Macri y el caos

En lo esencial Macri no ha fracasado. Buscaba sembrar el caos y lo ha logrado

 

En las diversas culturas, y especialmente en la Antigua Grecia —cuna de la civilización occidental—, la mitología explicó el origen del universo, la Tierra, la vida y los seres humanos como un acto deliberado de una o mas deidades. Así, lo divino dio un orden y un sentido al caos de un desorden natural inexplicable. Causas sobrenaturales explicaron el acontecer y los humores de los dioses dieron sentido a fenómenos naturales y sociales. Con el tiempo, la observación y la reflexión sobre el devenir caótico llevó a la búsqueda de una comprensión racional del desorden existente y a la predicción de resultados y consecuencias. En el año 585 A.C., Tales de Mileto explicó un eclipse solar a partir de la superposición de la Tierra, el sol y la luna y pudo predecirlo por primera vez en la historia de la humanidad. No por casualidad, Tales de Mileto fundó la primera escuela de filosofía griega.

Algo ha quedado grabado a fuego: reflexionando la humanidad puede explicar la realidad y producir los cambios necesarios para introducir “orden” en el caos social y natural que la rodea. Esos cambios no se hacen de un día para el otro. Requieren de un esfuerzo titánico y colectivo acumulado a través del tiempo. En distintas épocas y culturas el orden fue caracterizado de distintas maneras. Sin embargo, siempre respondió a un requisito inalterable: debía asegurar la reproducción de la vida en sociedad y la persistencia del medio natural que la hace posible. La destrucción de estos parámetros fue siempre sinónimo de caos. Las relaciones de poder, intrínsecas a toda sociedad humana desde los orígenes del tiempo, han jugado un rol decisivo tanto para reproducir el caos como para superarlo.

En los tiempos modernos una minoría poderosa utiliza tecnologías cada vez más sofisticadas para reproducirse en el poder, engendrando durante el proceso los gérmenes de la destrucción social y ambiental. Paralelamente, los soundbites, fake news, troles y otras hierbas semejantes buscan anestesiar la capacidad de reflexión y manipular los comportamientos sociales con el objetivo de reproducir una concentración del poder cada vez más profunda. Este camino creó conflictos que colocan a la humanidad y al planeta al borde de la extinción. La Argentina no está aislada de estos procesos. Su realidad inmediata está dominada por conflictos sociales que la embretan en un callejón sin aparente salida. Su presente caótico dilapida esfuerzos y recursos humanos y naturales, tras el objetivo de mayor acumulación de poder y riqueza.

El gobierno de Macri se sacude hoy bajo el peso de lo que parece ser un fracaso. Extremadamente debilitado, pierde a diario credibilidad, toma medidas contradictorias, dice y se desdice en cuestión de horas, afectando a la economía del país y al bienestar de amplios sectores de la población. Macri parece estar acorralado por promesas no cumplidas hechas en su campaña electoral del 2015. La apertura al mundo y la lluvia de inversiones dio lugar al endeudamiento ilimitado, la recesión, la fuga de capitales y el default. La pobreza cero se ha convertido en la emergencia alimentaria; la inflación “tan simple de resolver” amenaza con transformarse en hiperinflación, y así sucesivamente. En lo esencial, sin embargo, Macri no ha fracasado. Buscaba sembrar el caos y lo ha logrado.

A través del control de los resortes del Estado promovió la concentración del poder económico y de la riqueza en manos de un pequeño grupo de empresas, entre las cuales se encuentran las suyas y las de sus amigos. Estas empresas dominan el campo de la energía, la llave de la acumulación del capital y de la absorción masiva de ingresos y rentas monopólicas. Las políticas de su gobierno impulsaron la recesión, la destrucción del mercado interno y la eliminación de empresas, el desempleo creciente, la enorme pérdida de valor del trabajo asalariado. Al mismo tiempo mantuvieron intacta una estructura productiva dominada por sectores concentrados, con poder monopólico y capacidad de formar precios en áreas estratégicas de la economía. Asimismo provocó rápidas y enormes transferencias de recursos del país hacia el capital financiero internacional y eligió la fuga de capitales y el endeudamiento ilimitado como principales vías de transferencia de los ingresos, el excedente y la riqueza acumulada en el país. Al producir inflación desmadrada y endeudamiento ilimitado, logró que el saqueo y la usura penetren en los confines más profundos de la sociedad y se naturalicen. Así, y más allá de las transferencias de ingresos que conllevan, el saqueo inflacionario y el endeudamiento usurario se han convertido en un poderoso mecanismo de disciplinamiento social, que al fragmentar a la población en mil pedazos dispersa los reclamos individuales, muchas veces contradictorios, en pugna entre sí y cada vez más difíciles de articular. En ese combate pequeño se pierde el norte del interés común y se ignora el camino a seguir para superar el caos.

Macri y su gobierno también envilecieron  las instituciones democráticas. Sus operaciones mediático-judiciales garantizaron su permanencia en el gobierno, atacando a los adversarios y sembrando el odio y el miedo ante un populismo considerado el enemigo responsable del fracaso en los últimos 70 años de historia nacional. Este discurso, montado sobre contradicciones sociales aparentemente insolubles, enardeció el antiperonismo de una muchedumbre dispuesta a pelear la calle para impedir el retorno de un enemigo histórico. En estas diatribas no hay términos medios ni posible conciliación de intereses. Las PASO no fueron un fracaso propio sino ajeno, la debacle actual es consecuencia del resultado electoral, el hambre no existe, no se ve ni se toca. Es simplemente un slogan electoral.

Así Macri va sembrando el caos al mismo tiempo que impone medidas que intentan abrochar las políticas del próximo gobierno a su legado caótico.

 

 

Control de cambios, reservas y fuga de capital

El control de cambios, tal como ha sido impuesto por el gobierno, es vulnerado sistemáticamente facilitando la dolarización de la economía y la fuga de las reservas del BCRA. El limite de 10.000 dólares por mes a la compra de dólares por los particulares no impide el vaciamiento de las arcas del BCRA antes de las elecciones de octubre, para satisfacer la demanda de más de un millón de personas que compran mensualmente divisas. Asimismo, y como en el pasado, el control de cambios generó una brecha cada vez mayor entre el dólar regulado y los dólares en el mercado paralelo —el “dólar fuga” o contado con liqui (CCL), el dólar bolsa o (MEP) y el blue— y ha engendrado diversos tipos de operaciones especulativas que permiten hacer grandes ganancias y fugar dólares.

Con el CCL, una persona y una empresa pueden cambiar pesos argentinos por dólares en el exterior mediante compra-venta de acciones o títulos de deuda, que cotizan al mismo tiempo en el exterior (por ejemplo, en Nueva York). El comprador pide al banco local o a alguna entidad financiera que le transfieran el titulo a una cuenta bancaria extranjera. Una vez hecha la transferencia, el tenedor del titulo lo vende en el mercado externo y recibe a cambio un deposito en dólares por la transacción. También se hacen rápidas ganancias aprovechando la brecha entre el dólar regulado y el dólar MEP, que cotiza en la bolsa. Se trata, básicamente, de hacerse de dólares a precio “oficial” es decir regulado, adquirir bonos (el Bonar 24 es el más usado), venderlo a valor bolsa y luego con los pesos reiniciar la operatoria. El lunes, la diferencia entre las cotizaciones de las dos operaciones fue del 7%. Al miércoles la brecha entre el dólar oficial y el bolsa era del 20%.

La magnitud de las operaciones de este tipo llevó el miércoles al BCRA a introducir regulaciones para obstaculizar la adquisición de dólares por parte de las personas. Estas deberán tener los dólares en su poder durante cinco días hábiles antes de poder aplicarlos a la compra de acciones y bonos. Una disposición posterior de la Comisión Nacional de Valores impuso un plazo obligatorio de al menos 12 días hábiles incrementando el riesgo de la operación (ámbito 12 9 2019). A pesar de estas modificaciones, la especulación cambiaria continúa y el jueves el BCRA tuvo que intervenir en el mercado de cambios vendiendo divisas para controlar al tipo de cambio e impedir que la brecha se ampliara. Sin embargo, no lo logró: mientras el oficial cerró a $58,41, el blue pasó de $58 a $60, el dólar bolsa saltó de $63 a $66 y el CCL, o dólar fuga, llegó a los $70.

Desde mediados de julio al 12 de septiembre las reservas del BCRA cayeron en 18.616 millones de dólares. Entre el lunes y el jueves de esta semana, y a pesar del control de cambios, cayeron en 807 millones de dólares. Desde las PASO salieron del sistema bancario 9.483 millones de dólares, es decir uno de cada cuatro dólares depositados (página12 12 9 2019). Así, tanto la fuga de reservas como la corrida contra los depósitos en dólares de los bancos continúan activamente, a pesar del control de cambios. El saldo de estos procesos es una progresiva fragilidad del sistema bancario y una creciente dolarización de la economía. El alto grado de concentración económica en la producción y comercialización hace que el impacto de estos procesos se transfiera inmediatamente a los precios y la dolarización aparece en todos los bienes producidos (independientemente de si tienen o no componentes importados), afectando especialmente a los precios de los alimentos

 

 

Buitres en el horizonte

La dolarización de la economía y el vaciamiento de las reservas del BCRA condicionan al próximo gobierno en circunstancias durante las cuales enfrenta arduas negociaciones con los acreedores.

De aquí al mes de diciembre vence deuda de corto plazo (LECAPs, LECER, etc.) por valor de 8.500 millones de dólares y $ 400.000 millones de pesos, que carece de financiamiento. De ahí la inquietud del gobierno ante la posibilidad de que no se concrete el desembolso del próximo tramo del préstamo del FMI. Asimismo, el gobierno ha agolpado todos los vencimientos de la deuda perfilada en los primeros seis meses de 2020 y no hay actualmente divisas en el BCRA para enfrentar las necesidades de financiamiento hacia fines de abril/mayo del próximo año. El perfilamiento de la deuda con legislación extranjera (aproximadamente 30.000 millones de dólares, sobre un total de U$S 50.000 millones de dólares de deuda en títulos hasta 10 años de plazo) coloca una presión extra sobre las negociaciones: su incumplimiento puede atraer a los fondos buitres. Esos papeles poseen cláusulas de acción colectiva que pueden anular la pretensión de los fondos buitre sobre la deuda: si se logra el 75% de adhesión a una reprogramación de los vencimientos por parte de los acreedores, el acuerdo rige para el 100% de la deuda emitida. Este acuerdo, sin embargo, debe concretarse antes de abril de 2020. Esto impone al gobierno tiempos muy cortos para la negociación haciendo posible una mayor presión de los acreedores para imponer términos de negociación que los favorecen. Por otra parte, esta urgencia también aumenta la presión del FMI para la reprogramación de los vencimientos de los 44.000 millones de dólares otorgados al gobierno de Macri.

Así, el perfilamiento de la deuda ha colocado al próximo gobierno en una situación de gran vulnerabilidad frente a los acreedores: tiene que negociar en varios frentes al mismo tiempo, rápidamente, con las arcas del BCRA prácticamente vacías y amenazado por la especulación cambiaria. El default y el control de cambios impuestos por Macri después de su derrota en las PASO han aumentado esta vulnerabilidad

Pero estos no son todos los problemas que enfrentará el próximo gobierno. A ellos se suman conflictos sociales por demandas insatisfechas, en circunstancias de severa recesión económica, inflación, corrida cambiaria y emergencia alimentaria. Si la oposición triunfa en las elecciones de octubre habrá dado un paso importante para acumular fuerzas y desarticular el legado de Macri. Esto es, sin embargo, solo una instancia de un largo camino que obliga a la reflexión sobre circunstancias y acontecimientos que en el pasado tuvieron consecuencias profundamente disruptivas. De ahí la necesidad de analizar críticamente la estructura productiva que el nuevo gobierno heredará de la era Macri y de cuya reactivación dependerá la posibilidad de engendrar un nuevo orden que ponga fin al caos.

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