MACRI ANTE EL ABISMO DEL PODER

La Argentina y sus empresas en el torbellino geopolìtico y financiero global

 

La vulnerabilidad económica de este gobierno y el carácter insostenible de su política económica han quedado claramente expuestas a lo largo de la semana que termina. Mientras la política de ajuste del FMI precipita al país a una recesión de magnitud inédita, asociada a la hiperinflación y a la ruptura de la cadena de pagos, la incapacidad de generar dólares para enfrentar los vencimientos de la deuda externa en los próximos meses ocupa el centro de la escena anticipando la inminencia de un default.

En este contexto, las medidas tomadas por el Banco Central a lo largo de la última semana han echado leña al fuego a la crisis cambiaria y financiera desnudando la precariedad de la situación económica, la incapacidad de las máximas autoridades para enfrentar este problema y el vacío de poder en las propias esferas de gobierno.

A principios de la semana el Banco Central pergeñó una serie de medidas con el objetivo de  desarticular la bomba de las LEBACs e impedir que al vencimiento del martes 14, los inversores presionasen sobre el dólar y alimentasen la corrida cambiaria iniciada el viernes 10 de agosto. La autoridad monetaria propuso una eliminación gradual del stock de LEBACs, que asciende actualmente a 1 billón de pesos, eliminación que habría de hacerse por etapas hasta diciembre de este año, con políticas diferenciadas según fuesen los tenedores de LEBACs: entidades no bancarias, tales como fondos comunes de inversión, organismos públicos, empresas, individuos y no residentes todos los cuales tienen el 50% del total de las LEBACs; y por el otro lado, los bancos que tienen la otra mitad. Para evitar que una proporción grande de las LEBACs que vencían se fuesen al dólar, el Banco Central aumentó la tasa de interés al 45%, explicitando que la misma continuaría a ese altísimo valor ( el más alto del mundo) hasta el mes de octubre. Presentó además un cronograma de futuros vencimientos escalonados de modo tal que el monto a ofrecer en cada licitación de LEBACs de aquí a diciembre "será menor al que vence y sólo podrá ser suscripto por entidades no bancarias", llegando a diciembre sin tenencia de esas letras en manos de inversores no bancarios. El gobierno se comprometió además a facilitar los dólares de las reservas del Banco Central (con el aval del FMI) para facilitar la salida ordenada de las LEBACs por parte de los inversores no bancarios, de manera que al culminar este proceso, "el stock de instrumentos emitidos por el Banco Central será significativamente inferior al actual y los únicos tenedores de estos instrumentos serán los bancos del sistema financiero local".

De acuerdo con el cronograma, los bancos, que tienen en sus manos la otra mitad del total de las LEBACs, solo podrán participar en las licitaciones primarias de LEBACs por cuenta y orden de terceros no bancarios y no podrán vender sus remanentes en el mercado secundario a entidades no bancarias. Al vencimiento de sus LEBACs podrán pasarse a nuevos instrumentos financieros puestos ahora a su disposición: las NOBAC (notas del Banco Central) a colocarse a un año y en pesos, o las LELIQ a colocarse también en pesos por 7 días. A esto se suma la posibilidad de pasarse a LETES (en pesos o en dólares) opción que ya existía desde tiempo atrás.

Esta propuesta del Banco Central desembocó en un rotundo fracaso: del total de LEBACs que vencían el martes 14 sólo pudo renovar un tercio. Esto lo obligó a pedir autorización del FMI para vender cerca de mil millones de dólares de las reservas para impedir que la presión sobre el dólar de todos aquellos que querían salir del circuito financiero local derivara en una corrida que rebalsase los 30 $ por dólar. Al mismo tiempo los bancos rechazaron los nuevos instrumentos financieros, y la licitación de NOBAC fue declarada desierta por falta de demanda. El rechazo fue motivado por la percepción de que este instrumento no era ni seguro ni rentable. Para neutralizar la consecuente presión sobre el dólar, el Banco Central decidió aumentar en 3 puntos el encaje bancario, llevándolo a inmovilizar por este concepto el 31% de los depósitos de los bancos. Algunos consideraron que esto fue una venganza por la falta de obediencia de los bancos al pedido oficial. Lo cierto es que quedó en evidencia la desconfianza de los bancos ante la obligación compulsiva a desarmar posiciones de LEBACs generando una situación de acorralamiento en encajes por un monto cada vez más significativo, situación que hace recordar a las viejas épocas del Plan Bonex, precursor del corralito y de la debacle del 2001. La baja renovación de las LETES alertó sobre la necesidad de financiamiento futuro y puso presión sobre el índice de riesgo país que llegó a superar el límite de 700. Si el gobierno no logra reinvertir la totalidad de las LETES del Tesoro que vencen de aquí a febrero de 2019, deberá salir a la búsqueda de dólares adicionales no incluidos en el préstamo stand-by.

Ni el chaleco de fuerza impuesto por el FMI ni las reservas del Banco Central alcanzan para erradicar el peligro de una corrida cambiaria o para impedir un default. Esto nos lleva al contexto global en que se inserta el drama argentino.

En otros vuelos del Cohete hemos visto que la economía mundial se caracteriza por el avance de un capitalismo monopólico global que, impulsado por la expansión de la industria de guerra y el desarrollo de alta tecnología, ha logrado interpenetrar la estructura productiva mundial a partir de cadenas de valor dominadas por el monopolio tecnológico de un conjunto de empresas multinacionales. Este capitalismo no puede superar la brecha entre el crecimiento de la producción y el aumento del endeudamiento, un capitalismo que integra a los distintos mercados financieros en una estructura internacional dominada por la especulación en los mercados de bonos, acciones y monedas.

Hoy la deuda global es superior a la que existía en 2008. Llega a 247 trillones de dólares (29 trillones más que hace dos años) y el coeficiente deuda global/producto bruto global asciende a 318%. En Estados Unidos, centro de este capitalismo global monopólico, esta relación es del 100%. A esta deuda global en dólares hay que sumar la deuda con derivados, que excede de 500 trillones de dólares. En este mundo cada vez más endeudado los bancos norteamericanos son hoy más grandes que nunca y continúan teniendo una proporción creciente de la deuda global con derivados.

La interconexión sistémica e invisible de la estructura financiera mundial ha aumentado enormemente gracias al uso de algoritmos en las operaciones financieras y a instrumentos financieros que, siendo plataformas automatizadas, procesan a altas velocidades un número enorme y creciente de transacciones financieras de diversa índole. Todo esto hace que cualquier problema en algún mercado de acciones, bonos o monedas se transforme inmediatamente en un problema para el conjunto de las finanzas internacionales. Es decir, la posibilidad de contagio generalizado es cada vez mayor.

Desde 2016, este contexto de endeudamiento creciente, especulación generalizada y mayor riesgo de implosión puso en evidencia una contradicción inherente a la política de facilitación monetaria y tasas de interés cero o negativas seguida desde 2008 por la Reserva Federal y los bancos centrales de los países más desarrollados para superar la crisis financiera desencadenada ese año. Esta política encerró progresivamente a la Reserva Federal en un callejón sin salida: no sólo la suba de las tasas de interés amenazaba con detonar la deuda con derivados y las burbujas en los mercados de bonos, sino que las tasas de interés negativas o en torno a cero anulaban la posibilidad de utilizarlas como instrumento para enfrentar la recesión y la crisis. Para solucionar este problema, la Reserva Federal inició desde diciembre de 2016 una suba “gradual y calibrada” de las tasas de interés. El anuncio de esta política, a la cual también han adherido más recientemente los bancos centrales de los principales países desarrollados, ha sembrado el pánico detonando fenómenos disruptivos recientes, entre los que cabe destacar el agravamiento de la crisis financiera italiana y la salida de los capitales golondrina de los países emergentes (Argentina, Turquía, Malasia, Brasil, México, India y China entre otros) desde principios de este año.

Estos fenómenos han permitido visualizar un problema subyacente al sistema financiero internacional, que el financiamiento barato posterior a 2008 había opacado: la falta de liquidez en dólares para afrontar la creciente demanda mundial de endeudamiento en esta moneda. Hoy no existen fondos disponibles en el sistema financiero internacional que permitan a la Reserva Federal (o a la banca central de los países desarrollados) enfrentar una corrida bancaria. Esta situación de falta de liquidez se ha agravado desde 2016 por la mayor emisión de deuda del Tesoro norteamericano para financiar el creciente gasto social derivado de la política impositiva de Trump, y los crecientes gastos militares norteamericanos. (FT.com 3 6 2018, Zerohedge.com 18 10 2017 , 7 6 2018 y 15/8/2018.)

Además la incipiente guerra comercial desatada por la administración Trump tanto contra sus socios (Canadá, México, y en especial la Comunidad Europea) como contra sus enemigos (China y más recientemente Rusia e Irán), con el supuesto objetivo de recuperar la grandeza norteamericana perdida tras décadas de relaciones comerciales supuestamente perjudiciales para los Estados Unidos, han llevado al gobierno norteamericano a “militarizar” las finanzas usándolas como un ariete para desarticular países y/o potenciales alianzas entre países que pueden, en la visión de la administración Trump, hacer peligrar su objetivo de restauración.

Sin embargo, detrás de la estrategia de guerra comercial y de disputa por tarifas, se esconde un objetivo estratégico de otra índole: consolidar el dominio tecnológico y militar estadounidense sobre el mundo y controlar las fuentes de energía y recursos naturales no renovables en vías de extinción, los mercados, las rutas e infraestructura de distribución, las reservas actuales y potenciales. Esta situación afecta a la coyuntura financiera internacional y contribuye a explicar en parte las recientes corridas cambiarias y la fuga de capitales de países emergentes.

Algunos acontecimientos recientes muestran la creciente utilización de las finanzas norteamericanas como arma de guerra. Un caso concreto es el de Turquía, país miembro de la NATO pero ubicada en zona geopolítica de importancia estratégica donde confluyen intereses de Irán, China, Rusia y los países europeos más desarrollados. Vecina a Siria, Turquía enfrenta problemas de diversa índole derivados del enfrentamiento indirecto (proxy war) entre las potencias nucleares, Israel e Irán. Turquía ha desarrollado en los últimos tiempos una cooperación inédita con Rusia en lo que hace al desarrollo del poder nuclear, energía, gasoductos, armamento y turismo. Esto es inadmisible para la concepción geopolítica de Trump. Fuertemente nacionalista, Turquía se ha resistido a imponer altas tasas de interés a su sistema financiero y se ha negado a acudir al FMI para conseguir asistencia. Los escarceos políticos con los Estados Unidos vienen desde tiempo atrás, pero el desencadenamiento de la presente crisis se debió a la imposición por parte de Trump de tarifas del 25% a las importaciones de acero provenientes de Turquía. Ante la respuesta turca imponiendo sanciones a importaciones norteamericanas, se desató una corrida cambiaria que deterioró seriamente a la lira turca. En medio de esta corrida y fuga de capitales,  el Financial Times analizó el posible impacto de estos fenómenos sobre algunos grandes bancos europeos con alta exposición a la deuda turca. Esto contribuyó a una caída inmediata del precio de las acciones de estos bancos, caída que se propago al precio de las acciones de otros bancos exponiendo así el contagio de la corrida cambiaria y salida de capitales de Turquía sobre el mercado financiero europeo (.ft.com/.../51311230-9be7-11e8-9702-5946bae86e6d y zero hedge 10 8 2018). La situación turca no ha sido resuelta y continúa amenazando con contagiar a parte de la banca europea.

Esta misma semana la administración Trump también amenazó con sanciones comerciales y especialmente financieras a otros países (Rusia, China, Irán), situación que provocó inmediatamente ataques especulativos a las respectivas monedas, corridas cambiarias y salida de capitales que todavía no han amainado. En varios de estos casos y en otros (como la amenaza de Trump de sanciones financieras y de otro tipo a los países europeos más desarrollados si no rompen la asociación con Rusia en la construcción del gasoducto Nord stream 2, vital para abastecer a Europa con gas ruso, Bloomberg 18 5 2018), el objetivo buscado con la presión financiera se asocia a la necesidad consolidar el dominio geopolítico y el control de los Estados Unidos sobre la generación de energía, las fuentes de recursos no renovables en vías de extinción, la infraestructura necesaria para su transporte y los mercados de consumo de estos bienes.

En este marco de creciente fragilidad financiera internacional, de falta de liquidez global y de creciente posibilidad de contagio, la política financiera del gobierno norteamericano ha buscado imponer un cambio en la relación de fuerzas geopolítica y un mayor control sobre áreas y regiones con existencia de recursos no renovables de importancia estratégica y en vías de extinción, creando así condiciones para un aceleramiento de la salida de capitales de los países emergentes, potenciando las dificultades cambiarias y financieras de estos países y creando la posibilidad de un contagio de la estructura financiera internacional. Esto nos lleva de nuevo la realidad argentina y al contexto político actual.

La semana que pasó estuvo saturada por el impacto de las esquirlas políticas levantadas por la operación mediático judicial encarnada en los gloriosos cuadernos de la corrupción empresaria. Poco a poco empieza a tomar forma la trama viscosa de una operación mafiosa destinada a eliminar a CFK del escenario político, y a disciplinar al núcleo central que apoya a este gobierno: los grandes empresarios que controlan monopólicamente sectores estratégicos de la economía. Este disciplinamiento pasa por una reasignación de los negocios dentro de la histórica patria contratista, y en particular dentro de aquel sector vinculado a la energía (generación, transporte y distribución), a la explotación de recursos no renovables, y especialmente a la producción de petróleo y gas no convencional en Vaca Muerta: la segunda reserva más grande del mundo.

Viciando todos los procedimientos legales existentes, y sin pruebas fehacientes, este operativo pretende mostrar la corrupción del gobierno K a partir de las declaraciones de empresarios supuestamente arrepentidos. Mas allá de la veracidad de los hechos, este operativo se ha transformado en una opereta destinada por un lado a blanquear empresarios y funcionarios corruptos, y por el otro lado a penalizar a otros empresarios que, o no se “arrepienten" o no tienen buena información para dar, o se los quiere mantener presos por motivos inconfesables. Esta vorágine desatada no parece tener fin, sin embargo ya está dando resultados: entre estos la fuerte caída del valor de las acciones de las empresas involucradas, (20% en el caso de Techint), las posibles sanciones en contra de estas empresas por parte de la SEC norteamericana y otros organismos de control financiero internacional; la probable pérdida del financiamiento ya otorgado y la consiguiente paralización de obras en curso; la posibilidad de que estas empresas, fuertemente devaluadas, sean compradas por otras de capital local o simplemente extranjeras. Ya habría empresarios muy importantes que miran las acciones de los que están presos para quedarse con esas empresas (La Nación, 15 8 2018).  En este contexto, llama la atención que el zar de la energía Marcelo Mindlin, a quien muchos consideran testaferro de Macri, no haya sido llamado a declarar por más que figura en los gloriosos cuadernos. Una prueba más de la impunidad del grupo Macri, y posiblemente una protección que indica futuros proyectos de expansión en el área energética y de gas no convencional.

Pero la cosa no termina ahí. A las divisiones, traiciones y alianzas espurias dentro de la patria contratista provocadas por el cuadernazo, se suman las divisiones y enfrentamientos dentro de distintos sectores empresarios en torno al impacto futuro del ajuste propuesto por el FMI. En este marco, el gobierno se apura a explicitar su intención de distribuir el peso del ajuste de manera tal que recaiga especialmente sobre la industria y por decreto elimina los reintegros a las exportaciones industriales con valor agregado, al mismo tiempo que mantiene los reintegros para las exportaciones de actividades extractivas y del agro negocio sojero. Así, el rumor de un histórico enfrentamiento entre agro e industria que el país creía superado, anega el presente y contrapone las actividades extractivas a la creación de valor agregado. Poco a poco, entre la feroz recesión impuesta por el ajuste del FMI y los gloriosos cuadernos empresarios, empieza a tomar forma el proyecto de país que impulsa Macri: para muy pocos, centrado en actividades extractivas y financieras, cada vez más endeudado, saqueado, y dependiente del Minotauro. Sin embargo, no todo está dicho. Este proyecto de país engendra conflictos nuevos que no puede resolver y crea las condiciones para una crisis política de índole totalmente nueva.

 

 

 

 

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