Milagro Sala en una celda de aislamiento

Se agrava la situación en la cárcel de Salta.

 

Cuando la Corte Suprema de Justicia resolvió que Milagro Sala salga de la cárcel "con carácter urgente", estableció que eso era necesario para cumplir con el mandato de los organismos internacionales de protección de derechos. El mandato, primero de la Comisión Interamericana y luego de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, exigió al Estado medidas necesarias para garantizar la vida, integridad personal y salud. El voto de Horacio Rosatti profundizó en esa línea los sentidos de salud, para lo cual recordó los antecedentes documentados en las constataciones realizadas el máximo tribunal nacional, por la CIDH y por la Corte IDH para que se "adopte alguna de las medidas alternativas a la prisión preventiva carcelaria sugeridas en los documentos de mención u otras que surjan del derecho procesal provincial y que aseguren los mismos fines que aquellas”.

En diciembre de 2017, todos los actores de ese proceso tenían claro que la situación física, mental y emocional de Milagro no podía ser garantizada en el Penal del Alto Comedero ni en otro destino que no fuera su casa del barrio de Cuyaya. Como se sabe, el juez Pablo Pullén Llermanos la sacó, la mandó a la casa-cárcel del Dique La Ciénaga y hace una semana, redobló la apuesta de aislamiento confinándola en la cárcel de Güemes en Salta, afuera de la provincia de Jujuy. Invocó razones de salud, luego de una supuesta ingesta de pastillas. Sin embargo, debería haberla hospitalizado. Esa decisión la volvió a instalar en el estado previo. Y mas aún, lo empeoró: Milagro fue confinada a una verdadera zona de aislamiento. Sola, con la prohibición de tener contacto con otros detenidos y donde ni siquiera le permiten ver la luz del sol.

"Estoy en una pieza que tiene una ventana que da al área de salud, que tiene rejas pero no se cierra", dice Milagro desde la cárcel, desde un teléfono que la conecta con el mundo. No tiene ninguna de sus pertenencias. Mantiene una huelga de hambre desde hace una semana. "Acá hace mucho frío. Hay tres ventanas que les da el sol, tienen rejas, pero las ventanas no cierran del todo, entra frío por la puerta principal y por la ventana del baño —dice—. No salgo al patio, a ningún lado me dejan salir. Estoy sola. No tengo radio, tele, nada de nada, Estoy aislada, no tengo contacto con nadie, no me sacan al patio, no me dejan ir a ningún lado. Y cuando vienen a verme desde el área de educación o psicólogo me sacan a una galería chiquita o me atienen en la puerta. Todo esto es supuestamente para que esté bien, pero es todo lo contrario: estoy encerrada todo el día y estoy peor todavía".

Los organismos de derechos humanos pidieron una reunión a la Corte Suprema de Justicia por la situación de Milagro. Los abogados defensores explican que ninguno de los argumentos esgrimidos por Pullén Llermanos tienen asidero. Y que eso debería ser estudiado por los anales de los libros de historia para entender hasta dónde puede llegar la lógica de la violencia institucional. Entre los razonamientos, Matías Duarte explica lo siguiente: 1. La Corte IDH ya dijo que claramente debía reemplazarse la prisión por una domiciliaria que garantice la presencia de Milagro en su lugar de pertenencia, que son los atributos que protegen lo que se llama de modo integral salud mental. 2. La medida nunca se cumplió porque Milagro no volvió a su domicilio habitual, sino que fue confinada en la casa-cárcel del Dique La Ciénaga. El juez Pullén argumenta que ingirió medicamentos, ¿pero para cuidar supuestamente la salud la mandó a una cárcel de otra provincia, en otra jurisdicción? 3. Si efectivamente el juez hubiese entendido que había razones de salud en el medio, no debería haberla enviado a una cárcel sino hospitalizarla y no mandarla a un lugar que directamente vulnera los derechos protegidos por las resoluciones de la Corte IDH y de la CSJ de Nación.

Sola. Sin ver la luz del día. Sin salir al patio. Donde hace frío porque todo el tiempo corre viento. Donde no interactúa con otras personas salvo los guardias. Y donde hay constantemente cámaras de vigilancia, sin derecho a la privacidad, derecho garantizado incluso para los detenidos, y de persecución que replica lo que sucedió en el Alto Comedero, y sobre la que ya se pronunció la Comisión IDH en su momento.

Desde ese lugar es trasladada tres veces por semana a San Salvador de Jujuy para presenciar el juicio mas importante entablado por la provincia. Un juicio que se descascara con cada testimonio porque los testigos que alguna vez supuestamente la acusaron sobre la base de lo que la defensa denunció como declaraciones clonadas, ahora no pueden confirmar en público lo que denunciaron. Ese juicio al que Milagro llega cada vez y no puede dejar de reclamar como un león encerrado todo lo que padece, se hace a puertas cerradas: entre los 16 lugares habilitados para el público no pueden entrar periodistas con lápiz ni papel y los que entran son obligados a firmar un acta de confidencialidad. Un hecho que no sucede en ninguno de los juicios del país, a excepción del juicio por el encubrimiento de la AMIA que invoca razones de seguridad de Estado para requerirlo.

Milagro ahora pregunta por Cristina Kirchner. Mientras habla, Claudio Bonadío ordena un procedimiento con guión de novela policial con golpes de martillo en departamentos del edificio de la ex Presidenta. "Yo sigo con la huelga de hambre. Lo único que levanté es la huelga de tomar líquido. Y esto no sólo lo hago por mí, porque esto comenzó en Jujuy, pero lamentablemente han seguido avasallando a todos los que menos tienen. Siento que si alguien no se pone firme, esto va a seguir avanzando", dice y de lo que habla es de su huelga de hambre. "Yo no quiero ya esperar más nada, antes de esperar quiero prevenir, no quiero que nunca más nos pase lo que nos pasa".

 

 

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