Mirar otros espejos

El drama del MAS en Bolivia y la irrupción de Mamdani

Noche de invierno, Benito Quinquela Martín, 1940.

 

La masa de viento polar que ingresó las últimas semanas a buena parte del territorio nacional acompaña con bastante fidelidad un ensombrecimiento de la escena pública, con la prisión política, por delitos no cometidos, de Cristina Fernández de Kirchner, y la aparición de grandes nubarrones en el escenario económico nacional.

 

Síntomas de lo inevitable

Las últimas semanas han acumulado crecientes evidencias de la inviabilidad del esquema económico mileísta. La duda, entre la gente sensata de todo signo político, es cuándo se producirá el quiebre y la reconfiguración. Allí sí empiezan las discrepancias de fondo.

Una noticia económica, pero con aristas políticas relevantes, es la aparición en la superficie de los problemas que están afrontando todas las administraciones provinciales por la carencia de fondos de origen federal que generó el ajuste mileísta.

Las transferencias automáticas, que representan la mayor parte de los fondos que reciben las provincias del Tesoro Nacional, cayeron cerca de un 10 % desde que se les aplican los recortes. Las provincias han reducido personal, achicado los salarios reales de los estatales, reducido la obra pública, pero igual están con crecientes dificultades, ya que también cayó la recaudación tributaria provincial. El año pasado, las transferencias no automáticas, que son más discrecionales en cuanto a su asignación por parte del Poder Ejecutivo y de menor cuantía, cayeron casi un 90%. Las reciben sólo los amigos, los que levantan la mano en el Congreso.

Este frente de presiones es importante, porque gracias a los votos de diputados y senadores provinciales es que el gobierno de Milei pudo concretar legislativamente el programa neoliberal extremista.

Si ahora todos los distritos provinciales, sin distinciones partidarias, reclaman un incremento de fondos coparticipables, el gobierno deberá encontrar una salida que le permita mantener la “mística” de la crueldad ajustadora, pero que mínimamente satisfaga esos reclamos, para no toparse con votaciones fracasadas y proyectos de ley archivados.

Pero otros tropiezos importantes esperaban esta semana al ministro de economía, Luis Caputo.

Morgan Stanley Capital International (MSCI) es una empresa norteamericana especializada en evaluación de riesgo y mercados, que es tomada como referencia por numerosos fondos de inversión para orientar sus compras de activos financieros en el mundo. Esta semana MSCI anunció que no mejorará su evaluación sobre la Argentina como mercado para colocar fondos. Nuestro país no logró ingresar en la categoría de “países emergentes” y tampoco en una más precaria que se llama “mercados de frontera”. Morgan Stanley lo mantiene en una categoría extraña, que se llama “standalone”, que transmite la idea de que no hay transparencia suficiente, ni facilidad operativa para incursionar en el mercado de acciones argentino en forma razonablemente segura.

Sin duda, no le creen al esquema de política actual, ni tampoco al sector privado, al que señalan diciendo que “hay poca información en inglés” como para recomendar a sus clientes poner plata aquí. Si el gobierno pudo mentirle a la población en abril diciendo que se había terminado el “cepo”, cuando se encuentra con gente financieramente más avezada, y con un prestigio por defender, a las mentiras se las lleva el viento.

Pero otros disgustos esperaban a Caputo. Cuando esta semana se realizó una habitual licitación para renovar la deuda pública en pesos, en este caso por casi 11 billones, el gobierno se encontró que los jugadores privados sólo estaban dispuestos a renovar préstamos por 6,5 billones. El gobierno había ofrecido una suculenta tasa de interés en pesos: 40% anual. Pero no fue suficiente: por el resto de la deuda a refinanciar, los prestamistas exigieron los pesos a cambio de los bonos que tenían en su poder y se los llevaron.

Las cerealeras le creyeron a Milei cuando dijo que el gobierno volvería a subir las retenciones este mes, y aceleraron las ventas de granos y el ingreso de dólares: aproximadamente 3.000 millones en mayo y 4.000 millones en junio. Ahora desde “el campo” advierten que, a menos que las retenciones sigan bajas –o sea, que Milei incumpla su promesa–, hasta noviembre no volverán a aparecer por el mercado cambiario, porque la actual ecuación dólar-retenciones no les resulta rentable.

El gobierno anunció, con gran algarabía, que ya tiene los 4.300 millones de dólares para pagar a los bonistas internacionales el día de vencimiento de esos compromisos, el 9 de Julio. Festejar que se obtienen a último momento los recursos para pagar deudas es una demostración de lo endeble de todo el esquema actual.

Por ahora, el equipo económico apuesta  a juntar reservas para ir tirando, sosteniendo el carry trade, un negocio financiero de corto plazo que sólo se perfecciona cuando se vuelve al dólar.

Para que el negocio con el carry siga atrayendo fondos, es necesario que las cuentas de los financistas cierren, para lo cual el tipo de cambio a futuro se debe mantener tranquilo, en una banda que garantice una jugosa rentabilidad en dólares. Se supo en estos días que el Banco Central estuvo interviniendo en mayo en el mercado de dólares futuros haciendo fuertes colocaciones, por valor de 1.946 millones de dólares. De esa forma instala un precio en los meses que vienen, que garantiza las rentabilidades del carry trade.

La otra noticia, que no es una novedad y que parece no inmutar a las autoridades, es la enorme salida de dólares por ventas para atesoramiento de particulares (1.000 millones por mes) y por turismo en el exterior, donde los argentinos que viajan afuera se incrementaron en mayo un 50% más que en el mismo mes del año pasado.

 

Aeropuerto de Ezeiza, contracara de la destrucción del turismo interno.

 

No sólo eso: están incrementándose las compras de todo tipo de bienes importados. En abril, por ejemplo, se importó carne de cerdo de Brasil por un equivalente al 10% de la producción local, y ya está entrando carne vacuna y aviar de ese mismo origen.

El gobierno se salvó, por un pelito, de que la guerra entre Israel e Irán tomara por caminos dantescos y terminara despeñando el esquema mileísta. La posibilidad –que fue votada unánimemente por el Parlamento iraní– del cierre del estrecho de Ormuz por parte de las fuerzas armadas iraníes hubiera derivado en un salto del precio del barril de petróleo, generando un impacto inflacionario global, aumento generalizado del riesgo y presiones alcistas sobre la tasa de interés internacional.

Un esquema como el de Caputo-Milei, atado con alambre, habría presenciado cómo se desarmaban las posiciones en el carry trade local buscando refugios mejores frente a la incertidumbre, y ya ni la caballería de los Estados Unidos hubiera podido defender al gobierno de la debacle financiera.

Por supuesto que hay otras formas, más razonables y más eficientes, para lograr estabilidad de precios, dólar tranquilo y crecimiento económico. Tienen que ver con fuertes expansiones productivas, exportaciones diversificadas, un Estado con capacidades de hacer cumplir las leyes y recaudar impuestos, y finanzas públicas que atiendan a las verdaderas prioridades nacionales.

Todo esto es imposible bajo este gobierno, que tiene en las finanzas parasitarias y en las estafas cripto su norte y guía.

 

Política y emociones

Como no podía ser de otra forma, la prisión de Cristina Kirchner produjo una oleada de solidaridad con su persona por parte de los numerosos adherentes al kirchnerismo y memoriosos de su valiente gestión de gobierno.

La percepción social extendida –tanto entre quienes la quieren como entre los que la rechazan– de que se trata de un fallo político es un nuevo clavo en el cajón de un poder judicial percibido como ineficiente, injusto y asociado con todo tipo de intereses extra judiciales e incluso extra legales.

Aún está en pleno reacomodamiento el sistema político partidario a partir de esta nueva situación. No tanto en la derecha, donde el slogan “Cristina presa” es una bandera central de su ideario, sino en el resto de los espacios que no orbitan en torno a los intereses de la elite de poder dominante. El macrismo apenas pudo desordenar, desde su control del poder judicial, los planes electorales mileístas, desde una postura de debilidad manifiesta.

La izquierda no kirchnerista leyó con claridad la amenaza que representa esta detención arbitraria para el futuro de las libertades democráticas, y especialmente para la gente que se opone en serio a los planes ultra regresivos del gobierno.

 

Foto: Luis Angeletti.

 

Para el gran espacio del peronismo y del kirchnerismo, en cambio, persisten un conjunto de interrogantes, que no habían podido ser respondidos antes de la detención de Cristina.

Qué significa “unidad”, para qué, con qué programa, cómo comunicarlo, cómo reconectar con sectores sociales que se han alejado, o con sectores nuevos con los que directamente no hay contacto, son algunas de las cuestiones sin resolver.

Las emociones son centrales en la política, y pretender actuar en ese campo sin comprenderlas es directamente suicida.

En ese sentido, el fuerte tono emocional que generó ver las órdenes de detención por jueces amigos de Macri, ver a Cristina presa –una Presidenta que puede mostrar sin mentir los logros populares de su gestión–, tiene impactos en las sensibilidades, que pueden empujar en distintas direcciones.

Por ejemplo, puede generar un impulso al involucramiento a la participación, a enrolarse nuevamente por una causa genuina.

Pero también puede enturbiar los debates necesarios, no prestar atención a las laboriosas tareas de construcción política, organizativa y comunicacional que deben realizarse para volver a tener peso social y ser realmente un factor de poder en una Argentina secuestrada por los poderes fácticos.

La operación de apresamiento de Cristina, recordaba un militante gremial, se parece a lo que hacen algunas patronales en ciertos conflictos sindicales: los trabajadores se organizan y empiezan a reclamar por el sueldo y por mejores condiciones laborales, entonces las empresas proceden a realizar despidos para amedrentar al resto. Por lo tanto, los trabajadores en conflicto tienen que luchar también por la reincorporación de los  despedidos, y dejan parcialmente de lado la lucha inicial por sus legítimos derechos.

La situación social en la Argentina es tal que la causa por la libertad de Cristina y por los derechos democráticos a poder votarla (ya hay una lista en la que figuran, por ejemplo, Milagro Sala y Amado Boudou, juzgados por tribunales militantes del poder corporativo) se junta y se superpone con los atropellos libertarios a amplios sectores sociales que ven atacada su precaria situación económica, su derecho a protestar y hasta su derecho a expresar sus opiniones con libertad.

Esta situación exige una mayor responsabilidad a la dirigencia partidaria, que fue capaz de reunirse después de mucho tiempo para solidarizarse con la líder presa. Ojalá todo se resolviera juntándose en alguna sede partidaria y haciendo las declaraciones públicas del caso.

Pero el verdadero compromiso con la causa popular, que incluye la anulación de los juicios amañados contra Cristina, es organizar una fuerza política y social que tenga un horizonte mayor que el de ganar elecciones, tema de por sí relevante en el actual cuadro político argentino.

El horizonte, para quienes no estén vencidos de antemano, es construir una alternativa de poder creíble, que esté convencida y sea capaz de convencer.

Y eso ya no depende de Cristina.

 

Foto: Luis Angeletti.

 

Miremos otros espejos

En un reciente reportaje del periodista Daniel Tognetti al ex Vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, este se refirió al panorama político de su país.

Para quienes no seguimos cotidianamente las vicisitudes de la vida política boliviana, el relato de García Linera no pudo ser más crudo y doloroso.

En síntesis, relató la partición del Movimiento al Socialismo (MAS), ese partido que protagonizó la doble hazaña de colocar en el centro de la escena política a las mayorías originarias del país, y de haber concretado uno de los gobiernos mejores y de más realizaciones de la historia de Bolivia.

 

Evo Morales y Lucho Arce, otros tiempos.

 

La disputa de poder dentro del MAS se ha profundizado de tal forma en los últimos años que se ha transformado en una lucha entre fracciones que se intentan dañar mutuamente, tanto a los que están en el gobierno como los que están en el llano.

El espectáculo es dantesco, lo que ha derivado en que existan cuatro fracciones del MAS que van a disputar la presidencia. Ya la derecha boliviana, antipopular y racista, se apresta a retomar el control del país, esta vez por la vía democrática.

El testimonio de García Linera es desgarrador para quienes vimos con entusiasmo los logros del gobierno de Evo Morales, aquellas transformaciones que parecían increíbles en ese país azotado por las brutalidades oligárquicas, asociadas a los capitales extranjeros. Es muy difícil comprender cómo se pudo llegar a esta situación de división y de odio interno, y cómo un partido que protagonizó un capítulo histórico de la emancipación latinoamericana termina reducido a una contienda de fracciones dedicadas a desangrarse mutuamente.

Al mismo tiempo, desde los Estados Unidos, nos llegó una noticia sorprendentemente alentadora.

En el país donde agentes estatales con pasamontañas cazan y detienen por la calle a gente sospechosa de estar indocumentada, en donde desde el Poder Ejecutivo se niega el cambio climático y se despide a los científicos que lo comprueban, donde son desfinanciadas prestigiosas universidades porque no coinciden con la ideología derechista del gobierno, o donde los Estados son amenazados con la quita de fondos federales si no se pliegan a las políticas xenófobas del Presidente, ha surgido desde las luchas populares contra este orden aberrante un joven candidato con posibilidades de aspirar a la intendencia de Nueva York.

Se trata de un militante de 33 años, Zohran Mamdani, de ascendencia india, nacido en Uganda y de religión musulmana, que pertenece a una corriente socialista del Partido Demócrata. En las internas de ese partido, para decidir quién será el candidato a la Alcaldía de Nueva York, se impuso sorpresivamente sobre un candidato mucho más tradicional y conocido, Andrew Cuomo.

Sumamente informal, pero muy convencido y decidido, propuso una plataforma popular y sencilla para aplicar en la ciudad de Nueva York: que la ciudad sea “asequible” para sus habitantes.

 

 

Por consiguiente propone congelar los precios de los alquileres de las viviendas, mejorar el transporte público y hacerlo gratuito, crear una cadena de supermercados pública para mantener bajos los precios de los consumos populares, aumentar la cantidad de guarderías para niños, para que puedan albergar a todos lo que lo necesiten, y convocar a los sindicatos a participar en la construcción de viviendas de alquiler para incrementar la oferta para la gente joven.

Fue apoyado en este interna por el veterano demócrata socialista Bernie Sanders y por Alexandria Ocasio Cortez, otra legisladora muy joven y de origen popular.

Lo destacable de esta situación es que frente al autoritarismo trumpista, el Partido Demócrata aparece completamente apagado, sin energías ni fuerza para enfrentar a un personaje que ataca los mejores logros de la sociedad norteamericana.

La defección de los demócratas, salvo algunas muy destacadas pero minoritarias figuras, no es nueva, pero resalta más dada su impotencia frente a un gobierno retrógrado y mentiroso que no tiene frenos.

Toda una dirigencia demócrata vencida, sin convicciones, que no tiene idea de qué hacer frente a un peligro para la democracia, y de pronto surge desde los espacios menos mainstream una figura con ganas, con energía y con un programa modesto pero potente que evidentemente tiene capacidad de interpelar a los neoyorquinos de a pie.

Pudo sortear, hasta ahora, todos los estereotipos instalados en la cultura norteamericana, que en otra época lo hubieran dejado automáticamente fuera de carrera. Seguramente ya se pondrá en marcha la trituradora mediática para activar los prejuicios, pero la vitalidad y convicción del personaje son en sí argumentos que atraen a un público cansado del discurso vacío, de plástico, de los partidos tradicionales.

El drama del MAS en Bolivia y la irrupción de los demócratas socialistas norteamericanos son sólo dos de las muchas experiencias políticas internacionales de las que deberíamos aprender, e inspirarnos.

Cuando todas las calles parecen callejones tapiados, mirarnos en otros espejos puede hacer que descubramos nuestra propia salida.

 

 

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