar a Powell y alertan sobre la pérdida de independencia de la Reserva Federal. Muy graciosos.

Esto sucede a pesar de que la Fed siguió lo recomendado por Trump. Retuvo en cartera los activos que de venderlos hubieran endurecido la política monetaria y frenó los aumentos en las tasas de interés y posiblemente comience a bajarlas. En pos de darle aire a la baja de tasas el vicepresidente de la Fed, Richard Clarida, dijo la semana pasada en un discurso titulado "Los choques globales y la economía de los Estados Unidos" que a pesar de que el mandato de la Fed es nacional, ahora vigilará de cerca una serie de riesgos "prominentes" del crecimiento global y es posible que deba hacerlo prestando mucha atención. "En el mundo actual, los hacedores de políticas de los Estados Unidos difícilmente pueden ignorar estos riesgos", sostuvo Clarida. "La creciente integración de la economía estadounidense con el resto del mundo la ha hecho más expuesta a los choques externos ".

Clarida señaló que los recortes en las tasas de la Fed en 1998 ayudaron a evitar una mayor crisis financiera mundial. El cambio de viento no es solo financiero. El célebre financista Ray Dalio, en un reciente largo post de Linkedin, advierte que "ahora estamos viendo que los conflictos entre los populistas de izquierda y los populistas de derecha están aumentando en todo el mundo de la misma manera que lo hicieron en la década de 1930, cuando las brechas de ingresos y riqueza eran comparablemente grandes". Tras estimar que "el problema es que los capitalistas normalmente no saben cómo dividir bien la torta y los socialistas no saben cómo hacerla levar bien", entiende que "no hace falta ser un genio para saber que cuando un sistema está produciendo resultados que son tan inconsistentes con sus objetivos, necesita ser reformado".

El cambio de tendencia en la tasa, del alza a la baja, y el concomitante empeoramiento de la perspectiva argentina debieran dejar aún más claro de lo que ya está, que el problema es la falta de rumbo del gatomacrismo, muy desorientado en la dirección de los vientos ideológicos globales.

 

Lucha de clases en Francia y en la Argentina

Por fuera de su inconmensurable asimetría en estatura histórica, relevancia geopolítica e ideología, Stalin y Macri tienen en común que son dos jefes de partido a cargo del gobierno. En tanto que tales, tienen como primera obligación conservar y ampliar el poder. Como bien ya lo entendían siglos atrás los mercantilistas en un mundo que se interconectaba a gran velocidad, las crisis externas horadan como ninguna otra el poder político. Si se pudiera emitir dinero sin restricción externa no hay crisis que aguante. Frente a los desafíos internos y externos, el georgiano a fuerza de sangre y represión consolidó su poder y el de la URSS. Macri, en cambio, no reprime aún más porque la democracia argentina realmente existente de una u otra forma se lo impide. Pero en el supuesto caso de que pudiera aumentar el grado de represión, su carrera contra el destino del default, FMI mediante, diluye el grado de autonomía nacional y con ello su propio poder. Las marionetas no cuentan en estos dramas.

Visto que la conducta de Macri, objetivamente, no obedece a que el crédito internacional permanezca abierto, ni a enfrentar un mundo que está dejando atrás la amenaza de las tasas de interés al alza, unas pinceladas de Karl Marx extractadas del ensayo “Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850”, dan una interesante aproximación para avizorar la razones más verosímiles que permiten entrever que lo peor está lejos de haber pasado. Describe Marx que “el incremento de la deuda pública interesaba directamente a la fracción burguesa que gobernaba y legislaba a través de las cámaras. El déficit del Estado era precisamente el verdadero objeto de sus especulaciones y la fuente principal de su enriquecimiento. Cada año, un nuevo déficit. Cada cuatro o cinco años, un nuevo empréstito. Y cada nuevo empréstito brindaba a la aristocracia financiera una nueva ocasión de estafar a un Estado mantenido artificialmente al borde de la bancarrota; éste no tenía más remedio que contratar con los banqueros en las condiciones más desfavorables. Cada nuevo empréstito daba una nueva ocasión para saquear al público que colocaba sus capitales en valores del Estado […] La estafa al Estado a gran escala, tal como se practicaba por medio de los empréstitos, se repetía al por menor en las obras públicas”.

Refiere Marx que “[James Mayer de] Rothschild protestó. ¿Tenía el Estado derecho a disminuir fuentes de ingresos con las que tenía que pagar los intereses de su creciente deuda?” y da cuenta que “mientras la aristocracia financiera hacía las leyes, regenteaba la administración del Estado, disponía de todos los poderes públicos organizados y dominaba a la opinión pública mediante la situación de hecho y mediante la prensa, se repetía en todas las esferas […] el mismo afán por enriquecerse, no mediante la producción, sino mediante el escamoteo de la riqueza ajena ya creada. […] La aristocracia financiera, lo mismo en sus métodos de adquisición, que en sus placeres, no es más que el renacimiento del lumpemproletariado en las cumbres de la sociedad burguesa”. (Cursivas de Marx).

En eso se ha convertido el gatomacrismo, en un lumpemproletariado en las cumbres. Ya no pertenece a la historia, es un supernumerario desclasado. El espacio político del que aún dispone se lo da la falta de acuerdo de fondo de sus oponentes.

 

 

 

 

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