Mayos rojos

La Segunda Guerra, Vietnam y las divisiones que perduran

El imponente desfile militar en la Plaza Roja de Moscú.

 

El mes que hoy termina estuvo plagado de conmemoraciones que reflejaron, por un lado, el estado del mundo. El pasado 9 de mayo se conmemoró en Moscú el Día de la Victoria, que recuerda el triunfo de los Aliados (China, Francia, Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y Estados Unidos, entre otros) sobre las fuerzas del Eje (Alemania, Italia y Japón, entre otros). En los actos en la capital de la Federación de Rusia estuvieron presentes Xi Jinping de la República Popular China; Luiz Inácio “Lula” da Silva de la República Federativa de Brasil; Abdel Fattah el-Sisi de la República Árabe de Egipto; y Robert Fico, Primer Ministro de Eslovaquia, entre otros mandatarios. En los desfiles no sólo participó el Ejército Ruso sino también delegaciones de China y otros Estados.

La doble rendición de los alemanes el 8 y 9 de mayo de 1945 ya auguraba lo que ocurriría años después con la Guerra Fría (1947-1991), pero no la actual fragmentación occidental que se solapa a la transición de poder entre China y Estados Unidos. Por ello, este año los países occidentales hicieron sus propias conmemoraciones, pero cada uno por separado; mezclando aquel evento con lo que actualmente está ocurriendo en la guerra de Ucrania (2022 [1] a la fecha).

Por otro lado, la República Socialista de Vietnam recordó el fin de la penosa y prolongada guerra de Vietnam (1965 [2]-1975), en la cual derrotó a Estados Unidos y sus aliados. Aquí también junto a las tropas vietnamitas estuvieron presentes las de China y de otros países asiáticos; otro signo de época.

 

Desfile militar en Ciudad Ho Chi Minh para celebrar los 50 años de la toma de Saigón. Foto: Nhac Nguyen.

 

Los liberamos del fascismo

6.600.000 soldados se extendían desde el Báltico hasta el Adriático en enero de 1945, mientras Adolf Hitler seguía convencido de que el Ejército Rojo estaba a punto de desmoronarse. El 12 de enero, los soviéticos –en su mayoría rusos– entraron en territorio alemán, y tres meses después ya se encontraban atisbando el río Oder. Finalmente, a las 3 de la mañana hora de Berlín del 16 de abril de 1945, la noche “se iluminó por la acción de miles y miles de cañones, morteros y nuestros legendarios Katyusha”. Un comandante soviético recuerda que “un tronido aterrador hacía temblar cuanto nos rodeaba (…) Tal vez se dé por sentado que a quienes servimos en la artillería no pueda asustarnos una sinfonía como aquella (…) Tenía la sensación de que mis tímpanos estaban a punto de reventar”. Los alemanes que estaban en la primera línea y sobrevivieron “no olvidan la opresión de las entrañas ni la sequedad de la boca. ‘Ahora sí que estamos perdidos’, murmuraban entre sí”. Todo el cielo “que abarcaba al este del campo [de mi] visión estaba en llamas” [3].

Luego de seis años de guerra [4], habían muerto entre 80 y 100 millones de soldados [5] y civiles, aunque la mayor cantidad de pérdidas la sufrió la Unión Soviética: entre 24 y 27 millones entre militares y civiles aproximadamente. Se estima que, de esos totales, 13.950.000 fueron civiles y militares rusos.

Como dijo Gueorgui Zhúkov, “liberamos a Europa del fascismo, pero nunca nos perdonarán por ello”.

 

Soldados soviéticos frente a la Puerta de Brandeburgo en Berlín.

 

David y Goliat

Se tiende a idealizar a John Kennedy (1961-1963), pero fue este Presidente el que inició el involucramiento estadounidense en Vietnam que luego profundizaría Lyndon B. Johnson (1963-1969) [6]Kennedy había incrementado de 700 a 16.000 la cantidad de asesores militares en Vietnam del Sur, a pesar de lo dispuesto en los Acuerdos de Ginebra de 1954. Asimismo, aumentó la ayuda económica, que pasó de 223 a 471 millones de dólares. También supervisó “el asesinato del Presidente survietnamita Ngo Dinh Diem”, lo cual representó a criterio de Marc Selverstone “un acto que (…) exacerbó la inestabilidad política [de Vietnam], sin duda acercando a Estados Unidos al borde de la guerra en Vietnam”.

Luego del falso incidente del Golfo Tonkin en agosto de 1964, Lyndon B. Johnson ordenó el 2 de marzo de 1965 el inició de la Operación Trueno Rodante, que durante tres años arrojaría más de 800 toneladas de bombas diarias. Hacia fines de 1965 se habían desplegados 60.000 efectivos militares estadounidenses, que se incrementaron hasta 536.100 a fines de 1968. Luego de los primeros triunfos en Chu Lai y en el valle de la Drang (1965), los norvietnamitas adoptaron la estrategia que los llevaría a la victoria al entender la naturaleza de los estadounidenses: “Maten a diez de nuestros hombres y nosotros mataremos a uno de los suyos. Al final serán ustedes los que se cansarán”.

Tanto Ho Chi Minh como Lê Duẩn entendieron el desafío que enfrentaban: “Esta es una lucha entre un tigre y un elefante”, resaltando la idea de que sus tropas debían estar siempre en movimiento. Además, Ho Chi Minh consideraba que había sido “el patriotismo, no el comunismo”, lo que lo había inspirado. Asimismo, agregaba que “esta resistencia [que será] larga y ardua es necesaria llevarla a cabo apoyándonos en nuestras propias fuerzas (…) La ayuda de los países amigos es ciertamente importante, pero no es correcto descansar en los demás (…) Un pueblo que no se apoya en sus propias fuerzas (…), no merece ser independiente” [7].

En el marco de esta estrategia, las peores atrocidades de las Fuerzas Armadas estadounidenses quedaron al desnudo. Una sobreviviente relata que “el hombre había entrado para comprar salsa de soja. Tran Thi Ngai estaba al cuidado de la tienda de sus padres (…). [El hombre] tenía granadas colgando del uniforme, armas en el cinturón. Era verano de 1967 (…). Al acercarse al mostrador, le tendió el dinero. Y cuando Tran extendió la mano para tomarlo, él la agarró del brazo, después de su cabello, y la arrastró al trastero de la tienda. Allí mismo la violó. ‘Sentí que mi vida se había acabado’, dice Tran, [y agrega] ‘Yo no quería seguir viviendo, me sentía muerta por dentro’”.

Meses más tarde, el 16 de marzo de 1968, los militares estadounidenses llegaron a My Lai y les ordenaron a los vietnamitas que salieran de sus casas:

“Sorprendidos, los soldados se encontraron con una aldea llena de mujeres, ancianos y niños, y no había ni rastro de guerrilleros Vietcong. Tras registrar el pueblo y comprobar que los habitantes solo tenían escondidas algunas armas, Calley ordenó a sus hombres que sacaran a toda la gente de las cabañas y empezaran a disparar (…) [Una de las sobrevivientes] Pham Thi Thuan, de 30 años, que llevaba en brazos a su hija de tres, [relata]: ‘Cuando las metralletas callaron, algunas personas se levantaron. Yo vi a mi padre. Quise decirle que se tumbara, que no se moviera, pero tuve miedo y me callé. Le vi caer en la segunda ráfaga, y aún hubo una tercera. Yo seguía allí doblada, apretando a mi hija, que temía que se hubiera ahogado. Al rato, cuando ya no se oía nada, fui apartando los cuerpos para salir. Dos mujeres que también remontaron la zanja fueron vistas por los soldados que aún quedaban. Las persiguieron y las mataron. A nosotras no nos vieron’”.

Richard Nixon y su secretario de Estado, Henry Kissinger, iniciaron conversaciones con los vietnamitas, sabiendo que la derrota era inevitable y buscando ganar tiempo hasta llegar a las elecciones. Para ello, una de las primeras medidas que tomaron fue adiestrar y entregar equipamiento a los vietnamitas para que se hicieran cargo de las operaciones de combate. Una vez que el Presidente fue reelecto, éste comenzó a retirar las tropas estadounidenses lentamente.

La Ofensiva de Primavera se inició el 4 de marzo de 1975 y la retirada se convirtió en desbandada: Saigón cayó el 29 de abril de 1975. El Presidente provisional, Dương Văn Minh, le dijo al coronel Bùi Tín: “Los hemos estado esperando aquí para entregar el gobierno”. El oficial le respondió: “No hay duda sobre su transferencia del poder. Su poder ha colapsado. Usted no puede entregar lo que no tiene”.

Luego de diez años de guerra [8] habían muertos entre 80 y 100 millones de soldados y civiles, aunque la mayor cantidad de pérdidas la sufrió el pueblo vietnamita: dos millones de civiles y 1.100.000 militares [9], sin contar a los camboyanos y laosianos. Por su parte, Estados Unidos perdió a 58.220 efectivos.

Los estadounidenses nunca entendieron la naturaleza de la Guerra de Vietnam; la de un pueblo oprimido, primero por los franceses y luego por dictaduras aliadas de Estados Unidos, que solo buscaba la independencia y la paz.

En aquel caótico 29 de abril, el embajador estadounidense, que había demorado la evacuación porque “creía que la situación se revertiría”, huía en helicóptero; situación que, como sabemos, se repitió en Afganistán, casi con el mismo helicóptero.

 

La huida de los estadounidenses de Vietnam, desde el techo de un edificio a 500 metros de su embajada. Foto: VNA.

 

El no fin de la historia

Nunca pero nunca digas jamás en la historia, pero a 80 años de finalizada la contienda global y a 50 años del triunfo vietnamita, el mundo, Occidente y Europa se encuentran tan divididos como entonces: la geopolítica volvió (o siempre estuvo). Así, pese al proclamado fin de la historia y del choque de civilizaciones, el mundo puso en marcha un reloj que no se sabe cuándo empezó a mover su segundero (¿2008, 2009, 2014?) y tampoco sabremos cuándo llegará al conteo final ni como concluirá. La transición de poder intracapitalista que estamos atravesando puede arrojarnos a la Trampa de Tucídides, la Trampa de Confucio o bien a una implosión como preveían Paul Kennedy e Ibn Jaldun; lo cual no dejaría de ser un final “poético”, en tanto fue predicho por un autor estadounidense y otro árabe.

 

 

[1] Aunque algunos autores fechan el inicio de esta guerra en el año 2013 en Kiev.
[2] La intervención estadounidense ya se había hecho presente mediante la ayuda económica y a través de los “asesores” desde 1950. Ese año Estados Unidos creó el Grupo de Asistencia y Asesoramiento Militar de Indochina, que luego cambiaría su denominación final por el de Vietnam del Sur. Así, si a estos años le sumamos la guerra de Indochina (1946-1954), tenemos que el pueblo vietnamita sufrió la violencia, la destrucción económica y el desgarro social en manos de dos potencias imperialistas (Francia y Estados Unidos) durante casi 20 años.
[3] Datos extraídos de Beevor, Anthony (2006). Berlín. La caída: 1945. Madrid: Crítica. Las citas fueron tomadas de las páginas 349 y 350.
[4] El autor citado ut supra argumenta que la Segunda Guerra Mundial fue “claramente una amalgama de conflictos” que se iniciaron el 7 de julio de 1937; aunque la anexión de Manchuria comenzó el 18 de septiembre de 1931. Beevor, Anthony (2012). La Segunda Guerra Mundial. Barcelona: Ediciones de Pasado y Presente. En cambio, Ian Kershaw argumenta que Europa descendió a los infiernos en 1914. Kershaw, I. (2016). Descenso a los infiernos: Europa 1914-1949. Buenos Aires: Crítica.
[5] Es de destacar la activa participación de las mujeres en el Ejército Rojo.
[6] Se sugiere escuchar en el documental Vietnam: momento decisivo, los audios desclasificados con las conversaciones de estos Presidentes y Richard Nixon (1969-1974) respecto a este conflicto.
[7] Chi Minh, Ho (2010). Escritos políticos. México: Partido del Trabajo de México, pp. 255-256.
[8] No estamos contabilizando las víctimas en la Guerra de Indochina (1946-1954).
[9] Fuentes estadounidenses reducen las bajas vietnamitas en un 50% aproximadamente.

 

 

 

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